- ¿Mamá? ¿Estás bien?
Meg escuchó la voz dulce y aguda de su hijo, y tuvo que hacer un esfuerzo para que no escuchara las lágrimas de rabia que acababa de derramar, y que habían enronquecido su tono.
- Si, cariño- dijo mordiéndose el labio.- ahora mismo salgo.
- Llevas mucho rato ahí dentro, mamá, la abuela está preocupada.
- Tranquiló, Ben, ve a la cocina a ayudar a la abuela, y ahora mismo me reúno con vosotros.
Meg escuchó los pasos irregulares de Ben mientras se alejaban rumbo a la cocina, y se concedió dos minutos más, en los que derramó más lágrimas, y cuando hubo acabado, se lavó la cara, se aplicó un poco de crema en la cara para desinflamar su rostro lloroso, y salió del cuarto de baño intentando dar la impresión de est
Ronda caminó por la habitación como un gato encerrado en un garaje. Llevaba varias semanas en aquel hotel, y las llamadas, la ayuda, y el dinero que esperaba, nunca llegaron. Volvió a marcar el número de su padre, y la monótona voz de la chica de lacompañía telefónica le dio el mensaje de que el móvil de su padre se encontraba apagado o fuera de cobertura. Llamó al teléfono de su madre, y el resultado fue el mismo, apagado o fuera de cobertura, y cuando ya sentía la tentación de lanzar el estúpido aparato contra la pared, y dejar de humillarse buscando la ayuda de su familia, el mismo comenzó a sonar.Lo miró esperanzada, creyendo que tal vez sus padres estuvieran de nuevo disponibles, y la llamaban para explicarle lo que quiera que les hubiera ocurrido. Pero un mirada rápida a la pantalla le dijo que se equivocaba, pues el número que intentaba comunic
Meg llegó a la ciudad sudorosa, agotada y dudando de si su decisión de enfrentarse a Levy era la adecuada; tal vez los abogados de la familia Gordon utilizaran esa información en su contra, y ella no podía permitirse que la situación fuera a peor.Se dirigió al apartamento de Levy, y cuando el conserje le advirtió que él no se encontraba en la casa, se sintió ligeramente aliviada, no se sentía con fuerzas para enfrentarse a él en ese momento. Le dejó una nota breve, explicándole que tenía que hablar con él sobre temas urgentes, y le pidió que la llamara en cuanto leyera el mensaje. Una vez cumplida su misión, se fue a casa, se duchó, y en cuanto sintió que las fuerzas la acompañaban de nuevo, llamó a la puerta de su vecina Emma.- ¡MEG! Ni te imaginas cuanto os he echado
Meg entró en la recepción del hospital como un huracán, se sentía llena de fuerza, y durante el trayecto hasta allí, había preparado un discurso en el que le explicaría los motivos por los que no podía ceder ante sus demandas.Se acercó al mostrador de recepción, y sonrió a la muchacha que estaba tras la mesa, mirando fijamente la pantalla de su ordenador.- Buenas tardes, ¿sería tan amable de decirme en que planta se encuentra el doctor Gordon?- Está en la planta ocho, pero no está trabajando ahora mismo.Meg dió por hecho que aquella información se la proporcionaba para que desistiera de visitarlo a aquella hora de la tarde, pero puesto que su propósito no era recibir atención médica, sino tratar temas personales con él, decidió tomar el ascensor, y enf
¿Quieres casarte conmigo?Las palabras resonaban en la mente de Meg, le daban vueltas, la volvían loca, ¿casarse con él? ¿Convertirse en su salsa y dormir cada noche en su cama? Era una opción por la que hace unos meses hubiera aceptado sin dudar, pero no hoy, no ahora, no así, tan fría y carente de emociones.- ¿Qué quieres decir cuando hablas de casarte conmigo, Levy?- Ya sabes, ir al juzgado, tu y yo, decir ante el juez las típicas palabras, y vivir como una familia normal.- No sé si estoy preparada para algo así, Levy.- No hablo de un matrimonio tradicional, solo quiero que mi hijo sea feliz, que me acepte sin demasiados problemas, no tenemos porqué hacer vida de esposos.Meg se puso tan roja como la grana, y sintió como toda su sangre se acumulaba en sus mejillas, pues
Meg pasó una mala noche. No podía dejar de pensar en la propuesta de Levy, y aunque su parte racional le decía que era un buen trato, su corazón le gritaba que rechazara una idea semejante. Ella era una mujer que soñaba con una boda por amor, con un marido que la mirara desde el altar de su iglesia de siempre sonriente, con la cara empañada de emoción y el corazón encogido al verla vestida de blanco. No quería renunciar a esa parte romántica de si misma que soñaba con prometer fidelidad eterna a su amor. Dio tantas vueltas esa noche, que al levantarse de la cama vio la colcha en el suelo, y las sábanas fuera de su sitio.Se levantó con dolor de cabeza, y mientras preparaba café y respondía los mensajes de su madre, decidió decirle a Levy que no podía aceptar su propuesta, ni siquiera por Ben, por muy tentador que sonara.Se cambió de ropa, y bus
Cuando Levy recibió la respuesta de Meg a través de Betty, una de sus más queridas amigas, que había conocido en la Universidad, cuando ella salía con su compañera de clase, se quedó atónito.- ¿Betty estás segura de que ésto es lo que ha pedido Meg? ¿De verdad quiere renunciar a la propiedad de la vivienda en caso de divorcio? Es la única garantía que ella tendrá si las cosas salen mal…- Lo sé, Levy, le he explicado perfectamente la situación tan complicada en la que se podría ver si algo saliera mal en vuestro matrimonio; pero es muy obstinada, se niega a aceptar la casa, quiere que sea para Ben.- Está bien, acepto.- También quiere que incrementes la asignación del fondo universitario del niño, s
Dos semanas después, a las diez y media de la mañana, coincidiendo con la primera cita libre en los juzgados más cercanos al nuevo domicilio que Levy, Meg y Ben compartirían desde ese día, se celebró la ceremonia. Fue muy corta, solo la lectura formal esperada por part del empleado del juzgado, y el breve intercambio de consentimientos por parte de los contrayentes.Cuando les dieron el certificado de matrimonio, y les desearon una feliz convivencia, ambos salieron acompañados de los testigos que habían escogido. En el caso de Levy, fue Betty, pues le pareció practico, y supo desde el principio que le ahorarría explicaciones; en cuanto a Meg, se lo había pedido a Emma, pues le daba vergüenza contarle a su madre la verdad.Evidentemente, sabía que en algún momento tendría que sincerarse con ella y decirle que ahora era u
La cena, informal y relajada, se convirtió en un martirio para los recién casados; intentaban comportarse de un modo tan educado el uno con el otro, que la conversación carecía de la gracia y la normalidad que debería haber entre dos personas. Meg se sentía incómoda, y en cuanto pudo, puso fin a la situación, diciendo que estaba cansada y que no tenía más hambre, y en cuanto pronució las palabras, Levy que también se sintió aliviado, la acompañó hasta su cuarto. Meg se puso nerviosa, pues aunque habían acordado que su matrimonio no incluiría el sexo, el hecho de ir caminando juntos hacia la habitación la puso nerviosa, tal ve él esperara algo más, y ella lo hubiera malinterpretado. Cuando al fin llegaron a la puerta de la habitación, en un paseo que a Meg se le hizo increíblemente largo, ambos se detuvieron ante la puerta, y Meg se quedó paralizada, hasta que sintió como las palabras brotaban de su boca sin con