Con el paso de los días, Darius comenzó a enseñarle todo lo que sabía. El anciano no solo era un médico, sino también un sabio conocedor de antiguas artes curativas.
Bajo su tutela, Alaia aprendió a preparar hierbas, a mezclar ungüentos, y a sanar heridas graves. Su habilidad para comunicarse sin palabras se volvió su mayor fortaleza y aprendió a observar, a interpretar señales, a usar sus manos para transmitir todo lo que necesitaba decir. —Tienes un don para esto —le dijo Darius un día mientras ambos trabajaban en la cabaña, preparando una medicina para una herida infectada—. A veces, el silencio nos enseña más que las palabras. Es en ese vacío donde encontramos la verdadera comprensión. Ella asintió, agradecida por su sabiduría, aunque dentro de su corazón aún cargaba con el peso del dolor. Los días pasaban y cada noche, mientras acunaba a su bebé en los brazos, sus pensamientos volvían a los hombres que la habían envenenado. No podía olvidar el frío en sus ojos, la manera en que la habían tratado como si no fuera nada. Sin embargo, a pesar de las cicatrices en su alma, su nuevo rostro y el silencio impuesto en su voz, ella no había perdido su espíritu. Sentía que había algo más en su destino, algo más allá de su propio sufrimiento. Alaia había llevado una vida tranquila durante los últimos años, cuidando al anciano y a su hija con una dedicación que la mantenía ocupada y en paz. Era madre soltera, pero había encontrado consuelo en la rutina diaria. Cada día, se levantaba temprano, preparaba el desayuno para el anciano, luego se dedicaba a su hija, viendo cómo poco a poco sus palabras volvían a fluir tras años de silencio. La sombra del pasado aún pendía sobre ella, pero lo que le daba fuerzas era su plan. Sabía que su tiempo llegaría. Había trabajado como asistente de Darius desde que él la había encontrado herida y sola. Le debía su vida, pero cuando él murió, una nueva llama de determinación se encendió en su interior. Sabía que su destino estaba ligado a una venganza que había esperado pacientemente. Ahora tenía que cumplirla. El Alfa de la manada Silver Moon, Liam Ryker y su antiguo amor, le había prometido el mundo. Le había jurado que la elegiría como su Luna, la mujer destinada a estar a su lado como líder de la manada. Alaia le había creído, le había dado todo, incluso lo más preciado que tenía: su virginidad. Pero cuando llegó el momento de la verdad, él la había humillado frente a todos. En lugar de elegirla a ella, su fiel y devota amante, había escogido a su mejor amiga, Agnes. La burla pública aún la quemaba en lo profundo de su corazón. —¿De verdad creíste que una bastarda como tú podría ser mi Luna? —había dicho él, con una sonrisa cruel y una frialdad que nunca antes había mostrado. Las palabras habían sido como cuchillos en su piel, desgarrando no solo su dignidad, sino también su alma. Pero Alaia no era la misma mujer de aquel entonces… No más lágrimas. No más súplicas. La oportunidad perfecta había llegado: vio un anuncio de que la familia del Alfa estaba buscando un nuevo médico de familia. Sabía que debía aprovechar esa oportunidad. Había pasado años preparándose para esto, adquiriendo el conocimiento necesario para pasar las pruebas médicas de la manada y acercarse lo suficiente a él para ejecutar su venganza. Esa noche, mientras ponía a su hija en la cama, sus pensamientos la consumían. —Mamá, ¿por qué estás tan seria? —preguntó Sally con voz inocente, con sus ojos grandes y curiosos. Alaia esbozó una sonrisa cálida, suavizando su expresión al ver la preocupación en los ojos de la pequeña. —No es nada, cariño —respondió, acariciando suavemente su cabello dorado—. Solo estoy pensando en nuestro futuro. Quiero asegurarme de que todo estará bien para nosotras. La niña asintió lentamente, con la confianza en su madre intacta. Alaia la besó en la frente antes de apagar la lámpara y salir de la habitación. Al día siguiente, se vistió con cuidado, eligiendo un atuendo sencillo pero elegante. Su corazón latía con fuerza mientras caminaba hacia la mansión donde tendría lugar la prueba. Sabía que su destino estaba a punto de cambiar. Cuando llegó, la sala estaba llena de candidatos, cada uno con sus propios méritos y aspiraciones. Alaia respiró hondo, dispuesta a demostrar que era más que capaz de ser la nueva médica de la manada. El Alfa estaba presente, sentado en una posición elevada, observando a todos con una mirada calculadora. Cuando sus ojos se cruzaron con los de Alaia, no pudo reconocerla gracias a su nuevo aspecto. Ella sintió una mezcla de emociones, entre el miedo y la rabia al reconocerlo, pero mantuvo su compostura. —Bienvenidos —dijo el Alfa, su voz resonaba en la sala—. Esta prueba no será fácil, y solo el mejor podrá ser el médico de mi familia. Esperamos excelencia, dedicación y una absoluta lealtad. Alaia levantó la barbilla, su voz interior resonaba en su mente. "Esto es solo el comienzo", pensó con determinación. La venganza la había sostenido durante años y ahora estaba más cerca que nunca de alcanzarla. Mientras observaba a los demás candidatos tomar sus turnos, midiendo heridas, evaluando enfermedades, una calma extraña descendió sobre ella. Era como si todos esos años de sufrimiento hubieran sido para prepararla para este momento. Cuando llegó su turno, se movió con una seguridad silenciosa, tratando a los heridos con precisión y cuidado, mostrando su vasto conocimiento. Los observadores parecían impresionados, y el Alfa, aunque mantenía una expresión neutral, no pudo evitar mirarla con más atención. —Muy bien hecho —dijo el líder de la prueba cuando terminó—. Podrías ser justo lo que necesitamos aquí. El Alfa asintió, su voz era controlada. —Consideraremos tu candidatura con seriedad. Espero ver más de ti en el futuro. Alaia inclinó la cabeza ligeramente, su corazón latiendo con fuerza. No había duda de que su plan estaba funcionando.Alaia había logrado lo que se propuso: se había ganado su lugar como la nueva médica de la manada. Había trabajado con una calma implacable durante las pruebas, manteniendo su mente enfocada en su objetivo final. Su plan de venganza estaba en marcha, pero lo que la había impulsado a tomar ese riesgo no era solo el deseo de justicia, sino algo mucho más profundo.Después de ser aceptada, comenzó su labor diagnosticando a todos los miembros de la manada, una tarea que la mantuvo ocupada durante semanas. Observaba con atención, registrando en su mente cada síntoma, cada patrón que veía en los cuerpos y comportamientos de aquellos que examinaba. Sin embargo, fue durante uno de esos chequeos rutinarios cuando su mundo interior se sacudió.Agnes, su ex mejor amiga, ahora la Luna de la manada, se sentó frente a ella en la sala de diagnóstico. El aire estaba cargado de tensión, aunque ambas mujeres mantenían una fachada de cordialidad. Alaia realizó los exámenes pertinentes con precisión,
Alaia estaba completamente concentrada en su trabajo.Diagnosticaba a los miembros de la manada uno por uno, anotaba cada detalle en su iPad, manteniendo la calma mientras su mente siempre estaba alerta, buscando alguna pista que pudiera llevarla a su hijo perdido.El bullicio del día pasaba a su alrededor, pero para ella todo era secundario. Cada examen, cada conversación era un paso más hacia su venganza y hacia la verdad que tanto necesitaba descubrir.Había terminado de revisar a uno de los guerreros cuando escuchó un murmullo en la habitación contigua. Su cuerpo se tensó ligeramente, pero continuó su trabajo, esperando a que el siguiente paciente entrara en la sala.Cuando la puerta se abrió, Alaia sintió un cambio en el ambiente. Levantó la vista y se encontró con un hombre alto y de aspecto imponente, con ojos de un azul profundo que parecían atravesarla. Su respiración se entrecortó, y sus manos temblaron ligeramente. ¿Por qué ese hombre se encontraba justamente allí? ¿Qué pr
Alaia permanecía atrapada en una incómoda dinámica con los hermanos Ryker, enredada en un pasado que ni Nolan ni Liam entendían completamente, mientras ella mantenía una fachada impenetrable de profesionalismo. La revelación de que Liam tenía un hermano gemelo la había dejado perpleja. ¿Cómo era posible que nunca hubiera escuchado sobre Nolan durante los años que estuvo involucrada con Liam? Reflexionando, se dio cuenta de que, cuando llegó a la manada, Nolan estaba tan absorto en sus estudios que apenas era mencionado. Después, partió al extranjero para estudiar medicina. La conexión entre ambos hermanos había permanecido desconocida para ella hasta ahora.Se levantó de su escritorio, decidida. Si algo había aprendido durante los últimos años era que la vida estaba llena de sorpresas, pero que debías seguir adelante y adaptarte a las circunstancias. Había trabajado meticulosamente para infiltrarse en la manada y destruirla desde adentro y ese encuentro con los hermanos Ryker era
Alaia estaba sentada en su pequeño consultorio, el aire estaba impregnado del olor de hierbas secas y fórmulas recién preparadas. Se había decidido a concentrarse en su trabajo, y a olvidar la desconcertante visita el día anterior de Nolan y la chica escandalosa que lo había acompañado.Con cada mezcla que agitaba, trataba de ignorar la agitación interna que la carcomía. "Tienes que enfocarte", se repetía a sí misma, aunque su mente la traicionaba constantemente.Esa misma mañana, una de las enfermeras le había mencionado algo que no podía quitarse de la cabeza.—Es extraño —había dicho la enfermera mientras arreglaba unas vendas—, el hijo del Alfa no se parece a su Luna, Agnes. Tiene los ojos de un verde agua, pero el Alfa tiene los ojos azules y Agnes los tiene color miel. No sabemos a quién se parece.Esa información hizo que Alaia apretara los puños bajo la mesa. "Debo encontrar la manera de ver a ese niño", pensó.Si ese niño era realmente suyo, no descansaría hasta recuperarl
Liam claramente estaba coqueteando con ella, y Alaia supo que debía andar con cuidado si quería que sus planes marcharan a la perfección.Esa seducción podría ser un arma de doble filo, así que debía saber cómo usar sus atributos para tenerlo comiendo de su mano muy pronto.—Planeo ser discreto, Alaia —le susurró Liam, con esa voz que antes la había hecho ceder. Se inclinó hacia ella con un brillo en los ojos—. Solo quiero saber cómo te sientes respecto a mí.Ese comentario la hizo hervir por dentro. ¿Cómo se sentía? Rabia y desprecio eran lo único que sentía hacia él. Sin embargo, Alaia sabía que mostrar sus verdaderos sentimientos no era parte de su plan. Entonces, con un esfuerzo sobrehumano, sonrió tímidamente.Esa sonrisa volvió loco a Liam. Podía verlo en la intensidad de su mirada, en cómo su cuerpo se inclinaba peligrosamente hacia ella, buscando contacto. Él intentó acercarse más, pero Alaia lo detuvo suavemente, colocando una mano firme en su pecho.—Alfa Liam... —dijo en
Liam llevaba horas dando vueltas en la cama, incapaz de encontrar descanso. Los pensamientos de Alaia invadían su mente, haciéndole imposible relajarse. Trataba de imaginar qué estaría haciendo en su consultorio y por qué no había aceptado su invitación a almorzar. “Quizás debería ir a verla en persona”, pensó, esbozando una sonrisa.—¿En qué piensas? —La voz de Agnes, su esposa, lo sorprendió.Liam se giró para encontrarla observándolo con una ceja arqueada, claramente intrigada por la sonrisa que había adornado su rostro hacía un momento.—Oh, no es nada —dijo, tratando de sonar despreocupado—. Simplemente estoy pensando en lo bien que están yendo las cosas en la manada. Es motivo suficiente para estar contento, ¿no crees?Agnes lo miró con escepticismo, pero una sonrisa coqueta se extendió por su rostro mientras se deslizaba más cerca de él en la cama.—Si estás de tan buen humor, tal vez deberíamos aprovecharlo y buscar a nuestro segundo hijo —sugirió, acariciando suavemente el
El murmullo en el restaurante se apagó de pronto. Alaia mantuvo su expresión serena, aunque por dentro podía sentir el nudo de tensión que se formaba en su estómago. La sorpresa inicial de Liam fue reemplazada rápidamente por una seriedad que tensó los músculos de su mandíbula, dándole un aspecto aún más rígido y autoritario.Agnes, su esposa, estaba de pie a pocos pasos de la mesa. Sus brazos se apoyaban firmemente en sus caderas, y sus ojos verdes, cargados de una acusación silenciosa, iban de su marido a Alaia con una intensidad casi feroz. La tensión era palpable, un hilo tirante que amenazaba con romperse en cualquier momento.—¿Qué estás haciendo aquí, Agnes? —preguntó Liam con voz grave, tratando de mantener un tono calmado que ocultaba su irritación.Agnes esbozó una sonrisa irónica, sin ningún rastro de humor en sus labios.—Había venido a comer con unas amigas —respondió, enfatizando cada palabra con una clara ironía—, y me encuentro con la desagradable sorpresa de ver a m
Sally, la hija de Alaia, entró corriendo, rompiendo la tensión que había llenado la sala.—Doctora Grayson, la niñera tuvo una emergencia familiar y trajo a Sally antes de tiempo —explicó la enfermera, lanzando una mirada curiosa a Nolan antes de salir de la habitación.Alaia respiró profundamente, agradecida por la interrupción. Se inclinó para levantar a Sally en brazos, su pequeña hija era su recordatorio constante del por qué estaba haciendo todo esto. Besó la frente de Sally y la abrazó con fuerza.Nolan se enderezó, sintiendo su interés despertando por la aparición de la niña.—Así que esta es tu hija, Alaia. Es adorable —el tono de Nolan cambió a uno más suave y animado, pero ella no se dejó engañar por su aparente simpatía.—Gracias, doctor Nolan. Ahora, si me disculpa, tengo que atender a mi hija —dijo con firmeza, indicándole que la conversación había terminado.—Mami… —la niña se removió un poco y Alaia la dejó en el suelo.Nolan observó a la pequeña con una sonrisa dibuja