Capítulo 42
Horas más tarde, el tren bala Kodama avanzaba por las vías, llevando a una mujer somnolienta a un nuevo destino. Tara iba con los ojos cerrados. En la penumbra de su asiento, dejó que la tristeza se mezclara con las lágrimas y saliera todo junto a borbotones, ya sin contenerse.El viaje llevaría seis horas aproximadamente desde Tokio hasta Osaka, ciudad que eligió como destino final porque, sentada en la gran estación de Shinagawa, reflexionando sobre qué hacer, leyó accidentalmente un artículo de la revista Recruit, que decía en una encuesta que los japoneses la consideraban como una de las ciudades más deseables para vivir. Así que tomó una de las líneas de Tokaido Shinkansen, que conectaba ambas ciudades.Con cada kilómetro que se alejaba, sentía que se desprendía de algo que ya fue. La amargura se reflejaba en el rictus de su cara y se preguntó cómo fue capaz de invertir tanto tiempo en un hombre que nunca le dio nada más allá de su cuerpoCapítulo 43Llegaron al país doce horas después de recibir esa llamada. Ran, Aiko y Raúl desembarcaron del avión privado, desencajados totalmente. En el aeropuerto los esperaba Azaki, pálido y con el rostro transformado debido a la tristeza. Al bajar Ran, su hermano mayor lo abrazó con fuerza y a los dos se les saltaron las lágrimas. El menor todavía no podía aceptar ni creer lo que era ya una realidad. Sus padres estaban muertos. Un fatídico accidente se los había llevado por delante instantáneamente. Al parecer regresaban de pasar un día de paseo juntos, cosa que solían hacer con frecuencia. Pasear cogidos de la mano, comer en algún restaurante con encanto y, aun después de tantos años juntos, mimarse el uno al otro mirándose con amor. Siempre fueron una pareja bien avenida, a pesar de que su matrimonio fue por contrato, tal que el de su hijo, el más pequeño. Desde el principio Makoto amó a su esposo y fue correspondida. Tuvieron dos hijos y una buena vida, a pe
Capítulo 44Empezaron a pasar los meses. Él en la empresa, ella en la universidad. Ya ni siquiera coincidían y Ran empezó también a pasar las noches en la oficina. Aiko, estaba cansándose de la lejanía impuesta por su esposo, que le parecía extrema. Ella, por otra parte, no sabía que el que era su marido estaba cayendo en un pozo profundo, con una depresión galopante, en el que cada día se iba hundiendo más.Los ataques de ansiedad, donde creía que se moría, eran cada día más frecuentes y horribles. Empezaba a tener algunas fobias. Miedo a salir a grandes espacios abiertos, o miedo a atragantarse comiendo y perecer ahogado. A veces tenía miedo mientras se desplazaba conduciendo y el cielo se veía especialmente gris, pues le parecía que todo ese inmenso espacio lo estaba oprimiendo y le impedía respirar. Sin embargo, Ran se negaba a aceptar que estaba siendo víctima de tal cosa. Su mente le decía que era real lo que le y se empeñaba en culpar a su médico de lo que
Capítulo 45Raúl empezaba a extrañar la presencia de su ex amante. Comenzó primero a preguntarse cómo es que se había marchado así sin más, sin explicaciones y sin decir nada a nadie. No entendía el porqué, pues ella podía haber renunciado a su puesto y quedarse en Tokio. Una ciudad como esa, sobre poblada con más de treinta y siete millones de personas, no era como para que se encontraran en cada esquina. Tampoco entendía como es que de pronto se encontraba pensando en ella más de la cuenta.No lo iba a reconocer, pero sus encuentros casi diarios se habían convertido en parte de su vida, casi una necesidad. Lo que tenía con ella, no lo había conocido antes con otras mujeres, ni en su primera vez, ni desde luego con su fallida relación con Hikari. Se encontró soñando con ella en unas cuantas ocasiones de forma tan vivida que al despertar aún tenía el sabor de ella en la boca. Pensó que se estaba volviendo loco. Él no la amaba. Ni siquiera le tenía aprecio, realment
Capítulo 46Aiko se encontraba a solas en la habitación, en silencio, a la espera. Era casi de noche y ella permanecía en la única parte de la casa que había sido su refugio en los últimos días y se había negado a abandonarla, ni para comer. No quería confraternizar con aquellas personas que hasta ahora habían sido sus sirvientes y que conocían su situación, pero no hacían nada por ayudarla porque servían a un solo amo y ese era su esposo. No los culpaba, pero tampoco iba a quitarles responsabilidad haciendo como que no pasaba nada, hablando con ellos o saludándolos como hasta ahora. Ya no le importaba nada esa gente. Ni tampoco lo que su marido hacía. Sabía que el momento de su liberación estaba cerca, y aunque la ansiedad amenazaba con atacar sus pensamientos con pesimismo, se aferraba a la esperanza de que Rous y Alexa sabrían lo que hacer. Debía confiar, porque era necesario o se volvería loca.El tiempo pasaba con lentitud. Se repetía a sí misma que
Capítulo 47Ran Masaharu apretó el teléfono contra su oído, sintiendo una mezcla de furia y desesperación. Sabía que tenía que hablar con su hermano y que la conversación no iba a ser grata. Marcó el número y esperó con impaciencia a que Azaki contestara. Al tercer tono, la voz grave se escuchó al otro lado de la línea.—¿Como estás, Ran? ¿Todo va bien? —le saludó contento. Por un momento Ran dudó. No entendía la alegría de Azaki.—Necesitaba… hablar contigo de forma urgente. No, las cosas no están bien. ¿Donde está mi esposa?Un suspiro pesado, que sonaba a cansancio y estupor, precedió a la respuesta de Azaki.—No sé donde está tu esposa, Ran, ¿En la universidad? ¿Es un acertijo esto? —No lo es… tu esposa se llevó a la mía y quiero que me la devuelva, y no sé si es que tú no sabes nada del asunto o es que me quieres ver la cara para proteger a Rous. Pero esto no lo voy a pasar por alto, ¿entiendes?Azaki se quedó proc
Capítulo 48Después de cortar la llamada, Aiko estaba aturdida por la frialdad de la conversación. El aparato volvió a sonar, pero esta vez en la pantalla aparecía un número desconocido. No contestó temiendo que fuera Ran, pero al momento recapacitó. Él no sabía que tenía este número, así que no era él. Respondió al teléfono sin saber qué esperar.—Aiko, escucha con atención. Tu esposo tiene mi teléfono pinchado, por eso no podía apoyarte. Estuvo en la universidad a buscarte pensando que yo sabía algo y por fortuna no era así. No sé qué pasó, pero imagino que si ya te encerró una vez algo gordo habrá pasado para que tú escapes. —Le soltó todo eso de un tirón y sin respirar—. Ahora dime, ¿Qué necesitas? Lo que esté en mi mano hacer, lo haré.—¿Cómo está él?Kaito hizo un mohín, aunque a través de la línea no era posible detectarlo—¿Aún te preocupa ese hombre?—No, no es eso. Me refiero a… que sí estaba muy furioso contigo.
Capítulo 49Azaki era un poco más bajo que Ran, aunque más fornido y de complexión más fuerte. Con sus dos brazos y de un solo golpe se desprendió del agarre del otro y le propinó una cachetada con la mano abierta que dejó a todos boquiabiertos. Jamás había perdido los nervios a ese extremo con su hermanito, al que amaba profundamente y nunca le había pegado. Azaki era siempre de talante afable y tranquilo, y tenía esa flema típica del japonés que apenas expresaba emociones y mucho menos emociones de alta intensidad en medio de un conflicto. Incluso Ran abrió los ojos desmedidamente, como si no pudiera creer que su hermano mayor le acababa de propinar un bofetón que le marcó la cara.—¡Vete de aquí! No, Aiko no está aquí y por supuesto que la vamos a ayudar a estar lejos de ti. No te la mereces. Ni te mereces a ninguno de nosotros. No vuelvas a aparecerte ante mí hasta que no recapacites o realmente diré que ya no eres mi hermano. Las palabras,
Capítulo 50Kaito Yamada se encontraba en su casa del barrio Roppongi. La habitación estaba envuelta en un silencio pesado y solo se oían los murmullos de algunos amantes de la noche que aún invadían las calles. Aiko Watanabe, la pequeña que le había robado el sentido desde que la conoció, estaba lejos y sola. Sin poder comunicarse, por su seguridad. Y eso no lo tenía contento. Kaito suspiró profundamente mientras pasaba una mano por su cabello oscuro y desordenado. Recordó lo sucedido el día anterior cuando la sacó a toda prisa de la habitación del hotel y la llevó directamente al aeropuerto y a su libertad. Por el camino, mientras uno de sus hombres conducía, él iba entregándole a la chica sus nuevos papeles y algunas prendas que la ayudarían a pasar desapercibida.—Lo siento, Aiko-chan —dijo con voz suave pero firme—. Me encantaría acompañarte en este viaje, pero sabes que no puedo. No puedo ponerte en riesgo, y tampoco puedo abandonar mis responsabili