Lucrecia salió del loft de Alonso y fue por su hija, la cual estaba jugando cartas con Olivia, las dos la vieron en una gabardina larguísima y grande. Olivia no se pudo resistir y preguntó a qué se debía el conjunto tan masculino. Ella les dijo que se había quedado dormida y uno de sus vecinos se lo presto. Priscila le dio las gracias nuevamente a Olivia, le dio un beso, y un abrazo. Su mamá hizo lo mismo.
—Qué lindos tus vecinos.—comentó la pelirroja sarcástica.— ¿Sabes a quién no encontrábamos?
—No tengo idea, pero, este es el primer abrazo que no disfruto.
—Alonso.
—Jumm.
—Jumm—Respondió Olivia.
Las dos se separaron y Olivia dejó claro que Priscila siempre era bienvenida, la joven sonrió y Lucrecia le vio divertida.
—Siempre hay vino en esta casa.
—Pobrecitos, Lucas y Luciano.—Dijo mientras le veía la barriga. — Van a salir tan borrachos.
—Adiós. Me gustan los nombres, eso es lo peor —Respondió la m
Lucrecia y Pri fueron a un día de chicas a la feria. De verdad que se rieron y no tuvieron tiempo de sentirse mal por la humillación que habían vivido en el restaurante. Lucrecia arrastró a su hija a una de las cabinas, se tomaron fotos divertidas y las dos volvieron a funcionar la máquina para que ambas tuviesen su propia línea. Pri le regaló a su mamá la versión seria y elegante de la sesión y Lucrecia aceptó las suyas, la mamá y la hija fueron por dos tarros de palomitas de maíz mixtas, caramelo, mantequilla, las favoritas de Pri, antes de volver a casa. Lucrecia en su viaje en taxi estaba un poco triste y Pri lo notó. Se sentía avergonzada, ridícula y desilusionada por haber intentado, amar le parecía más una ilusión cada segundo que pasaba se daba cuenta de que no estaba lista y el amor en sí no estaba enamorado de ella. Cuando llegaron a casa la joven tomó la mano de su hija y le dio las gracias por una tarde de aventuras y más aventuras. En el elev
Alonso estaba conduciendo velozmente por la ciudad, sin rumbo alguno hasta que encontró una floristería y verduleros juntos. Se aparcó y salió del auto. Fue primero a la verdulería les pidió las mejores peras, pequeñas y de otros colores. Después de verificar que estuviesen buenas las llevo a la floristería. Alonso sonrió a la dependiente y le preguntó si podía hacer un arreglo con peras la mujer dio y contestó puedo hacer un arreglo con nuggets de pollo. Los dos rieron y Alonso le pidió margaritas y lirios blancos. El hombre le dejó una nota a Lucrecia y dio la dirección de su oficina y su casa, fue muy enfática en que le dieran el arreglo personalmente sin excepción. Dejo una propina muy generosa y se fue al cementerio. Cuando estaba en el auto recibió una llamada de Verónica. —Verónica. ¿Qué pasa? —Tenemos un problema. —dijo agobiada.—Lauren y Samuel se escaparon. El guarda no pudo detenerlos. Se subier
Alonso estaba conduciendo en la pista, cuando el celular sonó. Alonso ignoró la llamada cuando vio que eran sus amigos, el celular se calló y decidió solo relajarse, era lo que le llevaban diciendo la vida entera, necesitaba estar tranquilo, pensar en lo que decía, en lo que hacía y su efecto en las personas. No quería ser la pesadilla para las personas que le rodeaban ni quedarse solo. Alonso puso música y se fumó un cigarro cuando se tuvo que detener por una presa. El joven vio la hora en la pantalla y escuchó el celular volver a sonar. El joven esperó durante varios segundos para que se apagara y así fue. Hubo una segunda llamada, Alonso decidió contestar. —Hola—Dijo al responder a Sebastian. —Estamos Cash y yo aquí.—Dijo y Cash saludó.—Lau y Sami pasaron. —Se escaparon del colegio. —No me contaron esa parte, pero, tienen un buen plan de negocio. —Hablamos de ello.
Alonso era el primer nieto de los Pieth e hijo del el hermano mayor, y según de historia familiar, era el niño que heredaría el imperio médico familiar, sin embargo, su padre nunca había querido forzarlo a nada. Arturo, su primo, tenía tantas ganas que era imposible no cambiar un poco la historia mientras el joven conducía para ir al hospital y poner a todo el mundo a trabajar en el caso de su primo. Solo esperaba no tener que llamar a su familia a decirles que tenían que enterrar al papá de siete. Es que estuvo prensado bajo un camión contra el que se estrechó durante dos horas. Si estaba herido eso era mucha sangre, mucho tiempo, un gran impacto. Él suspiró agobiado. Por otro lado, estaba la familia a la que Alonso sentía que pertenecía, sin enterarse de nada. Ajenos a la agonía que su cuerpo estaba presentando. Sebastian vio pasar a Lucrecia corriendo. Carrick suspiró porque estaban
Emma estaba junto a su hermano cuando la ambulancia aparcó, Priscila había sido medicada y traía una mascarilla de oxígeno y continuaba con una crisis aguda de ansiedad, Emma le tomó la mano y le pidió a su hermano mayor que se hiciera cargo de Lucrecia. La mujer estaba seria, de pie, en la salida de la ambulancia. Sebastian y Olivia iban a entrar al hospital cuando vieron a Lucrecia salir de la ambulancia, los dos se aproximaron rápidamente y le preguntaron qué le pasaba a Priscila, pero la mujer no podía contestar. Los tres caminaron por el pasillo y se encontraron con los siete hermanos Pieth Salomón Banks. Franco, Samuel, Lauren, Pablo, Charlie, Fabio y Alonso jr. Los siete miraron a Lucrecia y samuel suspiró aliviado, se acercó a la mujer y le preguntó por Priscila. Los dos se abrazaron. —¿Qué hacen aquí? Chicos… Pri no puede recibir visitas.—Dijo mientras extendía su mano hacia Al
Alonso vio a Priscila, la cual estaba muy concentrada comiendo su pastel de banano en láminas muy delgadas, no podía distinguir si le gustaba de verdad o si simplemente lo comía porque le recordaba a algo. El joven se sintió un poco mal porque ningún niño debería estar en su situación, deprimida, asustada por la vida. Su único problema debería ser vestirse de un color u otro. —Ahora te toca—Dijo Alonso para distraerla de sus propios pensamientos.—Cuéntame cuál es el secreto de la obsesión de Starbucks de Lu. —El secreto es que trabajó ahí fue y se compró más de lo que debía y su papá la castigó. Starbucks fue el único lugar que la contrató. Sabe hacer cualquier café y limpia las mesas obsesivamente. Solo… Es su personalidad, mamá se envició, se gastaba el salario tomando café y le quedó el vicio muy fuerte. Tiene un título como barista a mi papá… —¿Qué? Le gustaba el café. <
Las dos niñas pusieron una sonrisa enorme y Emma se les acercó seria. Habían escuchado a Alice, Alan y Julianne comentar las veces que su mamá perdí la dulzura y el humor y como aquella personita pequeña se transformaba. Su voz megaforizaba que sin gritar se escuchaba por todo el edificio cuando abrió la boca Mily e Isa entendieron que no se trataba de una metáfora. Su abuela y tía Emma. Enojada es muy feroz. —Estoy hablando en serio. Estoy tan molesta, decepcionada y avergonzada por su comportamiento. Hoy no se trata de lo que yo quiero o lo que ustedes significan para mí o para Priscila. Se trata de respetar los deseos de su amiga, la privacidad de mi paciente. Así que las dos, se disculpan con los guardas de seguridad recogen el desorden y esperan el castigo que voy a imponer. En este momento desaparecen de mi cara porque no quiero ni puedo verlas. Isabela fue la primera en disculparse. Mily se disculpó y les dio un abrazo a cad
Alonso se sentó frente a su tía. Ella le explicó que no había nada de lo que se tuviese que preocupar, en su caso simplemente harían un cambio de medicación y lo que recomendaba era un cambio de estilo de vida. —¿Qué quieres que haga?—preguntó Alonso. —Tu vida estaba muy bien en vacaciones, puedes retirarte. —De diez años cuando uno de mis… —Tus hijos ninguno ha mostrado interés. Si hay un interés económico en Salomón aprovéchalo, si no véndelo. —Priscila… —Priscila no es tu hija. Si no has obligado a los tuyos no hagas eso con una niña que no merece semejante castigo. —Mi empresa no es divertida, pero es fructífera y muy bien estructurada. Somos un imperio. —Si no fueses un salomón o un Pieth, dime qué serías. —Tía Emma. —Mi amor, por favor.