Emma estaba junto a su hermano cuando la ambulancia aparcó, Priscila había sido medicada y traía una mascarilla de oxígeno y continuaba con una crisis aguda de ansiedad, Emma le tomó la mano y le pidió a su hermano mayor que se hiciera cargo de Lucrecia. La mujer estaba seria, de pie, en la salida de la ambulancia.
Alonso vio a Priscila, la cual estaba muy concentrada comiendo su pastel de banano en láminas muy delgadas, no podía distinguir si le gustaba de verdad o si simplemente lo comía porque le recordaba a algo. El joven se sintió un poco mal porque ningún niño debería estar en su situación, deprimida, asustada por la vida. Su único problema debería ser vestirse de un color u otro. —Ahora te toca—Dijo Alonso para distraerla de sus propios pensamientos.—Cuéntame cuál es el secreto de la obsesión de Starbucks de Lu. —El secreto es que trabajó ahí fue y se compró más de lo que debía y su papá la castigó. Starbucks fue el único lugar que la contrató. Sabe hacer cualquier café y limpia las mesas obsesivamente. Solo… Es su personalidad, mamá se envició, se gastaba el salario tomando café y le quedó el vicio muy fuerte. Tiene un título como barista a mi papá… —¿Qué? Le gustaba el café. <
Las dos niñas pusieron una sonrisa enorme y Emma se les acercó seria. Habían escuchado a Alice, Alan y Julianne comentar las veces que su mamá perdí la dulzura y el humor y como aquella personita pequeña se transformaba. Su voz megaforizaba que sin gritar se escuchaba por todo el edificio cuando abrió la boca Mily e Isa entendieron que no se trataba de una metáfora. Su abuela y tía Emma. Enojada es muy feroz. —Estoy hablando en serio. Estoy tan molesta, decepcionada y avergonzada por su comportamiento. Hoy no se trata de lo que yo quiero o lo que ustedes significan para mí o para Priscila. Se trata de respetar los deseos de su amiga, la privacidad de mi paciente. Así que las dos, se disculpan con los guardas de seguridad recogen el desorden y esperan el castigo que voy a imponer. En este momento desaparecen de mi cara porque no quiero ni puedo verlas. Isabela fue la primera en disculparse. Mily se disculpó y les dio un abrazo a cad
Alonso se sentó frente a su tía. Ella le explicó que no había nada de lo que se tuviese que preocupar, en su caso simplemente harían un cambio de medicación y lo que recomendaba era un cambio de estilo de vida. —¿Qué quieres que haga?—preguntó Alonso. —Tu vida estaba muy bien en vacaciones, puedes retirarte. —De diez años cuando uno de mis… —Tus hijos ninguno ha mostrado interés. Si hay un interés económico en Salomón aprovéchalo, si no véndelo. —Priscila… —Priscila no es tu hija. Si no has obligado a los tuyos no hagas eso con una niña que no merece semejante castigo. —Mi empresa no es divertida, pero es fructífera y muy bien estructurada. Somos un imperio. —Si no fueses un salomón o un Pieth, dime qué serías. —Tía Emma. —Mi amor, por favor.
Lucrecia había llegado a tiempo para evitar que Verónica fuese atropellada por la ambulancia. Inmediatamente enfermeras y médicos salieron a ver si estaban bien y a atenderle. Verónica se había desmallado, sin embargo no sabían si se trataba de un infarto o cualquier otra cosa. Arturo le había colocado en una camilla y le llevó a sala de emergencias. Valentina y Marcela siguieron la camilla a más no poder. Ellis vio a su papá el cual venía corriendo. —¿Qué pasó? Mamá estaba llorando, papá. ¿Papá qué pasó a mi mamá? ¿De dónde venía?—Ellis le tomó de los hombros.—Papá, ¿el cáncer volvió? ¿Qué pasa? —Alonso…—Respondió distraídamentese encogió de hombros y negó con la cabeza.—¿Está viva, Ellis? —No sé, papá—respondió el joven asustado. Se acercó a Lucrecia y le dio las gracias, ella negó con la cabeza. También se negó a una revisión, apenas se había golpeado y se sentía bie
Después de que Alonso estuviese estable y le pusieran en una habitación aparte, Lucrecia fue a hablar con su hija. Le comentó en forma de resumen el accidente de Verónica y que su compañero de cuarto tendría que estar son unas horas para que le estuviesen chequeando. Priscila le pidió a su mamá el celular. Lucrecia se lo dio y le preguntó si estaría bien mientras ella ayudaba y acompañaba a los Pieth a como pudiera, para ir a ver a sus amigos. La joven asintió. Priscila ¿Estás bien? Sam No, mis tíos están muy enojados. Sobre todo, tío Ellis y es como si fuese el hijo mayor de papá. Se han golpeado. Mi abuela está mal. No saben, creen que es cerebral. Mi abuela tuvo un derrame. Priscila Si quieres compañía sabes que estoy aquí.
Alonso sonrió a Lucrecia.El joven se acercó y le tomó de las mejillas.—Lo siento. —Dijo Alonso.—Soy un imbécil.—Lo sé.—No debí...—Ella le puso una mano sobre los labios.—Voy a quitarte la camisa—Dijo mientras le acariciaba el abdomen, el joven sonrió y se inclinó para sacar su cabeza y brazos porque definitivamente le gustaba eso más que hablar.Lucrecia le quitó los pantalones y Alonso le quitó la blusa, los dos rieron con complicidad antes de besarse. El joven la cargó para dejar de inclinarse, ella le rodeó con sus piernas y Alonso fue hacia la puerta, la joven gritó divertida y confesó que nunca lo había hecho contra una puerta.Alonso rio ante la cara de sorpresa de Lucrecia cuando comenz&
Emma estaba de mucho mejor humor desde que podía comunicarse con Verónica. Valentina estaba viendo a su tía junto a Julianne, la cual estaba empezando a preocuparse por la salud mental de la doctora Pieth.—Tu mamá y mi mamá...—Dijo sorprendida y su prima asintió.—Están hablando desde el más allá—Dijo Valentina y Julianne rio.—Se quieren mucho, Vale—Replicó Julianne con el final normal de su oración, Valentina le vio divertida.—Mi mamá y tu mamá están sexingtrap a Alonso y Lucrecia.—Define lo que acabas de inventar—pidió July entre risas.—Es una trampa sexual—Ellis rió antes de saber de qué hablaba su hermana, porque estaba seguro de que sería una pasada.—
Alice incluyó a Lucrecia en la terapia de su hija, pero lo único que detectó fue un bloqueo emocional muy fuerte por parte de Lucrecia. La cual no parecía enterarse de lo fuerte que vivió o pretendía muy bien que no le interesaba.—Lucrecia entiendo que tienes una filosofía y bloquear y evadir funciona para ti, pero tu hija no.—Lo comprendo, pero no puedo cambiarlo.—Puedes cambiar cómo le afecta a Priscila.—¿Entonces...? ¿Qué? ¿Quieres que mienta?—Alice respiró profundo y tomó de las manos a su amiga.—Lucrecia, voy a contarte la historia de alguien y tú tienes que decirme como te sentiste al final. Priscila, tú también.—Bien—Ambas aceptaron. Acordaron que con una seña de Alice, las dos hablarían. La terapeut