Eva se quedó inmóvil frente a la casa de su abuela, observando la fachada que no había cambiado en todos esos años. Su corazón latía con fuerza, una mezcla de nostalgia, miedo y alivio. Cuando tocó el timbre, el tiempo pareció ralentizarse hasta que la puerta finalmente se abrió.Su abuela, una mujer de cabello gris y ojos sabios, se quedó boquiabierta antes de llevarse las manos al rostro, temblorosa.— Mi niña... mi niña. Mi niña ha vuelto — repetía entre sollozos, extendiendo los brazos para abrazarla.Eva se dejó envolver por el abrazo cálido de su abuela, sintiendo una paz que había olvidado que existía. Con una caricia en su mejilla, la anciana la invitó a pasar. Apenas cruzó la puerta, la fragancia de canela y té la envolvió como un bálsamo reconfortante.— Siéntate, mi amor, dime, ¿cómo estás? ¿Qué pasó para que finalmente ese imbécil de Jason te diera permiso de venir? — preguntó su abuela con tono severo. Luego la miró con sospecha —. ¿Sigues siendo su novia?Los ojos de Eva
Eva y su abuela llegaron a la casa con el corazón latiendo a toda velocidad. Apenas cruzó el umbral, la anciana la enfrentó con una mirada severa y preocupada.— ¿Qué pasó realmente, Eva? — preguntó la mujer, sin rodeos —. ¿Por qué ese imbécil de Jason cree que estás embarazada?Eva suspiró pesadamente y bajó la mirada. Sabía que no podía seguir ocultando la verdad, al menos no a su abuela. Se sentó en el viejo sillón del salón y, con un hilo de voz, empezó a contarle la parte más oscura de su historia. Habló de la traición, del dolor, del miedo que sintió cuando todo se derrumbó a su alrededor. Su abuela la escuchó en silencio, con las manos temblorosas apretadas sobre su regazo.— Y ahora cargo con un bebé, abuela — susurró Eva con los ojos empañados —. Tenía gemelos y perdí a uno. No puedo arriesgarme a perder a este también.La anciana ahogó un sollozo y la abrazó con todas sus fuerzas.— Mi niña… — murmuró con el alma rota —. No debiste pasar por todo eso sola.Eva sintió el calo
El silencio reinaba en la casa mientras Eva y Gabriel permanecían en la sala sin atreverse a decir nada. La abuela de Eva se había retirado hacía un buen rato, dejándolos solos en una escena que rozaba lo cómico. Ambos parecían dos extraños atrapados en una situación incómoda, evitando cruzar miradas y fingiendo que cada pequeño sonido no los hacía sobresaltarse.Finalmente, Gabriel decidió que era hora de irse. Se puso de pie y Eva lo acompañó hasta la puerta. Cuando llegaron, él le agradeció por la cena con su tono habitual de cortesía distante.— Tómate tu tiempo en tu reposo — agregó con suavidad.Eva sonrió levemente y sacudió la cabeza.— Mañana ya volveré a la ciudad. Estoy usando el auto de Valeria y ella suele ser un poco insistente.Gabriel le dio la razón con un asentimiento y, en un arrebato de valentía, Eva preguntó: — ¿La quieres?Gabriel la miró con sorpresa, pero no tardó mucho en responder.— Podría decirse que sí. Es familia.Eva asintió con una expresión indescifrabl
Cuando Eva finalmente quedó sola en su nuevo hogar, pudo tomarse el tiempo de inspeccionar cada rincón con más calma. Sus dedos recorrieron la elegante superficie de la cocina, el mármol frío y liso bajo su toque, contrastando con el cálido sentimiento que inundaba su pecho. Nunca había vivido en un lugar tan lujoso, pero el hecho de que Valeria hubiera pensado en cada detalle para hacerla sentir cómoda, le provocaba un nudo en la garganta.Deambuló por la sala, admirando la vista nocturna de la ciudad a través de los enormes ventanales. La luz de las farolas titilaba en la distancia, y por un momento se permitió imaginar que todo esto era un sueño, que pronto despertaría en su antigua y modesta habitación. Pero no era un sueño. Esto era real.Al avanzar por el pasillo, sus pasos la llevaron hasta una puerta contigua a su habitación. Con curiosidad, giró la manija y la abrió con cautela. El aire en la habitación era diferente, como si cada rincón estuviera impregnado de una ternura in
Eva regresó al trabajo con la cabeza en alto, a pesar de que el nudo en su estómago no desaparecía. El eco de sus propios pasos en el piso reluciente le recordaba lo mucho que había cambiado en tan poco tiempo. Aun así, estaba decidida a seguir adelante. Apenas se sentó en su escritorio, su compañera Carmen apareció en la puerta con una sonrisa entre culpable y aliviada.— Así que ya volviste — dijo Carmen, apoyándose en el marco de la puerta.Eva le devolvió la sonrisa y asintió.— Sí. Y tú, ¿cómo estás?Carmen avanzó unos pasos y, para sorpresa de Eva, se puso en cuclillas a su lado, con una expresión de genuina preocupación.— Esa es la pregunta que debería hacerte yo — susurró. Luego, bajó la mirada y apretó los labios antes de continuar —. Perdóname, Eva. No supe cuidarte. Yo… yo no debí dejarte sola. Soy una pésima amiga.Eva soltó una risa corta y negó con la cabeza.— No deberías preocuparte por eso, Carmen. No eres mi niñera, eres mi amiga. Además, estabas celebrando tu cumpl
Eva salió de la empresa con paso firme, pero sin prisa. Había aprendido a no llamar la atención innecesariamente. Aun así, Gabriel Montenegro la observaba desde la entrada del edificio, con los brazos cruzados sobre el pecho y una expresión inescrutable. Su mandíbula se tensó al verla dirigirse a la parada del autobús. ¿Acaso pretendía viajar en transporte público? Solo imaginarlo lo sacaba de quicio.Sin embargo, su molestia se transformó en sorpresa cuando Eva, en lugar de esperar el autobús, alzó la mano y detuvo un taxi. Gabriel maldijo por lo bajo y, con rapidez, se dirigió a su auto, donde Ben ya lo esperaba al volante.— Sigue a esa mujer — ordenó mientras se abrochaba el cinturón.Ben lo miró por el retrovisor con una mezcla de incredulidad y diversión. Su jefe, el hombre siempre tan estoico y reservado, estaba actuando con una intensidad poco habitual. Era casi... humano. Aunque, claro, su obsesión con Eva también lograba sacarlo de quicio.— ¿Puedo preguntar qué estamos haci
El restaurante al que Gabriel llevó a Eva era un lugar exclusivo, donde la privacidad estaba garantizada por biombos de madera tallada y luces tenues que otorgaban un aire de intimidad. Eva se sintió incómoda al instante. No por el lujo del sitio, pues había estado en lugares así antes, sino por la sensación de que Gabriel quería algo más de ella. Algo que ella no estaba dispuesta a ofrecer. Gabriel lo notó de inmediato, y una frustración palpable se instaló en su expresión.Cuando el mesero se acercó, Gabriel pidió su comida con naturalidad y luego dirigió su atención a Eva. Ella forzó una sonrisa y hojeó el menú sin mucho interés. Antes de que pudiera responder, Gabriel pidió lo mismo para ella.— No tienes por qué decidir por mí — dijo con voz neutra.Gabriel apoyó el codo sobre la mesa y la miró con intensidad.— Solo quería sacarte a cenar. ¿Qué tiene de malo eso?Eva inspiró hondo y dejó el menú sobre la mesa.— Está mal porque soy tu empleada. Esto no es una cena de trabajo — r
Eva fijó la vista en la pantalla de su laptop, su respiración era lenta y controlada, pero sus dedos se movían con rapidez y precisión sobre el teclado. Su mirada se clavó en la información clasificada que tenía ante sus ojos: estrategias de mercado, fusiones secretas, planes de expansión, próximos lanzamientos... datos que, en manos equivocadas, podrían destruir la empresa Barut desde sus cimientos.Dio un último vistazo a la información antes de hacer clic en “eliminar”. En cuestión de segundos, los datos desaparecieron de la base de datos interna de la empresa. Nadie, ni siquiera el mejor experto en seguridad informática, podría recuperarlos. Jason no tendría nada para presentar en sus reuniones, ni cifras, ni proyecciones, ni siquiera los detalles de los productos que se lanzarían en los próximos meses. Un golpe certero, uno que lo pondría de rodillas.Sonrió con satisfacción mientras adjuntaba los archivos encriptados a un correo y los enviaba a la competencia más feroz de la ciu