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Alaia estaba sentada en su pequeño consultorio, el aire estaba impregnado del olor de hierbas secas y fórmulas recién preparadas.

Se había decidido a concentrarse en su trabajo, y a olvidar la desconcertante visita el día anterior de Nolan y la chica escandalosa que lo había acompañado.

Con cada mezcla que agitaba, trataba de ignorar la agitación interna que la carcomía.

"Tienes que enfocarte", se repetía a sí misma, aunque su mente la traicionaba constantemente.

Esa misma mañana, una de las enfermeras le había mencionado algo que no podía quitarse de la cabeza.

—Es extraño —había dicho la enfermera mientras arreglaba unas vendas—, el hijo del Alfa no se parece a su Luna, Agnes. Tiene los ojos de un verde agua, pero el Alfa tiene los ojos azules y Agnes los tiene color miel. No sabemos a quién se parece.

Esa información hizo que Alaia apretara los puños bajo la mesa.

"Debo encontrar la manera de ver a ese niño", pensó.

Si ese niño era realmente suyo, no descansaría hasta recuperarl
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