La ambulancia llegó casi a la vez que Levy, que no dejó de correr hasta llegar al punto en el que se había producido el siniestro. Allí, a un lado de la carretera, humeante, y con la carrocería destrozada estaba el precioso coche nuevo de su hermano. Se habia chocado contra un árbol, y el coche había quedado completamente destrozado.
- ¡MARLON! ¡MARLON!
Corrió hasta llegar a la ventanilla cerrada, y vio a su hermano con la cabeza echada sobre el airbag, que había saltado y lo había protegido de la brutalidad del impacto. Él siguió gritando su nombre, pero su hermano, allí tendido no respondía. Intentó abrir la puerta, pero debido al accidente había quedado bloqueada, y él se sentía impotente allí fuera, contemplando su cuerpo inerte.
- Por favor, señor, tiene que retirarse.
Levy se giró y vio que se
- ¿CÓMO?- Escuchó Ronda su propia voz distorsionada por la furia, no creyó que su alarido hubiera sido expresado en alto, pero en cuanto vio como los presentes en la fiesta la rodeaban, supo que había cometido un gravísimo error de cálculo.Volvió a imaginar al atleta que siempre señalaba su padre cuando la llevaba al estadio, solo que esta vez, ella era ese atleta que salta a destiempo. Había faltado al respeto a la familia Gordon, y no se engañaba al respecto, habría consecuencias.La primera y más inmediata fue que la fiesta acabó abruptamente, con la salida de la simple de Sally como si acabara de descubrir que Marlon le era infiel. Ronda recreó la cara estupefacta de la mujer, y le dieron ganas de aplaudir por la exitosa actuación de aquella mujer que siempre fingía no enterarse de los líos de faldas de su marido.La segunda consecue
Meg llevaba varias semanas viviendo en su antigua casa de la infancia; tras la dura operación de corazón que tuvieron que hacerle a su padre, no quiso que su madre pasra sola por todo, así que se cogió unos cuantos días de vacaciones que le debían, y se trasladó a la casa familiar. Y aunque al principio le había resultado duro convivir con tantos recuerdos, ya estaba asentada allí. Y a Ben le encantaba, el hecho de que tuviera jardín, la convertía casi en un palacio para sus ojos infantiles.Meg había temido que el niño no se adaptara a la vida alejada de su habitual ajetreo, en especial porque había tenido que perder algunos días de clase para poder estar allí con ella; pero a decir verdad, Ben había sido el más beneficiado con el cambio. Su abuela le daba clases en el amplio salón, y tras una mañana repleta de aprendizaje, Meg le permit
- ¿Mamá? ¿Estás bien?Meg escuchó la voz dulce y aguda de su hijo, y tuvo que hacer un esfuerzo para que no escuchara las lágrimas de rabia que acababa de derramar, y que habían enronquecido su tono.- Si, cariño- dijo mordiéndose el labio.- ahora mismo salgo.- Llevas mucho rato ahí dentro, mamá, la abuela está preocupada.- Tranquiló, Ben, ve a la cocina a ayudar a la abuela, y ahora mismo me reúno con vosotros.Meg escuchó los pasos irregulares de Ben mientras se alejaban rumbo a la cocina, y se concedió dos minutos más, en los que derramó más lágrimas, y cuando hubo acabado, se lavó la cara, se aplicó un poco de crema en la cara para desinflamar su rostro lloroso, y salió del cuarto de baño intentando dar la impresión de est
Ronda caminó por la habitación como un gato encerrado en un garaje. Llevaba varias semanas en aquel hotel, y las llamadas, la ayuda, y el dinero que esperaba, nunca llegaron. Volvió a marcar el número de su padre, y la monótona voz de la chica de lacompañía telefónica le dio el mensaje de que el móvil de su padre se encontraba apagado o fuera de cobertura. Llamó al teléfono de su madre, y el resultado fue el mismo, apagado o fuera de cobertura, y cuando ya sentía la tentación de lanzar el estúpido aparato contra la pared, y dejar de humillarse buscando la ayuda de su familia, el mismo comenzó a sonar.Lo miró esperanzada, creyendo que tal vez sus padres estuvieran de nuevo disponibles, y la llamaban para explicarle lo que quiera que les hubiera ocurrido. Pero un mirada rápida a la pantalla le dijo que se equivocaba, pues el número que intentaba comunic
Meg llegó a la ciudad sudorosa, agotada y dudando de si su decisión de enfrentarse a Levy era la adecuada; tal vez los abogados de la familia Gordon utilizaran esa información en su contra, y ella no podía permitirse que la situación fuera a peor.Se dirigió al apartamento de Levy, y cuando el conserje le advirtió que él no se encontraba en la casa, se sintió ligeramente aliviada, no se sentía con fuerzas para enfrentarse a él en ese momento. Le dejó una nota breve, explicándole que tenía que hablar con él sobre temas urgentes, y le pidió que la llamara en cuanto leyera el mensaje. Una vez cumplida su misión, se fue a casa, se duchó, y en cuanto sintió que las fuerzas la acompañaban de nuevo, llamó a la puerta de su vecina Emma.- ¡MEG! Ni te imaginas cuanto os he echado
Meg entró en la recepción del hospital como un huracán, se sentía llena de fuerza, y durante el trayecto hasta allí, había preparado un discurso en el que le explicaría los motivos por los que no podía ceder ante sus demandas.Se acercó al mostrador de recepción, y sonrió a la muchacha que estaba tras la mesa, mirando fijamente la pantalla de su ordenador.- Buenas tardes, ¿sería tan amable de decirme en que planta se encuentra el doctor Gordon?- Está en la planta ocho, pero no está trabajando ahora mismo.Meg dió por hecho que aquella información se la proporcionaba para que desistiera de visitarlo a aquella hora de la tarde, pero puesto que su propósito no era recibir atención médica, sino tratar temas personales con él, decidió tomar el ascensor, y enf
¿Quieres casarte conmigo?Las palabras resonaban en la mente de Meg, le daban vueltas, la volvían loca, ¿casarse con él? ¿Convertirse en su salsa y dormir cada noche en su cama? Era una opción por la que hace unos meses hubiera aceptado sin dudar, pero no hoy, no ahora, no así, tan fría y carente de emociones.- ¿Qué quieres decir cuando hablas de casarte conmigo, Levy?- Ya sabes, ir al juzgado, tu y yo, decir ante el juez las típicas palabras, y vivir como una familia normal.- No sé si estoy preparada para algo así, Levy.- No hablo de un matrimonio tradicional, solo quiero que mi hijo sea feliz, que me acepte sin demasiados problemas, no tenemos porqué hacer vida de esposos.Meg se puso tan roja como la grana, y sintió como toda su sangre se acumulaba en sus mejillas, pues
Meg pasó una mala noche. No podía dejar de pensar en la propuesta de Levy, y aunque su parte racional le decía que era un buen trato, su corazón le gritaba que rechazara una idea semejante. Ella era una mujer que soñaba con una boda por amor, con un marido que la mirara desde el altar de su iglesia de siempre sonriente, con la cara empañada de emoción y el corazón encogido al verla vestida de blanco. No quería renunciar a esa parte romántica de si misma que soñaba con prometer fidelidad eterna a su amor. Dio tantas vueltas esa noche, que al levantarse de la cama vio la colcha en el suelo, y las sábanas fuera de su sitio.Se levantó con dolor de cabeza, y mientras preparaba café y respondía los mensajes de su madre, decidió decirle a Levy que no podía aceptar su propuesta, ni siquiera por Ben, por muy tentador que sonara.Se cambió de ropa, y bus