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Al día siguiente, una vez que los tres aterrizaron en el aeropuerto de Manizales, de inmediato subieron en un taxi que los llevaría fuera de la ciudad, hasta una sencilla finca que Gabo había rentado para su familia.

Angelito observaba a través de las ventanas del auto la ciudad, y a medida que avanzaban notó cómo tomaban una carretera llena de vegetación.

—Todas esas plantaciones son de café —le dijo Gabo al pequeño, y acarició la mano de Paula María para darle confianza, pues la veía nerviosa.

Pau correspondió al mimo de Gabo, y entrelazó sus dedos a los de él, haciendo una ligera presión. Enfocó su mirada hacia el paisaje. Angelito inhaló profundo, percatándose del olor que desprendían los plantíos.

—Huele muy rico, como cuando preparan café en las mañanas —comentó—. Está muy lindo, papá. —Suspiró profundo y luego comenzó a sonreír, divertido—. Dice mi abuela que está muy emocionada porque por fin podrá volver a ver a su bim…bollo —pronunció sin comprender—, al papacito Duque y a
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