Samira observaba a Alister desde la distancia, quien estaba sentado junto con Kael en el jardín, mostrándole una flor y describiendo algo que el pequeño apenas entendía. La escena era tan tierna como muchas otras que había presenciado últimamente, pero algo se sentía diferente. Las flores ya no llegaban, las cartas tampoco, y aunque Alister seguía mostrándose como un padre dedicado, parecía haber retrocedido en sus intentos de reconquistarla.Samira había pasado días negándose a darle importancia al cambio, pero la inquietud crecía. Esa mañana, mientras caminaba por los pasillos, se detuvo frente a la ventana de la sala principal. Desde allí los vio otra vez, Alister sosteniendo a Kael en brazos, sonriendo con una calidez que derretía cualquier muro.«¿Por qué me afecta tanto esto?», pensó. «Él dijo que me reconquistaría. ¿Por qué entonces dejó de intentarlo? ¿Se rindió? ¿Se cansó de mí?»La duda se hizo insoportable, así que en ese momento, armándose de valor, decidió confrontarlo. F
Pasaron varios meses y la dinámica entre Samira y Alister seguía igual. Las flores nunca volvieron a llegar, y aunque Alister seguía dedicando gran parte de su tiempo a Kael, la relación entre él y Samira permanecía distante, sin ningún trato de pareja. Samira a veces se unía a los momentos que Alister pasaba con su hijo, pero otras veces prefería mantenerse al margen.El tiempo pasaba y, aunque no se hablaban directamente sobre temas personales, ambos parecían estar en una especie de pausa emocional. Samira se encontraba cada vez más atrapada entre sus propios pensamientos, preguntándose si Alister había renunciado a conquistarla o si simplemente estaba esperando el momento adecuado.Cierta tarde, Yimar apareció en la puerta de la habitación de Samira. Él la saludó con su tono habitual, relajado pero cordial.—Buenas tardes, Samira —articuló, a lo que ella le devolvió el saludo.—Buenas tardes —expresó con gentileza.—Discúlpame la molestia, pero debo llevarte a un sitio.Samira frun
El resto de la noche transcurrió en un ambiente cálido y festivo. El clan Valkyria celebró con risas, comida y momentos compartidos que llenaron a Samira de una sensación de pertenencia que no había experimentado en mucho tiempo. Kael, por su parte, era un bebé inteligente que estaba encantado de ser el centro de atención entre los miembros del Clan, mientras Samira se permitió relajarse por primera vez en mucho tiempo.En un momento, mientras la fiesta continuaba, Alister se acercó nuevamente a Samira, quien estaba sentada cerca de una ventana, mirando las estrellas.—Espero en verdad que estés disfrutando esta noche —dijo en voz baja, como si temiera interrumpir sus pensamientos.Samira lo miró y asintió, esbozando una pequeña sonrisa.—Lo estoy. Gracias por todo esto, Alister.Él le devolvió una sonrisa, pero no dijo nada más. A veces, las palabras no eran necesarias, y esa noche, el silencio compartido entre ellos parecía decir más de lo que cualquiera de los dos podía expresar.U
El aire se volvió pesado con la quietud que siguió. Los ojos de la madre de Samira se fijaron en Kael, los cuales estaban llenos de asombro, mientras sus manos trémulas se extendían hacia el bebé.—¿Mi nieto? —repitió ella, buscando cerciorarse—. ¿Es tu hijo?—Sí, mamá —respondió Samira, con una sonrisa tenue pero sincera—. Kael es tu nieto.La madre de Samira se llevó una mano a la boca, conmovida hasta las lágrimas. Lentamente, extendió los brazos hacia Alister, quien le entregó al bebé con delicadeza.—Es hermoso... —susurró su madre, observando a Kael con una inmensa alegría y ternura. Luego miró a Alister y, aunque no dijo nada, su mirada parecía estar evaluándolo.Alister, por su parte, inclinó ligeramente la cabeza en señal de respeto.—Es un honor conocerla, señora.La madre de Samira lo miró por un momento más antes de centrarse nuevamente en Kael, balanceándolo suavemente en sus brazos. Estaba tan sorprendida por saber que ya tenía un nieto que, a pesar de haber observado a
Las manos de su madre se apretaron sobre su regazo y su rostro se tornó sombrío ante la injusticia y la impotencia de no haber podido defender a su hija.—Cuando encontró a alguien más, simplemente decidió que yo ya no le era útil —continuó Samira con serenidad, pues aquello ya no le generaba tristeza—. Intentó deshacerse de mí sin ningún remordimiento.La quietud se apoderó del sitio, solo interrumpido por el canto lejano de los pájaros en el campo. Entonces, Samira alzó la vista y encontró consuelo en la mirada de su madre.—Pero Alister… —susurró—. Alister me salvó, mamá.La mujer mayor asintió con lentitud, dejando que la confesión de su hija se asentara en su corazón.—Se nota que es un buen hombre —respondió con suavidad.Samira sintió que un torrente de pensamientos la invadió en ese instante. Alister… Alister había sido su salvación, pero también su tormento. Entonces, recordó todo lo que él le había hecho, el desprecio en su mirada cuando la creyó culpable, el dolor de sus pa
Samira se despertó con un dolor punzante en la mejilla. La luz de la mañana se filtraba a través de las rendijas de la ventana, iluminando su pequeño cuarto de manera casi cruel. Se llevó una mano al rostro y sintió el calor y la hinchazón donde su suegra la había golpeado la noche anterior.Recordó el incidente con claridad: “¡Nunca serás lo suficientemente buena para mi hijo!” había gritado su suegra antes de abofetearla con una fuerza que aún sentía. Las palabras se habían clavado en su corazón más profundamente que el golpe mismo. Luchó por contener las lágrimas mientras recordaba la crueldad en los ojos de aquella mujer que nunca la había aceptado.Con esfuerzo, Samira se levantó y se miró al espejo. La imagen que reflejaba no era la de una mujer feliz. Sus ojos estaban hinchados y enrojecidos, y la marca en su mejilla era un recordatorio doloroso de su sufrimiento. Sabía que tenía que salir de esa situación, pero ¿cómo? Estaba atrapada en un matrimonio donde no solo su suegra, s
El bosque era como su segundo hogar en el cual podía tener sus momentos de calma, lejos de la bulliciosa ciudad. Cada rincón de esos árboles y sombras profundas, el lobo blanco los conocía muy bien. Mientras caminaba por el bosque esa noche, sus sentidos agudos captaron un olor familiar, uno que aceleró su corazón y encendió una chispa en su pecho. El olor de su mate, su alma gemela, estaba en el aire.Sin embargo, su interés se transformó rápidamente en preocupación cuando detectó otro aroma que lo acompañaba: el penetrante olor a sangre.El lobo Alfa, Alister, percibió que la situación era grave. Solo podía pensar en que probablemente su mate estaba herida. Por lo tanto, cierta determinación lo impulsó a correr.Sabía que debía llegar a ella lo antes posible. Sus pies apenas tocaban el suelo mientras corría, zigzagueando entre los árboles con una gracia sobrenatural. Finalmente, llegó al sitio de donde provenía el aroma.La escena ante él lo dejó ciertamente desconcertado. Una mujer
Alister se mantuvo callado mientras Samira continuaba sumida en su dolor. Después de un rato, decidió romper el silencio, sintiendo empatía por su sufrimiento.Las palabras del hombre la hicieron detener su llanto.—¿Quieres vengarte, dices? —articuló—. Puedo ayudarte con eso —dijo sin titubear.Samira parpadeó varias veces y sus ojos se abrieron con incredulidad mientras miraba fijamente a Alister. Sus labios temblaban ligeramente mientras procesaba las palabras que acababa de escuchar. No podía creer lo que estaba oyendo.—¿Ayudarme con mi venganza? —repitió en voz baja, como si necesitara confirmar que había entendido correctamente—. Pero, ¿por qué? Ni siquiera nos conocemos. ¿Por qué querrías involucrarte en algo así?—Porque nadie debería tener que pasar por lo que tú has pasado. Porque creo que nadie merece vivir con el peso del dolor sin justicia —respondió con sinceridad, dejando claro que su motivación venía del deseo de ayudarla, sin mencionar que en realidad estaban unidos