Todos en aquella ceremonia celebraban nuestro matrimonio. Pasaban uno a uno a felicitarnos, como si fuéramos una pareja demasiado feliz, sin embargo, eso estaba demasiado lejos de la realidad, Carl y yo ni siquiera éramos una pareja, él me había comprado…él les había pagado a mis padres por mí.
Es para todos bien sabido, que un hombre de tal posición necesita una esposa. En los juegos de los hombres poderosos, una buena reputación lo es todo. Y yo, hija de la importante familia Roche, ligada a la familia real pues mi abuelo fue un importante hombre, el conde Roche, título que, por supuesto, mi padre ha heredado, pero que en realidad tiene poca importancia cuando no se tiene el dinero suficiente para hacer honor al título. Yo, soy la condesa actual, y este hombre que me sonríe como si hubiera tomado la joya mas preciada de la corona, me desea desde hace años.
Hubo un tiempo en que el importante Vizconde Carl Renfield, mi odiado ahora esposo, fue un niño como cualquier otro. Nos conocimos en una cálida mañana de primavera en los jardines de la mansión de mi abuelo. El, huérfano de padre y madre, había quedado bajo la institución y protección de mi amado abuelo, pues el entonces infante, era el heredero del titulo real. Éramos solo un par de chiquillos entonces, entregados a sus juegos alegres de tierna infancia. Alguna vez, ambos creímos que creceríamos para casarnos y ser esposos, sin embargo, luego de que el traicionara a mi familia, aquel amor que le tuve se transformó en odio y desprecio.
“Algún día vas a ser mía”
Recuerdo que me dijo aquello como una endemoniada promesa que me sonó como una amenaza el día que rechace casarme con él. Tenia apenas 20 años entonces, y el, llego con una petición de matrimonio y un anillo que, supuestamente, había pertenecido a su madre. No pude perdonarlo por haberse hecho a la mala con la fabrica que perteneció a mi abuelo y luego a mi padre, y me burlé de su propuesta.
“Nunca seré tu esposa, eso será solo hasta que los sapos vuelen”
Le dije muy segura de mi misma, y ahora estoy aquí, tragándome mis palabras junto al pastel de bodas mientras veo a los invitados felicitar a mi padre por mi matrimonio con tan importante hombre.
“No tienes mas opción, debes de casarte con Renfield para salvarnos de la ruina”
Las palabras de mis padres aun me taladran el cerebro, pues ellos me sacrificaron por el bien de su comodidad.
La boda termino, y ahora, estoy en esta habitación en la mansión Renfield, quitándome el disfraz de novia para prepararme para dormir. Estoy segura de que, en cualquier momento, ese hombre entrara por esa puerta para reclamarme como su trofeo y regresarme todas esas humillaciones que le hice por despreciarlo tanto. Y, como si me hubiera leído la mente, escuché toquidos en la puerta y luego lo vi entrar en la habitación. Su cabello es tan rubio como recordaba que era, y sus ojos tan verdes que parecían presagiar tormentas, me prometían un infierno para hacerme pagar por mis pecados.
—Veo que ya estás lista para la cama, aunque esperaba un atuendo mas provocador —
Me dijo mientras me miraba ya ataviada en mi pijama de seda blanca.
—Yo no voy a disfrutar de lo que sea que me hagas Renfield, así que puedes tomarlo o despreciarlo — le respondí de nuevo desafiante y el tan solo me miro con un deje de desprecio.
—Dormiré en mi propia habitación Anastasia, no tengo interés en tocar a una mujer que no me desea, además, te lo aseguro, serás tu quien busque el calor de mi cama buscando consuelo a tus noches de soledad —
Me dijo de manera tan arrogante, que en ese momento sentí el deseo de callar su boca y cerrarla para siempre.
—Ja, eso ni soñarlo Renfield, yo no te deseo y no te voy a desear nunca, prefiero la compañía de la soledad a la tuya, te odio tanto que nunca te perdonare por lo que hiciste — le dije furiosa.
—Quizás, un día tu mente termine de comprender, que fue el deseo de tu abuelo dejar esa empresa en tus manos. Si la hubiera dejado en las manos de tu padre, ahora mismo de su legado ya no quedaría nada mas que recuerdos, pues el derroche de tu padre y madre, fue lo que los dejo en la ruina, no puedes culparme de eso —
El me dijo aquello, y aun cuando en parte sabía que eso era verdad, no creería jamás que mi abuelo prefirió dejar su legado en sus manos en lugar de las mías, sé que el jamás habría hecho eso.
—Se que mientes, mi abuelo jamás me dejaría fuera de su herencia, tu te aprovechaste de el y lo convenciste de dejar todo en tus manos, no eres mas que un ladrón disfrazado de noble — le asegure mientras lo desafiaba.
El solo suspiro, y luego, se acerco hasta a mi para acariciar uno de mis mechones de cabello. Yo retrocedí, no quería que me tocara.
—Un día, prometí que te amaría por siempre, a tu abuelo le jure que cuidaría de ti a pesar de que me odiabas, y un día, Anastasia, recordaras lo mucho que tu me amas tambien, y te entregaras a mí por completo —
Me dijo aquello con un aire de tristeza, y luego, me beso con suavidad en los labios. De nuevo me aparté, y me reí en su cara.
—Eso no pasara jamás, y un día serás tu el que lo entienda — le respondí aun cuando aquel beso, fue suave, como aquel que una vez nos dimos en la inocencia de la niñez.
Carl ya no me respondió nada, y tan solo salió de la habitación en la que yo dormiría…en la que yo sería su prisionera.
Esa noche llore, llore tanto por mi cruel destino, forzada a ser por siempre la esposa de un hombre al que yo odiaba y que me había comprado. Llore recordando la dulzura del abuelo al que ya no volvería a ver nunca más. Llore por mí, por el infierno al que me habían condenado.
Aquella mañana era fría, pues en aquella mansión, alejada de la cálida ciudad de Londres, el frío del invierno se sentía mas debido a que solo había grandes campos y abundantes praderas a su alrededor. Estaba aislada, lejos de mis padres, mis amigos y la vida que una vez conocí. Ahora, era la esposa de un noble y yo tambien era una noble, tenía que vivir en esta vieja mansión que seguramente demasiadas memorias guardaban.En la tina, disfrute del agua caliente, aun maldiciendo por lo bajo el nombre de Carl Renfield. Las burbujas me reconfortaban, y, dentro de todo, estaba agradecida de que ese hombre no me forzara a compartir el lecho con él. Saliendo del baño, y luego de vestirme, baje al comedor para ver si podía tomar algo, ya pasaba del medio día, y el hambre comenzaba a calar en mi estómago. No había tomado nada mas que un pequeño trozo del pastel de bodas la noche anterior.—Ah señora Renfield, me alegra que por fin bajara, el señor me ha pedido que sea expresamente yo quien ati
Corrí tanto que de pronto, sentí como me faltaba el aire. No podía creer lo que había visto y escuchado. Carl Renfield no podía ser una buena persona, me negaba a ello. Sentándome en una banca que estaba rodeada de rosas. Tome un poco del aliento perdido. Y repentinamente, sentí deseos de llorar, pues Carl estaba hablando con su madre cuando yo interrumpí ese momento.Hace años, cuando mi Carl llego a la mansión de mi abuelo, recuerdo que el solía llorar por las noches, llamando a su madre recién fallecida, y yo tome la costumbre de dormir a su lado para ayudarle a conciliar el sueño. No quería pensar en eso, no quería pensar en nada, pues tenia miedo de volver a sentir lo que un día fue.—Sabes, eres mucho mas linda cuando sonríes que cuando lloras —Aquella frase, aquellas palabras, ya las había escuchado una vez. Levantando la cabeza, pude ver a Carl mirándome atento. Un ramo de rosas estaba en sus manos.—Vete, ¿Por qué no puedes entender que yo te odio? No quiero verte, no quiero
A partir de aquí la historia estará narrada en tercera persona.El amor suele ser complicado, mucho mas de lo que puede llegar a ser cualquier otra cosa. Sin embargo, aunque de antemano sabemos lo que puede esperarnos, seguimos avanzando hacía el, tal y como hacen las mariposas hacia el fuego. Consumidos en una llama que puede regalar tanto el cielo como el infierno, irremediablemente nos quemamos en la hoguera del amor y de la pasión.Un par de niños jugaban en el césped. El chico, tiene mas de 10 años, y la chica, apenas debe de alcanzar los 6 u 7. Aquellos recuerdos, ya demasiado viejos, llegaban hasta Carl como la lluvia repentina que chocaba en los cristales de sus ventanales. El cielo estaba gris, como gris siempre se sentía. Permanentemente melancólico desde que aquella tragedia llego a la importante y poderosa familia Renfield cuando aquel accidente de auto en una noche lluviosa ocurrida ya hacia demasiados años, se llevó a sus padres. Siendo solo un niño de 12 años, Carl lleg
Los sueños, aquello que fervientemente anhelamos y tomamos como un motor para impulsar nuestras vidas; en algunos, puede ser dinero, en otros, puede ser el amor, el formar una familia o viajar para conocer el mundo entero. No hay nunca un sueño idéntico a otro, como no hay una persona que sea idéntica a otra. Para Carl Renfield su sueño era casarse y formar una familia con la condesa Anastasia Roche…y el de ella, quizás, tambien era el de casarse con Carl, pero a menudo, la intervención de terceras personas suele provocar conflictos que destruyen los sueños de otros.Tres años atrás:—Y he decidido nombrar como mi único heredero, a mi querido Carl Renfield, quien fue como un amado hijo para mí, y se quedo a mi lado acompañándome hasta en el ultimo momento, se que en sus manos todo lo que fue mi patrimonio, se encontrara a salvo, en cuanto a mi hijo y mi nuera solo dejo a su nombre la propiedad en la que habitan y una pequeña cuenta bancaria que estará a su nombre, y mi nieta Anastasia
La hermosura de los verdes prados, era tan sublime que cautivaba sus pupilas de tal manera que creía que no había visión mas bella que aquella en todo el mundo. Admirando los prístinos bosques, había un sin final de cosas que admiraba por primera vez y reconocía por los muchos libros que solía leer a escondidas de su padre cuando apenas era una niña pequeña. Los almiares en los árboles y los hermosos grupos de abedules diseminados aquí y allá, con sus troncos blancos que parecían brillar como la plata en medio de la espesura verdosa de las brillantes hojas que asemejaban esmeraldas, la hacían sentirse dentro de un cuento de hadas, aunque sabia demasiado bien que aquello estaba lejos de ser verdad, pues aquel hombre que tenia a su costado, aun cuando tenía toda la hermosa apariencia de un príncipe de ensueño, era en realidad el vizconde que la había comprado en matrimonio.Se dirigían hacia el castillo de los Roche, aquel que era la propiedad que mas peleaba su padre de entre todo lo q
La noche era fría, como era de esperarse en aquellos lares alejados de todo y que se hallaban rodeados de prados y hermosas montañas. Aquella habitación le traía a la memoria muchos de sus mas hermosos recuerdos, recuerdos en los que su abuelo aun estaba con vida y donde ella apenas era una niña inocente que no conocía nada de la maldad del mundo que la vio nacer. El amor puro e inocente que le tuvo a Carl Renfield en aquellos años, había sido de las mas hermosas experiencias de su vida, pero sabia demasiado bien lo lejano que era todo aquello en ese presente que ahora estaba viviendo.Anastasia se sentía sola, quizás, más sola que nunca, pero aun así se negaba a bajar para hablar con Carl, no quería tener ya nada que ver con él, pues tenía miedo de que su corazón volviera a traicionarla, y ella no quería aquello, no quería que sus sentimientos de niña se entrometieran con el odio que le tenía ya siendo adultos.En la penumbra de la habitación, Anastasia se preguntaba, ¿Por qué su abu
El amanecer acariciaba las hermosas colinas de Wiltshire, Inglaterra, que se alcanzaban a apreciar desde los enormes ventanales de su lujosa habitación de Carl Renfield en el castillo de Roche en que se encontraban. No había logrado conciliar el sueño, enfadado y celoso después de haber leído aquel mensaje en el celular de su esposa, Carl había pasado la noche en vela atormentándose a sí mismo mientras imaginaba a su Anastasia amando a otro hombre. No había perdido el tiempo, y aun cuando era de madrugada, había llamado al hombre en que mas confiaba, par ordenarle que averiguase en ese mismo instante todo lo referente este Emerson Vitali que se hablaba con tantas confianzas con Anastasia.En cuestión de unas horas, se le había brindado alguna información; el joven Vitali era solo un plebeyo hijo de un importante empresario que se hallaba en la lista de los hombres mas ricos y poderosos de Inglaterra que no pertenecía a la realeza, su madre era una afamada pintora, cuyas obras de arte
El cielo gris que presagiaba tormentas, se había posado casi permanentemente sobre el castillo Roche. Después de una recuperación que le llevo un largo tiempo, Carl regresaba al castillo, cegado completamente por el odio y la sed de venganza en contra de la condesa a la que aún seguía amando.Aquellos días, la había despreciado y humillado de todas las formas posibles, y Anastasia prefería permanecer encerrada en sus aposentos. Su único consuelo, era hablar con sus amistades, entre ellas Emerson, y con su hermano declarado a quien el vizconde tambien había acusado injustamente. Carl aseguraba “tenerle piedad” por no denunciarla ni a ella ni a su familia por lo que le habían hecho, y aun cuando intento por todos los medios tocar su corazón y explicarle que ella o Arlen no habían tenido nada que ver, el no creía en su palabra, y para el aquella noche en que acepto su amor hacia él, solo había estado fingiendo.Aquella noche Carl entro en los aposentos de Anastasia. Había decidido atorme