Ronda se despertó al día siguiente sola en su habitación de la casa de invitados, y pensó que eso era realmente extraño. Levy, aunque nunca se había mostrado interesado en ella, si que mantenía las apariencias, y siempre acudía a dormir a casa, a no ser que estuviera de guardia en el hospital, en cuyo caso le escribía un mensaje para avisarla sobre sus planes. Pero el hecho de que esa noche no hubiera acudido a casa, y tampoco le hubiera dejado ningún mensaje, era extraño, y sabía que algo debía de haber ocurrido para que los acontecimientos se desarrollaran de esa forma.
Se visitió presurosa, con su ropa habitual de salir a correr, pero ese día no tenía ninguna intención de trotar por los jardines de la casa familiar, ese día acudió a la zona por la que se accedía a las dependencias de los criados, y muy segura de si misma, se coló
Dos semanas transcurrieron desde la fatídica tarde en que Levy se presentó en su casa reclamando conocer si era el padre de Ben, y nada más había sucedido. Meg vivía agobiada, con el corazón agarrotado, y el estómago perpetuamente incapaz de procesar nada sólido; tal era su nerviosismo, tanto por el estado de salud de su padre, como por la posibilidad de que Levy le quitara la custodia de su hijo, que ese día cuando llegó al hospital para cuidar de su padre, recibió una severa mirada de su madre, que no pudo reprimirse y le dijo:- Meg, si sigues perdiendo peso van a tener que hospitalizarte a ti también, tus mejillas han comenzado a hundirse, y tienes los ojos siempre rojos, ¿qué está pasando?- Mamá.- respondió ella, evitando preocupar a su ya agobiada madre.- no es nada grave, es que con la situaci&oa
Ronda había pasado dos semanas inquieta, dando vueltas por su pequeña casa de invitados, sabiendo que tenía en sus manos una información muy relevante, que podría cambiar el curso de su vida; pero sabiendo también que necesitaba esperar, y utilizarla en el momento más adecuado. Si algo le había enseñado su padre, es que esperar al momento justo cambia la fortuna de las personas.Su padre, un verdadero mago de los negocios, la llevaba cuando era pequeña al estadio municipal, donde ensayaban los deportistas que se preparaban para competiciones deportivas; se sentaban en las gradas, compartiendo un cartón de palomitas, y su padre la hacía mirar durante horas a los chicos y chicas que saltaban en un arenero, intentando lograr la mejor marca, y así clasificarse para la próxima competición. Su padre le señalaba como muchos saltaban antes de llegar al punto j
La semana siguiente fue una locura en la vida de Ronda, de su aburrida vida, encerrada en la pequeña casa de invitados, planeando como sería su vida cuando pudiera casarse con Marlon, había pasado a visitar el centro de la ciudad para negociar con el abogado de los Gordon casi a diario. Aunque en realidad, la negociación estaba en manos de su padre y el abogado de éste, y ella pasaba las horas pensando en lo que haría cuando al fin acabaran las tediosas charlas, y lo que hacia casi siempre, después, era ir de compras y adquirir nuevos y exclusivos modelos que aún podía cargar a la cuenta de Levy.A pesar de que su actual marido le había prometido una cuantiosa indemnización por la ruptura del acuerdo antes del plazo acordado, los abogados de la familia habían sido increíblemente duros con ella, aunque eso ya no la intimidaba, por supuesto. Al final, y tras una dura negociación en
Levy había acudido a la fiesta del primer cumpleaños de su sobrino por no desairar a su pobre cuñada, que ya bastante soportaba con las continuas infidelidades de Marlon. Y a pesar de todo, se alegraba de haber acudido. La fiesta estaba llena de adultos, por lo que Teddy no parecía disfrutar mucho, pero supuso que era lo habitual en una familia en la que él era el único niño de esa edad. Se acercó al lugar en el que se encontraba su cuñada, y decidió que tenía que felicitarla por la fiesta.- Sally, es una celebración maravillosa, realmente tienes un don para la decoración.- Gracias, Levy, que amable eres, aunque ya ves… no es gran cosa, tu madre me ha dado los números de los mejores proveedores de la ciudad.- Parece increíble que Teddy ya tenga un año, parece que fue ayer cuando vino al mundo.- Ya lo creo.- respondió la orgullo
La ambulancia llegó casi a la vez que Levy, que no dejó de correr hasta llegar al punto en el que se había producido el siniestro. Allí, a un lado de la carretera, humeante, y con la carrocería destrozada estaba el precioso coche nuevo de su hermano. Se habia chocado contra un árbol, y el coche había quedado completamente destrozado.- ¡MARLON! ¡MARLON!Corrió hasta llegar a la ventanilla cerrada, y vio a su hermano con la cabeza echada sobre el airbag, que había saltado y lo había protegido de la brutalidad del impacto. Él siguió gritando su nombre, pero su hermano, allí tendido no respondía. Intentó abrir la puerta, pero debido al accidente había quedado bloqueada, y él se sentía impotente allí fuera, contemplando su cuerpo inerte.- Por favor, señor, tiene que retirarse.Levy se giró y vio que se
- ¿CÓMO?- Escuchó Ronda su propia voz distorsionada por la furia, no creyó que su alarido hubiera sido expresado en alto, pero en cuanto vio como los presentes en la fiesta la rodeaban, supo que había cometido un gravísimo error de cálculo.Volvió a imaginar al atleta que siempre señalaba su padre cuando la llevaba al estadio, solo que esta vez, ella era ese atleta que salta a destiempo. Había faltado al respeto a la familia Gordon, y no se engañaba al respecto, habría consecuencias.La primera y más inmediata fue que la fiesta acabó abruptamente, con la salida de la simple de Sally como si acabara de descubrir que Marlon le era infiel. Ronda recreó la cara estupefacta de la mujer, y le dieron ganas de aplaudir por la exitosa actuación de aquella mujer que siempre fingía no enterarse de los líos de faldas de su marido.La segunda consecue
Meg llevaba varias semanas viviendo en su antigua casa de la infancia; tras la dura operación de corazón que tuvieron que hacerle a su padre, no quiso que su madre pasra sola por todo, así que se cogió unos cuantos días de vacaciones que le debían, y se trasladó a la casa familiar. Y aunque al principio le había resultado duro convivir con tantos recuerdos, ya estaba asentada allí. Y a Ben le encantaba, el hecho de que tuviera jardín, la convertía casi en un palacio para sus ojos infantiles.Meg había temido que el niño no se adaptara a la vida alejada de su habitual ajetreo, en especial porque había tenido que perder algunos días de clase para poder estar allí con ella; pero a decir verdad, Ben había sido el más beneficiado con el cambio. Su abuela le daba clases en el amplio salón, y tras una mañana repleta de aprendizaje, Meg le permit
- ¿Mamá? ¿Estás bien?Meg escuchó la voz dulce y aguda de su hijo, y tuvo que hacer un esfuerzo para que no escuchara las lágrimas de rabia que acababa de derramar, y que habían enronquecido su tono.- Si, cariño- dijo mordiéndose el labio.- ahora mismo salgo.- Llevas mucho rato ahí dentro, mamá, la abuela está preocupada.- Tranquiló, Ben, ve a la cocina a ayudar a la abuela, y ahora mismo me reúno con vosotros.Meg escuchó los pasos irregulares de Ben mientras se alejaban rumbo a la cocina, y se concedió dos minutos más, en los que derramó más lágrimas, y cuando hubo acabado, se lavó la cara, se aplicó un poco de crema en la cara para desinflamar su rostro lloroso, y salió del cuarto de baño intentando dar la impresión de est