Las Carreras de Motos, o bien el motociclismo, como habitualmente se le llama a esta disciplina, se ha dado a conocer como uno de los grandes eventos que actualmente existen, ya que este hace uso de las motocicletas deportivas o de sus diversas modalidades que se comercializan para estos eventos. Lo cierto es que una carrera de motos consta de ser un evento el cual consiste de los recorridos a ciertas distancias, es decir, que van de un lugar hacia otro en el menor tiempo posible, o bien al recorrer una mayor distancia de acuerdo a un tiempo predefinido, o pasar la distancia en el menor tiempo posible, cualquiera de estos deben ser seguidos de forma correcta por parte de los conductores quienes posteriormente serán premiados si llegan entre los primeros 3 lugares.
Y, en este preciso momento, entre la arena, en medio del bullicio de la multitud, bajo las grandes carpas azules, y en la línea recta de motos de variados colores, se dio inicio a la carrera. Una pasión que muchas personas adoran, una afición que les saca de su mundo de presión y los traslada a una presión más fascinante, captando la atención de todos.
Motocicletas en fila, con los motores rugiendo, levantando la arena detrás de ellas como una espuma efímera, todas listas, esperando que el atractivo hombre frente a todas ellas bajara la bandera blanca que sostenía en alto. La tensión se sentía en el aire, mezclada con el abrasador sol, el ruido de la multitud y la arena que volaba con el viento. En medio de los participantes, había uno que ansiaba, más que nadie, ganar la carrera.
—¿¡Listas!? —gritó el hombre a pocos metros de los motociclistas, su voz resonando como un eco en el ambiente. La respuesta llegó a través del rugido de los motores, ansiosas por desencadenarse en medio de la arena. —¡Ya!
Con eso, el hombre corrió rápidamente hacia un lado de la pista, marcando el inicio de la carrera.
La arena se alzó frente a todas, el viento azotó los rostros de las motociclistas, y el bullicio de los espectadores se hizo aún más ensordecedor. En particular, un hombre de mirada castaña, cabello rojo como el vino en su apogeo, piel trigueña y una figura esbelta y atractiva que encajaba perfectamente con sus facciones simétricas y pecas, destacaba entre los demás. La emoción brillaba en sus ojos, y a su lado, una mujer rubia de baja estatura, con una mirada tan oscura como la medianoche, piel también trigueña y rasgos delicados que realzan su atractivo. Ambos sonreían mientras observaban la carrera, inmersos en la emoción y los aplausos.
—Esto es excelente —comentó él, dirigiendo una sonrisa a la mujer a su lado, quien asintió en acuerdo y volvió la mirada hacia la pista.
La carrera continuaba con todo su esplendor, con acrobacias y obstáculos que mantenían la atención de todos los presentes. Todos estaban expectantes, preguntándose quién sería la vencedora.
—¿Tienes agua por ahí? —preguntó él a la mujer a su lado, tratando de elevar un poco la voz debido al ruido de los motores y el bullicio de fondo.
—Sí, tengo —respondió ella, sacando una botella de agua de la mochila que descansaba frente a ellos en una silla blanca. Abrió la botella y se la entregó. —Aquí tienes.
—Gracias, tenía sed —expresó él, dando un sorbo apresurado que casi lo hizo atragantarse.
—Ten cuidado —advirtió ella entre risas mientras él trataba de limpiarse el agua que corría por las comisuras de sus labios.
—Por Dios... —rio él mientras ella utilizaba su pulgar para secar su barbilla. —Soy un torpe, Jesús. Gracias —dijo con una sonrisa después de que ella terminara de ayudarlo.
—De nada...
Sin decir más, intercambiaron sonrisas y volvieron la vista a la pista.
Todo iba sobre ruedas. Estaban a punto de llegar a la meta cuando, de repente, una motocicleta completamente roja se detuvo bruscamente.
Desde las carpas, dos personas notaron este incidente más que otros.
—Pero, ¿qué ha pasado ahí? ¿No es esa Katherina? —preguntó él a la mujer a su lado, sin dejar de mirar la pista.
Hacia la pista de arena, donde estaba la mencionada, ella miraba hacia una pequeña carpa cercana, gritando con evidente frustración:
—¡Recoge mi moto, hazlo ahora!
—¡Katherina! —gritó él desde la distancia, esperando que ella lo escuchara, pero no fue así.—Vamos, mejor nos vamos —dijo él a la mujer a su lado, quien asintió, y comenzaron a caminar lejos de la carpa.
Mientras tanto, la mujer en la moto logró llegar a la tienda de mecánica. Dos mujeres con monos mecánicos negros con estampados en blanco, se acercaron y tomaron la moto. Ella se bajó con evidente enfado, retirando el casco negro de su cabeza.
—Katherina... —la llamó una de las mujeres, y la mencionada la miró con una expresión de fastidio que intimidaba debido al azul profundo de sus ojos.
Con voz sarcástica, Katherina respondió:
—¿La revisaste esta mañana? ¡No revisaste nada! ¿Ahora qué, tengo que venir yo y hacerle mantenimiento a la moto?
—No, no es eso, Katherina, discul...
—¡Toma esto y déjame en paz! —exclamó, entregándole bruscamente el casco.
—Katherina...
—No, ¡déjalo ya! Esto es una completa tontería —dijo mientras caminaba hacia un pequeño remolque cercano, pasando por los demás sin decir una palabra más.
—¿Qué hacemos ahora? —preguntó él a la mujer a su lado, quien no supo qué responder.
—No lo sé, creo que es mejor alejarnos un momento y esperar a que se calme.
—Bien, creo que tienes razón...
Dijo él mientras se alejaban, dejando atrás a una Katherina visiblemente enfurecida.
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En ese momento, se encontraba contemplando el altar de la Virgen María por última vez. La Virgen, que llevaba él como una medalla al cuello, y después de hacer la señal de la cruz, se disponía a abandonar el recinto. Sin embargo, su intención se vio abruptamente interrumpida por una mujer que le resultaba muy familiar. Esta mujer, de la misma estatura que él, de piel trigueña, cabello negro como la noche y una figura atractiva, tenía una mirada café que dejaba entrever intenciones poco amigables, al igual que lo había hecho durante toda su vida. Su rostro estaba adornado con pecas alrededor de las mejillas, y su comportamiento y personalidad eran insoportables para él. Ahora, esta mujer estaba dentro del recinto, y él sabía que venía a molestarlo.
—¿Qué quieres? —le preguntó él con desdén.
—Solo quería saber cómo estás, mi amor —respondió ella con una mirada insinuante, como siempre lo hacía desde que se conocieron—. ¿Cumpliste tu sueño de ser un exitoso?
Al tocar su mejilla y su cabello, él se apartó bruscamente y respondió con frialdad:
—Sí, me fue bien, gracias.
Ella continuó provocándolo:
—¿Y ahora que tienes tu propia cuestión, ya no quieres saber nada de mí?
Él se dio la vuelta y, con una sonrisa cínica, le preguntó:
—¿Realmente pensaste que eso me haría volver contigo? —Siguió caminando, pero ella lo detuvo agarrándolo del brazo derecho.
—Ven, hablemos tranquilamente...
—¡Déjame en paz, Selena! —Se liberó bruscamente de su agarre y retrocedió.
—Hablemos tú y yo, calma...
—¡Selena!
Ella exclamó cuando, junto a él, apareció un hombre. Era un poco más bajo que ella, moreno, con ojos castaños, atractivo pero desaliñado. Sus pantalones de mezclilla estaban arrugados, al igual que su camisa blanca, y sus tenis blancos estaban sucios de barro. Se acercó con expresión de reclamo y enojo, que se acentuaba por su cabello rubio ondulado que caía desordenadamente sobre su rostro.
—Exacto, así quería encontrarte —dijo mientras se acercaba.
—¿Qué te pasa, Mariano? ¿Me seguirás a todas partes o qué? —Selena exclamó.
—Seguir, ¿a quién sigues? —preguntó él.
—Hablemos tú y yo, en privado —le dijo Selena al hombre de mirada esmeralda.
—Selena, no tengo nada que hablar contigo, aléjate —dijo él, pasando a su lado y continuando su camino.
Mariano se volvió hacia Selena:
—Así te gusta que te traten, ¿verdad? Como un objeto. Te trata mal, igual que ese tipo que solo busca mujeres y calienta ovarios.
—¿A quién llamaste "calienta ovarios"? —preguntó él al volver a acercarse.
Mariano se mostró cohibido:
—Me refería a otro tipo…
Él suspiró y sonrió irónicamente:
—Definitivamente, no tienes la moral para ofenderme.
Siguió caminando, pero Mariano lo detuvo nuevamente:
—¿Qué dijo?
—Te llamé "bruto", por si no entendiste —respondió, girándose para mirarlo.
—¿"Bruto" yo? Te voy a enseñar quién es bruto...
Selena intervino, poniéndose entre ellos:
—Vamos, cálmate. ¿Qué te pasa?
—¿No me vas a defender? No me...
Él parecía dispuesto a pelear nuevamente, pero Selena lo frenó:
—No tengo por qué defenderte. Fuiste tú quien empezó los problemas.
—Sabes que no es así. Déjame, puedo ocuparme de él.
—Está bien, déjalo —dijo él—. Pero si me tocas, te arrepentirás, Mariano.
Mientras discutían, se escuchó una voz masculina. Era el padre de la iglesia, acompañado por otro hombre más joven. El padre reprendió a todos por causar disturbios en la casa de Dios.
—Están faltando el respeto en este lugar sagrado —dijo el padre.
Selena trató de disculparse, pero el padre la interrumpió:
—No me vengas con excusas. Deben irse.
Los dos salieron de la iglesia. Mariano pasó junto a él, con ganas de pelear, pero finalmente siguió su camino. Selena, que intentaba obtener la bendición del padre, fue rechazada y también siguió su camino. Todo quedó en silencio, con miradas reprochables, dentro de la iglesia.
Una vez más...
La carrera había llegado a su fin. Lentamente, las personas se retiraban del lugar, dejando solo la arena atrás. Las motociclistas se habían agrupado en un solo punto, entregando sus motos, cascos y equipo. En ese mismo lugar, dos personas esperaban a la morena, quien se acercaba mientras el otro le preguntaba:— ¿Y? ¿Cómo estás?— ¿Cómo crees que estoy?— Bueno, ¿qué pasó, el embrague? —preguntó la rubia a un lado del trigueño.— Hoy el embrague, mañana los frenos, pasado no sé, cualquier otra cosa —respondió bruscamente mientras arrojaba su mochila a la parte trasera de su auto rojo.— Ay, amor, pero no te pongas así, no fue tu culpa —le dijo el de cabello vino tinto.— ¿De quién fue la culpa entonces? A mí no me importa, fui yo la que perdió, ¡fui yo! —Se señaló a sí misma, con enfado.— Bueno, sí... Pero tampoco es necesario que me hables así —contestó él mientras miraba hacia adelante y jugueteaba con los bordes de su abrigo negro, apoyado en el auto rojo.La morena suspiró al ve
The Mountain es la urbanización privada más lujosa y elegante de Londres, también conocida como el Beverly Hills de la Costa del Sol, debido a las villas más hermosas y el elegante estilo de la comunidad. The Mountain cuenta con servicio de seguridad 24 horas y consiste sobre todo de villas privadas. Propiedades en venta en Mountain tienen una gran demanda por la clientela internacional que busca exclusividad, seguridad y privacidad, mientras que al mismo tiempo están cerca del centro de la ciudad de Mountain, los servicios y la playa. En esta exclusiva urbanización residencial hay dos complejos de apartamentos, El Alfar y Lagos de Sierra. La renombrada escuela internacional Swans se encuentra justo al lado de Sierra y Mountain.En esa urbanización se hallaba viviendo cierta morena desde que tiene uso de razón y la misma que, se hallaba entrando junto al trigueño y a la rubia en el parqueadero —entrada de la misma — en el auto rojo de la rubia. El automóvil se detuvo abruptamente. D
— Mira, mamá, ahora no estoy de humor para uno de tus sermones, así que ahórratelos, por favor. — Entrando al despacho de su madre en el tercer piso, la morena declaró mientras se acercaba a ella. Su madre estaba sentada en una silla giratoria de color negro, detrás de un escritorio de madera de cedro. Estaba tomando un café y habló.— Bueno, pero ¿qué te pasa? Yo solo...— No, mamá, Jess y yo estamos buscando un nuevo patrocinio.— ¿Me estás escuchando? — Le preguntó su madre. — Cálmate, no te voy a dar ningún sermón. Por otro lado, ya sabía lo del patrocinio.— ¿Ah, sí? — preguntó, apoyando sus manos en el escritorio.— Sí.— Qué cosas... ¿Y tú, desde cuándo sabes cosas de mi vida o qué?— Siempre me ha interesado tu vida, aunque no lo creas o te parezca gracioso.— No, no es gracioso, es... sorprendente, más que todo. — Corrigió y se hizo un silencio entre ambos mientras su madre la miraba entreceñida.Un silencio que quedó atrás cuando la mujer, de mirada lapislázuli y apariencia
Era noche cerrada. El cielo estaba oscuro y apenas unas pocas estrellas se asomaban tímidamente entre la contaminación lumínica terrestre. Todo estaba envuelto en un profundo silencio, solo interrumpido por el murmullo de la noche y el susurro de los insectos nocturnos. Sin embargo, dentro de la imponente residencia en esa exclusiva urbanización, resonaban risas alrededor de la majestuosa mesa de cedro donde todos se encontraban, disfrutando de la cena.— Mamá, menos mal que tienes una empresa, porque como comediante no te ganarías la vida —comentó la morena mientras cortaba un trozo de carne de res y lo llevaba a su boca. El resto de los comensales estallaron en risas, incluyendo su esposo trigueño.La madre, entre risas, respondió:— Permíteme, perdona mi falta de talento humorístico. Parece que solo tú tienes un sentido del humor tan refinado como el noruego de tu padre. —Señaló al hombre, quien rio aún más.— Ay, tampoco tanto.— ¿Y qué culpa tengo yo?— En fin, no se te ocurra si
La escena se dividía en dos. En la primera, se encontraba "el de mirar esmeralda", sentado frente a un espejo en su habitación, completamente desnudo, peinando hacia atrás su cabello blanco, similar al color de las paredes de su cuarto. Tenía una expresión pensativa, calculadora, como si estuviera tramando algo, como era característico de lo que solía ocupar su mente. Por otro lado, en el rincón donde se hallaba el altar, Pepper yacía en el suelo junto a un largo papel amarillento con escrituras de oraciones y, lo más destacado, ajos. Arrojó los ajos sobre el papel y luego se persignó, siguiendo su ritual. Las escenas se entrelazaban; en un momento, regresábamos al escenario desnudo de pelinieve y, en el siguiente, volvíamos a estar con Pepper, quien, después de sus plegarias, sintió un repentino frío y el viento entró sin permiso por las ventanas del altar.La brusca intrusión del viento alarmó a Pepper.— Thomas... —susurró y, como movida por un impulso repentino, salió corriendo de
Es una empresa de soluciones de ingeniería y tecnología que brinda servicios de consultoría, interventoría o supervisión y gerencia de proyectos para múltiples sectores.Cuenta con un grupo capaz de aportar al desarrollo de sociedades y países, dando el primer paso en la prestación de soluciones integrales en: Consultoría e ingeniería, construcción de proyectos de energía eléctrica y soluciones tecnológicas.Ópera en el continente americano en: Colombia, Perú, Chile, Brasil, Estados Unidos y Trinidad y Tobago, con proyectos en más de 36 países y buscando siempre el desarrollo de proyectos en cualquier lugar del mundo. Su principal fin es apoyar e impulsar el desarrollo sostenible de infraestructura para sus clientes, mediante el conocimiento, el profesionalismo de todo el equipo, el rigor en el trabajo y la ética de cada integrante en su actuar.Las personas son el fundamento diario que hoy les permite consolidar alrededor de 60 años de historia, aportando al conocimiento técnico del
—Buenas…—Cristina, los papeles —dijo el joven, su voz resonando en el pasillo. A pocos metros de él, se hallaba Cristina, de tez trigueña y cabello ondulado negro, enfrascada en una breve lucha casi de broma, con el joven de cabello castaño, mientras sacaba unos documentos de un pequeño bolso con una expresión de urgencia. El joven, vestido informalmente con ropa negra, le arrebató los documentos con un gesto brusco y comenzó a revisarlos con una mirada impaciente.—Por Dios, aquí están los documentos, señorito.—¿Están completos? —preguntó él, con un tono ansioso.—Me imagino.—¿Cómo que me imagino? Por favor... —musitó él, frustrado, dejando a la joven atrás mientras comenzaba a caminar, con determinación, con los documentos en la mano.El ambiente en el pasillo era tenso, lleno de susurros y miradas furtivas. Las luces fluorescentes brillaban fríamente, reflejándose en los suelos pulidos.—Señor... —llamó una voz desde el otro extremo del pasillo. Un hombre de tez blanca se acer
En la colina del barrio The UnderGround, se erigía una pequeña casa algo dejada, cuyo interior parecía tan olvidado como sus habitantes. Timothe, de tez un tanto morena, estaba terminando de arreglarse para su trabajo como enfermero, un empleo que le exigía mucho más de lo que el salario reflejaba. Mientras ajustaba su uniforme, se oyó el familiar crujido de la puerta de entrada: Selena había llegado. Ella, como siempre, se sentó sin pedir permiso en la mesa opaca de madera de la cocina, comiéndose un plátano con la misma confianza de quien está en su propia casa.—Timothe, usted me está mintiendo a mí. Decíme la verdad, pues. ¿Él tiene otra o no? —exigió Selena, señalándolo con un dedo acusador. Sus ojos brillaban con una mezcla de frustración y desesperación, buscando respuestas.Timothe respiró hondo, preparándose para responder, pero la voz firme de Pepper resonó desde el fondo de la casa, cortando el aire como un cuchillo.—¿Quién llegó? Ah... la muerta de hambre de Selena, ¿no?