C3 - Tengo un trabajo para ti.

Días más tarde, Eva caminaba sin rumbo fijo por las calles iluminadas por los faroles de la ciudad. Hacía frío y el cielo parecía querer caerse cobre ella. Su bolso estaba más liviano que nunca, y su cuenta bancaria prácticamente vacía. Sin trabajo, sin ahorros y con un hijo en camino, se sentía más sola que nunca. Jason la había tenido completamente dependiente de él y ahora, enfrentada a la dura realidad, no tenía un plan.

Su departamento, el que durante dos años había sido su refugio, ya no era una opción. No podía pagar el alquiler y tuvo que dejarlo y donde creía tenía un hogar ya no lo era. Había pasado la última noche en un hotel barato, con el colchón duro y el aroma a humedad impregnado en las paredes. No quiso llamar a su abuela. No deseaba preocuparla ni enfrentar sus preguntas. Tampoco quería molestar a su amiga. Tenía que salir adelante por sí misma; sin embargo, cada vez se estaba volviendo más difícil.

Pero la verdad era que estaba aterrada. El único pensamiento que la mantenía en pie era el pequeño que crecía dentro de ella. Se llevó una mano al vientre y cerró los ojos.

— No puedo rendirme. No ahora — murmuró para sí misma.

Con los últimos ahorros que le quedaban, tomó un taxi hasta el cementerio. Aquel pedazo de tierra donde había enterrado a su bebé se convertiría en su refugio. Caminó despacio, sintiendo cada paso como una puñalada en el corazón. Cuando llegó a la lápida, sus piernas flaquearon y cayó de rodillas.

— Mi amor… — susurró, con la voz rota —. Perdóname. Perdóname por no haber podido protegerte.

Las lágrimas cayeron sin control. Golpeó la tierra con sus manos, sintiéndose impotente. El viento helado le cortaba la piel, pero no le importaba. El dolor era más fuerte.

— Te prometo que seré fuerte por tu hermano… o hermana — sollozó —. No dejaré que nadie nos haga daño. Nadie nos quitará lo único que nos queda.

El silencio del cementerio solo era interrumpido por sus sollozos. Entonces pensó que era buen momento para llamar a la única persona en quien más confiaba a parte de su abuela.

— ¿Eva? ¿Dónde estás? — preguntó Valeria con evidente preocupación —. He estado intentando comunicarme contigo. No sé nada de ti.

— En el cementerio — susurró ella, su voz quebrada por las lágrimas contenidas —. Te necesito, amiga. Necesito tu ayuda, Val.

Un silencio. Valeria no entendía por qué su mejor amiga estaba en un lugar como ese. ¿Qué había pasado? Pero ayudarla era su prioridad. Eso lo tenía claro y sea lo que sea que haya hecho ese bastardo, lo pagaría.

— Voy por ti.

Eva dudó un momento antes de susurrar la dirección. Apenas colgó, el llanto la venció y escondió el rostro entre las manos. Ya no tenía nada, pero al menos aún le quedaba su amiga. Valeria llegaría pronto. Y con suerte, le ofrecería la ayuda que tanto necesitaba.

Cuando el auto de Valeria se detuvo frente al lugar, e Eva la vio correr a su dirección, sintió que sus piernas flaqueaban. Su amiga bajó de inmediato y la abrazó con fuerza.

— Dios mío, Eva… estás temblando — susurró Valeria —. ¿Qué demonios te hizo ese desgraciado?

— Me lo quitó todo… — dijo Eva entre sollozos —. Me dejó sin nada, sin trabajo, sin dinero, sin dignidad…

Valeria miró la lápida y luego a su amiga y entendió todo. Sin hacer preguntas, la envolvió en un saco, la ayudó a ponerse de pie y a subir al auto y la observó con lágrimas en los ojos.

— No estás sola, ¿me oyes? No permitiré que te hundas.

— Me duele demasiado.

— No tienes que pasar por esto sola, Eva Isabella — murmuró —. No me hagas esto. Me necesitas y lo sabes. Sé que tenemos mucho de qué hablar y que soy una curiosa innata pero no preguntaré nada, me lo dirás todo cuando estés lista.

Eva se mordió el labio con fuerza, intentando contener más lágrimas.

— No quiero ser una carga…

— ¡No digas estupideces! — La interrumpió Valeria, con los ojos encendidos de rabia y tristeza —. Siempre has estado para mí. Es mi turno de estar para ti. Y sea lo que sea que haya pasado, no me importa.

Eva se dejó caer en los brazos de su amiga y lloró. Lloró por su bebé perdido, por su corazón destrozado, por la humillación que había sufrido y por el miedo que sentía al futuro.

— Perdí mi trabajo.

— Lo sé — respondió Valeria.

— Perdí a Jason — prosiguió.

— Por fin. Siempre supe que era una basura.

— Nunca supe que dependía tanto de él, hasta la semana en que mi contrato en mi departamento venció y tuve que salir de allí. Y mis cosas que tenía en su piso… ¡Dios! Tiró mis cosas al pasillo en una bolsa negra. Tuve que perderlo todo, Val. Me siento fatal, porque maté a mi bebé. Yo… yo lo hice y ahora no sé cómo proteger al que me queda.

— No… tu no hiciste nada. Él fue el culpable. Él se aprovechó de ti. Una hermosa chica de pueblo con un talento único. Tú no eres culpable de nada — dijo con rabia —. Jason es el causante de tu dolor y de nuestra perdida, porque ese bebé, también era mío, mi sobrino.

Después de un rato, Valeria le acarició el cabello con ternura.

— Tengo un trabajo para ti — Le dijo —. No es nada extravagante, pero te ayudará a empezar de nuevo. A distraerte.

Eva se separó un poco y la miró con ojos vidriosos.

— ¿Un trabajo?

Valeria asintió.

— Trabajo en la empresa de mi primo, y necesitan una asistente administrativa. No es glamuroso, pero el sueldo es decente. Y lo mejor es que nadie te tratará como basura.

Eva sintió que un rayo de esperanza iluminaba su alma.

— Valeria… no sé qué decir…

— Di que sí — respondió su amiga, sonriendo con dulzura —. Acepta mi ayuda, Isa. Por ti y por tu bebé.

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