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—Carter, Carter… Carter… ¡Carter!

El castaño abrió los ojos de repente, encontrándose con los ojos esmeraldas de Madison.

—Hola —saludó con una sonrisa la chica, tal y como lo hacía todas las mañanas.

—Hmp —respondió adormilado, frunciendo el ceño y tapándose con un brazo los ojos para protegerlos de la dañina luz de la mañana, que entraba por la enorme ventana que abrió Madison sin ningún cuidado.

—Hoy me ha costado despertarte más de lo normal. Es extraño levantarme y no encontrarte desayunando y listo para irte a trabajar —explicó, mientras se peinaba el largo pelo azabache delante del tocador. Le miró a través del espejo—. ¿No estarás trabajando hasta tarde, verdad? —preguntó con reproche en su voz, mientras veía como Carter se desperezaba.

La mayoría de los días se tiraba el día trabajando de la noche al día, además de los ratos que cuidaba a Steve, y estaba preocupada por sus horas de sueño.

—Ayer me quedé un poco más porque tenía que preparar una reunión para hoy a primera hor
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