Si algo era realmente seguro, era que Carl Renfield, era un hombre demasiado egoísta y caprichoso, tanto, que sin duda alguna siempre se salía con la suya. Sentía las miradas a mi alrededor, todas ellas juiciosas, una que otra maliciosa y unas pocas mas con demasiada lastima, y todo aquel remolino de sentimientos, iban dirigidos hacia mi persona.Por supuesto, una novia siempre era el centro de atención de todas las miradas en el día de su boda, y el blanco vestido de princesa que llevaba, gritaba a todas luces que yo lo era, una hermosa novia que fingía una sonrisa en el que, se suponía, era el día mas feliz de mi vida, sin embargo, todo aquello no era mas que una farsa, una farsa bien hecha planeada por ese hombre que, arrogante, me esperaba en el altar de la iglesia. Podía verlo allí, de pie, esperando casi impaciente mi llegada, con aquella sonrisa que yo aborrecía tanto y que despreciaba mas que a nada en el mundo. Ese hombre, había logrado comprarme, mi padre y mi madre, me ofre
Todos en aquella ceremonia celebraban nuestro matrimonio. Pasaban uno a uno a felicitarnos, como si fuéramos una pareja demasiado feliz, sin embargo, eso estaba demasiado lejos de la realidad, Carl y yo ni siquiera éramos una pareja, él me había comprado…él les había pagado a mis padres por mí.Es para todos bien sabido, que un hombre de tal posición necesita una esposa. En los juegos de los hombres poderosos, una buena reputación lo es todo. Y yo, hija de la importante familia Roche, ligada a la familia real pues mi abuelo fue un importante hombre, el conde Roche, título que, por supuesto, mi padre ha heredado, pero que en realidad tiene poca importancia cuando no se tiene el dinero suficiente para hacer honor al título. Yo, soy la condesa actual, y este hombre que me sonríe como si hubiera tomado la joya mas preciada de la corona, me desea desde hace años.Hubo un tiempo en que el importante Vizconde Carl Renfield, mi odiado ahora esposo, fue un niño como cualquier otro. Nos conocim
Aquella mañana era fría, pues en aquella mansión, alejada de la cálida ciudad de Londres, el frío del invierno se sentía mas debido a que solo había grandes campos y abundantes praderas a su alrededor. Estaba aislada, lejos de mis padres, mis amigos y la vida que una vez conocí. Ahora, era la esposa de un noble y yo tambien era una noble, tenía que vivir en esta vieja mansión que seguramente demasiadas memorias guardaban.En la tina, disfrute del agua caliente, aun maldiciendo por lo bajo el nombre de Carl Renfield. Las burbujas me reconfortaban, y, dentro de todo, estaba agradecida de que ese hombre no me forzara a compartir el lecho con él. Saliendo del baño, y luego de vestirme, baje al comedor para ver si podía tomar algo, ya pasaba del medio día, y el hambre comenzaba a calar en mi estómago. No había tomado nada mas que un pequeño trozo del pastel de bodas la noche anterior.—Ah señora Renfield, me alegra que por fin bajara, el señor me ha pedido que sea expresamente yo quien ati
Corrí tanto que de pronto, sentí como me faltaba el aire. No podía creer lo que había visto y escuchado. Carl Renfield no podía ser una buena persona, me negaba a ello. Sentándome en una banca que estaba rodeada de rosas. Tome un poco del aliento perdido. Y repentinamente, sentí deseos de llorar, pues Carl estaba hablando con su madre cuando yo interrumpí ese momento.Hace años, cuando mi Carl llego a la mansión de mi abuelo, recuerdo que el solía llorar por las noches, llamando a su madre recién fallecida, y yo tome la costumbre de dormir a su lado para ayudarle a conciliar el sueño. No quería pensar en eso, no quería pensar en nada, pues tenia miedo de volver a sentir lo que un día fue.—Sabes, eres mucho mas linda cuando sonríes que cuando lloras —Aquella frase, aquellas palabras, ya las había escuchado una vez. Levantando la cabeza, pude ver a Carl mirándome atento. Un ramo de rosas estaba en sus manos.—Vete, ¿Por qué no puedes entender que yo te odio? No quiero verte, no quiero
A partir de aquí la historia estará narrada en tercera persona.El amor suele ser complicado, mucho mas de lo que puede llegar a ser cualquier otra cosa. Sin embargo, aunque de antemano sabemos lo que puede esperarnos, seguimos avanzando hacía el, tal y como hacen las mariposas hacia el fuego. Consumidos en una llama que puede regalar tanto el cielo como el infierno, irremediablemente nos quemamos en la hoguera del amor y de la pasión.Un par de niños jugaban en el césped. El chico, tiene mas de 10 años, y la chica, apenas debe de alcanzar los 6 u 7. Aquellos recuerdos, ya demasiado viejos, llegaban hasta Carl como la lluvia repentina que chocaba en los cristales de sus ventanales. El cielo estaba gris, como gris siempre se sentía. Permanentemente melancólico desde que aquella tragedia llego a la importante y poderosa familia Renfield cuando aquel accidente de auto en una noche lluviosa ocurrida ya hacia demasiados años, se llevó a sus padres. Siendo solo un niño de 12 años, Carl lleg
Los sueños, aquello que fervientemente anhelamos y tomamos como un motor para impulsar nuestras vidas; en algunos, puede ser dinero, en otros, puede ser el amor, el formar una familia o viajar para conocer el mundo entero. No hay nunca un sueño idéntico a otro, como no hay una persona que sea idéntica a otra. Para Carl Renfield su sueño era casarse y formar una familia con la condesa Anastasia Roche…y el de ella, quizás, tambien era el de casarse con Carl, pero a menudo, la intervención de terceras personas suele provocar conflictos que destruyen los sueños de otros.Tres años atrás:—Y he decidido nombrar como mi único heredero, a mi querido Carl Renfield, quien fue como un amado hijo para mí, y se quedo a mi lado acompañándome hasta en el ultimo momento, se que en sus manos todo lo que fue mi patrimonio, se encontrara a salvo, en cuanto a mi hijo y mi nuera solo dejo a su nombre la propiedad en la que habitan y una pequeña cuenta bancaria que estará a su nombre, y mi nieta Anastasia
La hermosura de los verdes prados, era tan sublime que cautivaba sus pupilas de tal manera que creía que no había visión mas bella que aquella en todo el mundo. Admirando los prístinos bosques, había un sin final de cosas que admiraba por primera vez y reconocía por los muchos libros que solía leer a escondidas de su padre cuando apenas era una niña pequeña. Los almiares en los árboles y los hermosos grupos de abedules diseminados aquí y allá, con sus troncos blancos que parecían brillar como la plata en medio de la espesura verdosa de las brillantes hojas que asemejaban esmeraldas, la hacían sentirse dentro de un cuento de hadas, aunque sabia demasiado bien que aquello estaba lejos de ser verdad, pues aquel hombre que tenia a su costado, aun cuando tenía toda la hermosa apariencia de un príncipe de ensueño, era en realidad el vizconde que la había comprado en matrimonio.Se dirigían hacia el castillo de los Roche, aquel que era la propiedad que mas peleaba su padre de entre todo lo q
La noche era fría, como era de esperarse en aquellos lares alejados de todo y que se hallaban rodeados de prados y hermosas montañas. Aquella habitación le traía a la memoria muchos de sus mas hermosos recuerdos, recuerdos en los que su abuelo aun estaba con vida y donde ella apenas era una niña inocente que no conocía nada de la maldad del mundo que la vio nacer. El amor puro e inocente que le tuvo a Carl Renfield en aquellos años, había sido de las mas hermosas experiencias de su vida, pero sabia demasiado bien lo lejano que era todo aquello en ese presente que ahora estaba viviendo.Anastasia se sentía sola, quizás, más sola que nunca, pero aun así se negaba a bajar para hablar con Carl, no quería tener ya nada que ver con él, pues tenía miedo de que su corazón volviera a traicionarla, y ella no quería aquello, no quería que sus sentimientos de niña se entrometieran con el odio que le tenía ya siendo adultos.En la penumbra de la habitación, Anastasia se preguntaba, ¿Por qué su abu