C4 - Necesito una asistente.

Eva apretó la carpeta contra su pecho, sintiendo cómo sus manos temblaban de rabia y nerviosismo. Miró a Valeria con el ceño fruncido antes de soltar las palabras que llevaban ardiendo en su lengua desde que recibió la noticia.

— Conseguí el trabajo. — Su voz era áspera.

Valeria saltó de emoción y la abrazó con fuerza.

— ¡Sabía que lo lograrías, Isa! ¡Estoy tan feliz por ti! — exclamó con tanta emoción.

Pero su risa se apagó cuando vio la expresión de Eva, seria, sombría. Se cruzó de brazos, observándola con suspicacia.

— Espera un momento... ¿Por qué tienes cara de culo?

Eva suspiró profundamente.

— En primer lugar, no les dijiste que estoy embarazada. — Valeria abrió los ojos como platos, pero Eva levantó una mano antes de que pudiera interrumpirla —. En segundo lugar, el trabajo es fuera de la ciudad. Y en tercer lugar... — Tomó aire antes de soltarlo —. ¡Tú primo es el mismísimo Gabriel Montenegro!

El silencio reinó por unos segundos antes de que Valeria estallara en una carcajada.

— Oh, Isa... ¡Qué manera de dramatizar!

— ¡Me dijiste que no era un trabajo como el que tenía! Pero es Gabriel, ¡el magnate Gabriel Montenegro! ¡Ese hombre es un demonio en los negocios!

Valeria solo se encogió de hombros, sonriendo con inocencia.

— Yo solo hice lo necesario para que pudieras empezar de cero. Irte de la ciudad es lo mejor para ti.

Eva cerró los ojos por un instante. Sabía que su amiga tenía razón. No podía quedarse en la ciudad, no cuando Jason seguía allí, con Penélope pisándole los talones. Asintió con pesar.

— No será eterno, Valeria. Cuando se enteren de mi embarazo, me despedirán. Esa empresa no acepta trabajadoras embarazadas. Lo sé.

Valeria le tomó las manos.

— Tienes unos meses para demostrar tu capacidad. Tal vez Gabriel haga una excepción. Dale una oportunidad.

Con una mezcla de resignación y determinación, Eva empezó a empacar sus cosas. Se despidió de Valeria con un fuerte abrazo y tomó el autobús con destino a su nueva vida. Acarició su vientre, sintiendo una pequeña esperanza nacer en su pecho. Por primera vez en mucho tiempo, tal vez tenía una oportunidad de comenzar de nuevo.

Mientras tanto, en Seattle, Gabriel Montenegro estaba furioso.

— ¡¿Dónde diablos está la asistente que prometieron?! — rugió, lanzando la carpeta al suelo con furia —. ¿Acaso piensan que soy una máquina para arreglar sus estúpidos errores de m****a?

Su secretaria, con los ojos cargados de lágrimas, huyó de la oficina sin decir una palabra. Gabriel bufó con desprecio.

— Otra cobarde... — murmuró antes de marcar un número en su teléfono.

— Hola, primito, ¿qué pasa? Sabes que no puedo atender en mi trabajo — contestó Valeria con un tono divertido.

Gabriel suspiró pesadamente.

— ¡Como si trabajar en la morgue fuera tan ajetreado! ¡Dime dónde está tu amiga! Necesito una asistente. Mi secretaria acaba de renunciar.

Valeria soltó una carcajada.

— ¡Vaya! No te aguanta ninguna, ¿eh? Eva debe estar llegando en un rato, pero se supone que se presentará mañana. No la presiones.

— La presionaré todo lo que me dé la gana. Llámala y dile que venga directo a mí.

— ¿Hablas en serio? ¡Gabriel, dale tiempo de hospedarse en el departamento!

Gabriel suspiró con frustración.

— La necesito ahora.

— De acuerdo, pero trátala bien. Eva es mi mejor amiga y está pasando por un infierno. Solo necesita este trabajo para distraerse.

Gabriel frunció el ceño. No le gustaban los empleados con dramas personales, pero confiaba en el criterio de su prima.

— Lo tendré en cuenta. ¿En qué llega?

— En autobús.

Un silencio pesado se instaló en la llamada.

— ¡¿En autobús?! ¿A quién m****a me mandaste? ¡Ni siquiera he visto a una asistente que viaje en bus!

— Te envié a la mejor asistente del planeta, y te ordeno que la cuides. Si la haces llorar... — Hubo una pausa antes de que Valeria soltara una amenaza con voz burlona —. Le diré a todo el mundo que eres infértil.

Gabriel rodó los ojos.

— No soy infértil, soy estéril porque me hice la vasectomía. Y eso es de público conocimiento, gracias a la idiota que recomendaste antes y que intentó meterse entre mis piernas.

— Un pequeño error — musitó Valeria, sin poder contener la risa.

— No me hagas recordar esa pesadilla. ¡Solo asegúrate de que esta amiga tuya valga la pena!

— Cuídala, Gabriel. Es la única amiga real que tengo.

Gabriel colgó y llamó de inmediato a su chofer.

— Ve a la estación de autobuses. Recoge a mi nueva asistente. Eva Moretti.

Su nombre se sentía extraño pronunciar, como si fuera una advertencia. Volvió a hojear el currículo que le había pasado su prima, y realmente parecía excepcional. Su rostro era extremadamente angelical. Solo esperaba que no la defraudara, porque realmente necesitaba a alguien audaz y capaz en ese puesto, que no solo sea buena en el trabajo, sino también con su genio.

Su chofer no tardó en cumplir la orden y, en pocas horas, Eva llegaba a Seattle sin tener idea de lo que le esperaba. El frío la recibió al bajar del autobús, pero no fue nada comparado con la mirada calculadora del hombre que la esperaba con un cartel que llevaba su nombre.

— Señorita Eva Moretti, el señor Montenegro me envía a recogerla. Su presencia es requerida de inmediato en su oficina.

El corazón de Eva se aceleró. Apenas había llegado y ya la estaban convocando. Sus dedos se aferraron a su bolso mientras asentía con cautela.

«¿Se habrá enterado de su embarazo?» Fue lo primero que pasó por su mente.

— ¡Oh! ¿Ahora? Me habían dicho que me presente mañana.

— Son órdenes estrictas del señor. Por favor, acompáñeme — insistió.

Sin más remedio, subió al auto, preguntándose si realmente estaba lista para enfrentarse a un hombre con la fama de Gabriel Montenegro. Pero una cosa tenía clara: no permitiría que nadie volviera a humillarla. Había venido a Seattle para empezar de nuevo y haría lo imposible para lograrlo.

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