25

Por unos segundos, el silencio se apoderó del lugar. Alaia tenía los puños apretados sobre la mesa, pero se obligó a mantener la compostura.

Su mirada, fija en Agnes, revelaba el esfuerzo que hacía para no dejarse llevar por el impulso de arrancarle la cabellera en ese mismo instante. Nolan, sin embargo, no pudo contenerse.

Se giró bruscamente hacia su cuñada, su expresión seria y desafiante. Agnes, sin inmutarse, alzó una ceja, retadora.

—No hagas ese tipo de comentarios, Agnes —dijo Nolan con firmeza, su voz era cortante.

Alaia sintió un leve alivio al escuchar a Nolan intervenir, pero la furia contenida seguía ardiendo en su interior. Agnes, en cambio, no mostró ninguna señal de arrepentimiento.

Se cruzó de brazos, fulminando a Alaia con la mirada. Estaba convencida de que su cuñado había caído en un hechizo, al igual que su marido.

"¿Cómo puede Nolan estar tan ciego?", pensó Agnes, sus ojos destilando desprecio.

Apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando Logan entró en la sala. E
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