Capítulo 5. La fiesta de la cabaña

Me esperaba todo, menos el Lexus color negro que estaba aparcado en la entrada principal de la universidad. Joseph me esperaba de pie frente a aquél majestuoso coche que dejó de interesarme al verlo a él, jeans ajustados, botas militares, camiseta blanca y aquella chaqueta de cuero negra que abrazaba sus perfectos brazos. Tragué en seco y me maldije interiormente por el temblor que recorría mi cuerpo, era como si con su sola mirada tuviese el control de mí.

—¿Lista? —preguntó abriéndome la puerta del lado del pasajero.

—Creo que sí —contesté con algo de nerviosismo mientras me subía al coche.

Joseph trató de hacer el ambiente menos tenso con la conversación de cosas convencionales: las clases, mi viaje y mis primeros días en Inglaterra. Mayormente mi respuestas fueron cortas, pero traté de sonreír para no hacerlo sentir tan incómodo. Confieso que me estaba costando demasiado esto de hacer nuevos amigos, no estaba incluido en mi ADN.

—No pienses de esa forma —le miré por el rabillo del ojo sin comprender a que se refería.

—¿Qué? —pregunté con incredulidad.

—Será fácil para ti hacer amigos, no fue lo que dijiste —dijo, apartando por un momento la mirada del camino para posarla en mí.

—No recuerdo haber dicho eso —dije extrañada, pero si recordaba haberlo pensado.

—Lo siento, a veces creo escuchar cosas que no son —Percibí un poco más de palidez en su rostro, aunque era difícil admitir aquello teniendo en cuenta la extrema palidez de su piel.

Ninguno volvió a abrir la boca después de aquello y después de un largo paseo en medio de la nada nos adentramos en un camino desigual. El coche se tambaleaba un poco por las grietas del camino y comencé a sentirme algo inquieta. A nuestro alrededor todo eran árboles, un largo trayecto sombrío y neblinoso, pero solté el aire que tenía retenido al mirar la cantidad de coches estacionados enfrente de una gigantesca casa.

—Espectacular —dije con asombro— ¿Esto pertenece a tu familia? —pregunté llevando mis ojos a Joseph, que me contemplaba de manera extraña.

—Es parte del legado familiar, aunque solo la utilizamos mis hermanos y yo para algunos eventos —se bajó del vehículo y corrió a mi puerta para abrirla.

—Gracias —dije ocultando mi rostro con vergüenza—.Yo podía.

—No es problema, mi familia como te dije es algo tradicional hay algunas costumbres que se quedan en uno para siempre —no sabía que decirle, pero sí debía admitir que era el chico de su edad más caballeroso que había conocido.

Joseph me escoltó al interior de la cabaña y le seguí los pasos casi pegada a sus talones, el sonido de la música invadió mis oídos en cuanto estuvimos de pie frente al porche de aquella inmensa casa y Joseph miró a su espalda para cerciorarse de que estuviese siguiéndole. Sabía que la sonrisa en mi rostro se veía bastante incómoda, pero si lo notó no hizo comentario al respecto.

El interior estaba abarrotado de personas, Joseph me llevó a un área un poco menos ocupada y yo tomé asiento en uno de los sillones que adornaban aquel lugar, no sé por qué sentía que todos me miraban sin ninguna clase de reparo, era como si tuviese una flecha intermitente dirigida solo a mí. «¡Demonios!, esto era realmente incómodo».

—Vaya, vaya, pero si la reina decidió salir de su palacio. Veo que estas comenzando a adaptarte, Scott —Ana me regaló su tan particular sonrisa y abrí la boca para contestarle, pero Joseph apareció en aquel momento.

—Te traje algo de beber —dijo mientras me entregaba un vaso desechable—. ¿Querías algo también, Anastasia? —preguntó Joseph con educación, pero Anastasia solo se dedicó a mirarlo con frialdad.

—Deberías elegir mejor con quien te juntas, Scott —Anastasia se puso de pie en aquel momento y le regaló una mirada severa a Joseph. Al parecer, el chico no era santo de su devoción y me pregunté si era algo por lo que debía preocuparme.

***

La fiesta pasó sin percances, lo único raro era que unas semanas después Joseph había desaparecido de la faz de la tierra. Pregunté por aquí y por allá disimulando mi extremo interés en saber de su paradero, porque era raro que un estudiante se ausentara tanto tiempo, un semestre, o eso era lo que quería creerme, que mi único interés por Joseph era por sus ausencias en clase, aunque en realidad eso era una gran mentira. Sentía algo, no sabía qué era, pero me interesaba aquel chico.

Caminaba apresurada, porque era la primera vez desde que llegué aquí que iba tarde a clase por mi discusión de esta mañana por el baño. Anastasia pretendía hacerse dueña de él cuando se había levantado la última, pero no le permití tomar mi turno y al final se resignó soltando algunos improperios.

Me distraje por un momento al tratar de enviar un mensaje a Jenni y por el rabillo del ojo visualice una figura conocida. Al levantar la vista, Joseph ya me llevaba ganados algunos pasos, así que de manera apresurada guarde el teléfono en mi bolso y corrí para alcanzarlo.

—Joseph, espera, necesito hablarte —dije cuando al fin me encontraba cerca de él.

—Voy retrasado, Lara —dijo con tono brusco.

—Solo será un segundo, yo también voy tarde a clase —insistí. Detuvo sus pasos y se giró para mirarme, sus ojos se veían cansados y opacos, parecía enfermo y me asusté.

—¿Qué te pasa, estás enfermo? —le pregunté y traté de llevar mi mano a su mejilla, pero este la detuvo tomándola por la muñeca, sus manos estaban heladas como témpanos de hielo— No volví a saber de ti después de la fiesta y pregunté, pero nadie supo darme respuesta de tu paradero —le miré con expectación a la espera de su respuesta, pero lo que dijo era algo que no me esperaba.

—Es mejor que te mantengas alejada, pensé que podría, pero no es así. Esto me supera totalmente —se acomodó mejor la mochila y se alejó de mi sin más, dejándome más confundida que antes, pero no podía quedarme con aquella duda, antes de que el día terminara tendría una conversación con aquel chico.

La clase de «Filosofía y letras» con la profesora Sophie era la más interesante que había tenido hasta ahora, aparte de que la mujer era todo dulzura y comprensión y nos atiborraba de tareas, tenía una angelical sonrisa y unos ojos color miel que causaban envidia y aunque siempre llevaba la misma chaqueta raída en color negro, no era algo a lo que diéramos mucha importancia, su belleza física y su gran simpatía dejaba todo lo demás en segundo plano.

—Jóvenes, la semana pasada hablamos de como en la época de los 30 y 40 la filosofía no era parte esencial de la cultura, pero a través de los años se ha visto envuelta en grandes cambios, Lara me puedes decir ¿cuáles son esos cambios? —le encantaba elegir un estudiante al azar y hacerle una pregunta de lo que ya habíamos hablado, así se fijaba en quien estudiaba y prestaba atención a lo que ella explicaba.

—Bueno, entre esos cambios están la importancia que se le dio a la filosofía en la literatura. Es decir, todos los escritores de la época le daban un toque armónico y filosófico a sus escritos, un aire más romántico y menos científico —me sentí bastante complacida con aquella respuesta.

—Muy bien, veo que si leyó, señorita Scott —me miró complacida y me regaló una corta sonrisa.

***

Salí casi corriendo cuando sonó el cambio de hora. Sabía que podía encontrar a Joseph en la cafetería y por nada del mundo desaprovecharía aquella oportunidad. Me importaba una m****a parecer una loca maniaca, era importante para mi saber qué había hecho mal, estaba muy claro que el chico no deseaba tener ningún tipo de relación conmigo, pero había algo que no me estaba diciendo y era la causa de su rechazo.

Como siempre la cafetería estaba atestada y miré al lugar donde particularmente Joseph se sentaba, pero solo se encontraban allí las dos chicas extrañas que habían llegado con él aquel primer día a la clase de la señora Welch y por extraño que parezca, jamás las había vuelto a ver hasta el día de hoy.

—Disculpad —dije a aquellas dos, quienes detuvieron su conversación y me regalaron una mirada de ojos extraños.

—Sí, ¿en qué podemos ayudarte? —dijo la de pelo rubio, parecía simpática en su formar peculiar, pero a la vez daba algo de miedo.

—¿Han visto a Joseph por alguna parte? —pregunté con algo de temor— Si no es mucha molestia —la rubia que había hablado me miro con interés y había algo en su mirada, una cosa que no pude descifrar en aquel momento.

—Mi novio es algo raro, no lo culpes —sus palabras me sorprendieron.

—No sabía que tenía novia —dije y me arrepentí al instante de haberlo dicho.

—No te preocupes, cariño —dijo al percatarse del debate interior que tenía—, Joseph es bastante reservado, me sorprendió en verdad que te invitara a la fiesta de la cabaña, pero es así, poco predecible —la chica a su lado soltó una risilla que me incomodo, pero lo deje pasar.

—¡Oh! Mira, Jasmine, ahí viene tu chico —Jasmine, que era el nombre de la chica, miró por encima de mi hombro y yo no pude evitar seguir su mirada. Joseph entraba seguido por dos chicos que no había visto antes y me quede sin respiración cuando sus ojos se posaron en mí.

Joseph paso de mí en aquel momento y deposito un corto beso en los labios de Jasmine. Me sentí incomoda, pero tratando de disimular con mucho esfuerzo, porque era bastante mala haciéndolo. Le sonríe al chico que me miraba con los ojos entrecerrados, sabía que se estaba preguntando qué demonios hacia yo allí parada.

—Solo deseaba saber si podemos hablar unos dos minutos, claro eso si tu novia está de acuerdo —Joseph miró con cierta complicidad a la chica a su lado, se me revolvió el estómago, me hizo sentir bastante estúpida.

—No importa, cariño, puedes hablar con tu amiga —me miró de arriba abajo y plantó una falsa sonrisa en su rostro, quería borrarla de su cara, pero sabía que nunca me atrevería a hacerlo.

Me sentía como una completa idiota, quizás había confundido la amabilidad y aquella invitación de Joseph con algo más que una simple amistad, porque algo sí debía admitir, Jasmine era todo lo que un chico deseaba, rubia, alta, hermosa y sofisticada, todo lo contrario a mí. No pude evitar mirarme, estaba realmente loca y lo complicado del asunto era que estaba comenzando a sentir cosas raras por Joseph, aunque no lo culpaba, con aquella belleza sobrehumana era difícil no dejarse envolver.

—Entonces… —dijo cuándo nos detuvimos debajo del gran árbol donde hablamos por primera vez, no sabía que decir o simplemente las palabras no querían salir.

—Es que, bueno, quedé algo confundida con lo que dijiste esta mañana, ¿hice algo malo? —Soltó una risa sarcástica, eso me dejo descolocada.

—Solo lo hice para zanjar el tema, la verdad es… —dijo haciendo que había olvidado mi nombre cosa que me molesto bastante.

—Lara, lo dijiste esta mañana. —pronuncié molesta.

—La verdad es, Lara, que Jasmine y yo estábamos algo enojados y bueno tu eres nueva y pensé que sería interesante invitarte eso es todo. —golpe bajo, muy bajo para la insípida chica estadounidense.

—Entonces, ¿eso quiere decir que me usaste? —lo mire con desagrado.

—Olvidemos la situación, ¿sí?, tú sigues con tu vida y yo con la mía. Te puedes ahorrar el saludo si me ves por ahí. —No sabía por qué me sentía tan dolida en este momento.

—Perfecto —dije con altivez y levantando una de mis cejas.

Le di la espalda decidida a alejarme, pero su fría mano me detuvo. La aparté con poca sutileza y me giré nuevamente para enfrentarlo, me tambalee un poco al encontrarme con su mirada, esta vez la arrogancia y la dureza de hace un momento había desaparecido, era como si con aquel simple gesto tratara de decirme algo, alguna cosa que no podía expresar con palabras, pero estaba demasiado enojada en ese momento para prestar atención a aquellos minúsculos detalles.

—No todo es lo que parece —dijo y sin más emprendió el camino de regreso, dejándome como siempre confusa, pero ahora me quedaría con la duda.

***

El semestre estaba casi por concluir y aquellos meses me los había pasado prácticamente encerrada, ignorando la mayor parte del tiempo todo lo que ocurría a mi alrededor. Pasé de toda aquella persona que me causaba algún malestar, eso incluía a Joseph que por más que trataba de olvidar seguía dando vueltas en mi cabeza, como si el muy estúpido se hubiese instalado allí para no salir. Esta situación me mantenía enojada gran parte del tiempo y verlo en algunas ocasiones con aquella chica rubia no ayudaba a mejorar las cosas, me atrevo a decir que las empeoraba.

—¿Irás a casa? —preguntó Anastasia aquella última tarde de clases antes de que las vacaciones de primavera comenzaran oficialmente.

—Sí, ya compré el billete y todo —contesté y esta se quedó en absoluto silencio. Nos habíamos acercado un poco más durante aquellos meses, pero aún nos costaba tener una conversación decente, así que nos conformábamos con un «¿Qué harás después?, ¿cómo estás hoy? etc.»

—Espero que disfrutes el viaje —dijo antes de salir por la puerta. Me quedé algo estupefacta con aquella declaración, pero no le di gran importancia. Debíamos llevarnos bien ya que estaríamos juntas mucho tiempo.

Dejé las prendas de ropa que estaba organizando nuevamente encima de mi cama y me dispuse a admirar como caía la tarde. Desde nuestra ventana teníamos una vista panorámica del campus y sus alrededores. Era bastante tranquilizador ver como las flores volvían a nacer después de un cruel y duro invierno, pero todo aquello pasó a segundo plano cuando a lo lejos divisé a Joseph que agarraba por la cintura a aquella chica, Jasmine, y pensé allí, mirándolos detenidamente, que este viaje me serviría para muchas cosas y una de ellas sería borrar de mi cabeza a Joseph Wiltipire para siempre.

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