57| Para siempre.

Helene sintió como golpeó con el codo las charola donde la azafata llevaba las copas, las cuales se tambalearon, pero ella tropezó con sus propios tacones, como nunca había hecho ni en las pasarelas más resbalosas del mundo, ni cuando salió vestida de aguacate.

Con su cuerpo golpeó a la pobre mujer que abrió los ojos y en solo un minuto el ruido de copas al romperse en el suelo llenó el lugar, más gritos y golpes.

En su camino a la caída, la azafata se agarró de un porteador de maletas que dejó caer varios bolsos que se abrieron con el golpe y dejaron rodar prendas, maquillaje y un sinfín de cosas.

— ¡¿Qué hicieron?! — gritó una mujer, Helene solo podía pensar en que el policía asesino tenía los ojos puestos en ella — ese maquillaje vale más que el sueldo de todos ustedes, ¡inútiles! — Helene levantó la mirada y se encontró con una rubia plástica, operada y furiosa.

— Yo, fue un accidente — se puso de pie y ayudó a la azafata. Las personas comenzaron a arremolinarse.

— ¿Qué está
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