Después del corte, se grabó una nueva escena donde llenaron el velo de Helene con un confeti que parecía copos de nieve y cuando Itsac lo levantó los copos volaron por sobre sus cabezas. Lo repitieron un par de veces más y pudieron dar por terminadas la grabaciones, para alivio de Helene, el vestido comenzaba a pesarle un montón. — ¿Qué les tocó grabar a ustedes? — le preguntó Helene e Itsac ladeó la cabeza. — Varias cosas, ya lo verás — le contó y ella hizo un puchero, el comercial saldría apenas en una semana, así que tendrían que esperar todo eso para poder ver el resultado. Cuando llegó al camerino, Portia la estaba esperando ahí, con el gesto fruncido mientras observaba la línea de maquillaje que estaba en la repisa. — Esto me trae malos recuerdos — le contó y Helene le dio un abrazo. — También a mí, recuérdame por qué elegimos el modelaje — Portia se encogió de hombros mientras la miraba de los pies a la cabeza. — Está hermosa, hermanita, la verdad no imaginé verte así nun
Lo siguiente que Helene debía hacer: Conseguir un testigo. Eso sería más fácil de lo que había imaginado, Carlo, Portia, hasta la misma Ana Leticia podría ayudarle, pero Helene había llamado a su cuñada Lia, la había preparado para traerla a la ciudad y se sintió mal si cambiaba de opinión repentinamente, así que cuando llegó en la noche a la casa de Itsac, se sentó en el borde de la cama y llamó por el teléfono fijo que tenía ahí directo al hotel. — Hotel Las Cumbres ¿en qué le puedo ayudar? —Helene suspiró. — Felipe, ¿Cómo estás? Soy Helene. — La gemela buena, ¿Cómo estás? Muy famosa en estos días, por cierto — Helene suspiró. — Bastante, de hecho. ¿Cómo está todo por allá?— Tu hermano está un poco… malgeniado, como siempre, pero nada más, ¿mis primos cómo están? — Carlo está aquí en Ciudad Costera, Esther allá con su vagabundo bien feliz — el mesero se rio al otro lado. — ¿Quieres que te pase a Oliver? — Helene negó. — Porfa, quiero hablar con Lia. — Ya la alcanzó — Helene
Helene parpadeó un par de veces para ver si se le pasaba, pero la cama comenzó a dar vueltas bajo ella por un par de segundos, y luego como llegó, se fue. — ¿Pasó algo? Te tensaste — le preguntó Itsac y se irguió para mirarla. Helene dejó la lata de cerveza en el suelo. — Es que me dio mareo, pero debe ser por la cerveza — Itsac se puso pálido de repente. — Acabe dentro de ti qué día y creeme, fue abundante — Helene se rio — ¿no estarás embarazada?— ¡Cállate! — bromeo Helene — y no seas exagerado, eso pasó hace unos días, se necesitan semanas para que lleguen síntomas y no, no estoy embarazada. Hice los cálculos, no estaba en etapa fértil ese día. — ¿Tu regla es regular? — Helene ladeó la cabeza. — Casi siempre — el piloto no pareció convencido. — Estoy bien, estamos bien — Helene tomó su cara entre sus manos y lo recostó de nuevo en su pecho. — Me asusté, no me malinterpretes, pero un hijo ahora sería una locura… ¿te imaginas un hijo de los dos? — Helene abrió la boca para de
Helene se despidió de un casto beso en los labios del piloto que debía continuar en el auto otro minuto. él la sujetó del brazo antes de que saliera. — ¿Qué está pasando? — le preguntó, Helene ladeó la cabeza en ambas direcciones. — Bueno, la verdad no sé, quiere hacer las paces. — Ten cuidado — Helene le dio otro piquito. — Lo tendré. Brenda la esperaba en la acera con su uniforme pulcro, pero su falda estaba más arriba de lo que Helene imaginó sería apropiado. — Brenda, buenos días, ¿qué haces aquí? — la pelirroja se encogió de hombros. — Estaba por entrar cuando vi que apareció el auto así que decidí esperarte, puedo desatrasarte del tema que vimos ayer — Helene asintió hacia ella y ambas caminaron juntas hacia el auditorio donde los demás compañeros comenzaron a entrar. Brenda buscó una silla junto a ella y Helene no dejó de sentirse incómoda, le parecía interesante el cómo la pelirroja quería librarse de la culpa por lo que había hecho, pero Helene no podía olvidar tan fá
Itsac estaba observando el aterrizaje de un avión desde su oficina, el ala derecha bajó solo un poco antes que la izquierda e Itsac apretó los labios. Esos pilotos supuestamente eran perfectos, según su tío, pero no eran más que viejos barrigones y arrogantes. Alguien tocó a la puerta y él se volvió, era Carlo e Itsac evitó entornar los ojos. El otro rubio entró y se cruzó de brazos en medio de la oficina. Itsac le dio la espalda mientras contemplaba de nuevo la pista de aterrizaje, su tío tenía razón, si quería manejar la compañía, debía dejar de lado su sueño de seguir volando.— ¿Vienes a seguir tratándome mal? — le preguntó el piloto y Carlo suspiró un momento antes de contestar. — No, yo… venía a disculparme — Itsac lo miró, y el otro se sentó en el mueble estirando los pies cuan largos eran. — No pareces ser un hombre de los que pide disculpas — Carlo se rio. — No confundas mi excesiva belleza y masculinidad con ser un machito, sé reconocer cuando meto la pata — Itsac asinti
Helene sintió como golpeó con el codo las charola donde la azafata llevaba las copas, las cuales se tambalearon, pero ella tropezó con sus propios tacones, como nunca había hecho ni en las pasarelas más resbalosas del mundo, ni cuando salió vestida de aguacate. Con su cuerpo golpeó a la pobre mujer que abrió los ojos y en solo un minuto el ruido de copas al romperse en el suelo llenó el lugar, más gritos y golpes. En su camino a la caída, la azafata se agarró de un porteador de maletas que dejó caer varios bolsos que se abrieron con el golpe y dejaron rodar prendas, maquillaje y un sinfín de cosas. — ¡¿Qué hicieron?! — gritó una mujer, Helene solo podía pensar en que el policía asesino tenía los ojos puestos en ella — ese maquillaje vale más que el sueldo de todos ustedes, ¡inútiles! — Helene levantó la mirada y se encontró con una rubia plástica, operada y furiosa. — Yo, fue un accidente — se puso de pie y ayudó a la azafata. Las personas comenzaron a arremolinarse. — ¿Qué está
Las cosas se habían complicado un poco, más bien, se habían alargado. Esa tarde Helene le dio entrada a la casa de Itsac a Brenda, la pelirroja parecía emocionada y el piloto se encerró en su oficina con Carlo por el resto de la tarde a planear quién sabe qué mientras ellas dos con Portia veían los vestidos de novia que le habían ofrecido. A Portia le gustó una hermoso, llamativo, con decoraciones en el escote brillantes como el oro, en cambio a Brenda, que resultó ser una joven agradable, le sugirió un vestido muy escotado, con un corte en la pierna que casi le dejaba ver toda la ingle y Helene lo descartó de inmediato. Al fondo, casi al final del cuaderno, había un vestido de una empresa pequeñita, era modesto, blanco perla que caía como una cascada y un velo con encaje de plata. Era sencillo, modesto, perfecto. El resto de la semana fue una total locura, entre tratar de responder en el curso de aviación y los preparativos de la boda. Lia y Oliver habían programado su viaje
Había llegado el momento, y Helene estaba en la habitación principal del hotel que Itsac había contratado para la boda, era un lugar amplio y hermoso, lleno de luz natural, pero a pesar de todo, no podía quitarse de encima el nerviosismo que le tenía las manos sudadas. Lamentó que sus amigos Esther y Leonel no pudieran llegar, estaban fuera del país y le mandaron mucha suerte, pero a Helene le hubiera gustado que Esther estuviera ahí, su carácter le hubiera ayudado a sobrellevar la situación de la mejor manera. — Habla — le dijo Portia mientras le ajustaba el velo en la cabeza — ¿por qué estás tan nerviosa? ¿No es lo que quieres? — Es lo que quiero, pero, no sé si sea muy apresurado. Sabíamos que la boda falsa pasaría, pero esa tarde Itsac me dijo que quería que fuera real, lo queremos, pero no sé si sea lo correcto — Portia se rio. — ¿Y desde cuándo te ha importado si algo es lo correcto? — dejó el cepillo sobre la mesa y se sentó a su lado — ¿Cómo hacías antes las cosas, aun