Samira miró al bebé primero, buscando algo en él, tal vez un consuelo, tal vez una respuesta. Luego, lentamente, dirigió su mirada hacia Alister, como si necesitara asimilar la presencia de ambos antes de tomar una decisión. Por un momento, sus ojos se entrecerraron, tornándose pensativos. Su mente recorría rápidamente las opciones, las posibles consecuencias, todo lo que ya había sucedido y todo lo que aún podría venir. —Todos los problemas que hemos tenido no fueron realmente nuestros. Nosotros siempre nos hemos llevado bien, pero hubo malos entendidos. Alguien quiso destruir lo que teníamos.Alister apretó la mandíbula, reconociendo la verdad en sus palabras, pero no interrumpió.—Me dolió pensar que no confiabas lo suficiente en mí, que nuestro amor, algo que creía tan sólido, tan inquebrantable, era tan frágil como para romperse con la más mínima situación —añadió—. Y la verdad es que ambos hemos sufrido mucho, cada uno a su manera, con un dolor que nos ha marcado. Tú me hiciste
Pasaron los días, las semanas y los meses, y con ellos, Kael iba creciendo, desarrollándose poco a poco. Aunque todavía no podía hablar, parecía comprender más de lo que cualquiera imaginaba. Alister, por su parte, se tomaba horas de su tiempo cada día para dedicárselas exclusivamente a su hijo.Lo llevaba al jardín, mostrándole las flores y los árboles. Alister le hablaba con una ternura que habría desconcertado a cualquiera que conociera su carácter imponente.—¿Sabes, Kael? Esta casa ha sido el hogar de nuestra familia por generaciones. También tenemos una casa en el bosque, el cual ha sido un lugar sagrado para nosotros —le decía, sosteniéndolo con cuidado en sus brazos mientras señalaba las copas de los árboles—. Aquí y allá correrás algún día, libre y fuerte.A veces le contaba historias del Clan, sobre los lobos que habían liderado antes que él, o anécdotas de su propia vida. Aunque Kael solo respondía con balbuceos y risas, era como si entendiera cada palabra.Cuando no estaba
Samira observaba a Alister desde la distancia, quien estaba sentado junto con Kael en el jardín, mostrándole una flor y describiendo algo que el pequeño apenas entendía. La escena era tan tierna como muchas otras que había presenciado últimamente, pero algo se sentía diferente. Las flores ya no llegaban, las cartas tampoco, y aunque Alister seguía mostrándose como un padre dedicado, parecía haber retrocedido en sus intentos de reconquistarla.Samira había pasado días negándose a darle importancia al cambio, pero la inquietud crecía. Esa mañana, mientras caminaba por los pasillos, se detuvo frente a la ventana de la sala principal. Desde allí los vio otra vez, Alister sosteniendo a Kael en brazos, sonriendo con una calidez que derretía cualquier muro.«¿Por qué me afecta tanto esto?», pensó. «Él dijo que me reconquistaría. ¿Por qué entonces dejó de intentarlo? ¿Se rindió? ¿Se cansó de mí?»La duda se hizo insoportable, así que en ese momento, armándose de valor, decidió confrontarlo. F
Pasaron varios meses y la dinámica entre Samira y Alister seguía igual. Las flores nunca volvieron a llegar, y aunque Alister seguía dedicando gran parte de su tiempo a Kael, la relación entre él y Samira permanecía distante, sin ningún trato de pareja. Samira a veces se unía a los momentos que Alister pasaba con su hijo, pero otras veces prefería mantenerse al margen.El tiempo pasaba y, aunque no se hablaban directamente sobre temas personales, ambos parecían estar en una especie de pausa emocional. Samira se encontraba cada vez más atrapada entre sus propios pensamientos, preguntándose si Alister había renunciado a conquistarla o si simplemente estaba esperando el momento adecuado.Cierta tarde, Yimar apareció en la puerta de la habitación de Samira. Él la saludó con su tono habitual, relajado pero cordial.—Buenas tardes, Samira —articuló, a lo que ella le devolvió el saludo.—Buenas tardes —expresó con gentileza.—Discúlpame la molestia, pero debo llevarte a un sitio.Samira frun
El resto de la noche transcurrió en un ambiente cálido y festivo. El clan Valkyria celebró con risas, comida y momentos compartidos que llenaron a Samira de una sensación de pertenencia que no había experimentado en mucho tiempo. Kael, por su parte, era un bebé inteligente que estaba encantado de ser el centro de atención entre los miembros del Clan, mientras Samira se permitió relajarse por primera vez en mucho tiempo.En un momento, mientras la fiesta continuaba, Alister se acercó nuevamente a Samira, quien estaba sentada cerca de una ventana, mirando las estrellas.—Espero en verdad que estés disfrutando esta noche —dijo en voz baja, como si temiera interrumpir sus pensamientos.Samira lo miró y asintió, esbozando una pequeña sonrisa.—Lo estoy. Gracias por todo esto, Alister.Él le devolvió una sonrisa, pero no dijo nada más. A veces, las palabras no eran necesarias, y esa noche, el silencio compartido entre ellos parecía decir más de lo que cualquiera de los dos podía expresar.U
El aire se volvió pesado con la quietud que siguió. Los ojos de la madre de Samira se fijaron en Kael, los cuales estaban llenos de asombro, mientras sus manos trémulas se extendían hacia el bebé.—¿Mi nieto? —repitió ella, buscando cerciorarse—. ¿Es tu hijo?—Sí, mamá —respondió Samira, con una sonrisa tenue pero sincera—. Kael es tu nieto.La madre de Samira se llevó una mano a la boca, conmovida hasta las lágrimas. Lentamente, extendió los brazos hacia Alister, quien le entregó al bebé con delicadeza.—Es hermoso... —susurró su madre, observando a Kael con una inmensa alegría y ternura. Luego miró a Alister y, aunque no dijo nada, su mirada parecía estar evaluándolo.Alister, por su parte, inclinó ligeramente la cabeza en señal de respeto.—Es un honor conocerla, señora.La madre de Samira lo miró por un momento más antes de centrarse nuevamente en Kael, balanceándolo suavemente en sus brazos. Estaba tan sorprendida por saber que ya tenía un nieto que, a pesar de haber observado a
Las manos de su madre se apretaron sobre su regazo y su rostro se tornó sombrío ante la injusticia y la impotencia de no haber podido defender a su hija.—Cuando encontró a alguien más, simplemente decidió que yo ya no le era útil —continuó Samira con serenidad, pues aquello ya no le generaba tristeza—. Intentó deshacerse de mí sin ningún remordimiento.La quietud se apoderó del sitio, solo interrumpido por el canto lejano de los pájaros en el campo. Entonces, Samira alzó la vista y encontró consuelo en la mirada de su madre.—Pero Alister… —susurró—. Alister me salvó, mamá.La mujer mayor asintió con lentitud, dejando que la confesión de su hija se asentara en su corazón.—Se nota que es un buen hombre —respondió con suavidad.Samira sintió que un torrente de pensamientos la invadió en ese instante. Alister… Alister había sido su salvación, pero también su tormento. Entonces, recordó todo lo que él le había hecho, el desprecio en su mirada cuando la creyó culpable, el dolor de sus pa
Samira se despertó con un dolor punzante en la mejilla. La luz de la mañana se filtraba a través de las rendijas de la ventana, iluminando su pequeño cuarto de manera casi cruel. Se llevó una mano al rostro y sintió el calor y la hinchazón donde su suegra la había golpeado la noche anterior.Recordó el incidente con claridad: “¡Nunca serás lo suficientemente buena para mi hijo!” había gritado su suegra antes de abofetearla con una fuerza que aún sentía. Las palabras se habían clavado en su corazón más profundamente que el golpe mismo. Luchó por contener las lágrimas mientras recordaba la crueldad en los ojos de aquella mujer que nunca la había aceptado.Con esfuerzo, Samira se levantó y se miró al espejo. La imagen que reflejaba no era la de una mujer feliz. Sus ojos estaban hinchados y enrojecidos, y la marca en su mejilla era un recordatorio doloroso de su sufrimiento. Sabía que tenía que salir de esa situación, pero ¿cómo? Estaba atrapada en un matrimonio donde no solo su suegra, s