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¡Mierda! ¿Cuántas veces tendría que llamar al timbre para que le abrieran? Llevaba allí más de dos minutos y su paciencia estaba llegando a la fase límite. Sabía que el piso estaba insonorizado y no escuchaba nada más que los potentes ladridos de Orus detrás de la puerta.

¡Joder! Sabía que, por lo menos, Carter estaba allí. Había visto su coche aparcado en la acera del edificio y hoy era el día libre de Madison, así que también tenía que estar allí.

A no ser que hubieran salido a dar un paseo… ¿sin Orus? Era poco probable. ¿Entonces qué? ¿Estarían escuchando música a todo volumen con los audífonos puestos? ¿O…?

De pronto, escuchó una leve voz detrás de la puerta.

Parecía una carcajada. Conocía bastante bien la risa de Madison como para saber que esa carcajada era suya. Apretó los dientes y en vez de llamar de nuevo al timbre, dio unos cuantos golpes en la puerta.

—¡Eh, Madison! ¡Sé que estás ahí! ¡Te he escuchado! ¡Abre la puerta de una maldita vez! ¡¿O es que estás sorda?! ¡Maldita
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