Capítulo 3. Nuevas situaciones

Me desperté sobresaltada, me había quedado dormida a eso de las cinco y eran alrededor de las ocho de la noche. No había nadie en la habitación, al parecer mi nueva e irritante compañera salió a mostrarse por el campus. Me puse de pie y encaminé mis pasos al cuarto de baño. Me miré en el espejo y como estaba un poco desaliñada recogí mi pelo. De regreso me encontré de frente con aquellos intimidantes ojos.

—Un mal sueño —dijo con una sonrisa de medio lado, señalando mi alborotado pelo.

—Muy graciosa —dije curvando mis labios con disgusto.

—Como sea —dijo haciendo alarde del poco interés que me había prestado— ¿No irás a la fiesta de bienvenida de los nuevos? —la miré con aburrimiento—. Bueno, lo digo por si quieres comenzar a hacer amigos, aunque con ese carácter… —resopló y enarco su ceja, de nuevo.

—Estoy muy cansada todavía y no soy muy amante de las fiestas, soy más del tipo de chicas a quienes les encanta el silencio y la tranquilidad —dije sintiéndome superior ante ella.

—Está bien señorita «callada y reservada», pero, por si te decides a venir, será en el área verde, en el ala norte, en la parte de atrás. Es en el viejo estadio de fútbol, lo utilizan para eventos —me giré para coger algunas cosas pensando en que aquella interesante conversación había terminado, pero no, Anastasia tenía algo más que decir—. Y una cosa, comienza a socializar, nena, porque sola aquí no creo que lo pases muy bien —tomó algo de su escritorio particular y se perdió detrás de la puerta.

No entendí lo que quiso decir con eso y tampoco le iba a preguntar. Mirando aquellas cuatro paredes vacías decidí hacerle caso e ir a la «Gran fiesta» de bienvenida. Me duché rápido, me puse unos jeans ajustados, una blusa de tirantes color rosa y una chaqueta negra que mi madre me había comprado. Como no me gustaba el maquillaje, solo me coloqué un poco de pintalabios y llevé mis pasos al viejo estadio de futbol.

Me sentí perdida por un momento, pero al divisar unas luces en la lejanía me di cuenta de que era el camino que debía tomar. Había mucho ruido y me sorprendió ver tantos estudiantes. Me sentía como en un mar, pero sin agua y a lo lejos pude ver a Nicole, la guía del campus, traía puesto un vestido rosa holgado con el que parecía más joven y relajada que cuando me recibió hace un par de horas.

—¡Buh! —alguien me asustó y casi me desmayo por la impresión, era mi querida compañera Anastasia, que reía a carcajadas por mi cara de espanto— ¿Decidió salir de su palacio, majestad? —dijo aquellas palabras con burla mientras agregaba una exagerada reverencia.

—Bueno, pues quizás tengas razón —dije un poco avergonzada—. Debo conocer gente, aunque en este tipo de ambiente no creo que consiga mucho —fui realmente sincera.

—Sí, seguro eres de las chicas que les encanta estudiar y estar entre libros y cosas por el estilo, pero despierta Scott —dijo chasqueando sus dedos—. Comienza a ver las cosas de otro modo, la secundaria terminó y esto es la universidad —dijo abriendo sus brazos y señalando a nuestro alrededor—. Disfruta, pero mantente alejada de la noche —me miró con intensidad cuando pronunció aquello y luego se alejó moviendo sus caderas con exageración y otra vez volví a estar perdida con sus palabras. Anastasia era rara, bastante rara.

Me quedé por un momento inmóvil en el mismo sitio y luego dudé, no entendía por qué seguía parada allí, tenía que salir de ese lugar. Nunca fui fiestera y creo que no comenzaría a serlo ahora. Para colmo, cuando me iba, di un traspiés y, gracias a Dios no había nadie a mi alrededor, porque esa no era la mejor manera de comenzar a hacer amigos.

Me encaminé a mi habitación. Ya eran las once de la noche pasadas y hacía un poco de frío, así que me abracé a mí misma. Veía parejas debajo de los árboles abrazados y besándose y eso me entristeció un poco, pero decidí no hacer caso del nudo que comenzaba a formarse en mi estómago, si me pondría triste con cada pareja que viera, nunca podría hacer frente a mi ruptura con Michael y mi estancia aquí sería realmente penosa, así que caminando un poco más rápido llevé mis pasos a la residencia, por lo menos estaría sola sin la pesada de Anastasia.

***

Abrí los ojos despacio dejándome rozar por los rayos que se colaban por la pequeña ventana, desperté muy temprano y en una hora tendría mi primera clase. Cuando miré la cama de Anastasia, ella aún seguía dormida así que tendría el baño solamente para mí, cosa que me hizo alegrar interiormente. Era algo bueno después del recibimiento que tuve el día anterior.

—Madrugadora —dijo Anastasia dejando caer sus brazos de repente y clavando sus ojos verdes en mí.

—Sí, siempre me gusta hacer todo despacio y llegar a tiempo a clase —contesté lo más cortés que pude, no quería que mi día comenzara mal con los comentarios fuera de lugar de aquella chica.

Me miró con arrogancia y se perdió detrás de la puerta del baño, me sacudí todas las malas vibraciones que transmitía aquella chica y traté de atraer todo lo positivo que me viniera a la cabeza, cosas con las que me sentía mejor en mis peores días en Green Lake y poniendo una genuina, pero recatada sonrisa, salí de aquella habitación.

Mi primera clase era «Literatura Inglesa» con el profesor Rod Stevens o eso era lo que decía mi horario. Llegué mucho tiempo antes, todavía no había llegado nadie y me reproché no haber tomado el desayuno, pero no dejé que aquella situación me bajase el ánimo, así que me senté en los asientos de en medio, mientras los demás que iban llegando se acomodaban a mi alrededor en pequeños grupos y la clase comenzó a abarrotarse.

Me despisté por un momento hurgando en mi bolso y cuando levanté la mirada me encontré siendo observada detenidamente por unos ojos amarillos oscuros y penetrantes. Me quedé sin aliento mientras aquel chico de mirada profunda y un poco escalofriante fruncía el ceño y levantaba una de sus cejas. Debía parecerle una loca mirándole tan fijamente y con cara de estúpida. Era tan extraño sentir aquella sensación en la boca del estómago, como si él pudiese ser peligroso.

—Disculpa, ¿están ocupados estos asientos? —dijo con voz delicada y me pareció por un momento verlo contener la respiración.

—No —dije algo aturdida y aparté la mirada de sus ojos en aquel momento.

El chico se alejó de mí, aunque no por mucho tiempo. Unos segundos más tarde dos chicas le seguían el paso y se sentaron una al lado de la otra muy cerca de donde me encontraba yo, él se sentó un poco más apartado y noté que aquellas chicas eran igual o más pálidas que aquel extraño chico, pero la tonalidad en los ojos de ellas era realmente rara, una mezcla entre miel y café, parecían sacadas de una de esa series de televisión donde los protagonistas son vampiros. Me reí interiormente ante aquel pensamiento, porque solo a mí se me ocurren esas cosas.

Al salón entró un hombre delgado, muy alto, le faltaba pelo y tenía una barba un tanto descuidada. Aquel traje color café le quedaba bastante grande y deduje que se trataba del profesor Stevens. Como siempre, mi astucia no falló.

—Buenos días, clase, lamento llegar tarde, pero saben que este campus es inmenso y los estacionamientos están un poco retirados. Quiero darles formalmente la bienvenida a Duke. Soy el profesor Rod Stevens e impartiré la materia de «Literatura inglesa». Espero que disfruten esta clase —dejó delicadamente el maletín encima de su escritorio y sin perder tiempo comenzó con la introducción a su materia.

Estaba entusiasmada, tanto así que me olvidé de todos a mi alrededor. Estaba tan inmersa en las palabras de Steven que me pareció estar sola en aquella clase, pero una sensación extraña volvió a azotar mi estómago y llevando mis ojos a uno de los laterales me encontré nuevamente bajo el escrutinio de aquellos ojos. Era demasiado extraño, las chicas a mi lado eran mucho, mucho más interesantes y bien parecidas que yo, aquel chico me causaba escalofríos.

La clase culminó y todos nos disponíamos a salir. Una de las chicas a mi lado me miró con desprecio, pensé enfrentarme a ella ya que era muy descortés por su parte mirar así a una persona y más a una que no se conoce, pero no deseaba ganarme la aversión de los demás, así que la ignoré y llevé mis pasos a la siguiente clase, «Historia medieval». No pude evitar soltar un resoplido, todo lo relacionado con la historia me causaba un delirante dolor de cabeza.

Aquélla clase no se encontraba tan lejos de la anterior, así que en un par de minutos estuve dentro de una nueva y también gigantesca aula y para mi dicha no había señales del chico extraño ni de las dos raritas que iban con él. Una mujer mayor con el pelo canoso y los ojos almendrados, de mediana estatura, estaba ya sentada detrás del escritorio. Su ropa era impecable, un conjunto de falda y chaqueta color esmeralda que realmente le hacían parecer distinguida.

—Buenos Días, jóvenes, mi nombre es Andrea Welch y soy su profesora de «Historia medieval». En sus asientos hay un libro que utilizaremos todo el semestre, no soy mujer de perder el tiempo, así que abra cada quien su libro en la página 129 —la firmeza con la que pronunció aquellas palabras me dio a entender que las cosas con Welch no serían fáciles.

Me quede estupefacta al leer el título de aquel tema, «Vampiros en la edad media». Miré a mi alrededor buscando en otros la misma reacción que yo tuve, pero al parecer aquel era un tema normal para las personas de este lugar. Como siempre no podía quedarme con la duda, debía indagar y poner al descubierto mi ignorancia. Entonces levanté la mano para llamar la atención de Andrea Welch.

—Señora Welch, disculpe, pero, ¿vampiros en la edad media?, siempre pensé que era un mito, no algo que pudiese aparecer en los libros como parte de la historia —hurgó en sus papeles y luego levantó su vista hacia mí. La dureza de su mirada me dejo fría.

—Señorita Scott, entiendo su incredulidad, pero hay cosas que la historia en general no dice para el público, no argumenta, se lo reserva. Sin embargo, a mí me gusta darle un enfoque diferente a mis clases y despejar toda las dudas de mis estudiantes —tomó una pequeña bocanada de aire para continuar—. Este tipo de criaturas existieron y una gran parte de Inglaterra sufrió calamidades gracias a su propia ingenuidad. Ellos se apoderaron de la mitad del pueblo inglés y en verdad eran un peligro que se escondía bajo un hermoso rostro, pero eso paso hace mucho, no debe preocuparse, es solo historia —hizo algunos movimientos con su bolígrafo como restándole importancia y prosiguió sin más.

No sé cómo sabía que yo me apellidaba Scott, quizás les dan una la lista con foto de todos sus estudiantes, aunque aquello era lo de menos en aquel momento, lo que me tenía paspada, intrigada y pensativa era eso de que los vampiros existieron. Todavía no me lo terminaba de creer, pero la señora Welch estaba muy convencida y segura de lo que decía y yo no sería la persona que la contradijera, así que me dispuse a escuchar su clase sin volver a abrir la boca.

—Para mañana quiero que lean del capítulo 135 al 140 y realicen un resumen. No porque sea la primera semana estarán inactivos, en mi clase todos deben trabajar —miró por encima de sus lentes a donde yo estaba y con un gesto de su mano me pidió que me acercara. Dude por un momento, pero al final me acerque a ella.

—No es de aquí ¿verdad, Scott? —dijo mirándome por encima de sus lentes.

—No, soy de Estados Unidos —el temblor en mi voz era algo que no me esperaba.

—Hay algunas cosas de las cuales es mejor saber poco o no saber nada, señorita Scott. Ante los ojos del mundo hay muchas cosas que no son lo que parecen, pero saber sobre ellas puede tener consecuencias —apartó su mirada de mí y supe que había dado por terminada aquella conversación. Estaba confundida, sentía que aquella profesora me estaba advirtiendo sobre algo, pero me quedaría con la duda, nunca me atrevería a preguntarle.

***

Me dirigí al comedor con paso apresurado, tenía hambre, pero también deseaba poner distancia con Welch. Era como si aquella mujer supiese cosas, cosas locas y dementes que quizás solo fueran producto de una gran imaginación o quizás sí fuesen una verdad oculta. Como no tenía amigos y mi compañera de cuarto se había encargado de decirme con sus actos que no le caía bien, cogí mi comida y me fui al área verde, a uno de los lugares más apartados. Por suerte o desdicha había un banco debajo de un gran roble e inmediatamente me hice dueña de aquel lugar, de todas formas estaba sola.

—¿Por qué tan sola? —ni siquiera me fije en que alguien se acercaba, por eso casi derramo todo el zumo de naranja sobre mi ropa y pensé que la persona era extremadamente sigilosa en sus pasos o que quizá vino volando.

Me giré en aquel momento para encontrarme con aquella mirada hipnótica. Por un momento volví a perderme en aquellos ojos, pero sacudí la cabeza para apartar de mi lo aturdida que me sentí en aquellos segundos. No entendía que me ocurría, pero él hacía algo con aquellos ojos.

—Creo que no te interesa —dije con sequedad cuando al fin mi cabeza pudo procesar algunas palabras.

—¡Vaya carácter tienes! —dijo con algo de humor y una sonrisa de lado.

—Eso dicen —dije con el mismo tono seco—. Y de verdad —dije mientras hacia una pausa para que me dijese su nombre.

—Joseph —dijo mientras me mostraba su perfecta y blanca dentadura—, Joseph Wiltipire.

—Joseph —pronuncié con cierta resistencia, era como si mi cabeza no procesara nada claro en este momento—. Agradezco tu interés y todo eso, pero de verdad, quisiera estar sola —le regalé una falsa sonrisa, sabía que se me notaba de lejos el malestar.

—Pesada y difícil —dijo rodando los ojos—. Lara, ¿verdad?.—agregó y sentí un ligero escalofrió recorriéndome la columna, no recordaba haberle dicho mi nombre.

—Disculpa —dije mientras levantaba mis cejas con actitud retadora—. No recuerdo haberte dicho mi nombre.

—Cuando estas interesado en algo investigas —hundió la manos en los bolsillos de su chaqueta y emprendió el camino de regreso al campus. Sentí una extraña sensación de desasosiego, pero también el martilleo de mi corazón con fuerza. ¿Quién era ese tal Joseph Wiltipire? ¿Qué quería de mí?

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