Damian
Miedo. Eso es lo único que puedo sentir mientras intento respirar debajo de la lona que me han puesto sobre la cabeza.
Se supone que el chofer que me puso papá me recogería en la escuela, que mamá iba a preparar hot cakes en casa hoy para mi, al ser mi cumpleaños número 10, sin embargo todo parece estar convirtiéndose en una pesadilla en la que solo estamos mamá y yo, y aunque intento ser fuerte, puedo sentir como todo el cuerpo me tiembla. Trato de pensar que papá va a venir por nosotros, que nadie se atrevería a lastimarnos sabiendo quién es él, pero eso no ayuda a calmarme.El aire está viciado. Apenas puedo respirar y mi pecho se siente oprimido por el miedo que recorre mi cuerpo cuando me quitan la lona y veo que estamos en un lugar oscuro y húmedo que no conozco.Me arrastran sin delicadeza y los gritos de mi madre, que me ha perdido de vista, resuenan por encima de todo.
—¡Damian! dejen a mi hijo, ¡es un niño! solo un niño…
Los hombres que me rodean no dejan de reírse. Uno de ellos, con una cicatriz que le cruza la mejilla, abre la puerta de una jaula enorme, hecha de gruesos barrotes de metal, y me arroja dentro con fuerza. Caigo al suelo, el impacto me duele, pero eso no es lo peor.
Es el miedo, el terror que se apodera de mí al darme cuenta de que no puedo escapar.
—¡Por favor! —grito, intentando sonar fuerte, aunque la voz me tiembla—. ¡Déjenme ir! ¡MAMI! QUIERO A MI MAMÁ.
Pero ellos solo se ríen. Me miran como si no fuera más que un juguete roto. Giro sobre mí mismo buscando una salida, alguna forma de escapar de esta pesadilla.
Las horas pasan y mi cuerpo no deja de temblar, tengo la garganta adolorida de tanto gritar y llamar a mamá. Entonces, veo cómo dos hombres traen a mi madre. La arrastran, ella apenas se sostiene en pie. Está sangrando, su ropa rasgada y su rostro pálido, pero lo que más me asusta es la mirada de dolor que no puede esconder.
—¡Mamá! —corro hacia ella cuando la lanzan en la jaula conmigo, y me arrodillo a su lado, tratando de levantarla—. ¡Mamá, tienes que resistir! ¡Por favor, resiste! No me dejes, mami...
Ella me mira y me sonríe débilmente, como si quisiera consolarme. Puedo ver que apenas le queda fuerza. Sus labios se mueven, y sus palabras salen con un hilo de voz.
—Tienes que ser fuerte, Damian… —me susurra, mientras su mano tiembla al acariciar mi rostro—. No olvides quién eres… Te amo…
Antes de que pueda decirle algo más, su mirada se apaga, y su cuerpo se vuelve inerte en mis brazos. Un grito ahogado escapa de mi garganta. Intento sacudirla, hacerla reaccionar, pero no hay respuesta. Ella se ha ido. El dolor es tan grande que apenas puedo soportarlo, y todo lo que siento es una mezcla de rabia y desesperación.
Entonces, todo pasa demasiado rápido. Se escuchan disparos. Gritos de hombres peleando y sonidos metálicos que retumban en la distancia haciendo que me doble sobre s mismo debido al miedo. La puerta de la jaula se abre de golpe, y un hombre de rostro severo y cabellos entrecanos aparece.
Tiene una expresión endurecida al ver a mi madre, tendida sin vida a mi lado. La furia en sus ojos se intensifica, pero no está dirigida hacia mí. Se acerca rápidamente y yo retrocedo, arrastrándome contra los barrotes.
—No voy a lastimarte —me dice, su voz profunda pero firme—. Estoy aquí para rescatarte.
Lo miro sin saber qué hacer. ¿Quién es este hombre? ¿Por qué me está ayudando?
—¿Mi papá te envió? —pregunto con voz temblorosa, aferrándome a la esperanza de que mi padre haya venido a salvarnos.
El hombre aprieta la mandíbula y niega con la cabeza.
—No, Damian —responde con dureza, pero también con un atisbo de compasión en sus ojos—. Tu padre no sabe que estás aquí… Está con su amante ahora mismo. La misma que tiene un hijo tres años menor que tú y que ordenó este secuestro.
Sus palabras son como una daga que atraviesa mi corazón. Siento que el aire me falta, que el mundo entero se derrumba bajo mis pies. Mi padre… no puede ser verdad.
—¡Estás mintiendo! —le grito, con la voz quebrada—. ¡Eso no puede ser cierto!
Sin embargo, en lo más profundo de mí, sé que hay algo de verdad en lo que dice. Mi padre nunca amó a mi madre. Desde que tengo memoria, la trataba con indiferencia, casi con desprecio. Pero aun así, me niego a creer que la haya abandonado por otra mujer, que haya permitido que nos hagan esto.
El hombre saca unas fotos de su bolsillo y me las muestra. Las imágenes son borrosas, pero no dejan lugar a dudas: mi padre sonríe, abrazando a una mujer rubia y a un niño pequeño. Están en lo que parece un parque, juntos, como una familia. Esa familia que yo nunca tuve.
—Tienes dos opciones, Damian —me dice con voz grave, guardando las fotos—. Puedes regresar con él y seguir viviendo la vida que conoces… o puedes venir conmigo, dejar que piense que moriste y prepararte para la venganza que tu madre se merece. Te prometo que te ayudaré a hacerlos pagar a todos.
Me quedo en silencio, mirando a los ojos de este hombre que me ofrece una salida, pero no la que yo esperaba. Algo dentro de mí se rompe y, al mismo tiempo, se endurece. El dolor en mi pecho se transforma en una fría determinación. Todo lo que conocía se ha derrumbado, y ya no hay vuelta atrás.
—Me voy contigo —respondo, sin titubear. Mis ojos, llenos de lágrimas, se clavan en los suyos—. Haré que paguen por lo que le hicieron a mamá. Que paguen por todo.
El hombre asiente, y puedo ver una chispa de aprobación en su mirada.
—Entonces, prepárate, chico —dice mientras se levanta y me ofrece la mano—. Porque esto apenas comienza.
EmmaComienzo a contar los segundos mientras mis ojos están fijos en la pequeña barra de la prueba de embarazo. La sostengo entre las manos temblorosas, mi corazón latiendo con fuerza en el pecho. —Por favor que sea positivo… Por favor.Siento una opresión en el estómago, una mezcla de esperanza y miedo. Con cada día que pasa siento que mi matrimonio se arruina más, mi suegra me ve como una incompetente y mis padres… ni siquiera puedo pensar en ellos ahora mismo. Los minutos parecen eternos, y cuando finalmente se completa el resultado, mi mundo se desploma.Una barra roja brillante.No estoy embarazada.Otra vez no. El dolor me golpea con una fuerza abrumadora, como una ola que me arrastra al fondo de un océano oscuro. Siento que la habitación se vuelve pequeña, que el aire empieza a faltar, y en mi pecho una presión familiar comienza a crecer. No puedo respirar bien, es como si algo me aprisionara los pulmones. Me doblo ligeramente, tratando de inhalar profundamente, pero el oxíg
EmmaRegresar a la casa se siente como una tortura. Una parte de mí no ve la hora de enfrentar a Jhon y la otra simplemente quiero esconderse y rezar porque todo esto sea una pesadilla. Que no sea real.Es que aún sigo sin poder creer que el hombre con que me casé pueda ser capaz de esto. Pues aunque una brecha se ha abierto entre los dos, siempre creí que era porque yo no quedaba en estado, pues los primeros dos años fueron diferentes.Él era un esposo amoroso, atento, el hombre que me enamoraba desde niña, y con quien siempre soñé formar una familia. Pero el tiempo lo ha transformado en alguien distante, casi un extraño. Rara vez está en casa, y cuando lo está, no parece querer verme. La intimidad entre nosotros es casi inexistente, como si el deseo se hubiera extinguido por completo.El dolor se convierte en un ardor insoportable que quema en mi pecho. Siento como si el suelo desapareciera bajo mis pies. Sin pensarlo dos veces, abro la puerta de la casa y me sorprendo cuando e
EmmaApenas ha amanecido, y yo ya estoy sentada frente al espejo de mi tocador, mirando mi reflejo como si tratara de encontrar a la persona que era antes. Mis manos temblorosas acarician las cicatrices en forma de pétalos que marcan mis muñecas. Pequeñas, apenas visibles, pero cada una me cuenta una historia que preferiría olvidar. Fueron hechos hace muchos años, cuando era solo una niña asustada. Jhon me salvó entonces. Lo conocí ese día, cuando pensé que mi vida terminaba. Él fue mi héroe... el hombre en el que confié ciegamente. El mismo hombre que anoche me dijo, sin piedad, que nunca me había amado.Las lágrimas luchan por salir, pero las detengo. No tengo tiempo para llorar. Mis ojos se detuvieron sobre los papeles del divorcio que redactaron anoche. Jhon dejó muy claro que nunca me dará el divorcio, pero no puedo, no concibo seguir viviendo bajo el mismo techo con alguien que me desprecia, que me ha utilizado todos estos años. Mi mano se desliza sobre la carpeta de do
EmmaNo sé quién es el recién llegado, pero lo que sí puedo notar es el impacto que su presencia tiene en mi esposo.El hombre ha entrado en la oficina junto con otro más y ambos se ven imponentes y muy, muy serios.Jhon retrocede de inmediato, palideciendo. Me giro lentamente y mis ojos se encuentran con los del hombre que me ha salvado del golpe. Un extraño, pero hay algo en él, algo peligroso ya la vez... familiar.—Señor White —dice Jhon, tratando de recomponerse—. Damian, qué pena que haya tenido que presenciar esto. No es lo que parece.Damián White… Digo en mi mente viendo de reojo al hombre. Su mano se retira suavemente de mi cabeza mientras avanza un paso hacia Jhon, con una sonrisa ladeada y una calma peligrosa.—¿De verdad? —dice Damián—. ¿Y quién es la mujer embarazada que está en sus brazos? ¿Es ella la señora Blackthorne?La sola mención de la amante me hace sentir humillada a niveles inimaginables. Sin embargo esta se recompone y, se apresura a hablar.—Mi nombre es Sof
DamianVeinte años, ese es el tiempo que ha pasado desde que me fui de Chicago. De mi país, luego que mi vida cambiara para siempre, y me arrebataran a la persona que más amaba en el mundo y la otra persona que se suponía que debía cuidarme me dio la espalda.Mi ausencia fue olvidada y borrada con un bastardo de reemplazo que se ha atrevido a tomar mi lugar. Oh, pero todo eso va a cambiar. Claro que sí. Mi regreso es algo que no esperan y mi intromisión en su vida será una dulce y lenta venganza.—Club de Élite, está comiendo con los padres—la voz de Alex, mi mejor amigo y socio, se escucha del otro lado de la línea y yo esbozo una sonrisa porque este viaje se ha vuelto mucho más interesante.—Perfecto, gracias—le digo, pero antes de colgar, su voz llega hasta mi, esta vez mucho más cauta.—Damian, ¿estás seguro de que quieres involucrar a la mujer?Ante la mención no puedo evitar evocar los ojos grises de la chica, ni la mirada dolida que llevaba en el rostro cuando entré en la ofici