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Capítulo 7 No tengo que explicar nada

Narra Dante

Aun no puedo creer que me haya metido con esa… ¡Dios! Pero ¿En qué momento se me ocurrió toda esa locura? Debí dejar que pagara su crimen en prisión. Sin embargo, hice la promesa de hacer de su vida un infierno, por haberle quitado la vida a la mujer que amaba.

Aun me sigo preguntando ¿Cómo es que terminamos juntos y sin nada de ropa en ese cuarto de hotel? Según fui yo quien quería verla, no le creía, hasta que vi mi movil y confirmé que era verdad. Sigo sin entender cómo pude hacer eso. Se supone que la odio.

Y sin contar que era virgen, digo había una mancha de sangre en la sábana.  

—¡Demonios! —Digo con odio y tirando un vaso con algo de líquido aun, al suelo.

—¿Qué ocurre? —Dice Pamela, mi hermana, entrando a mi despacho en mi casa.

—Nada. —A nadie le tengo que dar explicación alguna. Esto lo tengo que resolver yo solo.

—¿No confías en mí? —Me dice un poco decepcionada.

Pareciera que leyera mi mente, mas no se lo haré saber.

—Ya te lo dije, no es de tu incumbencia. Así que déjame solo. —Le digo con frialdad y ella bufa y toma asiento frente a mí.

—Que mal genio el tuyo ¿Para qué te casaste? —Denme paciencia.

—¿Qué quieres? — Digo mientras pongo mis dedos en el puente de mi nariz para calmarme y no explotar.

—¿Se puede saber por qué no has traído a tu esposa a la casa? —Tiene que ser una broma.

—Porque no quiero. Así de simple. —Digo seriamente.

—En verdad que no te entiendo.  

—Y es mejor que sea así. Además, no es tu problema. —Digo ignorando su mirada acusadora.

—¡Por Dios! Claro que es mi problema. Sabes que puedes contar conmigo. —Dice muy dolida y sale del despacho cerrando la puerta de un portazo.

Tomo otro vaso y me sirvo más de ese líquido ámbar.

Y para colmo, tengo al molesto de mi amigo, Julián, que no deja de insistir que me traigo con Karen, y eso es algo que no le debe de importar si ando con ella o no. O si le soy o no a esa mujer.

A la mañana siguiente…

Llego a la empresa y Karen me dice que ya me tiene mi café y me va diciendo mi agenda del día de hoy. La miro de reojo y es una mujer hermosa sin duda, sin embargo, no puedo tener nada con ella, simplemente por el hecho que era la mejor amiga de Marce.

—¡Dios!

Mi hermosa Marcela, tan sólo de recordar lo que soñábamos juntos, casarnos y tener hijos. Algo que no pienso tener con esa mujer con quien me he casado.

¿Tanto la odiaba como para quitarle la vida? Si estaba “enamorada” de mí ¿Por qué no me lo dijo? Quizás…

¡No! Por algo no se atrevió a decírmelo de ser el caso…

¿Por qué pienso en esas estupideces?

Digo Romina es bella, creo que hasta un poco mas que Marce, sólo que por algo me fije en su hermana y no en ella.

Tan solamente de imaginar de lo que fue capaz de hacer para tenerme a su lado.

Tocan a la puerta haciendo que salga de mis pensamientos.

—Adelante. — Digo tratando de concentrarme en mi trabajo.

Se abre la puerta y es…

—Casandra ¿Qué haces aquí? —Digo con evidente molestia.

Lo que menos quiero es tener tratos con ella. Sólo con su esposo, quien, por cierto, ha estado ausente.

—¿Así recibes a tu suegra? —Dice con fingida tristeza. ¿Es enserio?

—¿Qué quieres? —Ya me tiene cansado esta mujer y no sé qué pretenda. Nunca he confiado en ella. Así que voy directo con ella.

Bufa con fastidio y quisiera pedirle que se vaya.

—Pensé que te alegraría verme, pero veo que no. Bien, vine porque la fastidiosa de Romina me pidió volver a trabajar. —Tiene que ser una broma, y de mal gusto.

—Acaso ¿está loca? —Digo y ella alza los hombros restándole importancia.

—Yo pienso que si lo está. —Se ve que esta mujer le tiene un odio a su propia hija y no la culpo, digo ¿Quién no?

—Se lo daré, pero desde el departamento, no la quiero en esta empresa. —De hacerlo no sé de lo que sería capaz de hacerle.

Parece conforme con mi decisión y sale de la oficina.

Y puedo soltar todo el aire que estaba conteniendo.

Después de algunas horas de trabajo, salgo a un almuerzo de negocios, Julián y Karen me acompañan.

—Buenas tardes. —Saludo con educación a los posibles inversionistas.

Ellos también saludan y tomamos asiento.

—Señor Del Río. ¿no lo acompaña su esposa? —Saben que me casé, pero no con quien y es mejor así.

—No, ella ha estado ocupada con otros asuntos. —Miento.

—Entiendo. —¿Está decepcionado? ¿Por qué?

—Bien, comencemos. —Digo porque no quiero dar explicaciones de mi vida y menos de esa mujer.

Veo sus propuestas y realmente me gustan, así que se los hago saber y Jean Carlo sonríe satisfecho, firmamos y estrechamos las manos.

—Hay que celebrar esta nueva unión. Así que este sábado habrá una fiesta en mi casa y espero verlo con su mujer. —¿Qué? Lo que menos quiero es verla y estar juntos. Odio a Romina y más cuando me enredó para acostarnos. Algo que no recuerdo.

—Ahí estaremos. —Es mejor que la lleve. No tengo mas opción.

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