Aquella mañana era fría, pues en aquella mansión, alejada de la cálida ciudad de Londres, el frío del invierno se sentía mas debido a que solo había grandes campos y abundantes praderas a su alrededor. Estaba aislada, lejos de mis padres, mis amigos y la vida que una vez conocí. Ahora, era la esposa de un noble y yo tambien era una noble, tenía que vivir en esta vieja mansión que seguramente demasiadas memorias guardaban.
En la tina, disfrute del agua caliente, aun maldiciendo por lo bajo el nombre de Carl Renfield. Las burbujas me reconfortaban, y, dentro de todo, estaba agradecida de que ese hombre no me forzara a compartir el lecho con él. Saliendo del baño, y luego de vestirme, baje al comedor para ver si podía tomar algo, ya pasaba del medio día, y el hambre comenzaba a calar en mi estómago. No había tomado nada mas que un pequeño trozo del pastel de bodas la noche anterior.
—Ah señora Renfield, me alegra que por fin bajara, el señor me ha pedido que sea expresamente yo quien atienda a sus necesidades, desde este momento, seré su dama de compañía, mi nombre es Sara Bree, y estoy atenta a su ordenes —
Una mujer de mediana edad, me saludaba y se presentaba con mucho entusiasmo. Le sonreí, los sirvientes no tenían culpa de trabajar para un monstruo.
—Mucho gusto, soy Anastasia Roche, es un placer conocerla, se lo agradezco, por lo pronto, me gustaría tomar algo para desayunar — me presente sin intención de usar el apellido de Carl, pues, aunque era mi forzado esposo, de ninguna manera usaría su nombre en el mío.
La mujer me sonrió, y luego, me sirvió un vasto desayuno típico londinense. Luego de desayunar, me dio un tour por la enorme y vieja mansión, que, según en sus palabras, había pertenecido a la familia de Carl durante casi 4 siglos, y ciertamente, aunque se notaba que le habían dado el mantenimiento adecuado y no estaba en para nada mal estado, se notaba que era muy antigua, además de hermosa. En algún punto, terminamos en un viejo salón, el mas grande de aquel sitio que contaba mas de 50 habitaciones, y en él, había muchas pinturas, todas por supuesto, de antepasados de la familia Renfield. Sin embargo, entre todas ellas, una destacaba sobre la enorme chimenea vieja del lugar, y en ella, aparecían Carl y sus padres, cuando aun el era un niño pequeño, antes de los Vizcondes perecieran trágicamente. Carl estaba sonriendo, como hacia muchos años no lo había visto sonreír, pues después de que sus padres murieron, él se había vuelto un niño retraído y solitario, que rara vez sonreía, y luego de mi rechazo, dejo de sonreír por completo, muchos lo llamaban el Vizconde roto, o el Vizconde solitario. Por un momento, sentí tristeza por el niño de aquella pintura, aunque de inmediato abandoné aquella idea, pues yo lo odiaba, y lo odiaba demasiado.
—El vizconde es un hombre muy bueno, de generoso corazón, a todos los que habitamos esta mansión, nos ha ayudado mucho en las difíciles situaciones que hemos atravesado en la vida, yo, por ejemplo, antes de ser el ama de llaves y ahora su dama de compañía, tan solo era una madre soltera que vendía pan en las calles de Londres para mantener a mis tres hijos, pero un hermoso día, el vizconde que salía del parlamento, se acerco a mi y me pregunto porque estaba vendiendo en una tarde tan helada con apenas un suéter delgado, y contándole mi triste situación, el noble hombre me compro todas las hogazas de pan y me invito un te caliente, yo, por supuesto, no podía creer que un hombre tan elegante y notablemente rico, me ayudara de manera tan generosa y desinteresada, pues normalmente, los hombres de su posición, solo miran con desprecio a los pobres como yo, pero no el, no el noble vizconde Renfield, quien esa misma tarde, me acogió en esta enorme mansión junto a mis tres hijos, y me brindo un empleo, ahora, hago pan por gusto propio, y esos días de supervivencia quedaron muy atrás gracias a el —
Sara me dijo aquello con tanta emoción, que algunas lagrimas se le escaparon de los ojos, y por ello supe que no mentía. Sin embargo, yo no podía terminar de creer, que un hombre que había pagado por mi tan solo por ser su capricho, fuese de sentimientos tan puros y nobles como los que la mujer me estaba describiendo.
—Yo no puedo decir lo mismo de él…lo siento, pero no puedo — dije con sinceridad y Sara solo sonrió.
—No se preocupe señora, ya aprenderá a ver más allá de lo que usted conoce, y puedo asegurarle que todos los que vivimos aquí, tenemos una historia similar a la mía para compartirle —
Sara hablaba con tanta seguridad sobre aquel Carl que yo no conocía, que simplemente no pude creerlo. Dejándome sola a petición mía, comencé a caminar por la mansión aun con aquel relato en mente. Entonces, vi una puerta de madera que se notaba muy vieja, y que viendo por los enormes ventanales hacía afuera, era la salida hacia algunos de los muchos extensos jardines. Saliendo por ella, pude ver que era un jardín enorme que estaba bien cuidado, y donde había rosales de rosas blancas por montones, perfectamente alineados marcando los caminos empedrados de aquel hermoso lugar. Parecía genuinamente, los jardines de un cuento de hadas, tan hermosos, que me cautivaron de inmediato. Caminando entre ellos, y siguiendo el sendero de hermosas rosas blancas, pude vislumbrar al fondo, la silueta de un hombre que parecía estar admirando las rosas. Acercándome un poco, pude ver que no era otro mas que Renfield, quien miraba con tanta nostalgia y tristeza aquellos rosales, que por un momento sentí el impulso de consolarlo. Entonces, lo escuche claramente hablando a las rosas, él no había reparado en mi presencia.
—Este año las rosas crecieron preciosas madre, estoy seguro de que te gustaran mucho —
Aquellas palabras estaban tan cargadas de tristeza, que no pude evitar sentir compasión por mi esposo. Sin embargo, negándome a sentir nada por Carl, me moví tan bruscamente que delaté mi presencia, y el, mirando con aquellos ojos verde esmeralda, me sonrió como me sonreía cuando éramos niños, y yo, tan solo pude salir corriendo de allí, lejos de su presencia…lejos de sentir algo por el hombre al que yo odiaba tanto.
Corrí tanto que de pronto, sentí como me faltaba el aire. No podía creer lo que había visto y escuchado. Carl Renfield no podía ser una buena persona, me negaba a ello. Sentándome en una banca que estaba rodeada de rosas. Tome un poco del aliento perdido. Y repentinamente, sentí deseos de llorar, pues Carl estaba hablando con su madre cuando yo interrumpí ese momento.Hace años, cuando mi Carl llego a la mansión de mi abuelo, recuerdo que el solía llorar por las noches, llamando a su madre recién fallecida, y yo tome la costumbre de dormir a su lado para ayudarle a conciliar el sueño. No quería pensar en eso, no quería pensar en nada, pues tenia miedo de volver a sentir lo que un día fue.—Sabes, eres mucho mas linda cuando sonríes que cuando lloras —Aquella frase, aquellas palabras, ya las había escuchado una vez. Levantando la cabeza, pude ver a Carl mirándome atento. Un ramo de rosas estaba en sus manos.—Vete, ¿Por qué no puedes entender que yo te odio? No quiero verte, no quiero
A partir de aquí la historia estará narrada en tercera persona.El amor suele ser complicado, mucho mas de lo que puede llegar a ser cualquier otra cosa. Sin embargo, aunque de antemano sabemos lo que puede esperarnos, seguimos avanzando hacía el, tal y como hacen las mariposas hacia el fuego. Consumidos en una llama que puede regalar tanto el cielo como el infierno, irremediablemente nos quemamos en la hoguera del amor y de la pasión.Un par de niños jugaban en el césped. El chico, tiene mas de 10 años, y la chica, apenas debe de alcanzar los 6 u 7. Aquellos recuerdos, ya demasiado viejos, llegaban hasta Carl como la lluvia repentina que chocaba en los cristales de sus ventanales. El cielo estaba gris, como gris siempre se sentía. Permanentemente melancólico desde que aquella tragedia llego a la importante y poderosa familia Renfield cuando aquel accidente de auto en una noche lluviosa ocurrida ya hacia demasiados años, se llevó a sus padres. Siendo solo un niño de 12 años, Carl lleg
Los sueños, aquello que fervientemente anhelamos y tomamos como un motor para impulsar nuestras vidas; en algunos, puede ser dinero, en otros, puede ser el amor, el formar una familia o viajar para conocer el mundo entero. No hay nunca un sueño idéntico a otro, como no hay una persona que sea idéntica a otra. Para Carl Renfield su sueño era casarse y formar una familia con la condesa Anastasia Roche…y el de ella, quizás, tambien era el de casarse con Carl, pero a menudo, la intervención de terceras personas suele provocar conflictos que destruyen los sueños de otros.Tres años atrás:—Y he decidido nombrar como mi único heredero, a mi querido Carl Renfield, quien fue como un amado hijo para mí, y se quedo a mi lado acompañándome hasta en el ultimo momento, se que en sus manos todo lo que fue mi patrimonio, se encontrara a salvo, en cuanto a mi hijo y mi nuera solo dejo a su nombre la propiedad en la que habitan y una pequeña cuenta bancaria que estará a su nombre, y mi nieta Anastasia
La hermosura de los verdes prados, era tan sublime que cautivaba sus pupilas de tal manera que creía que no había visión mas bella que aquella en todo el mundo. Admirando los prístinos bosques, había un sin final de cosas que admiraba por primera vez y reconocía por los muchos libros que solía leer a escondidas de su padre cuando apenas era una niña pequeña. Los almiares en los árboles y los hermosos grupos de abedules diseminados aquí y allá, con sus troncos blancos que parecían brillar como la plata en medio de la espesura verdosa de las brillantes hojas que asemejaban esmeraldas, la hacían sentirse dentro de un cuento de hadas, aunque sabia demasiado bien que aquello estaba lejos de ser verdad, pues aquel hombre que tenia a su costado, aun cuando tenía toda la hermosa apariencia de un príncipe de ensueño, era en realidad el vizconde que la había comprado en matrimonio.Se dirigían hacia el castillo de los Roche, aquel que era la propiedad que mas peleaba su padre de entre todo lo q
La noche era fría, como era de esperarse en aquellos lares alejados de todo y que se hallaban rodeados de prados y hermosas montañas. Aquella habitación le traía a la memoria muchos de sus mas hermosos recuerdos, recuerdos en los que su abuelo aun estaba con vida y donde ella apenas era una niña inocente que no conocía nada de la maldad del mundo que la vio nacer. El amor puro e inocente que le tuvo a Carl Renfield en aquellos años, había sido de las mas hermosas experiencias de su vida, pero sabia demasiado bien lo lejano que era todo aquello en ese presente que ahora estaba viviendo.Anastasia se sentía sola, quizás, más sola que nunca, pero aun así se negaba a bajar para hablar con Carl, no quería tener ya nada que ver con él, pues tenía miedo de que su corazón volviera a traicionarla, y ella no quería aquello, no quería que sus sentimientos de niña se entrometieran con el odio que le tenía ya siendo adultos.En la penumbra de la habitación, Anastasia se preguntaba, ¿Por qué su abu
El amanecer acariciaba las hermosas colinas de Wiltshire, Inglaterra, que se alcanzaban a apreciar desde los enormes ventanales de su lujosa habitación de Carl Renfield en el castillo de Roche en que se encontraban. No había logrado conciliar el sueño, enfadado y celoso después de haber leído aquel mensaje en el celular de su esposa, Carl había pasado la noche en vela atormentándose a sí mismo mientras imaginaba a su Anastasia amando a otro hombre. No había perdido el tiempo, y aun cuando era de madrugada, había llamado al hombre en que mas confiaba, par ordenarle que averiguase en ese mismo instante todo lo referente este Emerson Vitali que se hablaba con tantas confianzas con Anastasia.En cuestión de unas horas, se le había brindado alguna información; el joven Vitali era solo un plebeyo hijo de un importante empresario que se hallaba en la lista de los hombres mas ricos y poderosos de Inglaterra que no pertenecía a la realeza, su madre era una afamada pintora, cuyas obras de arte
El cielo gris que presagiaba tormentas, se había posado casi permanentemente sobre el castillo Roche. Después de una recuperación que le llevo un largo tiempo, Carl regresaba al castillo, cegado completamente por el odio y la sed de venganza en contra de la condesa a la que aún seguía amando.Aquellos días, la había despreciado y humillado de todas las formas posibles, y Anastasia prefería permanecer encerrada en sus aposentos. Su único consuelo, era hablar con sus amistades, entre ellas Emerson, y con su hermano declarado a quien el vizconde tambien había acusado injustamente. Carl aseguraba “tenerle piedad” por no denunciarla ni a ella ni a su familia por lo que le habían hecho, y aun cuando intento por todos los medios tocar su corazón y explicarle que ella o Arlen no habían tenido nada que ver, el no creía en su palabra, y para el aquella noche en que acepto su amor hacia él, solo había estado fingiendo.Aquella noche Carl entro en los aposentos de Anastasia. Había decidido atorme
Volvió a apoderarse de sus labios borrando consigo todos los temores que albergaba ella. Habían llegado a un punto sin retronó en el que sólo eran sensaciones y deseo. Colocó una rodilla en medio de sus piernas y fue abriéndose paso hasta llegar al centro de su feminidad y moviéndola en círculos. Sus manos, expertas y hábiles conquistaban cada centímetro de piel sin dejar ninguna libre de exploración. La piel tersa y suave de Anastasia despertaba en él el deseo más primitivo que nunca llegó a experimentar por ninguna otra mujer.Sus besos iban trazando una ruta despertando su cuerpo. Primero trazo un beso en la punta de su hombro, hasta llegar a la curva de su cuello.Anastasia no pudo resistir el impulso de arquearse contra él cuando sintió como capturaba uno de sus pezones con su boca y con la yema de los dedos masajeaba el otro proporcionándole la misma atención que el otro.¿Así que era esto de lo que las mujeres casadas hablaban en privado? ¿De la intimidad de un hombre y una muj