El aire se volvió pesado con la quietud que siguió. Los ojos de la madre de Samira se fijaron en Kael, los cuales estaban llenos de asombro, mientras sus manos trémulas se extendían hacia el bebé.—¿Mi nieto? —repitió ella, buscando cerciorarse—. ¿Es tu hijo?—Sí, mamá —respondió Samira, con una sonrisa tenue pero sincera—. Kael es tu nieto.La madre de Samira se llevó una mano a la boca, conmovida hasta las lágrimas. Lentamente, extendió los brazos hacia Alister, quien le entregó al bebé con delicadeza.—Es hermoso... —susurró su madre, observando a Kael con una inmensa alegría y ternura. Luego miró a Alister y, aunque no dijo nada, su mirada parecía estar evaluándolo.Alister, por su parte, inclinó ligeramente la cabeza en señal de respeto.—Es un honor conocerla, señora.La madre de Samira lo miró por un momento más antes de centrarse nuevamente en Kael, balanceándolo suavemente en sus brazos. Estaba tan sorprendida por saber que ya tenía un nieto que, a pesar de haber observado a
Las manos de su madre se apretaron sobre su regazo y su rostro se tornó sombrío ante la injusticia y la impotencia de no haber podido defender a su hija.—Cuando encontró a alguien más, simplemente decidió que yo ya no le era útil —continuó Samira con serenidad, pues aquello ya no le generaba tristeza—. Intentó deshacerse de mí sin ningún remordimiento.La quietud se apoderó del sitio, solo interrumpido por el canto lejano de los pájaros en el campo. Entonces, Samira alzó la vista y encontró consuelo en la mirada de su madre.—Pero Alister… —susurró—. Alister me salvó, mamá.La mujer mayor asintió con lentitud, dejando que la confesión de su hija se asentara en su corazón.—Se nota que es un buen hombre —respondió con suavidad.Samira sintió que un torrente de pensamientos la invadió en ese instante. Alister… Alister había sido su salvación, pero también su tormento. Entonces, recordó todo lo que él le había hecho, el desprecio en su mirada cuando la creyó culpable, el dolor de sus pa
Samira se despertó con un dolor punzante en la mejilla. La luz de la mañana se filtraba a través de las rendijas de la ventana, iluminando su pequeño cuarto de manera casi cruel. Se llevó una mano al rostro y sintió el calor y la hinchazón donde su suegra la había golpeado la noche anterior.Recordó el incidente con claridad: “¡Nunca serás lo suficientemente buena para mi hijo!” había gritado su suegra antes de abofetearla con una fuerza que aún sentía. Las palabras se habían clavado en su corazón más profundamente que el golpe mismo. Luchó por contener las lágrimas mientras recordaba la crueldad en los ojos de aquella mujer que nunca la había aceptado.Con esfuerzo, Samira se levantó y se miró al espejo. La imagen que reflejaba no era la de una mujer feliz. Sus ojos estaban hinchados y enrojecidos, y la marca en su mejilla era un recordatorio doloroso de su sufrimiento. Sabía que tenía que salir de esa situación, pero ¿cómo? Estaba atrapada en un matrimonio donde no solo su suegra, s
El bosque era como su segundo hogar en el cual podía tener sus momentos de calma, lejos de la bulliciosa ciudad. Cada rincón de esos árboles y sombras profundas, el lobo blanco los conocía muy bien. Mientras caminaba por el bosque esa noche, sus sentidos agudos captaron un olor familiar, uno que aceleró su corazón y encendió una chispa en su pecho. El olor de su mate, su alma gemela, estaba en el aire.Sin embargo, su interés se transformó rápidamente en preocupación cuando detectó otro aroma que lo acompañaba: el penetrante olor a sangre.El lobo Alfa, Alister, percibió que la situación era grave. Solo podía pensar en que probablemente su mate estaba herida. Por lo tanto, cierta determinación lo impulsó a correr.Sabía que debía llegar a ella lo antes posible. Sus pies apenas tocaban el suelo mientras corría, zigzagueando entre los árboles con una gracia sobrenatural. Finalmente, llegó al sitio de donde provenía el aroma.La escena ante él lo dejó ciertamente desconcertado. Una mujer
Alister se mantuvo callado mientras Samira continuaba sumida en su dolor. Después de un rato, decidió romper el silencio, sintiendo empatía por su sufrimiento.Las palabras del hombre la hicieron detener su llanto.—¿Quieres vengarte, dices? —articuló—. Puedo ayudarte con eso —dijo sin titubear.Samira parpadeó varias veces y sus ojos se abrieron con incredulidad mientras miraba fijamente a Alister. Sus labios temblaban ligeramente mientras procesaba las palabras que acababa de escuchar. No podía creer lo que estaba oyendo.—¿Ayudarme con mi venganza? —repitió en voz baja, como si necesitara confirmar que había entendido correctamente—. Pero, ¿por qué? Ni siquiera nos conocemos. ¿Por qué querrías involucrarte en algo así?—Porque nadie debería tener que pasar por lo que tú has pasado. Porque creo que nadie merece vivir con el peso del dolor sin justicia —respondió con sinceridad, dejando claro que su motivación venía del deseo de ayudarla, sin mencionar que en realidad estaban unidos
Samira se encontraba sumida en un profundo sueño, uno que parecía más real que cualquier otro. En su mente, veía un bosque oscuro, iluminado únicamente por la luz plateada de la luna llena. Allí, en medio de aquella luz, un majestuoso lobo blanco con destellos oscuros la observaba con sus penetrantes ojos dorados. De repente, el lobo comenzó a transformarse, su forma animal se desvaneció para dar lugar a un hombre alto y fuerte, con el cabello oscuro y ojos dorados. Samira sintió que conocía a ese hombre, que lo había visto antes.Luego, lo reconoció. Era Alister, Alister Frost.De pronto, se despertó de golpe, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho. Miró a su alrededor, confundida. El sueño había sido tan vívido que parecía más un recuerdo. ¿Pero cómo podía ser eso posible? ¿Un hombre lobo? La idea era ridícula, pero no podía sacarse de la cabeza la imagen de Alister transformándose frente a ella.Respiró profundamente y observó la habitación en la que se encontraba. Era una
Samira observaba desde la ventana de la casa mientras Alister y los demás miembros de la manada partían hacia la empresa.Decidida a no ser una carga, comenzó a ofrecer su ayuda en las tareas diarias. Aunque al principio los sirvientes se mostraron reticentes, poco a poco fueron aceptando su presencia y disposición. Samira ayudaba en la cocina, limpiaba y aprendía sobre las costumbres del hogar. Sin embargo, lo que más le llamaba la atención eran los hijos de algunas sirvientas. Eran cachorros, pequeños lobeznos que correteaban por la casa y llenaban el ambiente de risas y juegos.Samira se agachaba para jugar con ellos, sintiendo una ternura que le calentaba el corazón. Los cachorros se encariñaron rápidamente con ella y Samira se encontraba riendo y correteando con ellos por toda la casa. En esos momentos, los problemas y preocupaciones parecían desvanecerse.Además de los cachorros, Samira también observaba cómo algunos de los sirvientes se transformaban. Lo hacían con una naturali
Su corazón que momentos antes latía con fuerza debido a la ansiedad, ahora parecía detenerse y al mismo tiempo acelerarse en un tumulto caótico de miedo y desconcierto. Su piel se volvió fría, como si todo el calor hubiera sido succionado de su cuerpo, dejándolo tembloroso. Norman trató de tragar saliva, pero su garganta estaba seca, como si hubiera tragado arena.No podía ser ella. Samira estaba muerta.—¿Samira? —murmuró con incredulidad.Ella levantó la vista y lo miró fijamente. Al ver el impacto que tuvo en Norman el hecho de tenerla en frente, decidió burlarse de él.—Lo siento, pero creo que me confundes con otra persona.Norman soltó su brazo lentamente y retrocedió unos pasos, sintiéndose mareado.—No puede ser. Esto no puede estar pasando. Yo te vi... te vi muy lastimada en el bosque. Era imposible que te salvaras… con esas heridas… —susurró, tratando de mantener el equilibrio.Samira mantuvo su mirada sólida, sin parpadear.—No sé de qué me estás hablando —continuó—. Insist