Carter la dejó llorar. La observó detalladamente, mientras llevaba una ropa distinta y mostraba síntomas de severo cansancio.—¿Cuánto… cuánto tiempo llevo aquí? —preguntó una vez se había calmado. Tenía miedo de la respuesta.—Tres días —respondió Madison secándose las lágrimas.Carter se relajó ante la respuesta. Sabía que la causa de que ella estuviera así era él, y no se hubiera perdonado por hacerle pasar por esto más tiempo.Tras aquella pregunta, ninguno de los dos volvió a hablar. Tenían muchas cosas para preguntarse y muchas cosas que decir, pero en ese momento no podían abrir la boca hasta que alguno de los dos supiera bien qué decir. Y la primera fue Madison:—Megan… Megan se encuentra bien, nos salvaste a las dos —comenzó a decir Madison, con la cabeza gacha y sus puños apretados fuertemente contra sus piernas—. Si yo no hubiera huido, todo esto no habría pasado; yo habría escuchado lo que tenía que decir Megan y tú no habrías tenido que estar aquí ahora. Huí cuando lo q
Un año después…—Claro que se lo voy a decir, Amelia. Sólo estoy esperando el momento adecuado —decía Madison a través de su celular.Daba vueltas por la gran habitación en albornoz. Desde que estaban de vacaciones en Hawaii, sólo se había puesto bikinis, bañadores y algún que otro vestido que le permitiese ir fresquita por la calle. En la casa de vacaciones que tenía la familia Rogers en aquellas islas estadounidenses, le parecía muy cómodo estar en albornoz y en pijama.—Sí, está bien. Creo que se lo voy a decir ahora —dijo sonriendo inconscientemente, mientras miraba por las cristaleras que daban a la piscina donde Carter se estaba dando un baño nocturno… desnudo—. Bueno, quizás dentro de un rato —cambió de parecer, mordiéndose el labio inferior mientras pensaba en cosas lujuriosas y poco inocentes.En ese momento, Carter dejó de nadar y se sujetó al borde de la piscina que daba al pequeño trozo de playa privada que tenía la casa. La luna brillaba en lo alto del oscuro cielo lleno
Siete años más tarde…En el salón de la gran mansión de los patriarcas Rogers (Brandon y Sophie) se encontraban sentados en un sofá a dos chicos jugando concentradamente a un videojuego. El mayor de los dos, que parecía tener unos 15 años, de pelo rubio platino, largo y lacio, con ojos completamente negros y penetrantes, que no dejaba de mirar la pequeña consola que tenía entre las manos. Profería pequeñas exclamaciones cada vez que parecía que estaba ganando.El otro parecía tener unos 11 años y presumía de una cabellera completamente roja de pelo ondulado, acompañado de unos vivaces ojos avellana claro que se desplazaban por la pantalla de otra consola que iba moviendo de un lado a otro en sus manos. Sacaba la lengua por las comisuras de sus labios en señal de esfuerzo.Los dos estaban en empate y no sabían quién sería el ganador hasta que:—¡Steve! —gritó alegremente una dulce vocecilla, proveniente de una niña que acababa de entrar corriendo en la sala.—¡Madeleine! —gritó con
Cerca de allí, sentados en unos sillones, sus maridos también discutían sobre el mismo tema.—Pues entre los niños y yo hemos decidido que se llame Reinaldo. Susan no ha puesto ninguna queja, así que con ese nombre se quedará —comentó Pablo, mientras daba un sorbo al café.—A Sienna y Mildred les gusta el nombre de Adriano. Me gusta cómo suena y no se me ocurre otro, así que supongo que se llamará así; si Mildred no le da el cambiazo en el último momento —dijo Jhonny, recordando con pesadumbre que su mujer había escogido concienzudamente el nombre de su hija, para después cambiarlo rápidamente.—Mi hijo se llamará Richard. Madeleine y yo le hemos dado muchas vueltas y de la larga lista de nombres que hizo Madison, yo creo que es el más bonito —contestó Carter, imaginándose a un hermoso niño de pelo negro y enormes ojos verdes.—Cartersito, no me digas que te has dejado llevar por tu intuición; sé lo que estás pensando —dijo Chris en tono burlón, mirándole de reojo.—Cállate, idiota. F
"Maldita sea, Andrew. Ya no aguanto más a esta molestia. Tengo que deshacernos de ella antes de que me vuelva loco y termine ahorcándola".El aludido miró el mensaje y puso los ojos en blanco, cansado de tener que ser el mediador entre esos dos, quienes parecían más unos chiquillos con tantas peleas casi a diario.—No otra vez —se quejó, pensando si más bien debería tirar la toalla.Necesitaba una solución a toda esa situación, ya que seguía pensando que Madison era una buena chica para su hermano, sólo que el muy tarado ni siquiera se daba cuenta. Tenía que pensar en algo drástico que a ambos le abriera los ojos y se dieran cuenta que estaban hechos el uno para el otro. Su mente viajó un año atrás, donde apenas llegaba de viaje a Londres, había dado de frente con la pequeña Madison, quien tenía un problema difícil entre manos.Flashback: Un castaño con el pelo recogido en una pequeña coleta y ojeras marcadas debajo de sus ojos negros –que le hacían aún más atractivo–, atravesaba el
Andrew se encontraba delante del rascacielos donde se situaba la empresa. Se quedó observándola unos minutos, apreciando su estructura moderna. Sabía que su hermano se iba a hacer el duro en cuanto le propusiera la promesa que le había hecho a Madison, pero caería, de eso estaba seguro. Tenía otros planes para conseguirlo… En ese momento alguien colocó una mano en su hombro, y se dio la vuelta. Vio a un chico rubio, de grandes ojos azules, vestido con traje de chaqueta y con un maletín en la mano.Sonreía alegre.—¡Andrew! ¡Qué alegría verte por aquí, amigo! —dijo contento.—¡Chris! ¡Cuánto tiempo! —dijo dándole un abrazo. Chris era de la edad de su hermano y se conocían desde que eran unos enanos de 4 años. Andrew les llevaba 3 años pero aún así él era el hermano mayor de los dos. Ahora Carter y Chris siguen juntos, trabajando hombro con hombro en la empresa: Carter como presidente de la empresa y Chris como vicepresidente. —¿Vas a ver a Carter? —dijo curioso.—¡Claro! Vengo de
Una pelinegra corría, saltaba y brincaba de la emoción, mientras llegaba a la dirección que le había dado Andew momentos anteriores. Se había parado un instante para llamar a sus padres y contarles que ya había encontrado apartamento, que cuando lo tuviera todo listo, cuando pudieran; podrían hacerle una visita.Cuando llegó, se encontró a Andrew delante de unos enormes pisos modernos del centro de Londres. Se abrazó a él y le volvió a dar las gracias por todo lo que la había ayudado, aunque no se conocieran de mucho.—Vamos, ¿tendrás ganas de verlo, no? —dijo abriendo el enorme portal de entrada.—¡Claro! —dijo siguiéndole.Cuando entraron, las luces se encendieron solas, dejando atónita a Madison: la entrada parecía la recepción de un hotel de cinco estrellas. Andrew la esperaba sonriente dentro del ascensor, en el que por lo menos cabían quince o veinte personas. Se metió, fijándose en que Andrew le daba al botón que señalaba al último piso."¡Veinticinco plantas! ¡Por Dios! ¡Est
Madison miró a Carter, pero él estaba como en un estado de shock del que no saldría hasta después de varias horas.Un poco nerviosa, se agachó y agarró la cesta donde el bebé estaba dormido, tapado por una mantita amarilla.Carter pareció reaccionar ante el movimiento de Madison y le preguntó alarmado:—¿¡Pero qué se supone qué haces!? —le dijo mientras que la seguía con la mirada.—Cargarlo, ¿no te parece? No voy a dejarlo aquí —rodó los ojos. Se encaminó dentro del apartamento intentando no mover mucho la cesta—. ¿Y quieres hacer el favor de hablar más bajo?, ¡lo vas a despertar! —susurró molesta.Carter hizo un movimiento de desesperación y puso los ojos en blanco. Después, en un movimiento de cerrar la puerta, ésta dio un portazo haciendo que el profundo sueño del bebé se rompiera. El pequeño empezó a llorar y Madison pegó un pequeño chillido de rabia mientras cogía al bebé en brazos.—¡Genial! —dijo Carter—. ¡Maldita puerta! —gritó mientras le daba una patada.—¡Carter! ¿Quieres