Lucía llegó a la casa con paso firme. Hacía años que no veía a aquel hombre, pero sabía que no tendría más opción. Tocó la puerta y, al abrirse, se encontró con los ojos oscuros de él, quien la escaneó de arriba a abajo con una mirada apreciativa.—Vaya, tan preciosa como siempre —saludó con una sonrisa ladeada.Lucía sonrió, sus labios se curvaron con una seducción calculada mientras se acercaba a él, acortando la distancia entre ambos.—Necesito también un favor —dijo con la voz baja, pero clara—. Tu fórmula infalible, Ragnar.El hombre levantó una ceja, con un atisbo de reluctancia en su semblante.—¿Y qué gano yo con eso? —replicó, claramente no dispuesto a ceder sin algo a cambio.Ella no perdió más tiempo. Se acercó aún más, lo tomó por el cuello y lo besó con urgencia. Sus manos recorrieron su pecho mientras le desabrochaba la camisa y lo empujaba hacia la cama. En cuestión de segundos, ambos estaban desnudos. Lucía lo montó sin vacilación, moviéndose sobre él con una energía
El almacén abandonado estaba en ruinas, con las paredes agrietadas y llenas de moho. El techo tenía huecos por donde entraban débiles rayos de luz. El olor a humedad impregnaba el aire y, de vez en cuando, el crujir de alguna rata que se movía entre los escombros rompía el inquietante silencio. Ragnar, con una sonrisa lasciva en el rostro, se sentaba en un viejo barril oxidado mientras jugueteaba con una navaja de bolsillo. El metal brillante giraba entre sus dedos con agilidad, reflejando brevemente la tenue luz.—Este trabajito es de los más interesantes —murmuró—. No puedo esperar para encontrarme con la doctora Grayson. Dicen que es casi una diosa.Lucía lo miró con desdén, y sus labios formaron una línea delgada. No compartía el entusiasmo de Ragnar ni su apreciación.—No es asunto mío lo que hagas después. Solo cumple con tu parte —respondió con frialdad, volviendo la vista hacia la calle desierta.Ragnar rió entre dientes, una carcajada baja que retumbó en el espacio vacío de
La visión de Alaia, medio colgada de Ragnar con una sonrisa lasciva en el rostro, le hizo hervir la sangre. Su mandíbula se tensó al ver cómo sus manos intentaban quitarle la ropa a ese hombre, y cada fibra de su ser se llenó de una rabia irracional, de celos que no sabía cómo iba a poder controlar.Alaia frunció el ceño, mirando a Ragnar con un destello de confusión, luego se volvió hacia Nolan y una sonrisa traviesa curvó sus labios.—Oye, eres... muy guapo... y sexy —dijo, con un tono casi infantil, claramente confundida.Nolan parpadeó, atónito por la reacción de ella. La rabia que había sentido segundos antes ahora le parecía ridícula. Algo estaba mal, definitivamente mal con Alaia. No era normal verla actuar así. Su mirada cambió de la confusión al reconocimiento: tal vez había sido drogada, sin duda alguna no estaba en sus sentidos y esa manera de hablar era prueba de ello también.—Suelta a la doctora Grayson —ordenó, su tono ahora más controlado, aunque la tensión en el ai
El aire estaba cargado de tensión y Nolan lo sabía. No era una situación que pudiera explicar fácilmente, y sabía que su hermano no lo dejaría pasar. —¿Por qué estás tan lejos, Nolan? —murmuró Alaia de pronto con voz ronca—. Ven aquí... bésame.La pregunta recorrió la columna de Nolan como una descarga eléctrica y maldijo entre dientes, sabiendo que la situación ya era suficientemente delicada.Ella estaba aún sumida en los efectos de la droga, con una sonrisa traviesa en los labios.—¿Qué? ¡¿En dónde demonios estás con Alaia?! —la voz de Liam resonó al otro lado del teléfono, con tono áspero y enojado.La tensión aumentó de inmediato y Nolan cerró los ojos un momento, intentando mantener la calma. Sabía que no podía darle una respuesta simple.—Es complicado, Liam. Estamos en mi casa y… —comenzó a decir, pero el tono conciliador que intentaba usar no tuvo tiempo de calmar la situación. La llamada terminó con un clic seco, y el sonido de la línea se cortó abruptamente.—Mierda... —mu
—No estaba segura de que el hospital fuera el lugar más seguro para ella en ese estado —explicó Nolan controlado y con firmeza, a diferencia de su hermano—. Y no quería que estuviera sola, por eso la traje aquí.Liam lo miró con desconfianza, sus ojos resplandecían con furia contenida.—No fue la mejor opción, Nolan. Si la hubieras revisado en el hospital, no estaríamos en esta situación.Nolan respiró hondo, esforzándose por no responder con la misma intensidad.—No lo entiendes. Alaia salió de su consultorio actuando de forma extraña —se cruzó de brazos—. Luego me encontré con un hombre que intentaba llevársela a rastras. No había tiempo para decidir, tuve que intervenir.El rostro de Liam cambió de golpe, su preocupación por Alaia eclipsaba momentáneamente su enojo con Nolan.—¿Qué hombre? —preguntó con los ojos entrecerrados—. ¿Alguien de la manada?Nolan recordó el encuentro con aquel sujeto y el profundo sentimiento de disgusto que había sentido al verlo. —No lo sé, pero te ase
Alaia despertó lentamente, su mente estaba envuelta en una neblina densa y confusa. Parpadeó varias veces, intentando ubicarse. El dolor de cabeza punzante que la asaltó cuando trató de moverse la obligó a llevarse una mano a la frente. Cuando bajó la mirada, se dio cuenta de algo que la hizo detener su respiración: estaba usando una camisa... de hombre.Su corazón comenzó a latir aceleradamente mientras intentaba recordar cómo había llegado allí. El miedo y la incertidumbre la invadieron al pensar que pudo haber pasado la noche con un desconocido. Antes de que su mente pudiera desbordarse en pánico, la puerta de la habitación se abrió suavemente. Nolan apareció en el umbral, con una expresión grave pero serena.—¿Qué... qué está pasando? —preguntó Alaia con voz tensa—. ¿Por qué estoy en esta cama? ¿Estoy… en tu casa?Nolan se acercó lentamente con las manos en los bolsillos, tratando de proyectar calma.—Tuviste una noche difícil —explicó, con voz baja y controlada—. Te sentiste m
Días después del incidente, Nolan seguía inmerso en una tormenta de emociones que no le dejaban descansar. Estaba atrapado entre su creciente atracción por Alaia y la culpabilidad que lo carcomía desde la noche en que ella fue drogada. Cada vez que la veía en el hospital, trabajando diligentemente como siempre, sentía cómo su corazón se aceleraba, pero también recordaba lo vulnerable que había estado esa noche, lo cerca que estuvo de perder el control. La tensión entre él y Liam tampoco ayudaba. Su hermano había comenzado a mostrarse más protector, más controlador, como si supiera que algo se gestaba entre ellos.Mientras caminaba por el pasillo del hospital, sus pensamientos lo llevaron de nuevo a aquella noche. Alaia había sido drogada, y él no había podido evitar sentirse responsable. A medida que investigaba más, cada pista lo llevaba a una conclusión inquietante: aquello no había sido un accidente. Alguien había planeado drogarla. ¿Pero por qué? ¿Quién en la manada o fuera de
Al día siguiente, Nolan se encontraba en el umbral del consultorio de Alaia con los resultados del análisis del panqué en mano. Aunque sus pasos eran firmes, la atmósfera se cargó de una tensión palpable cuando sus ojos se cruzaron. Alaia levantó la vista de sus papeles, luchando por mantener la compostura, pero sus dedos temblaban ligeramente sobre la mesa. Desde que se habían besado, cada interacción estaba cargada de algo que ninguno de los dos quería verbalizar. —Alaia —dijo Nolan suavemente mientras dejaba los resultados sobre el escritorio—. Ya tengo los análisis del panqué. Necesitamos hablar de esto. Alaia asintió, sin poder evitar un leve temblor en su voz. —Revisaré esto en cuanto tenga un momento —respondió, sin mirarlo directamente. Nolan la observó en silencio por un momento. Sabía que algo en ella había cambiado desde aquella noche. Había una distancia que no sólo era física; era como si un abismo se hubiera abierto entre ellos. —Te noto diferente —dijo sin rodeos