Nota:
¡Hola, mis amores! Espero se encuentren muy bien.
De antemano quiero agradecerles por tanto apoyo y por siempre darle una oportunidad a mi trabajo. Es gratificante y hermoso ver los bonitos mensajitos que me dejan en cada historia.
Este libro trata de Margot y Gabriel, personajes secundarios de «Pasión Secreta«, así que, si no la has leído, te invito a que lo hagas. La encuentras en mi perfil.
Como siempre, les deseo una lectura apoteósica. Gracias por tanto y por todo lo que me brindan, sin su hermoso apoyo, no sería lo mismo.
Dejo la advertencia: ¡Actualizaciones lentas! Así que paciencia, mucha, de hecho. Más de la que me tienen de por sí, pero es que ya saben, soy una muchacha con obligaciones ;)
¡Los adoro con toda mi alma!
Desperté por culpa de una horrible pesadilla, agitada y con mucho dolor en el cuerpo. Traté de moverme y hablar, pero no pude hacerlo porque mi voz no salía y mi cuerpo se encontraba paralizado. Me sentía desorientada y no logré reconocer nada a mi alrededor.
¿Dónde estoy? ¿Por qué me duele todo el cuerpo, especialmente la cabeza y mis piernas? ¿Dónde esta Gonzalo? ¿Qué es lo que está sucediendo? Mi memoria incluso falló, era como si tuviera la mente en blanco.
—¡Mamá, Margot despertó! —gritó una voz muy cerca de mí, pero que no logré reconocer de momento—. ¿Cómo estás, calabacita? ¿Te duele algo? No, no te muevas. El doctor ya viene a revisarte.
¿Doctor? ¿De qué doctor habla este hombre?
Enfoqué mejor su rostro y poco a poco lo fui reconociendo. Mi hermano mayor; Marcus, se veía emocionado, con una capa oscura debajo de sus ojos que denotaban cansancio y preocupación. Un montón de lágrimas empezaron a salir de ellos mientras tomaba mi mano y la besaba repetidas veces. No entendía lo que sucedía ni mucho menos por qué estaba llorando de esa manera tan incontrolable, pero en el intento de preguntarle, mi voz simplemente no salió.
—¡Mi niña! —reconocí la voz cansada de mamá y la miré, preguntándome por qué se veía tan demacrada y delgada—. Gracias a Dios que despertaste. Yo… hubo un momento donde perdí la fe, pero aquí estás con nosotros y eso es lo más importante.
—Buenas tardes —desvié la mirada a un doctor que enseguida me sonrió—. Es un milagro que hayas despertado, Margot.
El doctor me revisó mientras hablaba sin parar de cosas que no lograba entender por completo. ¿Un accidente? ¿Un trauma? ¿Qué tratamiento? ¿Por qué debo ir a terapia? Me hacia pregunta tras pregunta a la vez que él le explicaba a mi madre y a mi hermano lo que conllevaba mi recuperación.
Traté de hacer una vez más memoria, pero lo último que recuerdo fue haberme casado. ¿Dónde está Gonzalo? ¿Por qué él no está aquí conmigo? ¿Qué clase de accidente tuve? No recuerdo nada más que el día más feliz de mi vida. ¿Qué hago aquí, en lugar de estar celebrando mi luna de miel con mi adorado esposo?
—Te vamos a retirar la careta, pero no puedes hacer ningún esfuerzo de más, ¿de acuerdo, Margot? —inquirió el doctor—. ¿Me entiendes?
Asentí por inercia y, tras quitarme la careta, pude sentir alivio en mi garganta y hasta en mis pulmones. El aire fue escaso y por un momento olvidé cómo se respiraba, pero poco a poco fui llevando el ritmo de mis respiraciones por mi cuenta. Sentía una opresión en el pecho y mi respiración era bastante trabajosa, pero normal, según el doctor tras haberme quitado el oxígeno.
—¿Cómo estás, Margot? Soy Jackson Williams, el medico que te ha estado tratando desde que ingresaste a la clínica. Cuéntame, ¿recuerdas algo antes del accidente?
—¿A-accidente? No recuerdo… —la garganta me dolía mucho y no podía siquiera conectar mi cerebro y mi lengua—. ¿Gonzalo?
—De acuerdo. Hace dos semanas sufriste un accidente automovilístico, donde…
—Doctor, por favor, déjeme darle esa noticia —interrumpió mi madre y fruncí el ceño.
Reparé en el aspecto de mamá y cientos de preguntas empezaron a formularse en mi cabeza, pero por más que deseaba hablar, algo me impedía hacerlo. Al igual que Marcus, mamá se veía demacrada, como si no hubiera podido dormir por noches enteras.
—Mi amor...
—¿Qué ocurre?
Tomó mi mano y la apretó con fuerza, parpadeando con rapidez, como si eso fuera a impedir que sus lágrimas no se deslizaran por sus mejillas. Me sentía tan confundida y desesperada por saber lo que estaba sucediendo, que en el intento de levantarme de la cama, las piernas no me respondieron como lo exigía mi cerebro.
—Habla, mamá. ¿Qué pasa? ¿Dónde está Gonzalo? —miré a mi hermano, empezando a sentir un inmenso dolor en mi pecho—. ¿Marcus?
—Lo siento tanto, mi amor —sollozó mamá, dejando salir esas lágrimas que estaba reteniendo—. Tú eres el milagro después de tanta tormenta.
—No entiendo qué quieres decir...
—Hace dos semanas te casaste con Gonzalo, todo estaba perfecto y te veías tan feliz. Yo... ¡Dios mío! Nunca imaginé que esto fuera a suceder en mi familia —se limpió las lágrimas con brusquedad.
—¿Dónde está Gonzalo?
—Hicieron todo lo posible, pero perdió tanta sangre y tuvo tantos traumatismos, que no lo soporto.
—¡¿De qué hablas!? —grité con la poca fuerza que tenía, empezando a sentir un denso dolor de cabeza.
—Gonzalo perdió la vida en el accidente...
Negué repetidas veces con la cabeza, gritándole que no era cierto, que Gonzalo estaba ahí fuera esperando por mí para casarnos y formar la vida que tanto soñamos, pero los recuerdos de mi boda, el día más feliz de mi vida, empezaron a llegar en cadena.
Recordé cuando Marcus me entregó en el altar y Gonzalo me recibió entre sus brazos con una sonrisa brillante y los ojos llorosos. En mi cabeza se reprodujeron una y otra vez las palabras que nos dijimos antes de darnos el sí y unirnos en santo matrimonio. Su beso, ese dulce y apasionado beso que nos dimos para sellar nuestra unión quemó mi corazón de manera inmediata.
Estábamos tan felices y ansiosos de llegar a nuestro nuevo hogar, que nos saltamos la recepción y decidimos marcharnos ipso facto hacia Búfalo para no perder más tiempo, pero la vida nos había deparado un destino que ni en sueños teníamos previsto.
Gonzalo me besaba y acariciaba apasionado mientras nos dirigíamos en la limusina hacia nuestra nueva casa, cuando aquel golpe tan bestial y la espesura de la oscuridad nos separó para siempre. No recuerdo más que gritos, un intenso dolor en todo el cuerpo, en especial en mis piernas y un olor a gasolina muy denso.
—Mi amor, lo siento tanto. Sé por lo que estás pasando y sé que saldrás adelante con nuestra ayuda. Yo nunca te dejaré sola. Agradezco a Dios por salvarte...
Lloré y grité entre los brazos de mi madre, deseando haber muerto para no tener que vivir en este maldito infierno. ¿Por qué no morí junto con él? ¿Por qué la vida es tan desgraciada de dejarme aquí sufriendo y sola? No entiendo por qué la vida se empeña conmigo, más cuando la felicidad empezaba a cobijarme bajo su manto.
Mi esposo, el hombre que he amado por tantos años, ya no está y con él se llevó mi vida entera. ¿Qué se supone que haga con todos los sueños que teníamos? ¿Dónde queda nuestra vida y nuestro amor?
—¿Por qué? ¿Por qué? —grité, haciendo el intento de levantarme, pero no podía y mi madre tampoco permitía que lo hiciera—. ¡Súeltame! Déjame ir con él. Yo no quiero vivir, mamá. Por favor, déjame ir con Gonza. ¡Gonzalo!
—Calma, mi amor. No te alteres o puede ser peor.
—¡Yo debí morir con él! —me removí entre sus brazos—. Quiero verlo...
Luché por liberarme en medio de suplicas y gritos que eran ahogados en el pecho de mi madre. Ella me abrazaba tan fuerte, queriendo transmitirme calma y fuerza, pero ¿cómo seguir en esta perra vida cuando lo has perdido todo? ¿Cómo vivir cuando perdí no solo al amor de mi existencia, sino también a ese pedacito de vida que crecía dentro de mí?
Gonzalo nunca supo de nuestro hijo, porque callé para decirle en nuestra luna de miel la noticia... y ahora nunca sabrá que dentro de mí crecía una prueba ferviente de nuestro amor, porque simplemente ya no volveré a verlo nunca más.
Dos años después—Promete que vas a intentarlo, por ti, por mamá, por mí, por salir de esta oscuridad en la que vives desde hace mucho —inquirió Marcus, apretando mi mano con suavidad—. Quiero volver a ver a mi chica alegre, la chica sarcástica y capaz de poner el mundo a sus pies con tan solo una mirada. Margot, estás acabando poco a poco con tu vida. Dime, ¿dónde están todos esos sueños que me contaste una vez cuando eras una mocosa? Vamos, calabacín, hazlo por ti y por todos los que deseamos verte bien y te amamos, en especial, hazlo por...—No lo menciones, por favor.—Lo haré, porque Gonzalo te amaba con todo su corazón y estoy muy seguro de que no le gustaría verte así. Él deseaba tu felicidad por encima de la suya, así que lucha y vive y por él.—No lo entiendes —mi voz se quebró y las lágrimas se arremolinaron en mis ojos—. No fuiste tú quien lo perdió todo en la vida. Perdí a mi esposo el mismo día que me casé con él. Perdí a mi bebé en ese accidente y su padre ni siquiera sa
Quería salir corriendo y regresar a casa, encerrarme de nuevo en mi habitación y no tener que escuchar ni ver lo que el mundo tiene por ofrecer, pero hice una promesa y mi madre y mi hermano al menos esperan que lo intente.Recibí ayuda psicológica unos días después de que despertara, pero dejé de asistir con la psicóloga luego de mi primera cirugía. Ir con ella no me estaba ayudando para nada, todo lo contrario, me estaba sumiendo más en dolor. Todo era tan reciente y las ganas de morir eran más fuertes que ahora. Me culpaba por la muerte de mi esposo y mi hijo, lo sigo haciendo, después de todo, fui yo la que insistió en que nos fuéramos a casa en lugar de quedarnos en la recepción. Si no hubiera insistido, ellos estarían hoy aquí y esta absurda realidad no existiría.Pero culpándome no hará que el tiempo vuelva al pasado y todo sea diferente. Nada ni nadie hará que ellos regresen...Las ganas de llorar, de morir, de no seguir en esta maldita vida estaban a poco de hacerme retrocede
Dos meses asistiendo a terapia han sido de gran ayuda. Mi madre y mi hermano me han hecho compañía a todo momento, lo que lo hace todavía más llevadero. Sin ellos, nunca me hubiera puesto en pie para empezar a avanzar aunque sea a pasos cortos, pero seguros.Los recuerdos siguen al ataque y no hay nada que pueda hacer ante ellos. Lloro, grito, saco mi dolor, me culpo, pero al final de cada crisis me prometo seguir avanzando para no dejarme caer nunca más. Entiendo lo que mi hermano me decía hace un tiempo, cuando me dijo que debía pensar en mí. Mi esposo y mi hijo, más mi hermano y mi madre, son mi mayor motivación. Por ellos necesito salir de ese pozo, tratar de ser feliz como tanto lo había soñado, aunque Gonza ya no esté más a mi lado. Por más que lo llore y suplique, él no va a regresar. Prometimos muchas cosas en nuestra unión, por todas esas promesas y sueños, debo seguir así no esté tomando mi mano.—Quiero ir al cementerio —mi petición tomó por sorpresa a mi hermano—. Creo que
Marcus se acercó a mí tiempo después y me ayudó a levantarme del pastizal, para luego estrechar mi cuerpo entre sus brazos y darme un poco de sosiego.—Quiero ir a casa ahora que estamos aquí —le pedí, alejándome un poco de sus brazos—. Por favor.—De acuerdo.Fuimos al auto y di un largo suspiro, viendo con atención cada calle. No sé por qué elegimos Búfalo para vivir, todavía trato de descubrir la razón, pero en el mismo instante en que llegamos a la casa que compramos recién nos comprometimos, me dio al menos la respuesta más importante de todas. Gonzalo y yo elegimos una casa donde pudiéramos no solo vivir nuestra vida juntos, sino también donde pudiéramos realizar cada uno de nuestros sueños tomados de las manos.Observé la casa desde el auto, recordando los pocos días que vivimos aquí y fuimos tan felices uno en brazos del otro, llenando cada rincón con mi risa, mi creatividad y su inigualable pasión.La casa es de dos plantas, en la primera hay una tienda de insumos que estábam
—¿Se puede?Miré a mamá desde mi lugar y asentí, dándole una sonrisa mientras ella se acercaba al sofá y se sentó a mi lado. Volví la vista al frente, viendo con atención como la lluvia repicaba con fuerza en la ventana. El día se sentía tan frío y la nostalgia me envolvía con mayor fuerza.—¿Marcus salió? —quise saber, rompiendo el hielo entre nosotras.—Sí, invitó a cenar a Anahí.Sonreí, pese a que sentía un miedo inexplicable en mi pecho. Me casé un día lluvioso, mismo donde lo perdí todo. No me gusta la lluvia ni mucho menos salir cuando el pavimento está tan mojado, quizás ese sea mi miedo y por eso siento tanta angustia de que mi hermano esté por fuera en este tipo de clima.—¿Al fin se atreverá a pedir su mano? Espero que deje el miedo atrás y sí lo haga.—Se veía muy nervioso y feliz —mamá soltó una risita—. Supongo que sí le pedirá matrimonio. Menos mal, porque ya empezaba a idear un plan para sacarlo de aquí —bromeó, haciéndome reír.—Ni casándose se irá lejos de casa.El s
Me enfoqué en los preparativos de la boda de Anahí y mi hermano, tanto, que por todo este mes he olvidado todo lo malo. Ellos, de alguna manera, me contagiaron de su emoción e ilusión. He estado haciendo reservas, viendo arreglos, probando comidas, eligiendo el sabor del pastel, los colores perfectos, la iglesia, viendo sus posibles trajes, la pequeña recepción en casa de los padres de Anahí; absolutamente todo. He tenido tanta energía y he tenido la cabeza tan ocupada, que no me ha importado ni mucho menos incomodado mi pierna metálica.Durante todo este mes no he llorado ni un solo instante, ni me han atacado las pesadillas o los recuerdos. Salgo de casa tan temprano y llego tan tarde, que apenas toco la cama y me tomo mis medicamentos, quedo profundamente dormida.La Dra. Cavalier me ha insistido para que retome mi trabajo como diseñadora, después de todo, ocupar la mente y más si es en algo que da felicidad, ayuda mucho a cambiar la perspectiva de las personas y a empezar a crear
Desde la segunda planta, en el reservado de la discoteca, se podía apreciar toda la pista de baile incluyendo la barra. Desde que subimos y nos enfrascamos en celebrar la despedida de soltera de Anahí, no he podido dejar de observar hacia abajo, pero luego de una hora viendo al hombre de ojos verdes hablar con la mujer, se fueron juntos, lo que me dejó clarísimo que, estaban saliendo o eran pareja.Intenté sonreír y hacer de cuenta que nada estaba pasando conmigo, pero mi cabeza estaba hecha un lío y no entendía por qué razón. Quizás me molestaba el coqueteo descarado de ese hombre frente a su novia o su ligue, que me sentía como una reverenda estúpida pensando en las mil formas que deseaba patearle el trasero por perro. No debería estar pensando en algo que no tiene ni forma ni color ni mucho menos es relevante en mi vida, aun así, mis ojos se desviaban por sí solos a la barra, queriendo encontrar con la mirada a ese hombre tan desvergonzado e infeliz.Me tomé un trago más bajo la at
Gabriel me trajo a una mesa apartada, donde habían pocas personas buscando privacidad y la música no sonaba tan alta. Nos sentamos el uno al lado del otro, sonriendo cuando nuestras miradas se conectaron por breves instantes.Una camarera nos trajo una botella de licor junto a dos vasitos por pedido de él y se marchó sin decir palabra alguna.Me bebí de golpe el primer trago, tratando de calmar a mi corazón que galopaba con fuerza por alguna razón y disipando los nervios que en ese momento amenazaban con adueñarse de mí. No sé por qué me siento tan inquieta y nerviosa, en especial cuando el hombre junto a mí me mira con esa fijeza tan extraña.—Bebe con calma —rompió el hielo, llenando mi vaso con total elegancia y tranquilidad—. Entonces, Margot, ¿qué puedes contarme de ti? —me miró de reojo, dejando la botella de whisky sobre la mesa—. ¿Estás casada?Bajé la vista a mi mano y mi corazón se aceleró de más tras ver mi anillo de bodas rodeando mi dedo.—Lo estaba —dije, volviendo a beb