Odiaba las despedidas, así que entre Michael, Jennifer y yo no se produjeron. Michael y yo sabíamos que una relación a distancia no funcionaría y quedamos en que cada cual haría su vida, aunque nos queríamos, no podíamos ser egoístas el uno con el otro. Retenerlo a mi lado no era una opción porque yo sabía, igual que él, que la distancia tarde o temprano acabaría con nuestra relación.
El camino al aeropuerto fue frío y silencioso. Mi madre cada dos por tres levantaba sus gafas para limpiarse las mejillas y mi padre tenía los nudillos blancos de apretar con fuerza el volante. Los entendía, siempre habían querido lo mejor para mí y separarnos también era difícil para ellos, pero sabía que detrás de lo relacionado con mi viaje estaba lo que yo les había pedido hace mucho y era independencia. Siempre le había hablado a mi madre sobre viajes y sobre una nueva vida y ahora aquella petición me golpeaba duro en la cara.
La despedida de mis padres fue eterna. Mamá lloró desconsolada y no pude aguantar, quería ser fuerte para ella, pero no pude lograrlo, la abrasé fuerte y le dije para calmarla que nos veríamos pronto. Papá solo me apretó bien fuerte y me deseó buen viaje, su única petición fue que llamara cuando estuviese instalada y como no pude hablar solo asentí.
Por megafonía llamaron a mi vuelo para embarcar. En aquel momento y arrastrando mi maleta me alejé de mis padres, levanté mi mano para despedirme y me perdí detrás de aquella gran puerta de metal. Todos los caminos conducían a Duke University, sin marcha atrás.
***
Inglaterra, 10:30 pm
El viaje fue eterno, estaba cansada al extremo. Al llegar, cogí mi teléfono para llamar a mis padres, pero se había quedado sin batería y solté un improperio que no pasó desapercibido para una joven que estaba a mi lado que puso mala cara. Me disculpé, pero ella se alejó pasando de mí. Para mi sorpresa, un autobús de la universidad esperaba para recoger a los estudiantes de nuevo ingreso. No sé por qué, pero en ese momento no estaba tan entusiasmada de ir allí, aunque, aun así, me subí al autobús, me coloque los auriculares y dormí todo el camino hasta el campus.
—¡Hey!, hemos llegado —casi con los ojos cerrados vi a un chico de pelo rojizo y muy alto, pero cuando iba a darle las gracias por haberme despertado, al salir del autobús ya había desaparecido.
El campus era inmenso y me sentí un poco intimidada. Pensé que me perdería en la infinidad de aquel lugar cuando vi a alguien con un megáfono, llamando a los estudiantes de nuevo ingreso.
—Los chicos y chicas de nuevo ingreso, por favor pasa por aquí —la misma información se repetía varias veces.
Con una sonrisa más que impecable aquella chica recibía a cada alumno, moviendo a un lado su pelo largo de color uva, cada vez que este se interponía entre sus ojos y la planilla que tenía en las manos donde figuraba la lista de nombres y las indicaciones correspondientes de cada estudiante. Divisé, desde mi lugar en la fila, que ella entregaba algunas cosas a cada nuevo alumno.
—Nombre completo, por favor —dijo con simpatía y una fantástica expresión, enseñando unos dientes perfectos.
—Lara Scott Jester —pronuncié mi nombre algo asustada.
—Bienvenida a Duke, señorita Scott. Mi nombre es Nicole Creep, guía del campus. Compartirás habitación con la señorita Anastasia Rupher, aquí está tu llave. Sigue derecho el pasillo central y cuando llegues al fondo doblas a la izquierda, habitación 325. Nuevamente bienvenida a esta tu universidad, Duke —enseñó otra vez aquella sonrisa y yo traté de imitarla, pero creo que solo me salió una mueca.
Seguí las indicaciones de la guía y cuando llegué al fondo me di cuenta de que al lado izquierdo estaban las residencias estudiantiles y al lado derecho los edificios académicos. Eran muy hermosos, rodeados de césped bien cuidado y con una arquitectura impresionante.
Caminé apresurada a mi habitación y mientras lo hacía me llevé algunas miradas despectivas de los que se cruzaban conmigo. A decir verdad, estaba algo acostumbrada a eso y en aquel momento me fijé en mi ropa sin poder evitarlo. Debía admitir que era algo diferente a lo que estaban acostumbradas las chicas de aquí, pero ser diferente no es algo malo. «¡Al demonio!, no cambiaría mi estilo por nadie».
Al llegar a mi habitación vi que en la puerta figuraba mi nombre y mi horario de clases. «Lo que me faltaba, pensar en clases ahora cuando lo único que quiero es descansar», dije en voz alta para mí. Suspiré profundamente y arranqué el papel de la puerta, entrando lentamente en aquella habitación donde ya se encontraba instalada mi compañera. Era rara en el buen sentido, su pelo cortó color chocolate la daba un estilo punk, con una apariencia ruda, pero su piel blanca le aportaba delicadeza a su aspecto. Aparté rápidamente mi mirada cuando sus ojos verdes me miraron fijamente.
—Hola, ¿Lara, verdad? —preguntó tratando de ser simpática, pero se le notaba el esfuerzo sobrehumano que estaba haciendo.
—Sí —dije extendiendo mi mano, pero ella no la estrechó.
—Lo siento no suelo tener contacto físico con la gente. Bueno sí, pero solo con chicos, me entiendes ¿verdad? Soy Anastasia, aunque mis conocidos me dicen Ana —la miré algo desorientada por su parloteo, pero no dije nada al respecto.
—Mucho gusto —dije al fin cuando pude abrir la boca.
—Y hay algunas cosas que quiero dejar claras ya que seremos compañeras por un largo tiempo —la miré expectante por un segundo—. Lo primero es que no tocas nada de lo mío a menos que yo lo permita; lo segundo, no opinas de nada que veas o escuches aquí y lo tercero, llamas a la puerta antes de entrar, es posible que este en mis cosas, entiendes ¿verdad? —enarcó una de sus cejas con arrogancia. No podía creer que solo llevaba unos segundos en aquella habitación y ya me estaba poniendo reglas.
—Disculpa — dije un poco brusca y solté un resoplido—. Esta también es mi habitación, para eso tengo una llave —dije moviendo la misma de un lado a otro— Si quieres hacer algo fuera de lugar entonces lo harás fuera de aquí. —puso los ojos en blanco y me dio la espalda, ignorando por completo mis palabras—. No vine aquí para aguantar esta m****a —me arrojé sobre la cama. Mi espalda estaba muy dolorida por haber estado tantas horas sentada y además el encuentro con mi nueva compañera no había sido para nada agradable.
Saqué mi teléfono para conectarlo y para verificar si había novedades y me encontré con que tenía dos mensajes de texto. Uno era de Jennifer deseándome lo mejor del mundo y diciéndome que me quería mucho y el otro de Michael. Mis ojos se abrieron tan grandes como pudieron y de un respingo me senté en el borde de aquella diminuta, pero no tan incómoda, cama.
Querida Lara solo te has ido por un par de horas y ya parece una eternidad me duele saber que no estaremos juntos pero siempre estarás en mi corazón, te deseo lo mejor del mundo en este nuevo paso y espero no me olvides nunca.
Posdata: Mamá está cocinando tu comida favorita la comeré en tu nombre, Te quiero.
Suspiré al pensar en aquel ternero a la plancha de la señora Ever y en que ya no lo disfrutaría al lado de Michael. Las lágrimas llegaron a mis ojos y la tristeza me inundó de nuevo. Yo también lo quería y lo extrañaría mucho. Me recosté en aquella pequeña cama que aún estaba y estaría por unos días sin arreglar. El cansancio me venció y caí en un abismal sueño, uno del cual no quería despertar, pero ahora mismo lo que yo quería importaba una m****a.
Me desperté sobresaltada, me había quedado dormida a eso de las cinco y eran alrededor de las ocho de la noche. No había nadie en la habitación, al parecer mi nueva e irritante compañera salió a mostrarse por el campus. Me puse de pie y encaminé mis pasos al cuarto de baño. Me miré en el espejo y como estaba un poco desaliñada recogí mi pelo. De regreso me encontré de frente con aquellos intimidantes ojos.—Un mal sueño —dijo con una sonrisa de medio lado, señalando mi alborotado pelo.—Muy graciosa —dije curvando mis labios con disgusto.—Como sea —dijo haciendo alarde del poco interés que me había prestado— ¿No irás a la fiesta de bienvenida de los nuevos? —la miré con aburrimiento—. Bueno, lo digo por si quieres comenzar a hacer amigos, aunque con ese carácter…
Aquella tarde mi mente iba como un tren sin parada, las palabras de aquel chico seguían dando vueltas en mi cabeza y también lo que había descubierto en clase de Welch. Este lugar era extraño, pero era en el que me había tocado vivir. Anastasia irrumpió tan imprudente como siempre acompañada de una de sus amigas, yo estaba estudiando los capítulos que había mandado Welch y terminando de hacer el resumen que nos había pedido. Después de tantos sentimientos encontrados ,quería despejar la mente y pensé que la mejor forma sería estudiando, siempre ha sido un buen refugió para mí.—Veo que estás muy entretenida en tu primer día de estudios universitarios —dijo con aquél tono de burla que me desagradaba—. Sé que no debo pedirte permiso y no lo hare, pero saldré y llegaré tarde —dijo divertida—. No de
Me esperaba todo, menos el Lexus color negro que estaba aparcado en la entrada principal de la universidad. Joseph me esperaba de pie frente a aquél majestuoso coche que dejó de interesarme al verlo a él, jeans ajustados, botas militares, camiseta blanca y aquella chaqueta de cuero negra que abrazaba sus perfectos brazos. Tragué en seco y me maldije interiormente por el temblor que recorría mi cuerpo, era como si con su sola mirada tuviese el control de mí.—¿Lista? —preguntó abriéndome la puerta del lado del pasajero.—Creo que sí —contesté con algo de nerviosismo mientras me subía al coche.Joseph trató de hacer el ambiente menos tenso con la conversación de cosas convencionales: las clases, mi viaje y mis primeros días en Inglaterra. Mayormente mi respuestas fueron cortas, pero traté de sonreír para no hacerlo sentir t
Si hubiese recordado lo tedioso que era viajar en aerolínea europea hubiese enviado una postal a mis padres, pero cuando miré aquellos rostros felices al salir del control del aeropuerto desterré aquél pensamiento lejos de mi mente. Verdaderamente me hacía tanta falta verlos, una llamada telefónica no se podía comparar con la sensación de estrecharme en sus brazos, del beso en la frente que me dio mi madre y de los toquecitos en la espalda de mi padre, eso no tenía precio y si le sumamos a esto, la pequeña chica rubia junto a ellos, mi felicidad se triplicaba.—¡Lara! —Jennifer saltó a mis brazos y en aquél momento no pude poner objeción alguna, extrañaba la intensidad de mi amiga.—¡Oh! ¡Por Dios, Jenni! —dije cubriendo mi boca con las manos— Te has cortado el pelo —lo toqué sin poder creerlo, Jenni adoraba su m
Las vacaciones habían pasado en un abrir y cerrar de ojos y decidí disfrutar mi último día en Green Lake haciendo un viaje con Jenni y mis padres a la playa. En esta parte de Seattle el sol era una recompensa, así que debíamos aprovechar este día soleado al máximo. Me dejé envolver por la calidez de aquella tarde, sin poder apartar de mi mente que en un par de horas regresaría a la nefasta realidad que me tocó. Temía, más que la primera vez que me fui, regresar a Duke. Presentía que las cosas no irían tan bien al volver ahora y deseaba dejar de sentirme tan insegura, pero era algo que no podía evitar.—Te extrañaré. Estos días se fueron como agua —comentó Jenni mientras nos cogíamos de la mano y caminábamos para mojarnos los pies en la playa.—Regresaré para Navidad, Jenni, espero que el tiemp
Mi regreso a Duke había sido desastroso, por no decir algo peor y ya no sabía que era verdad y que era mentira. Caminar por los pasillos era un total calvario, miraba a las personas con temor y me mantenía lo más alejada posible, porque los vampiros, los malditos vampiros si existían y el chico que me gustaba era uno de ellos.Joseph me observaba cada día desde la distancia y su mirada era una advertencia para cualquiera que intentara acercarse. Lo comprobé aquel día en el que Will se acercó a mí para saludarme, no sé lo que hizo, pero desde aquél día el chico ni siquiera quería verme. Cuando estaba cerca lo sentía y la sangre se me helaba cada vez que miraba aquellos ojos amarillentos y recordaba como en un pestañear podían cambiar, pero aun sabiendo los peligros, aun siendo consciente de que entre él y yo era imposible tener algo, me picaba la curios
Anastasia se mantuvo neutra después del episodio con la anciana de la librería, me hablaba de nuevo solo lo necesario y se cercioraba de que nuestros encuentros fueran muy pocos. En la última semana quizás la había visto unas tres veces. Entraba y salía con cierta urgencia y aquella mañana se le había hecho tarde para su primera clase, puesto que la noche anterior ni siquiera me fijé a qué hora había llegado.—Creo que llegarás tarde a clase —dije unas octavas más alto de lo normal, para ver si con aquello se animaba a salir de la cama.—No estoy de humor para clases —dijo con voz ronca y mirándome por el rabillo del ojo.—Como quieras — Sentencié mientras me dirigía hacia la puerta. Anastasia volvió a cubrir su cabeza con las mantas.—No te metas en problemas mientras estés fuera, Scott &m
Cuando despiertas de un coma, según aquellos que han pasado por esa situación, lo haces totalmente desorientado, porque, aunque quizás por momentos hayas escuchado voces que te llaman por tu nombre y te alientan a abrir los ojos, el simple hecho de volver a la realidad es algo confuso. ¿Seguirás dormido? ¿Será un espejismo de lo que tu mente en realidad desea en aquel momento? ¿Será una mentira, una a la cual te encuentras aferrado y no te quieres soltar? Así estaba yo en aquel momento, aunque en mi caso estaba despertando a una espeluznante realidad.—Mi familia ha estado protegiendo a los humanos desde hace más de cien años —miré a Anastasia fijamente a los ojos aún sin comprender del todo sus palabras—. Cada humano en el mundo tiene un guardián, uno que se encarga de protegerlo de los vampiros —negué con la cabeza puesto que aquello para m