63| ¡Ayúdeme!

Cuando Itsac salió al patio de la casa, respiró el aire fresco de la mañana, el sol relucía resplandeciente en el cielo y parecía que el día quería imitar su genio esa mañana.

Nunca se había sentido tan completo en toda su vida, su presidencia en Aeromaya estaba a salvo y tenía a su lado una mujer hermosa y valiente, que daría todo por él así como él todo por ella, y amanecer a su lado cada mañana desde que se habían casado era una bendición, pero tenía tanto tiempo sin pilotar que las manos comenzaban a arderle y se la pasaba parte del día imaginando cómo se veía tal árbol desde arriba, como brillaría el sol sobre el mar y en la pradera, así qué saltó al auto y manejó por la pradera hacia la pista de aterrizaje donde estaba el avión.

Había notado a Helene un poco rara esa mañana, se notó en su cara que quería volar con él, pero quería quedarse sola y él le dio su espacio, entendía que, aunque estuvieran casados, cada uno necesitaba sus momentos a solas. Dejó el auto junto al hangar
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