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Capítulo 4: ¿50 mil dólares?

Cuando la policía se involucró en el caso por su desaparición no encontraron ni un solo rastro de aquel demente obsesionado con torturar mujeres, sólo a la joven desnuda suspendida con cuerdas desde el techo con múltiples heridas y lesiones en todo su cuerpo, Ivy no pudo hablar durante meses tras su experiencia en aquel lugar y su agresor jamás pagó porque este huyó.

Supo también que su padre había sido asesinado a disparos unos días después de que ella fuera ingresada a emergencia. Richie era el responsable, tenía contactos y Frank le debía dinero que se suponía estaría pagado una vez ella se fuera con él, no sabía que le dolía más, que le hubieran hecho daño o la traición de su propio padre, el mismo hombre que de niña le contaba historias antes de dormir para tranquilizarse.

Quien se suponía debía protegerla.

La pesadilla nuevamente se hizo presente en la vida de Ivy cuando pensaba que al fin podía sentirse tranquila, su verdugo la había encontrado otra vez.

— ¡Vengan niños! — Gritó la joven alterada.

Los gemelos no podían entender el motivo pero obedecieron sin titubeos.

— No nos dió tiempo ni siquiera de lanzarnos por el tobogán, ¿Sucede algo? — Preguntó Silvie.

— Para nada, pero es mejor no tardar demasiado, debo ayudar a mamá en la cocina — Les mintió.

Se sentía paranoica, miraba hacia los lados recordando aquella carta y sentía unas ganas intensas de romper en llanto, pero no podría permitirse tal cosa, se suponía que era una mujer fuerte que hacía lo incansable por ayudar a los suyos y está bien.

Tenía que sentirse bien...

Al llegar a casa los niños encendieron el televisor en la sala para entretenerse con las caricaturas que acostumbraban a ver todos los días, Ivy por otro lado aprovechó el momento de ir hacia la cocina a comunicar lo sucedido a su madre quién estaba horneado un pastel, Alba webster desde que le diagnosticaron una arritmia ventricular había decidido enfocarse en cosas que le apasionaran.

Ver a su hija con el rostro pálido no era una buena señal.

— ¿Que sucede cariño?

— Richie me encontró mamá — Le respondió con la voz entrecortada y mostrándole el sobre.

— Tenemos que irnos de aquí, lo más rápido posible...

— Ya pensaremos en algo, no podemos precipitarnos, los niños están felices con su nueva vida y no puedo abandonar mi trabajo.

— Tu vida también es importante cariño...

— Lo sé, pero voy a solucionarlo ¿Si? Confía en mí mamá, ya hemos pasado por esto antes, lo solucionaremos.

Alba se sentía inútil la mayor parte del tiempo, su hija siempre se esforzaba de más y lidiaba con todas las cargas por cosas de las cuales se sentía responsable, el hombre a quien eligió como esposo, todo lo que permitió y por último ver a un extraño llevarse a su hija como si de un objeto se tratase.

Fué ella quién acudió a la policía a denunciar la desaparición de su hija sabiendo que su esposo moriría, Ivy era más importante.

— Sólo se honesta siempre conmigo ¿Si? Y nunca olvides que mamá te ama.

La joven abrazó a su madre mientras la consolaba, deseaba que ambas tuvieran una vida mejor y haría lo necesario para tal cosa, fue hasta el gabinete de su habitación en busca de el sobre que sería la solución a todos los problemas.

— Tienen que mudarse a otro lugar ¿Si? Al menos hasta que las aguas se calmen.

— ¿De dónde sacaste cincuenta mil dólares Ivy? — Le preguntó mirándola con seriedad.

— No hice nada malo, solo confía en lo que te digo y por favor hazme caso, hagamos esto por los niños, son lo más importante para mí y tú bienestar.

— Está bien, le diré a los gemelos que hemos conseguido dinero para un nuevo hogar — Respondió resignada.

Aunque no le parecía la idea no habían más opciones y veía en los ojos de su hija la desesperación.

— No te sientas mal mamá, sabes que haré lo necesario para mantenerlos felices y sanos.

— Lo sé hija, y es lo que más me preocupa, que no sé que cosas eres capaz de hacer para conseguirlo.

Alba tenía razón, sabía que Ivy era una mujer con el corazón más noble que existía pero también que no la conocía lo suficiente, que algo dentro de ella murió desde aquel día.

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