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Capítulo 2. Un viaje a lo desconocido

Odiaba las despedidas, así que entre Michael, Jennifer y yo no se produjeron. Michael y  yo sabíamos que una relación a distancia no funcionaría y quedamos en que cada cual haría su vida, aunque nos queríamos, no podíamos ser egoístas el uno con el otro. Retenerlo a mi lado no era una opción porque yo sabía, igual que él, que la distancia tarde o temprano acabaría con nuestra relación.

El camino al aeropuerto fue frío y silencioso. Mi madre cada dos por tres levantaba sus gafas para limpiarse las mejillas y mi padre tenía los nudillos blancos de apretar con fuerza el volante. Los entendía, siempre habían querido lo mejor para mí y separarnos también era difícil para ellos, pero sabía que detrás de lo relacionado con mi viaje estaba lo que yo les había pedido hace mucho y era independencia. Siempre le había hablado a mi madre sobre viajes y sobre una nueva vida y ahora aquella petición me golpeaba duro en la cara.

La despedida de mis padres fue eterna. Mamá lloró desconsolada y no pude aguantar, quería ser fuerte para ella, pero no pude lograrlo, la abrasé fuerte y le dije para calmarla que nos veríamos pronto. Papá solo me apretó bien fuerte y me deseó buen viaje, su única petición fue que llamara cuando estuviese instalada y como no pude hablar solo asentí.

Por megafonía llamaron a mi vuelo para embarcar. En aquel momento y arrastrando mi maleta me alejé de mis padres, levanté mi mano para despedirme y me perdí detrás de aquella gran puerta de metal. Todos los caminos conducían a Duke University, sin marcha atrás.

***

Inglaterra, 10:30 pm

El viaje fue eterno, estaba cansada al extremo. Al llegar, cogí mi teléfono para llamar a mis padres, pero se había quedado sin batería y solté un improperio que no pasó desapercibido para una joven que estaba a mi lado que puso mala cara. Me disculpé, pero ella se alejó pasando de mí. Para mi sorpresa, un autobús de la universidad esperaba para recoger a los estudiantes de nuevo ingreso. No sé por qué, pero en ese momento no estaba tan entusiasmada de ir allí, aunque, aun así, me subí al autobús, me coloque los auriculares y dormí todo el camino hasta el campus.

—¡Hey!, hemos llegado —casi con los ojos cerrados vi a un chico de pelo rojizo y muy alto, pero cuando iba a darle las gracias por haberme despertado, al salir del autobús ya había desaparecido.

El campus era inmenso y me sentí un poco intimidada. Pensé que me perdería en la infinidad de aquel lugar cuando vi a alguien con un megáfono, llamando a los estudiantes de nuevo ingreso.

—Los chicos y chicas de nuevo ingreso, por favor pasa por aquí —la misma información se repetía varias veces.

Con una sonrisa más que impecable aquella chica recibía a cada alumno, moviendo a un lado su pelo largo de color uva, cada vez que este se interponía entre sus ojos y la planilla que tenía en las manos donde figuraba la lista de nombres y las indicaciones correspondientes de cada estudiante. Divisé, desde mi lugar en la fila, que ella entregaba algunas cosas a cada nuevo alumno.

—Nombre completo, por favor —dijo con simpatía y una fantástica expresión, enseñando unos dientes perfectos.

—Lara Scott Jester —pronuncié mi nombre algo asustada.

—Bienvenida a Duke, señorita Scott. Mi nombre es Nicole Creep, guía del campus. Compartirás habitación con la señorita Anastasia Rupher, aquí está tu llave. Sigue derecho el pasillo central y cuando llegues al fondo doblas a la izquierda, habitación 325. Nuevamente bienvenida a esta tu universidad, Duke —enseñó otra vez aquella sonrisa y yo traté de imitarla, pero creo que solo me salió una mueca.

Seguí las indicaciones de la guía y cuando llegué al fondo me di cuenta de que al lado izquierdo estaban las residencias estudiantiles y al lado derecho los edificios académicos. Eran muy hermosos, rodeados de césped bien cuidado y con una arquitectura impresionante.

Caminé apresurada a mi habitación y mientras lo hacía me llevé algunas miradas despectivas de los que se cruzaban conmigo. A decir verdad, estaba algo acostumbrada a eso y en aquel momento me fijé en mi ropa sin poder evitarlo. Debía admitir que era algo diferente a lo que estaban acostumbradas las chicas de aquí, pero ser diferente no es algo malo. «¡Al demonio!, no cambiaría mi estilo por nadie».

Al llegar a mi habitación vi que en la puerta figuraba mi nombre y mi horario de clases. «Lo que me faltaba, pensar en clases ahora cuando lo único que quiero es descansar», dije en voz alta para mí. Suspiré profundamente y arranqué el papel de la puerta, entrando lentamente en aquella habitación donde ya se encontraba instalada mi compañera. Era rara en el buen sentido, su pelo cortó color chocolate la daba un estilo punk, con una apariencia ruda, pero su piel blanca le aportaba delicadeza a su aspecto. Aparté rápidamente mi mirada cuando sus ojos verdes me miraron fijamente.

—Hola, ¿Lara, verdad? —preguntó tratando de ser simpática, pero se le notaba el esfuerzo sobrehumano que estaba haciendo.

—Sí —dije extendiendo mi mano, pero ella no la estrechó.

—Lo siento no suelo tener contacto físico con la gente. Bueno sí, pero solo con chicos, me entiendes ¿verdad? Soy Anastasia, aunque mis conocidos me dicen Ana —la miré algo desorientada por su parloteo, pero no dije nada al respecto.

—Mucho gusto —dije al fin cuando pude abrir la boca.

—Y hay algunas cosas que quiero dejar claras ya que seremos compañeras por un largo tiempo —la miré expectante por un segundo—. Lo primero es que no tocas nada de lo mío a menos que yo lo permita; lo segundo, no opinas de nada que veas o escuches aquí y lo tercero, llamas a la puerta antes de entrar, es posible que este en mis cosas, entiendes ¿verdad? —enarcó una de sus cejas con arrogancia. No podía creer que solo llevaba unos segundos en aquella habitación y ya me estaba poniendo reglas.

—Disculpa — dije un poco brusca y solté un resoplido—. Esta también es mi habitación, para eso tengo una llave —dije moviendo la misma de un lado a otro— Si quieres hacer algo fuera de lugar entonces lo harás fuera de aquí. —puso los ojos en blanco y me dio la espalda, ignorando por completo mis palabras—. No vine aquí para aguantar esta m****a —me arrojé sobre la cama. Mi espalda estaba muy dolorida por haber estado tantas horas sentada y además el encuentro con mi nueva compañera no había sido para nada agradable.

Saqué mi teléfono para conectarlo y para verificar si había novedades y me encontré con que tenía dos mensajes de texto. Uno era de Jennifer deseándome lo mejor del mundo y diciéndome que me quería mucho y el otro de Michael. Mis ojos se abrieron tan grandes como pudieron y de un respingo me senté en el borde de aquella diminuta, pero no tan incómoda, cama.

Querida Lara solo te has ido por un par de horas y ya parece una eternidad me duele saber que no estaremos juntos pero siempre estarás en mi corazón, te deseo lo mejor del mundo en este nuevo paso y espero no me olvides nunca.

Posdata: Mamá está cocinando tu comida favorita la comeré en tu nombre, Te quiero.

Suspiré al pensar en aquel ternero a la plancha de la señora Ever y en que ya no lo disfrutaría al lado de Michael. Las lágrimas llegaron a mis ojos y la tristeza me inundó de nuevo. Yo también lo quería y lo extrañaría mucho. Me recosté en aquella pequeña cama que aún estaba y estaría por unos días sin arreglar. El cansancio me venció y caí en un abismal sueño, uno del cual no quería despertar, pero ahora mismo lo que yo quería importaba una m****a.

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