Pasaron los días, las semanas y los meses, y con ellos, Kael iba creciendo, desarrollándose poco a poco. Aunque todavía no podía hablar, parecía comprender más de lo que cualquiera imaginaba. Alister, por su parte, se tomaba horas de su tiempo cada día para dedicárselas exclusivamente a su hijo.Lo llevaba al jardín, mostrándole las flores y los árboles. Alister le hablaba con una ternura que habría desconcertado a cualquiera que conociera su carácter imponente.—¿Sabes, Kael? Esta casa ha sido el hogar de nuestra familia por generaciones. También tenemos una casa en el bosque, el cual ha sido un lugar sagrado para nosotros —le decía, sosteniéndolo con cuidado en sus brazos mientras señalaba las copas de los árboles—. Aquí y allá correrás algún día, libre y fuerte.A veces le contaba historias del Clan, sobre los lobos que habían liderado antes que él, o anécdotas de su propia vida. Aunque Kael solo respondía con balbuceos y risas, era como si entendiera cada palabra.Cuando no estaba
Samira observaba a Alister desde la distancia, quien estaba sentado junto con Kael en el jardín, mostrándole una flor y describiendo algo que el pequeño apenas entendía. La escena era tan tierna como muchas otras que había presenciado últimamente, pero algo se sentía diferente. Las flores ya no llegaban, las cartas tampoco, y aunque Alister seguía mostrándose como un padre dedicado, parecía haber retrocedido en sus intentos de reconquistarla.Samira había pasado días negándose a darle importancia al cambio, pero la inquietud crecía. Esa mañana, mientras caminaba por los pasillos, se detuvo frente a la ventana de la sala principal. Desde allí los vio otra vez, Alister sosteniendo a Kael en brazos, sonriendo con una calidez que derretía cualquier muro.«¿Por qué me afecta tanto esto?», pensó. «Él dijo que me reconquistaría. ¿Por qué entonces dejó de intentarlo? ¿Se rindió? ¿Se cansó de mí?»La duda se hizo insoportable, así que en ese momento, armándose de valor, decidió confrontarlo. F
Pasaron varios meses y la dinámica entre Samira y Alister seguía igual. Las flores nunca volvieron a llegar, y aunque Alister seguía dedicando gran parte de su tiempo a Kael, la relación entre él y Samira permanecía distante, sin ningún trato de pareja. Samira a veces se unía a los momentos que Alister pasaba con su hijo, pero otras veces prefería mantenerse al margen.El tiempo pasaba y, aunque no se hablaban directamente sobre temas personales, ambos parecían estar en una especie de pausa emocional. Samira se encontraba cada vez más atrapada entre sus propios pensamientos, preguntándose si Alister había renunciado a conquistarla o si simplemente estaba esperando el momento adecuado.Cierta tarde, Yimar apareció en la puerta de la habitación de Samira. Él la saludó con su tono habitual, relajado pero cordial.—Buenas tardes, Samira —articuló, a lo que ella le devolvió el saludo.—Buenas tardes —expresó con gentileza.—Discúlpame la molestia, pero debo llevarte a un sitio.Samira frun
El resto de la noche transcurrió en un ambiente cálido y festivo. El clan Valkyria celebró con risas, comida y momentos compartidos que llenaron a Samira de una sensación de pertenencia que no había experimentado en mucho tiempo. Kael, por su parte, era un bebé inteligente que estaba encantado de ser el centro de atención entre los miembros del Clan, mientras Samira se permitió relajarse por primera vez en mucho tiempo.En un momento, mientras la fiesta continuaba, Alister se acercó nuevamente a Samira, quien estaba sentada cerca de una ventana, mirando las estrellas.—Espero en verdad que estés disfrutando esta noche —dijo en voz baja, como si temiera interrumpir sus pensamientos.Samira lo miró y asintió, esbozando una pequeña sonrisa.—Lo estoy. Gracias por todo esto, Alister.Él le devolvió una sonrisa, pero no dijo nada más. A veces, las palabras no eran necesarias, y esa noche, el silencio compartido entre ellos parecía decir más de lo que cualquiera de los dos podía expresar.U
El aire se volvió pesado con la quietud que siguió. Los ojos de la madre de Samira se fijaron en Kael, los cuales estaban llenos de asombro, mientras sus manos trémulas se extendían hacia el bebé.—¿Mi nieto? —repitió ella, buscando cerciorarse—. ¿Es tu hijo?—Sí, mamá —respondió Samira, con una sonrisa tenue pero sincera—. Kael es tu nieto.La madre de Samira se llevó una mano a la boca, conmovida hasta las lágrimas. Lentamente, extendió los brazos hacia Alister, quien le entregó al bebé con delicadeza.—Es hermoso... —susurró su madre, observando a Kael con una inmensa alegría y ternura. Luego miró a Alister y, aunque no dijo nada, su mirada parecía estar evaluándolo.Alister, por su parte, inclinó ligeramente la cabeza en señal de respeto.—Es un honor conocerla, señora.La madre de Samira lo miró por un momento más antes de centrarse nuevamente en Kael, balanceándolo suavemente en sus brazos. Estaba tan sorprendida por saber que ya tenía un nieto que, a pesar de haber observado a
Las manos de su madre se apretaron sobre su regazo y su rostro se tornó sombrío ante la injusticia y la impotencia de no haber podido defender a su hija.—Cuando encontró a alguien más, simplemente decidió que yo ya no le era útil —continuó Samira con serenidad, pues aquello ya no le generaba tristeza—. Intentó deshacerse de mí sin ningún remordimiento.La quietud se apoderó del sitio, solo interrumpido por el canto lejano de los pájaros en el campo. Entonces, Samira alzó la vista y encontró consuelo en la mirada de su madre.—Pero Alister… —susurró—. Alister me salvó, mamá.La mujer mayor asintió con lentitud, dejando que la confesión de su hija se asentara en su corazón.—Se nota que es un buen hombre —respondió con suavidad.Samira sintió que un torrente de pensamientos la invadió en ese instante. Alister… Alister había sido su salvación, pero también su tormento. Entonces, recordó todo lo que él le había hecho, el desprecio en su mirada cuando la creyó culpable, el dolor de sus pa
Hubo un silencio espeso entre ambas. Su madre la miraba con esa expresión compasiva, como si quisiera leer sus pensamientos, entender lo que Samira aún no se atrevía a decir.—¿Ya no lo quieres? —preguntó la mujer con suavidad.Samira sintió un estremecimiento deslizarse por su cuerpo. Desvió la mirada y presionó las manos contra su regazo. No supo responder enseguida, por lo que se quedó callada por un segundo.—No lo sé… —susurró, pero en su propia voz pudo percibir la duda, la inseguridad, la mentira que se decía a sí misma.Por su parte, su madre no apartó la vista de ella.—Pasaron muchas cosas —agregó Samira con un tono quebradizo—. Demasiadas.Sin embargo, repentinamente y por primera vez en mucho tiempo, se permitió bajar las defensas. Durante tanto tiempo había enterrado lo que sentía, se había obligado a silenciarlo, a ignorarlo. Pero frente a su madre, frente a la única persona en el mundo a quien jamás podría mentirle del todo, sintió que ya no podía seguir ocultándolo.—M
Samira soltó una risa suave antes de despedirse y salir nuevamente al encuentro de Alister.Cuando llegó hasta él, lo encontró poniéndose de pie y sacudiéndose el polvo de los pantalones. La luz del atardecer delineaba su figura con tonos cálidos, resaltando la intensidad de su mirada cuando levantó los ojos hacia ella.—Es un lugar muy tranquilo —comentó Alister, observando a su alrededor con una expresión de sincero aprecio—. Y muy hermoso. Los paisajes son realmente impresionantes.Samira sonrió, sintiendo cierto orgullo por el lugar donde había crecido.—Si quieres, puedo mostrártelo mejor. Aunque, para ser sincera, no podríamos recorrerlo por completo. Este pueblito puede parecer pequeño, pero en realidad es bastante extenso.Alister no dudó en aceptar.—Está bien, iremos a donde tú quieras.Samira comenzó a caminar y él la siguió sin cuestionar el rumbo que tomaba. A medida que avanzaban por las calles del pueblo, algunos vecinos que reconocían a Samira se acercaban a saludarla