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Alaia estaba acomodando unos libros en la estantería cuando escuchó el timbre. Abrió la puerta con una ligera sorpresa al encontrar a Nolan del otro lado.

—¿Nolan? No esperaba verte tan pronto —dijo ladeando la cabeza, sintiendo un nudo formarse en su estómago.

Esperaba verlo al día siguiente en el hospital, donde supuso que él le haría más preguntas. Sin embargo, algo en su semblante revelaba que la situación había cambiado, y la urgencia en sus ojos no pasó desapercibida para ella.

Se apartó para dejarlo entrar, sintiendo cómo una mezcla de emociones se arremolinaban en su interior al ver sus facciones todavía endurecidas. Alaia no sabía qué esperar de su visita.

Nolan entró sin decir nada al principio, observando la sala de la pequeña casa como si buscara algo que ni siquiera él tenía claro. Finalmente, cuando se giró para mirarla, sus ojos tenían un brillo que Alaia no lograba descifrar.

—Busqué las pruebas que me diste... —su voz sonaba tensa, casi dura—. Y resultaron ciertas.

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