El aire estaba cargado de tensión y Nolan lo sabía. No era una situación que pudiera explicar fácilmente, y sabía que su hermano no lo dejaría pasar. —¿Por qué estás tan lejos, Nolan? —murmuró Alaia de pronto con voz ronca—. Ven aquí... bésame.La pregunta recorrió la columna de Nolan como una descarga eléctrica y maldijo entre dientes, sabiendo que la situación ya era suficientemente delicada.Ella estaba aún sumida en los efectos de la droga, con una sonrisa traviesa en los labios.—¿Qué? ¡¿En dónde demonios estás con Alaia?! —la voz de Liam resonó al otro lado del teléfono, con tono áspero y enojado.La tensión aumentó de inmediato y Nolan cerró los ojos un momento, intentando mantener la calma. Sabía que no podía darle una respuesta simple.—Es complicado, Liam. Estamos en mi casa y… —comenzó a decir, pero el tono conciliador que intentaba usar no tuvo tiempo de calmar la situación. La llamada terminó con un clic seco, y el sonido de la línea se cortó abruptamente.—Mierda... —mu
—No estaba segura de que el hospital fuera el lugar más seguro para ella en ese estado —explicó Nolan controlado y con firmeza, a diferencia de su hermano—. Y no quería que estuviera sola, por eso la traje aquí.Liam lo miró con desconfianza, sus ojos resplandecían con furia contenida.—No fue la mejor opción, Nolan. Si la hubieras revisado en el hospital, no estaríamos en esta situación.Nolan respiró hondo, esforzándose por no responder con la misma intensidad.—No lo entiendes. Alaia salió de su consultorio actuando de forma extraña —se cruzó de brazos—. Luego me encontré con un hombre que intentaba llevársela a rastras. No había tiempo para decidir, tuve que intervenir.El rostro de Liam cambió de golpe, su preocupación por Alaia eclipsaba momentáneamente su enojo con Nolan.—¿Qué hombre? —preguntó con los ojos entrecerrados—. ¿Alguien de la manada?Nolan recordó el encuentro con aquel sujeto y el profundo sentimiento de disgusto que había sentido al verlo. —No lo sé, pero te ase
Alaia despertó lentamente, su mente estaba envuelta en una neblina densa y confusa. Parpadeó varias veces, intentando ubicarse. El dolor de cabeza punzante que la asaltó cuando trató de moverse la obligó a llevarse una mano a la frente. Cuando bajó la mirada, se dio cuenta de algo que la hizo detener su respiración: estaba usando una camisa... de hombre.Su corazón comenzó a latir aceleradamente mientras intentaba recordar cómo había llegado allí. El miedo y la incertidumbre la invadieron al pensar que pudo haber pasado la noche con un desconocido. Antes de que su mente pudiera desbordarse en pánico, la puerta de la habitación se abrió suavemente. Nolan apareció en el umbral, con una expresión grave pero serena.—¿Qué... qué está pasando? —preguntó Alaia con voz tensa—. ¿Por qué estoy en esta cama? ¿Estoy… en tu casa?Nolan se acercó lentamente con las manos en los bolsillos, tratando de proyectar calma.—Tuviste una noche difícil —explicó, con voz baja y controlada—. Te sentiste m
Días después del incidente, Nolan seguía inmerso en una tormenta de emociones que no le dejaban descansar. Estaba atrapado entre su creciente atracción por Alaia y la culpabilidad que lo carcomía desde la noche en que ella fue drogada. Cada vez que la veía en el hospital, trabajando diligentemente como siempre, sentía cómo su corazón se aceleraba, pero también recordaba lo vulnerable que había estado esa noche, lo cerca que estuvo de perder el control. La tensión entre él y Liam tampoco ayudaba. Su hermano había comenzado a mostrarse más protector, más controlador, como si supiera que algo se gestaba entre ellos.Mientras caminaba por el pasillo del hospital, sus pensamientos lo llevaron de nuevo a aquella noche. Alaia había sido drogada, y él no había podido evitar sentirse responsable. A medida que investigaba más, cada pista lo llevaba a una conclusión inquietante: aquello no había sido un accidente. Alguien había planeado drogarla. ¿Pero por qué? ¿Quién en la manada o fuera de
Al día siguiente, Nolan se encontraba en el umbral del consultorio de Alaia con los resultados del análisis del panqué en mano. Aunque sus pasos eran firmes, la atmósfera se cargó de una tensión palpable cuando sus ojos se cruzaron. Alaia levantó la vista de sus papeles, luchando por mantener la compostura, pero sus dedos temblaban ligeramente sobre la mesa. Desde que se habían besado, cada interacción estaba cargada de algo que ninguno de los dos quería verbalizar. —Alaia —dijo Nolan suavemente mientras dejaba los resultados sobre el escritorio—. Ya tengo los análisis del panqué. Necesitamos hablar de esto. Alaia asintió, sin poder evitar un leve temblor en su voz. —Revisaré esto en cuanto tenga un momento —respondió, sin mirarlo directamente. Nolan la observó en silencio por un momento. Sabía que algo en ella había cambiado desde aquella noche. Había una distancia que no sólo era física; era como si un abismo se hubiera abierto entre ellos. —Te noto diferente —dijo sin rodeos
Alaia casi se odiaba por haber sucumbido a su cercanía. ¿Cómo podía siquiera desearlo? Estaba allí por venganza, para destruir la vida de Liam, y Nolan era solo una pieza más en ese tablero. De pronto él se apartó ligeramente, con una sonrisa despreocupada en el rostro. —Pensaba que podríamos llevar a los niños de fin de semana. Tú con Sally y yo con Logan —dijo con un tono ligero, casi como si la tensión que Alaia sentía nunca hubiera existido—. Con todo el caos en la manada, creo que sería bueno para ellos relajarse un poco. Alaia parpadeó, su cuerpo aún en alerta, intentando procesar el cambio abrupto en la conversación. La propuesta era inocente, práctica incluso, pero la inesperada decepción que sintió al darse cuenta de que no iba a besarla le revolvió el estómago. —No sé si sea buena idea… —respondió, intentando recomponer su fachada de frialdad, aunque su voz traicionaba un leve temblor. Nolan la miró directamente, con esa intensidad tranquila que la desarmaba cada vez
—¿Qué sucede? —preguntó Alaia, preocupada al verlo tan serio. Nolan se acercó a ella con una expresión tensa, pero había una determinación en sus ojos que no pasó desapercibida para ella. Su voz fue firme cuando le habló. —He averiguado algo sobre la persona que te drogó —le dijo Nolan, ajustándose el abrigo—. Voy a hablar con mis hombres ahora, para ver si encontramos más pistas. Alaia apretó los labios, tratando de contener su reacción. Ella ya sabía quién estaba detrás de todo: Agnes. Pronto saldría de la manada Silver Moon, lo que llevaría a la caída de Liam. ¿Pero qué pasaría con Nolan? No quería pensar en eso por ahora. Desestabilizar la manada afectaría algunas vidas inocentes, pero era necesario. Ella ya había previsto los daños colaterales y, cuando el caos reinara, ofrecería un remedio efectivo, quedando como la salvadora. Liam, por otro lado, quedaría como un Alfa incompetente. Sonrió levemente ante la idea, el hecho de que Nolan también estuviera ayudando era benef
Alaia sentía el frío suelo bajo su cuerpo, el eco de su caída resonaba por el vacío pasillo de piedra. Apenas podía moverse, su brazo derecho y pie izquierdo pulsaban de dolor, y un zumbido molesto retumbaba en su cabeza. El presente y el pasado se entrelazaban, confundiéndola. En su mente, un recuerdo se abría paso, desgarrador y claro como si hubiese ocurrido el día anterior. —Yo soy tu amiga, Mandy, confía en mí —dijo Agnes, con esa sonrisa que solía tranquilizarla—. Estoy segura de que Liam no anda extraño. Recuerda que pronto tendrá el título de Alfa sobre sus hombros; debe ser estrés. Mandy, como la conocían entonces, miró a su amiga y sonrió de vuelta, confiando en sus palabras. Tenía días notando a Liam distante, frío, pero Agnes siempre encontraba una razón lógica, una excusa que hacía que no se preocupara. Claro, el estrés del futuro Alfa, las responsabilidades, el peso de la manada sobre sus hombros... Mandy, ingenua, había aceptado esa explicación, aferrándose a la ide