Alaia estaba sentada en su pequeño consultorio, el aire estaba impregnado del olor de hierbas secas y fórmulas recién preparadas. Se había decidido a concentrarse en su trabajo, y a olvidar la desconcertante visita el día anterior de Nolan y la chica escandalosa que lo había acompañado.Con cada mezcla que agitaba, trataba de ignorar la agitación interna que la carcomía. "Tienes que enfocarte", se repetía a sí misma, aunque su mente la traicionaba constantemente.Esa misma mañana, una de las enfermeras le había mencionado algo que no podía quitarse de la cabeza.—Es extraño —había dicho la enfermera mientras arreglaba unas vendas—, el hijo del Alfa no se parece a su Luna, Agnes. Tiene los ojos de un verde agua, pero el Alfa tiene los ojos azules y Agnes los tiene color miel. No sabemos a quién se parece.Esa información hizo que Alaia apretara los puños bajo la mesa. "Debo encontrar la manera de ver a ese niño", pensó.Si ese niño era realmente suyo, no descansaría hasta recuperarl
Liam claramente estaba coqueteando con ella, y Alaia supo que debía andar con cuidado si quería que sus planes marcharan a la perfección.Esa seducción podría ser un arma de doble filo, así que debía saber cómo usar sus atributos para tenerlo comiendo de su mano muy pronto.—Planeo ser discreto, Alaia —le susurró Liam, con esa voz que antes la había hecho ceder. Se inclinó hacia ella con un brillo en los ojos—. Solo quiero saber cómo te sientes respecto a mí.Ese comentario la hizo hervir por dentro. ¿Cómo se sentía? Rabia y desprecio eran lo único que sentía hacia él. Sin embargo, Alaia sabía que mostrar sus verdaderos sentimientos no era parte de su plan. Entonces, con un esfuerzo sobrehumano, sonrió tímidamente.Esa sonrisa volvió loco a Liam. Podía verlo en la intensidad de su mirada, en cómo su cuerpo se inclinaba peligrosamente hacia ella, buscando contacto. Él intentó acercarse más, pero Alaia lo detuvo suavemente, colocando una mano firme en su pecho.—Alfa Liam... —dijo en
Liam llevaba horas dando vueltas en la cama, incapaz de encontrar descanso. Los pensamientos de Alaia invadían su mente, haciéndole imposible relajarse. Trataba de imaginar qué estaría haciendo en su consultorio y por qué no había aceptado su invitación a almorzar. “Quizás debería ir a verla en persona”, pensó, esbozando una sonrisa.—¿En qué piensas? —La voz de Agnes, su esposa, lo sorprendió.Liam se giró para encontrarla observándolo con una ceja arqueada, claramente intrigada por la sonrisa que había adornado su rostro hacía un momento.—Oh, no es nada —dijo, tratando de sonar despreocupado—. Simplemente estoy pensando en lo bien que están yendo las cosas en la manada. Es motivo suficiente para estar contento, ¿no crees?Agnes lo miró con escepticismo, pero una sonrisa coqueta se extendió por su rostro mientras se deslizaba más cerca de él en la cama.—Si estás de tan buen humor, tal vez deberíamos aprovecharlo y buscar a nuestro segundo hijo —sugirió, acariciando suavemente el
El murmullo en el restaurante se apagó de pronto. Alaia mantuvo su expresión serena, aunque por dentro podía sentir el nudo de tensión que se formaba en su estómago. La sorpresa inicial de Liam fue reemplazada rápidamente por una seriedad que tensó los músculos de su mandíbula, dándole un aspecto aún más rígido y autoritario.Agnes, su esposa, estaba de pie a pocos pasos de la mesa. Sus brazos se apoyaban firmemente en sus caderas, y sus ojos verdes, cargados de una acusación silenciosa, iban de su marido a Alaia con una intensidad casi feroz. La tensión era palpable, un hilo tirante que amenazaba con romperse en cualquier momento.—¿Qué estás haciendo aquí, Agnes? —preguntó Liam con voz grave, tratando de mantener un tono calmado que ocultaba su irritación.Agnes esbozó una sonrisa irónica, sin ningún rastro de humor en sus labios.—Había venido a comer con unas amigas —respondió, enfatizando cada palabra con una clara ironía—, y me encuentro con la desagradable sorpresa de ver a m
Sally, la hija de Alaia, entró corriendo, rompiendo la tensión que había llenado la sala.—Doctora Grayson, la niñera tuvo una emergencia familiar y trajo a Sally antes de tiempo —explicó la enfermera, lanzando una mirada curiosa a Nolan antes de salir de la habitación.Alaia respiró profundamente, agradecida por la interrupción. Se inclinó para levantar a Sally en brazos, su pequeña hija era su recordatorio constante del por qué estaba haciendo todo esto. Besó la frente de Sally y la abrazó con fuerza.Nolan se enderezó, sintiendo su interés despertando por la aparición de la niña.—Así que esta es tu hija, Alaia. Es adorable —el tono de Nolan cambió a uno más suave y animado, pero ella no se dejó engañar por su aparente simpatía.—Gracias, doctor Nolan. Ahora, si me disculpa, tengo que atender a mi hija —dijo con firmeza, indicándole que la conversación había terminado.—Mami… —la niña se removió un poco y Alaia la dejó en el suelo.Nolan observó a la pequeña con una sonrisa dibuja
Alaia notó de inmediato la tensión que se respiraba en el aire. Los gemelos Ryker se observaban como dos lobos a punto de pelear por el territorio. El ceño fruncido de Liam era evidente, y la postura relajada de Nolan demostraba seguridad, como si supiera que podía ganar eso con los ojos vendados.Para calmar el ambiente, Alaia decidió intervenir.—El doctor Nolan no me molesta —dijo, alzando un poco la voz para captar la atención de ambos hombres—. Solo estábamos hablando de tratamientos para la gente de la manada y de otros diagnósticos importantes.Su tono era profesional, casi frío, mientras mantenía su mirada en los papeles sobre su escritorio. Nolan la miró con curiosidad, percibiendo un trasfondo en sus palabras. Era como si quisiera asegurarse de que Liam no pensara que él tenía un interés más personal en ella. Aquello le dio qué pensar. ¿Podría ser que su hermano tuviera un interés especial en Alaia? ¿Qué había de ella? Quizás le estaba dando alas.La idea lo inquietó. Nol
El parque estaba tranquilo en esa tarde otoñal, con los últimos rayos de sol bañando de dorado las hojas que caían suavemente de los árboles. Alaia y Liam caminaban por un sendero, sus pasos estaban acompañados por el crujido de las hojas bajo sus pies. Conversaban con naturalidad, compartiendo intereses comunes, aunque la mente de Alaia estaba lejos de la conversación.—Pronto llevaré a mi hijo a tu consultorio para sus exámenes de rutina —dijo Liam, rompiendo el hilo de sus pensamientos.El corazón de Alaia se aceleró de inmediato. La posibilidad de ver a ese niño, de tenerlo cerca, la llenaba de una mezcla de emoción y angustia. Desde que había descubierto que ese pequeño podría ser suyo, su objetivo había sido claro: lo recuperaría, sin importar el costo. Sin embargo, la presencia de Nolan y las emociones contradictorias que despertaba en ella complicaban todo.Liam la observó de reojo, notando la leve distracción en su mirada.—¿Te preocupan los rumores sobre nosotros? —pregunt
Cuando Liam entró en la casa, la luz de la luna se filtraba por las cortinas. Sin perder un segundo, buscó a su esposa y la encontró en el sofá, leyendo tranquilamente.Sin mediar palabras, la tomó por la cintura y comenzó a besarla con una pasión frenética. Agnes, sorprendida al principio, respondió rápidamente a su ardor. —Liam... —susurró contra sus labios, sonriendo con el repentino interés de su marido—. ¿Qué te ha dado?Él no respondió, solo intensificó sus caricias. Sus manos recorrieron el cuerpo de Agnes con urgencia, pero en su mente, no era su esposa a quien veía. La imagen de Alaia con las mejillas sonrojadas, los labios entreabiertos y aquella expresión de pudor, ocupaba todos sus pensamientos. Sentía que su pantalón apretaba cada vez más, con la necesidad de liberarse casi dolorosa. "Quiero más... necesito verla rendirse ante mí," pensó, mientras se despojaba de la ropa con rapidez. Agnes jadeó, dejándose llevar por el deseo palpable en los movimientos de su esposo.