Capítulo 2 ¿Qué trama mamá?

Narra Romina

Regresamos a casa después de la sepultura de mi hermana, papá tomó sus cosas y se fue de viaje de negocios, no quiere estar en una casa en donde no se encuentra su hijita pequeña.

A mamá no le importa, mejor para ella, así podrá estar con su amante quien sabe dónde, siempre es lo mismo. En ocasiones llega muy tarde y ebria. A veces sola o acompañada.

Subo a mi habitación para tomar mis cosas, ya no quiero estar aquí tampoco, hablé con Daniel y dijo que me daría posada mientras buscaba un lugar y claro, hasta antes de casarme con el hombre que me odia.

Ya se fijó fecha para dentro de un mes.

No sé si quiera hacerlo, pero es eso o la prisión y no quiero que mi bebito pase por ese infierno. Aun nadie lo sabe y si Dante se entera, sé que me lo quitará también y no dejará que lo vea.

—¡Tú! ¿A dónde crees que vas? —Y ahí está la borracha.

—¿No es obvio? —Digo y me voltea para darme una fuerte cachetada que me manda al suelo.

—¡No vas a ir a ninguna parte! No vas a huir de tu responsabilidad. —¿En serio?

—Soy mayor de edad. Y no voy a huir, sé que debo casar… —¡Ay no! ¡Otra vez no! Corro al baño y vuelvo a vomitar. Su fragancia y el alcohol que bebió me causaron las náuseas.

—A caso ¿estás embarazada? —¡No! No quiero que haga nada en mi contra.

—¿Yo? No. —Trato de no estar nerviosa.

—Lo estás. ¡Gabriel! —¿Qué intenta hacer?

Entra un hombre fornido y guapo y me toma por la fuerza.

—¡No! ¡Suélteme! —Pido, pero es imposible.

Y lloro por la desesperación.

—Llévala al ático. —Abren la puerta y sube las escaleras y me dejan ahí encerrada.

—¡Por favor! ¡Sácame de aquí! —Le ruego a mi madre. No quiero estar aquí.

—¡Cállate! Sino fuera por Dante, estarías en prisión pagando tu crimen. —Escucho sus pasos alejarse y me siento en el suelo y me abrazo.

No he parado de llorar.

Tampoco he dejado de darle vueltas a ese momento. Sólo recuerdo que mi hermana quería hablar conmigo. De ahí nada.

No sé cuántos días han pasado desde que mi madre me encerró en este sucio lugar. Sólo me trae la comida y se espera a que termine, quiere que su “nieto” crezca sano. Me deja salir para asearme y mis necesidades, sin embargo, me vuelve a encerrar.

Me recuesto y miro por la pequeña ventana las estrellas, algo que solía hacer con Marce.

—Hermanita, te extraño tanto. ¿realmente fui capaz de arrebatarte la vida?

Digo al cerrar mis ojos. Me siento muy cansada.

—¡No corras! ¡Romina! Espérame. —Marcela me grita, me detengo y veo sentada en el piso y con lágrimas en sus ojitos.

—¿Qué pasa, Marce? —Me acerco con preocupación.

—Me caí. —No para de llorar y la abrazo.

—Iré por el botiquín para curarte. —Le digo con una cálida sonrisa y ella asiente.

Si mamá ve que mi hermanita se cayó y lastimó, me regañará.

Regreso y Marce no ha parado de llorar. Me acerco y le limpio el raspón de su rodilla izquierda. Una vez limpia, le pongo una bandita adhesiva.

—Ya quedó. —La ayudo a levantarse y me abraza y le correspondo con mucha ternura.

—Nunca mas me dejes. —Dice una vez que se separa de mí y la miro sonriéndole.

—Te quiero, Romi. —Dice con una cálida sonrisa.

—Yo también te quiero, Marce. —Le digo sin dejar de sonreír.

—Tú tampoco me dejes, hermanita. —Le digo y de repente se desvanece delante de mí y las lágrimas salen sin control.

—¡Marce! ¡¿Dónde estás?! —Le llamo, mas no obtengo respuesta de su parte.

—Romina, lo siento, no pude cumplir mi promesa. —¿Qué?

Romina, despierta. —La voz de mamá me hace abrir los ojos. Me paso las manos y están húmedas mis mejillas. Lloré de verdad. Sólo fue un sueño, uno de mis recuerdos del pasado.

—¿Qué ocurre? —Al parecer no se dio cuenta de mis lágrimas, o tal vez sí, no me importa.

—Levántate, tenemos que ir con el médico. — Dice y le hago caso. La verdad es que quiero saber cómo está mi bebito.

Si tan sólo las cosas hubiesen sido diferentes, Dante y yo juntos con nuestro bebé y mi hermana… con vida.

Salimos del ático y me pide que me dé una ducha en el baño de mi habitación.

Entro a la lluvia artificial y dejo que salgan nuevamente mis lágrimas, aun no puedo creer que mi hermanita ya no está más con nosotros.

 ¡Dios! ¿realmente fui capaz de quitarle la vida a mi hermana, mejor amiga?

—Srita. Méndez, por favor pase. —Me dice la asistente de la doctora y entro al consultorio junto a mi madre, mientras que su “novio” nos espera afuera.

—Buenos días. —La dra. Linares, me saluda con amabilidad.

—Buen día. —Trato de sonreír. Ya que no tengo muchas ganas de nada.

Me pide que me acomode en la cama y me levanta la blusa y me pone un gel, que está frio, por cierto. Después pasa el aparo y miro a la pantalla del monitor y escucho los latidos de mi angelito. Y eso me hace llorar de felicidad.

—¿Y bien? ¿Cómo está mi nieto? —Al menos está interesada en mi hijo o hija y no me ha recriminado quien es el padre.

—Aun es muy pronto, pero por lo poco que lleva se ve bien, y que apenas tiene 4 semanas de gestación. Así que le recetaré ácido fólico, vitaminas y que la madre no tenga ningún estrés. —Eso sí que será difícil.

—No se preocupe. Así será. —Lo dudo.

La doctora me entrega los medicamentos y salimos de la clínica.

Subimos al carro y me quedo mirando por la ventanilla pensando en ese sueño, realmente estoy destrozada por lo de mi hermanita, yo la quería mucho y estoy casi segura de que no le quité la vida.

—¿Dante sabe de tu embarazo? —Niego con la cabeza y ella sonríe.

—Perfecto. —Dice sonriendo de una manera que me da escalofríos.

¿Qué trama mamá? Lo que sea que esté pensando no me gusta en lo más mínimo.

Llegamos a casa y me dejo quedarme en mi habitación, al menos ya estaré más cómoda.

Me recuesto en mi cama y ya la extrañaba, aunque no tanto como a Marce.

Tocan a la puerta y es ese tipo, diciéndome que baje a cenar, y no tengo más opción. Así que me levanto y bajo. Veo la mesa servida con mi comida favorita. Y eso me hizo fruncir el ceño. Casi nunca hacia eso por mí.

—Come querida. Quiero que tú y mi nieto estén bien y sanos. —¡Dios!

Realmente no me gusta nada su actuar conmigo.

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