Aquella tarde mi mente iba como un tren sin parada, las palabras de aquel chico seguían dando vueltas en mi cabeza y también lo que había descubierto en clase de Welch. Este lugar era extraño, pero era en el que me había tocado vivir. Anastasia irrumpió tan imprudente como siempre acompañada de una de sus amigas, yo estaba estudiando los capítulos que había mandado Welch y terminando de hacer el resumen que nos había pedido. Después de tantos sentimientos encontrados ,quería despejar la mente y pensé que la mejor forma sería estudiando, siempre ha sido un buen refugió para mí.
—Veo que estás muy entretenida en tu primer día de estudios universitarios —dijo con aquél tono de burla que me desagradaba—. Sé que no debo pedirte permiso y no lo hare, pero saldré y llegaré tarde —dijo divertida—. No deberías salir de noche al campus —agregó con seriedad aunque después plantó su arrogante sonrisa.
—No te preocupes, no tengo planes de escaparme esta noche —dije haciendo comillas imaginarias—. Solo te pido que no hagas ruido cuando llegues, me cuesta mucho volver a dormir si me despierto de madrugada —rodó sus ojos y salió cerrando la puerta detrás de ella. Creo que me había tocado lo más nefasto de Inglaterra.
Solté un bostezo y estire los brazos, el cambio de horario estaba haciendo mella en mí y mis ojos estaban cansados de tanto leer, Welch se había pasado de contenta en su primer día y ya me imaginaba como sería el resto del semestre, realmente agotador y poco llevadero, si me encontraba con más sorpresas creo que regresaría a casa. Deje caer mi espalda sobre el colchón con aquel último pensamiento, aunque antes de cerrar los ojos por completo aquella mirada regreso a mi cabeza.
—Lara ¿dónde estás?.—una voz me llamaba desde lejos, una voz que me era desconocida, estaba en un lugar que no podía contemplar muy bien, había muchas flores y en la lejanía, pude divisar un kiosco. Había alguien parado en medio de este y mientras más me acercaba se me hacía más fácil divisar el rostro de aquella persona. Me detuve un momento a contemplar la hermosura de aquellos ojos de color extraño, pero mi admiración fue sustituida por un inmenso temor, quería alejarme, deseaba apartarme, pero mis pies iban en dirección a él, iban a Joseph sin detenerse.
—Cuanto te esperé, Lara, eres lo que yo necesitaba —aquella dulce voz por un momento me cautivo, pero de la misma forma me hizo sentir un gran temor.
El cielo ser tornó oscuro y aquella radiante mirada pasó a ser sombría y tenebrosa. Sus ojos cambiaron a un color amarillo casi fuego y unos colmillos sobresalían de su boca
—¡Oh, por Dios! —dije ahogando un grito. Joseph era un maldito vampiro.
Me desperté con el corazón en la boca a las 2:30 am, todo había sido una pesadilla. Mire la cama de Ana y seguía intacta, tal y como la chica la había dejado antes de marcharse. Mis palpitaciones estaban fuera de mi dominio, todavía predominaba en mi mente la imagen de Joseph con aquellos colmillos. Creo que la clase con la señora Welch me estaba afectando y decidí salir a la cocina del edificio a por agua. Estaba sofocada, aquella pesadilla me pareció tan extraña y asfixiante, pero bueno solo fue eso, una absurda pesadilla.
—Anastasia —dije al percatarme de que esta venía tambaleándose y con la cabeza escondida debajo de la capucha de su chaqueta— ¿Estás bien? —pregunté con preocupación.
—Sí, sí —dijo arrastrando las palabras—. Solo un poco ebria nada más, Scott —siguió el camino a nuestra habitación, tambaleándose un poco, pero no me detuve a ayudarla, aunque en vez de ebria parecía dolorida. Seguí el camino a la cocina aún mirando detrás de mí y esperando que Ana se perdiera detrás de nuestra puerta. Cosas extrañas envolvían a Duke, cosas que no sabía si quería descubrir.
***
Welch me tocaba a primera hora aquella mañana y no estaba muy entusiasmada para ir a su clase, pero no podía comenzar a faltar simplemente porque aquella profesora me pareciese algo fuera de lugar. No somos Dios para caerle bien a todo el mundo y hasta él se vio señalado y cuestionado muchas veces.
—Welch ¿Verdad? —preguntó Anastasia aunque sabía que le había echado un ojo a mi horario—. No deberías ponerle tanta atención creo que está demente —dijo mirándome con altivez.
—Buenos días, Ana —dije con sarcasmo—. Y gracias por tu advertencia, lo tendré en cuenta —terminé de meter los libros en mi bolso y me dispuse a salir de la habitación.
—Lara —dijo antes de que cerrara por completo la puerta detrás de mí—. En serio no le prestes atención a lo que diga.
Cerré la puerta y me quedé de pie frente a ella por un momento, procesando las palabras de Anastasia, a veces parecía que mi sola presencia le molestaba a aquella chica, pero otras era como si estuviese protegiéndome de algo. Me reí ante aquel último pensamiento, Anastasia solo está pendiente de sí misma.
Aquella mañana estaba algo fresca y agradecí haberme puesto chaqueta. Caminé con premura ya que, aunque tenía tiempo de sobra, con Welch nunca se sabía. Era como si aquella mujer estuviese mirando en cada rincón, uno se sentía desnudo ante su escrutinio.
—Hola, ¿cómo estás?.—aquella voz me sonaba de algo y para mi sorpresa era el chico pelirrojo que me había despertado en el autobús.
—¡Hey! Hola, tú me despertaste en el autobús, ¿verdad? —pregunté con expectación.
—¡Sí, fui yo! —dijo con exagerado entusiasmo— Me llamo Will Cambriche y tú ¿Cómo te llamas? —dijo con mucha simpatía.
—Lara Scott. Mucho gusto, Will —dije extendiendo la mano para estrechar la suya.
—¿Qué clase tienes ahora, Lara? —preguntó el chico con curiosidad.
—«Historia medieval» con la señora Welch —dije con poco entusiasmo.
—Interesante, pero no te lleves mucho de las cosas que dice Welch, ella está…, tu sabes —dijo dando vueltas a su dedo índice en sus orejas y no pude evitar soltar una risita—. Un placer conocerte, Lara Scott —me extendió nuevamente su mano.
—El placer es mío, Will Cambriche, nos vemos luego —dije levantando la mano para despedirme y cada cual tomo un lugar diferente.
***
El día transcurrió muy tranquilo, entre clases y explicaciones de la señora Welch sobre las criaturas que no quiero mencionar llegó la hora del almuerzo. El comedor estaba abarrotado y hoy no tenia deseos de ir a comer debajo de aquel árbol, necesitaba el ruido, necesitaba sentirme protegida en aquel mar de gente, pero lo que no necesitaba era encontrarme con aquella mirada. Joseph estaba solo y su bandeja se encontraba intacta era como si aquella comida solo fuese parte de la decoración de aquella mesa y me asusté mucho al recordar aquellos colmillos, así que me di la vuelta y traté de escabullirme, pero en fracciones de segundo estuvo junto a mí.
—Hola, Lara —dijo mostrándome aquella hermosa dentadura y me percaté de que no tenía colmillos.
—Hola —dije cortante.
—Veo que vas a comer, ¿te gustaría acompañarme? —le miré con recelo y él volvió a sonreír con simpatía.
—¡Qué más da! —dije siguiéndolo hacia su mesa.
—Pues bien —dijo cuando estuvimos sentados uno frente al otro—, quiero disculparme por lo del otro día, sé que no fue la mejor forma de presentarme y me gustaría comenzar de nuevo. ¿Qué dices? —le miré dudando, pero, bueno, si por cada cosa rara que veía salía huyendo al final me volvería loca.
—De acuerdo. Lara Scott Jester. Un placer —me presenté y extendí mi mano.
—Joseph Wiltipire, el placer es mío —besó mi mano y yo la aparté de un respingo—. Mi familia es muy tradicional, siento si te incomodé —me quedé en silencio sin saber que decirle.
—¿Welch? —preguntó mirando los libros que había puesto sobre la mesa— ¿Te gusta su clase? —lo menos que quería ahora era hablar sobre Welch, pero al parecer era muy famosa por estos alrededores.
—Sí, está bien, aunque un poco demente para mi gusto. Habla mucho sobre vampiros y cosas raras, ¿lo puedes creer? —le dije sorprendida y riéndome de tal absurdo.
—Sabes que los vampiros no existen —dijo mirándome muy fijamente—. Es solo un mito que se ha alimentado a través de los años y que a personas como Welch, ignorantes, les encanta alimentar —dijo con cierta repugnancia.
—Sí, lo sé, pero la señora Welch asegura que existieron y bueno yo… de verdad, no quiero ser la primera en contradecir su fantasía —él rio ante mi cómico comentario.
—Bueno, pero no estamos aquí para hablar de la señora Welch, ¿cuéntame de ti? —preguntó con cierto interés mientras colocaba sus codos sobre la mesa.
—No hay mucho que contar, soy estadounidense, hija única y he venido aquí a estudiar «Literatura y letras» porque sueño con ser escritora —me miró con cierta rareza, pero no le hice caso—. ¿Qué tal tú? —dije para apartar el interés de mí.
—Yo, bueno, vengo de una gran familia. Somos cinco hermanos, dos hembras y tres varones. Emma es la mayor, Catrina le sigue a Emma, Randall el tercero, Tommy el cuarto y el más pequeño soy yo. Mis padres se han preocupado más por nuestra educación que por enseñarnos a hacer amigos, aunque estamos muy unidos, el amor no ha sido la base de nuestra familia. «Poco apego emocional, corazones menos lastimados», es lo que siempre nos ha dicho mi padre.
—Mis padres y yo siempre hemos estado muy unidos, me hubiese gustado tener hermanos, aunque siempre tuve a Jenni y después de entrar en secundaria apareció Michael —mi voz se fue apagando. En verdad los extrañaba.
—¿Novio? —dijo con cierta curiosidad.
—Sí, aunque ya terminó, tener algo a distancia no sería sano para los dos —me miró con pena y yo tuve que apartar la mirada.
—Esta noche tendremos una pequeña reunión en la casa del lago de mi padre. Bueno, a decir verdad, es la mansión aunque nos gusta llamarle la cabaña. Solo vendrán algunos chicos de la facultad y otros que han sido invitados. Le damos la bienvenida al inicio del año, ¿te gustaría venir? —se mordió el labio inferior y yo no pude evitar mirarlo con desconfianza—. Sé que no nos conocemos, pero es una forma de comenzar a conocer gente en un círculo reducido sin esas fiestas tan abrumadoras del campus —aún no estaba convencida del todo, pero al final era solo una pequeña fiesta.
—De acuerdo, pero no sé dónde está ese lugar.
—Por eso no hay problema, yo paso a por ti. ¿Me das tu número? —asentí aún con algo de resistencia, pero una fiesta era una fiesta y quizás era un buen momento para comenzar a socializar. Joseph no me desagradaba, aunque tampoco lo veneraba, sentía muchas cosas extrañas delante de este chico una de ellas que era inevitable era la atracción, la hermosura del mismo no tenía comparación alguna, era tan hermoso que parecía de mentira.
***
Aquella tarde pasó con rapidez y comencé a sentirme nerviosa por la salida de esa noche. Por lo que había escuchado, Anastasia también iría a aquella reunión y hurgaba en su armario con desespero como si de eso dependiera su vida, yo aún estaba algo indecisa, pero le había dado mi palabra a Joseph de que asistiría, incluso el vendría a por mí, así que no había marcha atrás. La melodía incesante de mi móvil comenzó a sonar y al mirar el número en la pantalla me percaté que desde mi llegada aún no había hablado con mis padres.
—Hola, mamá —dije con una sonrisa de oreja a oreja, extrañaba su voz.
—Lara, ¿te olvidaste de nosotros tan rápido? —la escuché decir con pesar.
—No, mamá, aún me estoy adaptando y sabes que el cambio de horario es terrible, pero claro que no podría olvidarme de vosotros —se escuchaba el televisor de fondo, sabía que papá estaba con insomnio de nuevo.
—Bueno, quizás estés ocupada y aquí es bastante tarde. Trataré de que tu padre duerma, otra vez está con insomnio —dijo aquello con cansancio, los desvelos con mi padre eran algo que la agotaba.
—Trataré de llamar pronto, besos a papá —escuché el pitido del final de la llamada y solté un resoplido. Deseaba estar en casa. Sé lo tedioso que es para mamá lidiar sola con papá.
Cuando me di la vuelta, Anastasia me miraba de manera extraña y haciendo caso omiso de aquello, me decidí a buscar que ponerme aunque en mi mente ya había procesado posibles opciones. Guardé el móvil en el bolsillo trasero de mi pantalón y en poco segundos volvió a vibrar con un mensaje de texto: «Media hora puerta principal».
No tenía el número grabado, pero ya me imaginaba a quien pertenecía y no pude evitar sentirme nerviosa.
—¿Usarás primero el baño? —pregunté a Anastasia y esta hizo un gesto negativo con su cabeza que le agradecí aunque no con palabras. No sabía por qué tenía el presentimiento de que aquella chica deseaba decirme algo.
Me esperaba todo, menos el Lexus color negro que estaba aparcado en la entrada principal de la universidad. Joseph me esperaba de pie frente a aquél majestuoso coche que dejó de interesarme al verlo a él, jeans ajustados, botas militares, camiseta blanca y aquella chaqueta de cuero negra que abrazaba sus perfectos brazos. Tragué en seco y me maldije interiormente por el temblor que recorría mi cuerpo, era como si con su sola mirada tuviese el control de mí.—¿Lista? —preguntó abriéndome la puerta del lado del pasajero.—Creo que sí —contesté con algo de nerviosismo mientras me subía al coche.Joseph trató de hacer el ambiente menos tenso con la conversación de cosas convencionales: las clases, mi viaje y mis primeros días en Inglaterra. Mayormente mi respuestas fueron cortas, pero traté de sonreír para no hacerlo sentir t
Si hubiese recordado lo tedioso que era viajar en aerolínea europea hubiese enviado una postal a mis padres, pero cuando miré aquellos rostros felices al salir del control del aeropuerto desterré aquél pensamiento lejos de mi mente. Verdaderamente me hacía tanta falta verlos, una llamada telefónica no se podía comparar con la sensación de estrecharme en sus brazos, del beso en la frente que me dio mi madre y de los toquecitos en la espalda de mi padre, eso no tenía precio y si le sumamos a esto, la pequeña chica rubia junto a ellos, mi felicidad se triplicaba.—¡Lara! —Jennifer saltó a mis brazos y en aquél momento no pude poner objeción alguna, extrañaba la intensidad de mi amiga.—¡Oh! ¡Por Dios, Jenni! —dije cubriendo mi boca con las manos— Te has cortado el pelo —lo toqué sin poder creerlo, Jenni adoraba su m
Las vacaciones habían pasado en un abrir y cerrar de ojos y decidí disfrutar mi último día en Green Lake haciendo un viaje con Jenni y mis padres a la playa. En esta parte de Seattle el sol era una recompensa, así que debíamos aprovechar este día soleado al máximo. Me dejé envolver por la calidez de aquella tarde, sin poder apartar de mi mente que en un par de horas regresaría a la nefasta realidad que me tocó. Temía, más que la primera vez que me fui, regresar a Duke. Presentía que las cosas no irían tan bien al volver ahora y deseaba dejar de sentirme tan insegura, pero era algo que no podía evitar.—Te extrañaré. Estos días se fueron como agua —comentó Jenni mientras nos cogíamos de la mano y caminábamos para mojarnos los pies en la playa.—Regresaré para Navidad, Jenni, espero que el tiemp
Mi regreso a Duke había sido desastroso, por no decir algo peor y ya no sabía que era verdad y que era mentira. Caminar por los pasillos era un total calvario, miraba a las personas con temor y me mantenía lo más alejada posible, porque los vampiros, los malditos vampiros si existían y el chico que me gustaba era uno de ellos.Joseph me observaba cada día desde la distancia y su mirada era una advertencia para cualquiera que intentara acercarse. Lo comprobé aquel día en el que Will se acercó a mí para saludarme, no sé lo que hizo, pero desde aquél día el chico ni siquiera quería verme. Cuando estaba cerca lo sentía y la sangre se me helaba cada vez que miraba aquellos ojos amarillentos y recordaba como en un pestañear podían cambiar, pero aun sabiendo los peligros, aun siendo consciente de que entre él y yo era imposible tener algo, me picaba la curios
Anastasia se mantuvo neutra después del episodio con la anciana de la librería, me hablaba de nuevo solo lo necesario y se cercioraba de que nuestros encuentros fueran muy pocos. En la última semana quizás la había visto unas tres veces. Entraba y salía con cierta urgencia y aquella mañana se le había hecho tarde para su primera clase, puesto que la noche anterior ni siquiera me fijé a qué hora había llegado.—Creo que llegarás tarde a clase —dije unas octavas más alto de lo normal, para ver si con aquello se animaba a salir de la cama.—No estoy de humor para clases —dijo con voz ronca y mirándome por el rabillo del ojo.—Como quieras — Sentencié mientras me dirigía hacia la puerta. Anastasia volvió a cubrir su cabeza con las mantas.—No te metas en problemas mientras estés fuera, Scott &m
Cuando despiertas de un coma, según aquellos que han pasado por esa situación, lo haces totalmente desorientado, porque, aunque quizás por momentos hayas escuchado voces que te llaman por tu nombre y te alientan a abrir los ojos, el simple hecho de volver a la realidad es algo confuso. ¿Seguirás dormido? ¿Será un espejismo de lo que tu mente en realidad desea en aquel momento? ¿Será una mentira, una a la cual te encuentras aferrado y no te quieres soltar? Así estaba yo en aquel momento, aunque en mi caso estaba despertando a una espeluznante realidad.—Mi familia ha estado protegiendo a los humanos desde hace más de cien años —miré a Anastasia fijamente a los ojos aún sin comprender del todo sus palabras—. Cada humano en el mundo tiene un guardián, uno que se encarga de protegerlo de los vampiros —negué con la cabeza puesto que aquello para m
La noche había caído y mis nervios se incrementaban mientras se iba acercando la hora, pero tenía que mostrarme serena y calmada, como si todo estuviese en su lugar, puesto que Ana no me quitaba la mirada de encima y eso me tenía aún más estresada. No saber cómo saldría de allí era algo que me estaba provocando dolor de cabeza. Aproveché el momento exacto en que mi guardiana decidió darse un baño y simulé que me iba a dormir porque, aunque aquella chica estuviese entrenada para matar vampiros, era humana y en algún momento iría a dormir, aquella era mi única oportunidad, por estúpida que parezca era la única forma de salir de aquella habitación.Escuché la puerta del baño abrirse y cerrarse, luego el rechinar de la cama de Ana. Esta soltó un suspiro cansado y luego apagó la luz de su lámpara de noche. Yo me hab
Permití que Jasmine me arrastrara al interior de aquel lugar, aunque en ningún momento levanté la mirada para observar a los allí presentes, sabía lo que eran y lo sabía con certeza por el miedo que crecía en mi interior, con cada paso que daba sabía que estaba más cerca de la muerte y comencé a sollozar aunque trate de ahogar con mis manos el sonido de aquellos sollozos. Era tan duro saberme presa de aquella situación, pero yo misma me lo había buscado y en mi cabeza resonaban ahora las palabras de Joseph: «Esta noche la luna será escarlata y por nada del mundo, escucha bien, por nada del mundo, debes salir de aquellas cuatro paredes, después de esta noche muchas cosas cambiaran».Nuestros pasos cesaron y me atreví a levantar la cabeza. Estábamos de pie frente a una gran mesa rectangular donde varios vampiros se encontraban reunidos. Todos llevaban pues