— ¿Estás bien? — preguntó, su voz temblando mientras aseguraba a su familia. El instinto protector de Gabriel había entrado en acción, solo le importaba el bienestar de su mujer y su hija.Eva asintió, aunque la ansiedad y el horror llenaban su corazón.— No sé qué pasó. ¿Dónde está…? — Guardó silencio, mirando en una dirección fija y a su amiga, tirada en la acera —. No, no, no.Gabriel, aun procesando lo que acababa de suceder, miró hacia la dirección en la que el coche había desaparecido, y vio a su prima. El sonido de las sirenas de la ambulancia llegando y Ben a su lado, intentando de mantenerla con vida, tenia la mirada fija en el cielo, su cuerpo entraba en shock, sus ojos se llenaban de lágrimas, y le costaba respirar.— ¡Valeria! ¡Valeria! — exclamó la madre de Gabriel, lanzándose al suelo, junto a ella —. Mi niña. No debiste hacer eso. Era a mí a quien iba a llevar al frente.En ese momento, una multitud comenzó a reunirse, y los murmullos de preocupación llenaron el aire. L
La mañana era silenciosa, gris y triste. Una bruma espesa cubría la ciudad, como si el cielo mismo llorara la pérdida de Valeria. El funeral se había organizado rápidamente, y el ambiente estaba cargado de tensión y dolor. La última joven mujer de los Montenegro había muerto, y la noticia había sacudido la ciudad, que clamaba justicia por la vida arrebatada de Valeria.Eva, vestida de negro, se encontraba al lado de Gabriel, observando cómo su mejor amiga, su hermana de padres diferentes, se marchaba de su vida.— ¿Qué se supone que haré sin ti? — murmuró, sintiendo que la tristeza la envolvía como un manto pesado. Las palabras del cura resonaban en el aire, mientras él decía sus últimas palabras para que Valeria pudiera entrar al reino de los cielos. Pero en su interior, Eva comenzaba a dudar. Sentía odio, mucho odio, y estaba harta de sentirse así. La sed de venganza aumentaba con cada golpe que le daban.«¿Con qué derecho Jason se atreve a reclamarme algo después de lo que él me hi
Jason estaba sentado en su piso, la penumbra envolvía el ambiente mientras observaba desde el balcón. El vaso de whisky en su mano temblaba ligeramente, reflejando la agitación que sentía en su interior. Las luces de la ciudad parpadeaban a lo lejos, pero él no podía concentrarse en nada más que en la tormenta que se avecinaba en su vida. Había cometido muchos errores y el peso de ellos lo aplastaba. Sin embargo, su sed de venganza podía con él mucho más.De repente, la puerta se abrió y Leonarda entró, luciendo diferente, con una peluca corta que no le favorecía.— Estoy comenzando a arrepentirme de contratarte — dijo, lanzando la peluca sobre el sofá con desdén —. Has cometido demasiados errores. Uno de ellos es no matar a esa patética mujer.Jason, a pesar del miedo que sentía, la enfrentó, dejando el vaso de whisky sobre la mesa, su sonrisa infernal desafiando su nerviosismo.— ¿Puedes repetir eso? — le preguntó, arqueando una ceja.Leonarda lo observó con curiosidad.— ¿Qué? — re
Los atletas la miraron con entusiasmo. Algunos sonrieron, mientras otros parecían ansiosos por escuchar lo que tenía que decir.— Sé que están trabajando muy duro para alcanzar sus metas, y quiero que se sientan cómodos y seguros en lo que lleven puesto — continuó, sintiendo que la conexión con ellos se establecía rápidamente.— Es importante para mí que cada uno de ustedes tenga voz en este proceso. Quiero saber qué es lo que realmente les gusta, qué colores prefieren, qué estilos consideran que les ayudan a rendir mejor — agregó, viendo cómo algunos comenzaron a murmurar entre ellos —. Quiero que se sientan en casa cuando hablen conmigo.Un joven de cabello rizado levantó la mano.— ¿Podemos elegir los colores? — preguntó con una sonrisa expectante.— Por supuesto — respondió Eva, sintiendo que la energía en la sala se elevaba — Quiero que se sientan identificados con lo que usan. Esto no es solo una indumentaria, es una representación de ustedes mismos y de la marca.Las conversaci
— Dime que me deseas, Eva — susurró Jason contra su piel, sus labios recorriendo su cuello con una mezcla de urgencia y posesión.— Te deseo, Jason... — susurró ella, sintiendo su cuerpo arder bajo su tacto.Era un amor secreto, un amor prohibido. Dos años de encuentros furtivos, de noches de pasión en habitaciones de hotel, de promesas susurradas en la penumbra. Dos años esperando que él finalmente la presentara a su familia. Pero eso nunca pasó.Y ahora entendía por qué.La oficina de Jason Barut era un reflejo de su poder: elegante, impecable, con ventanales que daban a la ciudad como si fuera su dueño. Ahí, en ese mundo de cristal y acero, Eva Martín había sido su sombra por dos años.Dos años siendo su asistente, su amante en la oscuridad, su secreto mejor guardado.Se ajustó la blusa color perla y echó un vistazo rápido a su reflejo en el espejo del ascensor. Ojos grandes, labios temblorosos. Se veía como lo que era: una mujer enamorada que, contra toda lógica, seguía creyendo e
— ¡Carajo!El mundo era un eco lejano cuando Eva abrió los ojos. El olor a desinfectante y la tenue luz del hospital la hicieron parpadear, desorientada. Su cuerpo se sentía pesado, adormecido, pero había un vacío en su interior que la hizo estremecerse de inmediato.Intentó moverse, pero un dolor punzante la detuvo. Bajó la vista y vio su brazo conectado a una intravenosa. El corazón le latía con fuerza en el pecho cuando la puerta se abrió y entró un médico con expresión sombría.— Señorita Moretti, me alegra que haya despertado — dijo con tono profesional, pero en su mirada había algo de compasión —. Lamento informarle que ha sufrido un aborto espontáneo debido al estrés severo y el impacto emocional.El mundo pareció detenerse.Aborto.Esa sangre, Jason, todo comenzó a golpearla fuertemente en ese momento, haciendo que su corazón comenzara a romperse. Estaba segura que el médico la miraba con lástima porque escuchaba como su corazón se rompía como ecos de un cristal lanzados a la
Días más tarde, Eva caminaba sin rumbo fijo por las calles iluminadas por los faroles de la ciudad. Hacía frío y el cielo parecía querer caerse cobre ella. Su bolso estaba más liviano que nunca, y su cuenta bancaria prácticamente vacía. Sin trabajo, sin ahorros y con un hijo en camino, se sentía más sola que nunca. Jason la había tenido completamente dependiente de él y ahora, enfrentada a la dura realidad, no tenía un plan.Su departamento, el que durante dos años había sido su refugio, ya no era una opción. No podía pagar el alquiler y tuvo que dejarlo y donde creía tenía un hogar ya no lo era. Había pasado la última noche en un hotel barato, con el colchón duro y el aroma a humedad impregnado en las paredes. No quiso llamar a su abuela. No deseaba preocuparla ni enfrentar sus preguntas. Tampoco quería molestar a su amiga. Tenía que salir adelante por sí misma; sin embargo, cada vez se estaba volviendo más difícil.Pero la verdad era que estaba aterrada. El único pensamiento que la
Eva apretó la carpeta contra su pecho, sintiendo cómo sus manos temblaban de rabia y nerviosismo. Miró a Valeria con el ceño fruncido antes de soltar las palabras que llevaban ardiendo en su lengua desde que recibió la noticia.— Conseguí el trabajo. — Su voz era áspera.Valeria saltó de emoción y la abrazó con fuerza.— ¡Sabía que lo lograrías, Isa! ¡Estoy tan feliz por ti! — exclamó con tanta emoción.Pero su risa se apagó cuando vio la expresión de Eva, seria, sombría. Se cruzó de brazos, observándola con suspicacia.— Espera un momento... ¿Por qué tienes cara de culo?Eva suspiró profundamente.— En primer lugar, no les dijiste que estoy embarazada. — Valeria abrió los ojos como platos, pero Eva levantó una mano antes de que pudiera interrumpirla —. En segundo lugar, el trabajo es fuera de la ciudad. Y en tercer lugar... — Tomó aire antes de soltarlo —. ¡Tú primo es el mismísimo Gabriel Montenegro!El silencio reinó por unos segundos antes de que Valeria estallara en una carcajada