El resto de la noche transcurrió en un ambiente cálido y festivo. El clan Valkyria celebró con risas, comida y momentos compartidos que llenaron a Samira de una sensación de pertenencia que no había experimentado en mucho tiempo. Kael, por su parte, era un bebé inteligente que estaba encantado de ser el centro de atención entre los miembros del Clan, mientras Samira se permitió relajarse por primera vez en mucho tiempo.En un momento, mientras la fiesta continuaba, Alister se acercó nuevamente a Samira, quien estaba sentada cerca de una ventana, mirando las estrellas.—Espero en verdad que estés disfrutando esta noche —dijo en voz baja, como si temiera interrumpir sus pensamientos.Samira lo miró y asintió, esbozando una pequeña sonrisa.—Lo estoy. Gracias por todo esto, Alister.Él le devolvió una sonrisa, pero no dijo nada más. A veces, las palabras no eran necesarias, y esa noche, el silencio compartido entre ellos parecía decir más de lo que cualquiera de los dos podía expresar.U
El aire se volvió pesado con la quietud que siguió. Los ojos de la madre de Samira se fijaron en Kael, los cuales estaban llenos de asombro, mientras sus manos trémulas se extendían hacia el bebé.—¿Mi nieto? —repitió ella, buscando cerciorarse—. ¿Es tu hijo?—Sí, mamá —respondió Samira, con una sonrisa tenue pero sincera—. Kael es tu nieto.La madre de Samira se llevó una mano a la boca, conmovida hasta las lágrimas. Lentamente, extendió los brazos hacia Alister, quien le entregó al bebé con delicadeza.—Es hermoso... —susurró su madre, observando a Kael con una inmensa alegría y ternura. Luego miró a Alister y, aunque no dijo nada, su mirada parecía estar evaluándolo.Alister, por su parte, inclinó ligeramente la cabeza en señal de respeto.—Es un honor conocerla, señora.La madre de Samira lo miró por un momento más antes de centrarse nuevamente en Kael, balanceándolo suavemente en sus brazos. Estaba tan sorprendida por saber que ya tenía un nieto que, a pesar de haber observado a
Las manos de su madre se apretaron sobre su regazo y su rostro se tornó sombrío ante la injusticia y la impotencia de no haber podido defender a su hija.—Cuando encontró a alguien más, simplemente decidió que yo ya no le era útil —continuó Samira con serenidad, pues aquello ya no le generaba tristeza—. Intentó deshacerse de mí sin ningún remordimiento.La quietud se apoderó del sitio, solo interrumpido por el canto lejano de los pájaros en el campo. Entonces, Samira alzó la vista y encontró consuelo en la mirada de su madre.—Pero Alister… —susurró—. Alister me salvó, mamá.La mujer mayor asintió con lentitud, dejando que la confesión de su hija se asentara en su corazón.—Se nota que es un buen hombre —respondió con suavidad.Samira sintió que un torrente de pensamientos la invadió en ese instante. Alister… Alister había sido su salvación, pero también su tormento. Entonces, recordó todo lo que él le había hecho, el desprecio en su mirada cuando la creyó culpable, el dolor de sus pa
Hubo un silencio espeso entre ambas. Su madre la miraba con esa expresión compasiva, como si quisiera leer sus pensamientos, entender lo que Samira aún no se atrevía a decir.—¿Ya no lo quieres? —preguntó la mujer con suavidad.Samira sintió un estremecimiento deslizarse por su cuerpo. Desvió la mirada y presionó las manos contra su regazo. No supo responder enseguida, por lo que se quedó callada por un segundo.—No lo sé… —susurró, pero en su propia voz pudo percibir la duda, la inseguridad, la mentira que se decía a sí misma.Por su parte, su madre no apartó la vista de ella.—Pasaron muchas cosas —agregó Samira con un tono quebradizo—. Demasiadas.Sin embargo, repentinamente y por primera vez en mucho tiempo, se permitió bajar las defensas. Durante tanto tiempo había enterrado lo que sentía, se había obligado a silenciarlo, a ignorarlo. Pero frente a su madre, frente a la única persona en el mundo a quien jamás podría mentirle del todo, sintió que ya no podía seguir ocultándolo.—M
Samira soltó una risa suave antes de despedirse y salir nuevamente al encuentro de Alister.Cuando llegó hasta él, lo encontró poniéndose de pie y sacudiéndose el polvo de los pantalones. La luz del atardecer delineaba su figura con tonos cálidos, resaltando la intensidad de su mirada cuando levantó los ojos hacia ella.—Es un lugar muy tranquilo —comentó Alister, observando a su alrededor con una expresión de sincero aprecio—. Y muy hermoso. Los paisajes son realmente impresionantes.Samira sonrió, sintiendo cierto orgullo por el lugar donde había crecido.—Si quieres, puedo mostrártelo mejor. Aunque, para ser sincera, no podríamos recorrerlo por completo. Este pueblito puede parecer pequeño, pero en realidad es bastante extenso.Alister no dudó en aceptar.—Está bien, iremos a donde tú quieras.Samira comenzó a caminar y él la siguió sin cuestionar el rumbo que tomaba. A medida que avanzaban por las calles del pueblo, algunos vecinos que reconocían a Samira se acercaban a saludarla
—No puedo pretender que estés solo para siempre —añadió Samira con una sonrisa amarga—. Te mereces a alguien que te ame… que pueda hacerte feliz.—¿Estás tratando de decirme que no te importa si decido estar con alguien más?El corazón de Samira se detuvo por un momento.Esa no era la forma correcta de expresarlo. Esa no era la idea que ella quería transmitir.Porque, por supuesto, sí le importaba.Le importaba tanto que la simple idea de verlo con otra mujer la atormentaba.Le importaba tanto que, aunque prefería no saberlo, estaba dispuesta a escucharlo y a enfrentarse a una verdad que la destrozaría.Se quedó callada, sin saber qué responder. Había abierto una puerta de la que ahora no podía salir.Alister no apartó la mirada de ella, esperando una respuesta que nunca llegó.En su interior, Samira sabía que no tenía derecho a reclamar nada. Si él encontraba a alguien más, no podía reprochárselo. Él había hecho todo lo posible por enmendar sus errores, había luchado por ella, se hab
Alister parpadeó, aún en silencio, con la expresión completamente seria, pero en su mirada había algo diferente. Algo que Samira no podía identificar del todo, pero que le revolvía el estómago.—Desde la primera vez que nos vimos, desde que nos conocimos, tú siempre estuviste ahí para mí. No hiciste más que apoyarme, cuidarme y defenderme… incluso cuando yo no quería tu protección.Un amargo recuerdo cruzó su mente. Hubo momentos en los que lo rechazó, en los que lo alejó con palabras crueles, con actos impulsivos, porque en su corazón todavía había resentimiento. Pero Alister nunca se rindió.—Hemos tenido muchos problemas, lo sé, y las cosas no salieron como esperábamos. Pero ahora… ahora todo es diferente.Sus dedos se apretaron entre sí. Se sentía vulnerable, como si cada palabra que salía de su boca la dejara completamente expuesta. Pero ya no quería esconderse.—No te lo he dicho antes, pero… cuando me llegaban tus cartas, cuando recibía las flores y esos pequeños detalles que s
Alister hizo una pausa, observándola con intensidad.—Cambiaste mi vida, mi manera de ver las cosas. Me hiciste conocer el amor.Samira sintió que su pecho se llenaba de una calidez indescriptible.—Un amor real. Un amor leal. Un amor que me hizo creer en mí mismo, que me hizo querer ser mejor…Ella tragó saliva, conmovida.—Nunca antes había sentido algo así por nadie.Alister tomó su mano con firmeza y la apretó contra su pecho, justo donde su corazón latía con vehemencia.—Y debido a este lazo que nos une… nunca me ha importado nadie más.Se inclinó ligeramente hacia ella, sin apartar sus ojos de los suyos.—Ni antes, ni ahora… ni en el futuro —declaró—. Tú siempre serás la única para mí.Samira sintió que se le erizó la piel y sus labios temblaron antes de que pudiera hablar.—Eso quiere decir que…Alister sonrió suavemente.—Eso quiere decir que te amo, Samira. Lo he hecho siempre… y lo seguiré haciendo hasta el último aliento de mi vida.Las palabras de Alister la envolvieron co