El cielo gris que presagiaba tormentas, se había posado casi permanentemente sobre el castillo Roche. Después de una recuperación que le llevo un largo tiempo, Carl regresaba al castillo, cegado completamente por el odio y la sed de venganza en contra de la condesa a la que aún seguía amando.Aquellos días, la había despreciado y humillado de todas las formas posibles, y Anastasia prefería permanecer encerrada en sus aposentos. Su único consuelo, era hablar con sus amistades, entre ellas Emerson, y con su hermano declarado a quien el vizconde tambien había acusado injustamente. Carl aseguraba “tenerle piedad” por no denunciarla ni a ella ni a su familia por lo que le habían hecho, y aun cuando intento por todos los medios tocar su corazón y explicarle que ella o Arlen no habían tenido nada que ver, el no creía en su palabra, y para el aquella noche en que acepto su amor hacia él, solo había estado fingiendo.Aquella noche Carl entro en los aposentos de Anastasia. Había decidido atorme
Volvió a apoderarse de sus labios borrando consigo todos los temores que albergaba ella. Habían llegado a un punto sin retronó en el que sólo eran sensaciones y deseo. Colocó una rodilla en medio de sus piernas y fue abriéndose paso hasta llegar al centro de su feminidad y moviéndola en círculos. Sus manos, expertas y hábiles conquistaban cada centímetro de piel sin dejar ninguna libre de exploración. La piel tersa y suave de Anastasia despertaba en él el deseo más primitivo que nunca llegó a experimentar por ninguna otra mujer.Sus besos iban trazando una ruta despertando su cuerpo. Primero trazo un beso en la punta de su hombro, hasta llegar a la curva de su cuello.Anastasia no pudo resistir el impulso de arquearse contra él cuando sintió como capturaba uno de sus pezones con su boca y con la yema de los dedos masajeaba el otro proporcionándole la misma atención que el otro.¿Así que era esto de lo que las mujeres casadas hablaban en privado? ¿De la intimidad de un hombre y una muj
Se levantó de la cama con intenciones de cepillarse el cabello, su doncella aun no mandaba a alguien a que le preparara el baño. Fue hasta el tocador donde tomó asiento en el taburete. Un pequeño grito se escapó de sus labios al ver su reflejo en el espejo.“Te haré mía, te marcaré para que no quede duda de a quién perteneces”Ahora entendía lo que le había querido decir con aquella frase, pues llevaba varias marcas rojizas en el cuello. Recordaba cuando la besaba y succionaba contra su piel, pero jamás imaginó que pudiera hacerle ese tipo de marca.¿Cómo le haría para ocultarlas? Tenía una piel demasiado clara y si los empleados la vieran con esas marcas seguramente pensarían que ella y él habían tenido intimidad. Pero aún, si salía a la calle seguramente la verían y se desatarían los chismes.—Buenos días mi lady.La voz de Melissa, la criada que Carl había asignado para atenderla, la sacó de sus pensamientos. La vio entrar a la habitación y su principal instinto fue protegerse el c
Arlen caminaba por la amplía calle con destino en casa de sus parientes, pero tuvo que desviarse ya que unos hombres lo seguían. Frunció el cejo, desde hace un mes que lo seguían, pero últimamente lo vigilaban más. Seguramente era el maldito de Antonio que había mandado hombres a perseguirlo para averiguar si pretendía traicionarlo, quizás, no había escogido el mejor camino, ni el más legal, pero con los Roche en la ruina después de que ese infame de Carl Renfield lo heredara todo, no había demasiado por hacer. Maldito, él era quien debería vigilar a ese infeliz. Cuando dobló en una esquina vio a una mujer de cabello rojizo que estaba a punto de caer y evitó a que esto pasara. Sus ojos se perdieron en los ojos verdes la joven.—¿Está bien, mi lady? — preguntó él.La mujer asintió mirando sus ojos azules, se apartó de él y lo tomó de la mano y comenzó a leer su mano.—Veo que huye del amor, mi lord — comenzó a decir. — Pero pronto aparecerá una mujer en su vida que le haga perder la ra
Tomó asiento en un sillón que estaba junto a la chimenea y se dispuso a leer la carta. Rompió el sello y comenzó a leer la elegante caligrafía en manuscrito. En ella redactaba su entusiasmo al saber que se encontraba con vida y buena salud. Lo que le dejó pasmado era que lo invitaba al baile que organizaba dentro de un par de semanas con motivo de la presentación de su hija Elsa y que esperaba contar con su presencia. En ningún momento mencionaba a Anastasia, de hecho, la carta iba dirigida solo a él. Tal vez esa mujer sospechaba que la llevaría.Dejó la carta sobre una mesita y contempló la chimenea apagada. Lady Percival era la primera en enviar una invitación, como corrían rápido los rumores de su regreso, así como ella manifestó su alegría, tal vez en el transcurso de la semana estaría recibiendo más invitaciones o incluso visitas para comprobar que era él.Tal vez no debía dejar de pasar esta oportunidad. Sabía que esa mujer era el enemigo número principal de Lady Flora, no estar
¿No te alegras verme? — preguntó agitando las pestañas de arriba abajo.—Amara Bianchi fui claro contigo.—Nunca debiste hacer eso — comenzó a caminar por todos lados del estudio — Debiste suponer que no iba a dejarte tan fácilmente.Él movió la cabeza hacia ambos lados en un claro gesto de desaprobación.¿Cómo es que dejaste Toscana?Amara Bianchi esbozó una sonrisa y tomó asiento sobre el amplio escritorio y abrió ligeramente las piernas.—Me escondí en el barco donde viajaste. Hasta hoy me digné a salir, anduve dando un paseo por las calles, vi a Jamie, tu sirviente, y lo seguí hasta aquí.—No debiste haber hecho tal cosa.—No iba a permitir que te volvieras a ir. Además, te extrañe mucho. — abrió mucho más las piernas — ¿Tú a mí no?Podía haber regresado a Inglaterra para vengarse de su mujer, pero jamás sería capaz de tomar otra mujer bajo el mismo techo donde se encontraba Anastasia.7—Escúchame Amara Bianchi, no va pasar nada de lo que estás pensando. Si te hablé de ese modo de
Anastasia miraba a su hermano con deseos de partirle la cara a Carl…siempre había sido muy protector con ella, a pesar de que realmente no eran hermanos de sangre, la amaba como si sí lo fueran. Arlen quería hacerle pagar a Carl por mancillar su honor. Eso no podía permitirlo, primero se arriesgaría ella, a que su hermano saliera lastimado en todo esto.Arlen pareció adivinar sus pensamientos y más relajado asintió, tomó a su hermana de las manos y la miró fijamente a los ojos.—Por favor, si sales lastimada en todo esto, no dudes en venir a buscarme ¿Lo prometes?Anastasia se hizo la fuerte, evitando que una lágrima rodara su mejilla. Debía mostrarse fuerte y segura para mantener a su hermano tranquilo.—Lo prometo, Arlen.Le dio un beso en la frente y más tranquilo tomó asiento a su lado.—Por cierto, la tía Brígida te manda saludos. Dice que vendrá a visitarte en estos días y que la perdones por no asistir a la boda.Carl contemplaba desde la ventana a los dos hermanos, seguramente
La volvió a ignorar poniéndose de pie, suficiente había tenido con escuchar su voz jocosa y más al cuestionarle sobre su hermano, prefería que tuviera entretenido a su marido a que antes le llamara cuñada.¿A qué se dedica?Caminó hacia la entrada de la casa, pero Amara Bianchi no se iba a quedar de brazos cruzados y la siguió, alcanzándola justo en el momento en que ella ponía un pie en el escalón.¿Tiene amante?Ella apretó la palma de su mano contra la barandilla de las escaleras, giró sobre sus talones y la miró fijamente.—Déjame decirte una cosa. Mi hermano no es la clase de hombres con los que sueles involucrarte.Hizo un análisis mental, Arlen era un hombre disidido y muy directo, de hecho si ella no hubiera intercedido minutos antes, probablemente él e Carl llegarían a los golpes y sería imposible separarlos. Conocía en ese aspecto a su hermano, siempre defendía a sus seres queridos sin importarle lo que le costara.—Carl nunca se ha quejado de eso — le guiñó un ojo.Ignoró p