13. Tensión.

Cuando Thomas llegó a la oficina, abrió la puerta con un leve empujón, encontrándose con Dalia al fondo, absorta en unos documentos. Su presencia llenaba la habitación con una mezcla de autoridad y calidez.

—Permiso —dijo Thomas, su voz profunda resonando en la sala.

Dalia levantó la vista, esbozando una sonrisa antes de acercarse. Le tendió su mano derecha, firme y segura.

—¿Cómo siguió con el golpe? —preguntó Dalia, su mirada fija en él.

—Bien, bien, doctora. De verdad, solo fue un susto —respondió Thomas, sintiendo el calor de su mano mientras se sentaba en la silla giratoria que ella le señaló.

Dalia volvió a su asiento, sus ojos nunca dejando de evaluar cada movimiento de Thomas.

—Bueno… Pues me alegra mucho que haya venido —dijo ella, su sonrisa iluminando la habitación.

—Pues… Lo pensé bastante antes de venir a molestarla —confesó Thomas, con un tono de sincera humildad.

—¿Sí? —Dalia inclinó la cabeza, intrigada.

—Sí.

—Pero… ¿Querías saber qué le iba a proponer? —preguntó ella,
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