Dos años después.
—Esto es tan injusto… —suspiró Jake mientras intentaba equilibrarse después del puñetazo que Aaron le había dado en plena nariz.
—¡Papá, concéntrate! Tú querías ayuda ¿no? —rezongó su hijo y él hizo una mueca.
—¡¿Y no me la podías cambiar por otra cosa?! —se escandalizó Jake—. ¡Tienes catorce años, por amor de Dios…! ¡Pídeme dinero!
—De ese ya tengo, la abuela me ayuda a ganar todas las apuestas —rio Aaron y le lanzó una patada que Jake encajó con un gruñido.
—¡Te compro un auto! —lo sonsacó.
—Solo tengo catorce, pá, no puedo conducir…
—¿Y sí puedes golpear a tu padre? —Jak
Un año después—¡Levántalo, levántalo! —apuró Caleb a su hermano—. No podemos dejar que mamá lo vea así, ¡lo mata!—Oigan, oigan… su mamá puede verme como quiera…—¡Papá estás borracho! —lo regañó Aaron.—¡Claro que no! —se defendió Jake, pero tenía tanto mareo que no podía enfocar para caminar derecho.—¿Cómo que no? ¡Acabas de vomitar el hígado en las jardineras de la entrada! —gruñó Caleb.—¡Pero te juro que no estoy borracho! ¡Tu abuela puede dar fe de eso! ¡Estaba con ella planificando…!Los gemelos lo soltaron cuando lo vieron girarse hacia el jarrón más cercano y acabar de devolver todo el contenido de su
Para todas las chicas del grupo, que tanto insistieron por unas Navidades en Familia.—Suelta esa pistola, Nina… ¡Suéltala…! —Jake puso las dos manos frente ella y los gemelos rieron por lo bajo—. ¿Qué clase de ejemplo le estás dando a nuestros hijos…?—¿Ejemplo? ¿Quieres un buen ejemplo? —gruñó Nina y le lanzó la pistola a Caleb, que la desarmó y la armó en menos de treinta segundos mientras su madre se cruzaba de brazos con satisfacción—. ¡Ese es un buen ejemplo, y ni siquiera te voy a decir lo que le enseñé a hacer al otro, pero ese no es el caso! ¡Sal de mi camino que tengo que hablar con ese hombre!Jake respiró hondo, pero no se movió ni un milímetro.—Nina… no es tu enemigo… solo vino a formal
Tres años después.Nina suspiró, mientras el cansancio delicioso que seguía al clímax se adueñaba de su cuerpo.Era su décimo aniversario de bodas, y Jake la había sorprendido con una pequeña cabaña en los Alpes Suizos, un viaje familiar para los niños… ¡con sus tíos! y dos semanas para ellos solitos, como la pareja de tórtolos que se merecían ser por estar criando a cinco huracanes… perdón, cinco hijos.Se dio la vuelta y se acurrucó contra el costado de Jake, que la atrajo hacia su cuerpo con un gesto posesivo y sensual.—Eso realmente estuvo muy bien… —murmuró.—¿Muy bien? ¿¡Solo muy bien…!? ¡Oye, tu marido todavía es un semental! ¡No puedes quejarte…! —protestó Jake y Nina se lev
Nueva York Cuando Jacob* Liberman atravesó la puerta del Spectrum, fue como si cada persona del club le hiciera una reverencia. Después de todo era socio de la mitad de él y había ayudado a Gerry Kent a abrir una nueva y mejorada versión del Spectrum en Nueva York. —¡Tú de verdad disfrutas esto! —casi se burló su mejor amigo, la otra cara de Sheffield & Lieberman Asocs. —¿Qué quieres que te diga? ¡Traigo el ego en la sangre! Cuarta generación de magnates de la industria minera… —¡De los que te apartaste para seguir tu propio camino! —Connor Sheffield no tenía pelos en la lengua—. Así que por ahora eres el hijo renegado, el insolente, el ingobernable… —El único —replicó Jake levantando una ceja sugerente—. Le guste al viejo o no, soy su único hijo, y los Lieberman no son de los que donan todo a la beneficencia. No se sentaron en uno de los reservados, sino en «el» reservado principal, uno que habían hecho solo para él. En p
«¿Un…un… idiota bilingüe?» Para ser uno de los mejores abogados del país, Jacob Lieberman tenía instintos demasiado extremos y aquella mujer le despertaba todos a la vez, en especial porque podía sentir todo de ella: la curva de su cuerpo mientras se arqueaba contra la barra del bar, el calor en su vientre, el temblor en sus piernas, la inexistencia absoluta de su respiración… —¡Mierd@! Te juro que no me provocas ni una sola buena decisión —murmuró muy cerca de su cara, acariciándole el labio inferior con el pulgar—. Es como si solo pudiera besarte o matarte. Nina sintió un nudo en el estómago que estaba lejos de tener algo que ver con el miedo. —Qué poca imaginación tienes… —respondió—. También se puede matar a besos… Jake ladeó la cabeza, y sintió que el cuerpo se le hacía de mantequilla. No era capaz de describir las cosas estúpidas que esa chiquilla le hacía sentir, y lo peor de todo era eso, que él era un hombre he
Connor estaba en el quinto sueño cuando su teléfono comenzó a sonar, pero contestar ya era un acto reflejo para él, y por suerte lo hizo, porque al otro lado de la línea escuchó la voz contenida de Jacob.—¿Connor?—¿Jake? ¿Qué pasa? —preguntó medio dormido.—Necesito que vengas por mí.Connor miró la hora en su reloj y bufó con fastidio.—¡No jodas, Jake! ¡Son las tres de la madrugada! ¡Toma un maldito taxi…!—Estoy en la comisaría, en el Precinto 64 —gruñó Jake interrumpiéndolo y Connor se sentó en la cama de golpe.—¿Tienes un cliente? —Fue lo primero que le llegó a la cabeza, pero las siguientes palabras de su amigo lo descolocaron.—Estoy preso.—¡¿Preso?! ¡&iques
Para Nina Smith, el verdadero pecado de la carne… era que no hubiera ninguna para comer. Y de eso sí sabía mucho. Había pasado suficiente trabajo en la vida a su corta edad, como para que un momento incómodo con un desconocido sexi no le quitara el sueño. Que un hombre como aquel se encaprichara con ella era casi un elogio, pero hacerle la maldad de dejarlo desnudo en un callejón, era suficiente como para alegrarle las dos semanas que pasaría alejada de sus amigos.Por suerte Jayden la conocía lo suficiente como para ir directamente a hablar con Gerry Kent, el otro socio del club, en cuanto la había visto salir. Y como los pedidos de tragos que Nina generaba eran escandalosos, Gerry dio el asunto por zanjado con independencia de lo que pudiera suceder entre ella y Jake. Eso sí, fue lo bastante inteligente como para pedirle a Jayden que la volviera a llevar al menos un par de veces al me
Se arrepintió en el mismo momento en que aquellas palabras salieron de su boca. Era una estupidez, lo sabía, un rezago de la mala vibra de su madre, pero ya lo había soltado. Esperó la bofetada, sabía que se la merecía; esperó la indignación, los gritos… pero nada de eso llegó. Y cuando Jacob Lieberman abrió los ojos, lo que encontró en los de Nina fue mil veces peor. Una mezcla de decepción con desprecio que la muchacha ni siquiera se molestaba en disimular. —¿Eso te mantiene la autoestima en su sitio? —le escupió con una serenidad horripilante—. ¿Creer que si no quiero acostarme contigo, no es por ti mismo, sino porque me estoy acostando con tu padre? Jake apretó las mandíbulas y negó. —Lo siento, fue una estupidez dec… —¿Sabes qué? Hasta ahora tu arrogancia casi había rayado en lo sexi, pero en este justo momento solo eres un imbécil pedante que no sabe controlar su ego. —Nina… —Será mejor que me sueltes —sent