La cena transcurrió en un silencio tenso, interrumpido solo por el suave tintineo de los cubiertos y el crujir de la madera bajo el peso de la comida. Isolde observaba con atención cada movimiento de Damian, tratando de mantener una expresión neutral. Su estómago, sin embargo, no dejaba de revolverse. Había algo en la manera en que él la miraba, algo que le erizaba la piel.Damian se mantenía en su puesto, aparentemente calmado, aunque sus ojos nunca dejaban de vigilarla. Isolde sabía que estaba esperando el momento adecuado para hablar y no podía evitar preguntarse qué quería de ella, qué planes tenía. La duda la estaba consumiendo viva, pero también algo más. Algo peligroso.El plato principal llegó a la mesa, y el servidor se retiró en silencio, consciente de que nada debía interrumpir aquel momento.Damian, sin apartar la vista de Isolde, partió un trozo de carne, lo miró un instante y luego dejó el tenedor a un lado frustrado.—No quiero que vuelvas a escapar.— aseguró atreviéndo
El pecho de Isolde subía y bajaba con rapidez, su respiración entrecortada mientras sentía a Damian acomodarse entre sus piernas. Su erección presionaba contra su sexo desnudo, arrancándole un escalofrío de anticipación. No llevaba nada debajo de esa camisa. No le habían traído más ropa, solo un diminuto vestido que se había negado a ponerse.—Aún huelo a otro macho en ti… —gruñó Damisn deslizando los dedos por su escote, desabrochando la camisa hasta que sus senos quedaron expuestos ante él.Los ojos del Alfa se oscurecieron. su aliento se tornó más pesado. Bajó lentamente por su cuello, dejando un rastro húmedo de besos, saboreando su piel hasta llegar a uno de sus senos.Tomó el pezón en su boca y lo succionó con lentitud, atrapándolo entre sus labios, mientras su otra mano ascendía hasta el seno contrario, acariciándolo con maestría, atrapando el pezón entre sus dedos y haciéndolo rodar entre ellos.—Damian… para… —su voz tembló en una súplica que sonaba débil incluso para ella.
Damian no apartó la vista de ella mientras su cuerpo aún temblaba. Su pecho subía y bajaba con cada respiración entrecortada, sus labios entreabiertos e hinchados exhalaban gemidos, sus muslos aún tensos por el orgasmo que acababa de arrancarle. De hacerle tener. De provocarle él.Porque era suya.Esa imagen, esa visión de ella perdida en el placer que le había dado, era la prueba de que no importaban sus palabras, ni su resistencia, ni sus excusas. Su cuerpo le decía la verdad y lo cierto es que no podía negarse a él. Y aunque no entendía por qué huía, estaba seguro de que lo acabaría descubriendo.Lentamente, deslizó su lengua una última vez sobre su sexo, saboreándola, prolongando el estremecimiento que aún recorría su cuerpo.—Siempre intentas huir de esto… —murmuró contra su piel antes de apartarse y elevar la mirada buscándola—. Pero cuando te toco y reaccionas así… cuando me llamas así… no puedes negar la verdad, Abigail.Ella todavía jadeaba, pero algo en sus ojos se encendió
El sonido de golpes suaves en la puerta la sacó de su sueño. Isolde parpadeó lentamente, aún envuelta en la calidez de la cama. Su mente tardó unos segundos en ubicarse, pero cuando lo hizo, recordó dónde estaba. La camisa de Damián aún la cubría, su aroma estaba impregnado en la tela, envolviéndola como un rastro de la presencia del Alfa sobre su cuerpo.Los golpes se repitieron, esta vez sonaron más fuertes.—Señorita Abigail, debe despertarse.Isolde entrecerró los ojos. Una sirvienta.—¿Qué sucede? —preguntó, su voz aún algo ronca por el sueño.La puerta se abrió con cautela, y una joven de cabello castaño y rostro amable entró con una bandeja de ropa en las manos.—Los ancianos la requieren en el consejo —informó —Me pidieron que la prepare para la reunión.El sueño se evaporó al instante.Un escalofrío le recorrió la columna.¿El consejo?Se obligó a mantener la calma, pero su mente ya trabajaba a toda velocidad. ¿Por qué querrían verla? ¿Tendría que ver con lo que Evelyn había
El silencio que siguió a la declaración de Damián fue incómodo, casi sofocante. Los ancianos intercambiaron miradas desconcertadas, sin atreverse a hablar. Evelyn, que hasta ese instante se sentía segura de su victoria, quedó completamente inmóvil, su rostro perdiendo todo rastro de color. Sus ojos se clavaron en Isolde como dagas afiladas, rebosantes de incredulidad y rabia contenida.Cinco años.Cinco malditos años esperando una propuesta del Alfa.Cinco años de paciencia, de fidelidad, de asegurarse de estar siempre en su camino. Y ahora, de la nada, esa extraña llegaba y se convertía en su prometida.Pero Isolde… ella solo sonrió.No fue una sonrisa abierta ni descarada. Apenas una sutil curva en sus labios. Lo justo para que Evelyn la viera. Lo justo para que entendiera que aquello no era una coincidencia, ni un simple capricho del Alfa.Había algo más detrás.—Alfa, ¿está seguro de esto? —preguntó uno de los ancianos, todavía incrédulo por lo que acababa de escuchar.—Jamás habí
La puerta se cerró de un golpe seco tras ella. Evelyn avanzaba rápidamente hacía su cómplice, sintiendo la rabia arderle en la garganta como fuego líquido que parecía quemarle. Sus mejillas estaban encendidas, su respiración agitada y sus manos temblaban causa de la furia que la recorría.—¡Esto es una maldita burla! —soltó incapaz de disimular su enfado— ¡No puede hacerme esto! ¡A mí no!Él estaba sentado cómodamente en una butaca de cuero, apenas levantó la mirada de su copa de whisky. La giró entre sus dedos con absoluta calma, como si su arrebato no fuera más que una distracción pasajera.—Dime, Evelyn — una sonrisa ladeada se dibujaba en el rostro del macho — ¿exactamente qué es lo que "no puede hacerte"?—¡Casarse con esa mujer! —gritó indignada — ¡Cinco años! ¡Cinco años esperando este momento, asegurándome de que solo me viera a mí, de que me eligiera a mí! ¡Y ahora esa intrusa aparece de la nada y se queda con todo!El hombre soltó una carcajada baja, ladeando la cabeza co
—Bien. —Damian se cruzó de brazos, observándola con una intensidad que le hizo contener la respiración—. Ahora dime la verdad, Abigail… ¿Quién eres realmente?El silencio que siguió fue denso, casi asfixiante. Isolde no apartó la mirada de él, aunque por dentro su mente ya estaba trabajando a toda velocidad. Sabía que tarde o temprano esta conversación iba a llegar. La pregunta no la sorprendía, pero la forma en que Damian la había soltado sí. No sonaba como un simple interrogatorio, sino como una advertencia.—No entiendo a qué te refieres —respondió con calma, aunque por dentro estaba alerta, cada fibra de su cuerpo en guardia.—No juegues conmigo. —Damian dio un paso hacia ella—. Tu actitud, la manera en que manejaste la situación allá dentro… no eres una hembra cualquiera.—¿Esperabas que me escondiera detrás de ti, temblando? —Isolde dejó escapar una risa baja y se cruzó de brazos.—Esperaba que, al menos, te afectara. —Damian ladeó la cabeza, evaluándola con una mirada afilada—
Las miradas de todos estaban puestas sobre el Alfa y sobre ella… o más bien, sobre Abigail, como creían que se llamaba. Nadie se atrevía a romper el silencio. Todos contenían el aliento, esperando la reacción de la hembra.Pero no fue Isolde quien se movió primero.Fue Evelyn.Avanzó con paso elegante, pero su sonrisa ladeada delataba la satisfacción que bailaba en sus labios. Se colocó junto al Alfa, como si ya le perteneciera, y clavó los ojos en Isolde con la misma crueldad con la que una serpiente observa a su presa.—Vaya… vaya… —empezó a hablar—Sabia que escondías algo. ¿Qué clase de madre es capaz de dejar a su cachorro solo en el bosque? ¿Qué más has ocultado?Antes de que Isolde pudiera abrir la boca para defenderse, el eco de unos pasos resonó en el lugar.Era Alexander que caminaba con las manos detrás de la espalda y una expresión imperturbable en el rostro.—Ahora todo tiene sentido —soltó al llegar al centro, sin apartar la mirada de Isolde— Ese es el cachorro que estába