Eva miró el reloj por enésima vez. Las manecillas parecían moverse con una lentitud desesperante. 4:57 p.m. Tres minutos más y podría irse. Sus dedos tamborileaban sobre la superficie de su escritorio mientras intentaba distraerse, pero el peso de la mirada de Gabriel Montenegro sobre ella la inquietaba.— ¿Tienes prisa? — preguntó él con una ceja arqueada.Eva se irguió en su asiento y negó con la cabeza, pero no pudo evitar sonrojarse.— No, señor. Solo verificaba la hora.Gabriel entrecerró los ojos y la observó en silencio, como si pudiera leer sus pensamientos. Finalmente, las manecillas alcanzaron las cinco en punto. Eva se puso de pie con rapidez, alisó su falda y caminó hacia su jefe con pasos firmes.— ¿Necesita algo más antes de que me retire? Estuve la última hora descansando en su asombroso y cómodo sofá, así que, si hay algo más que pueda hacer, estaré encantada de ayudarle.Gabriel dejó que una pequeña línea se dibujara en sus labios, apenas una sombra de sonrisa.— ¿En
Eva se encontraba esa tarde después del trabajo rebuscando en su pequeño ropero alguna prenda acorde para salir. Se miró al espejo y sonrió sutilmente al ver el pequeño abultado formado allí. Su instinto maternal la llenó de ternura, pero también de miedo. Optó por unos pantalones que no la apretaran demasiado y una blusa un poco floja con un escote discreto, lo que la hacía ver sexy sin que su vientre se notara. Perfecta.Cuando Carmen pasó por ella, llegaron a un club exclusivo. Las luces, la música y la multitud de personas vestidas elegantemente le dieron un mal presentimiento.— ¿Cómo lograste el pase a este lugar? — preguntó Eva, con el ceño fruncido.— Mi primo me lo consiguió — respondió Carmen con una sonrisa amplia —. Además, él y sus amigos estarán en el VIP. Podemos reunirnos allí.Eva asintió con una sonrisa tensa. No le gustaban estos lugares, y ahora no era diferente. La única razón por la que estaba allí era por Carmen. Suspiró y se dirigió a la barra.— Un Martini para
El sonido monótono de la máquina de monitoreo cardíaco llenaba la habitación de hospital. Eva estaba acostada en la cama, inconsciente, su rostro pálido contrastando con las sábanas blancas. A su lado, un suero goteaba lentamente, suministrándole líquidos mientras su cuerpo procesaba la droga que le habían administrado en el club.Fuera de la habitación, Gabriel se mantenía firme, con los puños apretados, la mandíbula tensa. Frente a él, el doctor revisaba su portapapeles antes de levantar la mirada con una expresión neutral.— Su novia está estable, señor Montenegro.Gabriel, distraído por sus pensamientos, apenas registró las palabras. Solo cuando el doctor continuó, su mente se detuvo en seco.— Afortunadamente, no ingirió una dosis grande de la sustancia, por lo que su bebé también está fuera de peligro.El mundo de Gabriel pareció tambalearse. Su bebé. Sus ojos se abrieron con incredulidad y fijó su mirada en el doctor, esperando haber escuchado mal.— ¿Qué? — Su voz fue apenas u
El mundo se sentía borroso, como si estuviera sumergida en una neblina espesa. Sus párpados pesaban toneladas, pero con un esfuerzo inmenso, logró abrir los ojos. Lo primero que hizo fue llevar ambas manos temblorosas hacia su vientre. Un sollozo silencioso se escapó de su garganta cuando sintió el pequeño abultamiento bajo la sábana blanca del hospital. Las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas, cálidas y desbordadas por el miedo.— No... — susurró con la voz rota, temiendo lo peor —. No puedo perderte a t también, mi amor. No a ti.La puerta se abrió de golpe y una figura familiar apareció en el umbral.— ¡Oh, ya despertaste! — exclamó Valeria, corriendo hacia ella y tomándola de las manos con desesperación.Eva la miró con los ojos empañados, el corazón latiendo con fuerza. Intentó hablar, pero solo pudo sollozar.— Ella está bien — le aseguró Valeria con una voz firme pero dulce —. Esa pequeñita es fuerte y está bien allí, creciendo.Eva sintió que un enorme peso se de
Eva despertó con un suspiro tembloroso cuando el médico entró en la habitación con su expediente en la mano. Lo primero que pasó por su mente es que algo estaba mal, pero, cuando finalmente el hombre sonrió, todo pareció encajar.— Señorita Moretti — comenzó con tono profesional —, sus análisis han salido bien, y puede recibir el alta hoy mismo. Pero debe seguir en reposo. Su cuerpo aún está débil debido a la droga que le administraron. Es un milagro que tanto usted como su bebé estén a salvo.Eva sintió cómo se le formaba un nudo en la garganta y se llevó una mano al vientre. Todavía no podía creerlo. Después de todo lo que había pasado, después del miedo y la desesperación, su bebé seguía ahí. A salvo.— Haré todo lo que usted indique, doctor — respondió.Valeria, quien se encontraba sentada junto a la cama, suspiró con alivio.— Lo ves, todo está bien. — Le apretó la mano con fuerza —. Pero ahora debes cuidarte, Eva. No puedes seguir en este estado.— No es culpa mía que ellos teng
Eva permanecía de pie frente a su casa, con la mirada fija en el coche de Valeria. El viento helado de la mañana agitaba su cabello, pero ella apenas lo sentía. La incertidumbre pesaba en su pecho como una losa.— ¿Estás segura? — preguntó, mirándola con el ceño fruncido —. No quiero que te quedes sin auto por mi culpa.Valeria rodó los ojos, apoyó un brazo sobre el volante y esbozó una sonrisa confiada.— Voy a tomar uno del garaje de mi primo o de mis tíos. No te preocupes por mí. — Su voz era suave —. Los voy a convencer.Eva se inclinó y la abrazó con fuerza.— Gracias, Val — murmuró con la voz cargada de emoción —. Tengo mucha suerte de tenerte como amiga.— Vete ya, antes de que me arrepienta — bromeó Valeria con un guiño —. Yo también te quiero mucho.Eva asintió, subió al coche y arrancó. Valeria la observó hasta que el auto desapareció al doblar la esquina. Sintió un vacío en el estómago. Sabía que Eva necesitaba alejarse, pero algo en su interior le decía que aquello no term
Eva se quedó inmóvil frente a la casa de su abuela, observando la fachada que no había cambiado en todos esos años. Su corazón latía con fuerza, una mezcla de nostalgia, miedo y alivio. Cuando tocó el timbre, el tiempo pareció ralentizarse hasta que la puerta finalmente se abrió.Su abuela, una mujer de cabello gris y ojos sabios, se quedó boquiabierta antes de llevarse las manos al rostro, temblorosa.— Mi niña... mi niña. Mi niña ha vuelto — repetía entre sollozos, extendiendo los brazos para abrazarla.Eva se dejó envolver por el abrazo cálido de su abuela, sintiendo una paz que había olvidado que existía. Con una caricia en su mejilla, la anciana la invitó a pasar. Apenas cruzó la puerta, la fragancia de canela y té la envolvió como un bálsamo reconfortante.— Siéntate, mi amor, dime, ¿cómo estás? ¿Qué pasó para que finalmente ese imbécil de Jason te diera permiso de venir? — preguntó su abuela con tono severo. Luego la miró con sospecha —. ¿Sigues siendo su novia?Los ojos de Eva
Eva y su abuela llegaron a la casa con el corazón latiendo a toda velocidad. Apenas cruzó el umbral, la anciana la enfrentó con una mirada severa y preocupada.— ¿Qué pasó realmente, Eva? — preguntó la mujer, sin rodeos —. ¿Por qué ese imbécil de Jason cree que estás embarazada?Eva suspiró pesadamente y bajó la mirada. Sabía que no podía seguir ocultando la verdad, al menos no a su abuela. Se sentó en el viejo sillón del salón y, con un hilo de voz, empezó a contarle la parte más oscura de su historia. Habló de la traición, del dolor, del miedo que sintió cuando todo se derrumbó a su alrededor. Su abuela la escuchó en silencio, con las manos temblorosas apretadas sobre su regazo.— Y ahora cargo con un bebé, abuela — susurró Eva con los ojos empañados —. Tenía gemelos y perdí a uno. No puedo arriesgarme a perder a este también.La anciana ahogó un sollozo y la abrazó con todas sus fuerzas.— Mi niña… — murmuró con el alma rota —. No debiste pasar por todo eso sola.Eva sintió el calo