Narra Romina
Regresamos a casa después de la sepultura de mi hermana, papá tomó sus cosas y se fue de viaje de negocios, no quiere estar en una casa en donde no se encuentra su hijita pequeña.
A mamá no le importa, mejor para ella, así podrá estar con su amante quien sabe dónde, siempre es lo mismo. En ocasiones llega muy tarde y ebria. A veces sola o acompañada.
Subo a mi habitación para tomar mis cosas, ya no quiero estar aquí tampoco, hablé con Daniel y dijo que me daría posada mientras buscaba un lugar y claro, hasta antes de casarme con el hombre que me odia.
Ya se fijó fecha para dentro de un mes.
No sé si quiera hacerlo, pero es eso o la prisión y no quiero que mi bebito pase por ese infierno. Aun nadie lo sabe y si Dante se entera, sé que me lo quitará también y no dejará que lo vea.
—¡Tú! ¿A dónde crees que vas? —Y ahí está la borracha.
—¿No es obvio? —Digo y me voltea para darme una fuerte cachetada que me manda al suelo.
—¡No vas a ir a ninguna parte! No vas a huir de tu responsabilidad. —¿En serio?
—Soy mayor de edad. Y no voy a huir, sé que debo casar… —¡Ay no! ¡Otra vez no! Corro al baño y vuelvo a vomitar. Su fragancia y el alcohol que bebió me causaron las náuseas.
—A caso ¿estás embarazada? —¡No! No quiero que haga nada en mi contra.
—¿Yo? No. —Trato de no estar nerviosa.
—Lo estás. ¡Gabriel! —¿Qué intenta hacer?
Entra un hombre fornido y guapo y me toma por la fuerza.
—¡No! ¡Suélteme! —Pido, pero es imposible.
Y lloro por la desesperación.
—Llévala al ático. —Abren la puerta y sube las escaleras y me dejan ahí encerrada.
—¡Por favor! ¡Sácame de aquí! —Le ruego a mi madre. No quiero estar aquí.
—¡Cállate! Sino fuera por Dante, estarías en prisión pagando tu crimen. —Escucho sus pasos alejarse y me siento en el suelo y me abrazo.
No he parado de llorar.
Tampoco he dejado de darle vueltas a ese momento. Sólo recuerdo que mi hermana quería hablar conmigo. De ahí nada.
…
No sé cuántos días han pasado desde que mi madre me encerró en este sucio lugar. Sólo me trae la comida y se espera a que termine, quiere que su “nieto” crezca sano. Me deja salir para asearme y mis necesidades, sin embargo, me vuelve a encerrar.
Me recuesto y miro por la pequeña ventana las estrellas, algo que solía hacer con Marce.
—Hermanita, te extraño tanto. ¿realmente fui capaz de arrebatarte la vida?
Digo al cerrar mis ojos. Me siento muy cansada.
—¡No corras! ¡Romina! Espérame. —Marcela me grita, me detengo y veo sentada en el piso y con lágrimas en sus ojitos.
—¿Qué pasa, Marce? —Me acerco con preocupación.
—Me caí. —No para de llorar y la abrazo.
—Iré por el botiquín para curarte. —Le digo con una cálida sonrisa y ella asiente.
Si mamá ve que mi hermanita se cayó y lastimó, me regañará.
Regreso y Marce no ha parado de llorar. Me acerco y le limpio el raspón de su rodilla izquierda. Una vez limpia, le pongo una bandita adhesiva.
—Ya quedó. —La ayudo a levantarse y me abraza y le correspondo con mucha ternura.
—Nunca mas me dejes. —Dice una vez que se separa de mí y la miro sonriéndole.
—Te quiero, Romi. —Dice con una cálida sonrisa.
—Yo también te quiero, Marce. —Le digo sin dejar de sonreír.
—Tú tampoco me dejes, hermanita. —Le digo y de repente se desvanece delante de mí y las lágrimas salen sin control.
—¡Marce! ¡¿Dónde estás?! —Le llamo, mas no obtengo respuesta de su parte.
—Romina, lo siento, no pude cumplir mi promesa. —¿Qué?
—Romina, despierta. —La voz de mamá me hace abrir los ojos. Me paso las manos y están húmedas mis mejillas. Lloré de verdad. Sólo fue un sueño, uno de mis recuerdos del pasado.
—¿Qué ocurre? —Al parecer no se dio cuenta de mis lágrimas, o tal vez sí, no me importa.
—Levántate, tenemos que ir con el médico. — Dice y le hago caso. La verdad es que quiero saber cómo está mi bebito.
Si tan sólo las cosas hubiesen sido diferentes, Dante y yo juntos con nuestro bebé y mi hermana… con vida.
Salimos del ático y me pide que me dé una ducha en el baño de mi habitación.
Entro a la lluvia artificial y dejo que salgan nuevamente mis lágrimas, aun no puedo creer que mi hermanita ya no está más con nosotros.
¡Dios! ¿realmente fui capaz de quitarle la vida a mi hermana, mejor amiga?
…
—Srita. Méndez, por favor pase. —Me dice la asistente de la doctora y entro al consultorio junto a mi madre, mientras que su “novio” nos espera afuera.
—Buenos días. —La dra. Linares, me saluda con amabilidad.
—Buen día. —Trato de sonreír. Ya que no tengo muchas ganas de nada.
Me pide que me acomode en la cama y me levanta la blusa y me pone un gel, que está frio, por cierto. Después pasa el aparo y miro a la pantalla del monitor y escucho los latidos de mi angelito. Y eso me hace llorar de felicidad.
—¿Y bien? ¿Cómo está mi nieto? —Al menos está interesada en mi hijo o hija y no me ha recriminado quien es el padre.
—Aun es muy pronto, pero por lo poco que lleva se ve bien, y que apenas tiene 4 semanas de gestación. Así que le recetaré ácido fólico, vitaminas y que la madre no tenga ningún estrés. —Eso sí que será difícil.
—No se preocupe. Así será. —Lo dudo.
La doctora me entrega los medicamentos y salimos de la clínica.
Subimos al carro y me quedo mirando por la ventanilla pensando en ese sueño, realmente estoy destrozada por lo de mi hermanita, yo la quería mucho y estoy casi segura de que no le quité la vida.
—¿Dante sabe de tu embarazo? —Niego con la cabeza y ella sonríe.
—Perfecto. —Dice sonriendo de una manera que me da escalofríos.
¿Qué trama mamá? Lo que sea que esté pensando no me gusta en lo más mínimo.
…
Llegamos a casa y me dejo quedarme en mi habitación, al menos ya estaré más cómoda.
Me recuesto en mi cama y ya la extrañaba, aunque no tanto como a Marce.
Tocan a la puerta y es ese tipo, diciéndome que baje a cenar, y no tengo más opción. Así que me levanto y bajo. Veo la mesa servida con mi comida favorita. Y eso me hizo fruncir el ceño. Casi nunca hacia eso por mí.
—Come querida. Quiero que tú y mi nieto estén bien y sanos. —¡Dios!
Realmente no me gusta nada su actuar conmigo.
Narra RominaHoy ha llegado el dia de mi boda y podría decir que estoy feliz por casarme con el hombre que he amado desde que lo conocí. Mas no es así, es todo lo contrario, tal vez sea porque me odia y culpa por haberle quitado a la mujer que él aun ama.También se suponía que papá estaría aquí para entregarme, pero como no es la boda de su princesa, no tenía caso estar. Sólo está mamá y su novio. ¡Vaya! Sin dejar de mencionar que será en un registro civil y no por la iglesia. Y obviamente no puedo ir en contra de ello.Desde que entré por la puerta, Dante no me ha mirado en ningún momento y es mejor así, no sé si soporte una vez esa mirada de odio.Me paro junto a él y escucho un gruñido de molestia y el juez comienza con la ceremonia.—Dante Ríos ¿Aceptas a Romina Méndez como tu legitima esposa? —Lo miro de reojo y parece un tempano de hielo.Pero acepta.Me hacen la misma pregunta y respondo en seguida. El juez pide besarme, no lo hace sólo sale del lugar.—¡Vaya! No pensé que te
Narra JuliánSemanas atrás…Después de un fin de semana reparador, llego al trabajo y veo que todos corren de un lado a otro.—¿Qué ocurre? —Le pregunto a mi asistente una vez que llego a mi oficina.—¿Tu amigo no te ha dicho nada? —Me mira sin dejar de fruncir el ceño.—¿Qué cosa? —La miro sin comprender y ella suelta el aire.—Se va a casar. —¿Qué dijo?—¿Qué? Pero ¿no su prometida había fallecido? —¿Qué le pasa?—Si. Pero sabrá Dios con quien lo hará. —Dicho eso, salgo de mi oficina y voy a la suya en donde escucho gritos de su parte y sale una joven muy asustada.Entro sin tocar y me fulmina con la mirada.—¿Qué quieres? —Dice con pésimo humor.—¡Dios! Pero que carácter. ¿Qué te tiene así? —Sé algo de ese rumor, sin embargo, lo quiero confirmar.—Me voy a casar. —Dice con frialdad.—Pero ¿con quién? —Esa sigue siendo mi duda.—Con Romina. —Dice con desagrado y al mismo tiempo siento como mi mundo se desmorona.—¿Romina? —Debí escuchar mal. Ella no.—No tengo más opción. —Tiene que
Narra Romina—¡Maldición! —Los gritos de un hombre hacen que despierte y al hacerlo, veo a Dante muy furioso y puedo imaginarme el por qué.—Dante. —Le hablo y me mira sin dejar esa expresión.—¿Por qué pasamos la noche juntos y en este cuarto de hotel? —Me cuestiona sin dejar de mirarme.¡Dios! Mi madre sabía que algo como esto pasaría, así que me dijo lo que debía “aclarar” y, además, no se dé cuenta de mi embarazo antes de tiempo.—Tú me mandaste a llamar con mi madre, que querías verme. —Sólo espero que se crea toda esta mentira o estaré perdida por los dos lados.—¿Qué? —Toma su teléfono y lo revisa.—¡Demonios! —Veo como se hala los cabellos con frustración y yo estoy asustada, temo que me pueda hacer algo y espero que no se atreva.—En lugar de mirarme, vístete y lárgate. —Me dice con frialdad antes de adentrarse al baño.Suelto un gran suspiro y una lagrima solitaria, la cual limpio de inmediato.Salgo de la cama y tomo mi ropa y me la voy poniendo. Arreglo un poco mi cabello,
Narra Julián.Han pasado tres semanas desde que Romina se casó con mi mejor amigo y sigo sin poder creerlo. Estaba por decirle lo enamorado que estaba de ella, bueno, aun lo estoy y sé que me tengo que resignar de que la he perdido.—¿Ahora qué te pasa? —Dice Claudia al entrar a mi oficina.—Nada. —Aunque me niegue hablar, ella termina por que lo haga.—Te conozco. —Me imaginé.—Es mi madre, insiste en casarme con la tal Leticia. —Digo con mal humor.—Entiendo. Pero ¿le has dicho de tu amor por Romina? —Me pregunta con curiosidad.—Traté, mas no me quiere escuchar. Además, —Dudo si le digo o no lo del día que se casó la mujer que amo, aunque sé que lo averiguará. — El día que ella se casó, me fui a un bar para olvidar todo esto, sin embargo, al día siguiente amanecí al lado de una mujer desconocía, que resultó ser la hija de la amiga de mi madre. —Y desde ahí esa mujer no ha dejado de buscarme.—Pero que insistencia de parte de tu progenitora… —Se queda calla, porque se abre la puerta
Narra Romina—¡Marcela! —Escucho un grito a lo lejos, mis ojos están cerrados y siento que pesan demasiado, al igual que mi cuerpo. —¡Romina! ¡Despierta! —Esa voz, es de mamá. Pero se escucha entre una mezcla de odio y desesperación.Empiezo a moverme y, al abrir los ojos, veo un c****o en mi mano derecha. ¿Qué hago con eso? Me siento mareada.Levanto mi vista y ¡No puedo creerlo! Es mi hermana menor, Marcela, quien se encuentra en el suelo en un charco de sangre.Debe ser una pesadilla, sin embargo, siento una fuerte cachetada que me hace reaccionar y me doy cuenta de que no es así.—¿Ma… Ma… Marcela…? — Digo tartamudeando por la escena tan espantosa frente a mis ojos.—¿Qué le has hecho a tu hermana? —Volteo a todos lados y no recuerdo nada, sólo que ella me había pedido venir a verla para ver lo de su vestido para su boda con el amor de mi vida, Dante Ríos.Si, él es el amor de mi vida y Marcela lo sabía, supuestamente me ayudaría a conquistarlo. Que ciega fui al creerle. La odie