Ronda había pasado dos semanas inquieta, dando vueltas por su pequeña casa de invitados, sabiendo que tenía en sus manos una información muy relevante, que podría cambiar el curso de su vida; pero sabiendo también que necesitaba esperar, y utilizarla en el momento más adecuado. Si algo le había enseñado su padre, es que esperar al momento justo cambia la fortuna de las personas.
Su padre, un verdadero mago de los negocios, la llevaba cuando era pequeña al estadio municipal, donde ensayaban los deportistas que se preparaban para competiciones deportivas; se sentaban en las gradas, compartiendo un cartón de palomitas, y su padre la hacía mirar durante horas a los chicos y chicas que saltaban en un arenero, intentando lograr la mejor marca, y así clasificarse para la próxima competición. Su padre le señalaba como muchos saltaban antes de llegar al punto j
La semana siguiente fue una locura en la vida de Ronda, de su aburrida vida, encerrada en la pequeña casa de invitados, planeando como sería su vida cuando pudiera casarse con Marlon, había pasado a visitar el centro de la ciudad para negociar con el abogado de los Gordon casi a diario. Aunque en realidad, la negociación estaba en manos de su padre y el abogado de éste, y ella pasaba las horas pensando en lo que haría cuando al fin acabaran las tediosas charlas, y lo que hacia casi siempre, después, era ir de compras y adquirir nuevos y exclusivos modelos que aún podía cargar a la cuenta de Levy.A pesar de que su actual marido le había prometido una cuantiosa indemnización por la ruptura del acuerdo antes del plazo acordado, los abogados de la familia habían sido increíblemente duros con ella, aunque eso ya no la intimidaba, por supuesto. Al final, y tras una dura negociación en
Levy había acudido a la fiesta del primer cumpleaños de su sobrino por no desairar a su pobre cuñada, que ya bastante soportaba con las continuas infidelidades de Marlon. Y a pesar de todo, se alegraba de haber acudido. La fiesta estaba llena de adultos, por lo que Teddy no parecía disfrutar mucho, pero supuso que era lo habitual en una familia en la que él era el único niño de esa edad. Se acercó al lugar en el que se encontraba su cuñada, y decidió que tenía que felicitarla por la fiesta.- Sally, es una celebración maravillosa, realmente tienes un don para la decoración.- Gracias, Levy, que amable eres, aunque ya ves… no es gran cosa, tu madre me ha dado los números de los mejores proveedores de la ciudad.- Parece increíble que Teddy ya tenga un año, parece que fue ayer cuando vino al mundo.- Ya lo creo.- respondió la orgullo
La ambulancia llegó casi a la vez que Levy, que no dejó de correr hasta llegar al punto en el que se había producido el siniestro. Allí, a un lado de la carretera, humeante, y con la carrocería destrozada estaba el precioso coche nuevo de su hermano. Se habia chocado contra un árbol, y el coche había quedado completamente destrozado.- ¡MARLON! ¡MARLON!Corrió hasta llegar a la ventanilla cerrada, y vio a su hermano con la cabeza echada sobre el airbag, que había saltado y lo había protegido de la brutalidad del impacto. Él siguió gritando su nombre, pero su hermano, allí tendido no respondía. Intentó abrir la puerta, pero debido al accidente había quedado bloqueada, y él se sentía impotente allí fuera, contemplando su cuerpo inerte.- Por favor, señor, tiene que retirarse.Levy se giró y vio que se
- ¿CÓMO?- Escuchó Ronda su propia voz distorsionada por la furia, no creyó que su alarido hubiera sido expresado en alto, pero en cuanto vio como los presentes en la fiesta la rodeaban, supo que había cometido un gravísimo error de cálculo.Volvió a imaginar al atleta que siempre señalaba su padre cuando la llevaba al estadio, solo que esta vez, ella era ese atleta que salta a destiempo. Había faltado al respeto a la familia Gordon, y no se engañaba al respecto, habría consecuencias.La primera y más inmediata fue que la fiesta acabó abruptamente, con la salida de la simple de Sally como si acabara de descubrir que Marlon le era infiel. Ronda recreó la cara estupefacta de la mujer, y le dieron ganas de aplaudir por la exitosa actuación de aquella mujer que siempre fingía no enterarse de los líos de faldas de su marido.La segunda consecue
Meg llevaba varias semanas viviendo en su antigua casa de la infancia; tras la dura operación de corazón que tuvieron que hacerle a su padre, no quiso que su madre pasra sola por todo, así que se cogió unos cuantos días de vacaciones que le debían, y se trasladó a la casa familiar. Y aunque al principio le había resultado duro convivir con tantos recuerdos, ya estaba asentada allí. Y a Ben le encantaba, el hecho de que tuviera jardín, la convertía casi en un palacio para sus ojos infantiles.Meg había temido que el niño no se adaptara a la vida alejada de su habitual ajetreo, en especial porque había tenido que perder algunos días de clase para poder estar allí con ella; pero a decir verdad, Ben había sido el más beneficiado con el cambio. Su abuela le daba clases en el amplio salón, y tras una mañana repleta de aprendizaje, Meg le permit
- ¿Mamá? ¿Estás bien?Meg escuchó la voz dulce y aguda de su hijo, y tuvo que hacer un esfuerzo para que no escuchara las lágrimas de rabia que acababa de derramar, y que habían enronquecido su tono.- Si, cariño- dijo mordiéndose el labio.- ahora mismo salgo.- Llevas mucho rato ahí dentro, mamá, la abuela está preocupada.- Tranquiló, Ben, ve a la cocina a ayudar a la abuela, y ahora mismo me reúno con vosotros.Meg escuchó los pasos irregulares de Ben mientras se alejaban rumbo a la cocina, y se concedió dos minutos más, en los que derramó más lágrimas, y cuando hubo acabado, se lavó la cara, se aplicó un poco de crema en la cara para desinflamar su rostro lloroso, y salió del cuarto de baño intentando dar la impresión de est
Ronda caminó por la habitación como un gato encerrado en un garaje. Llevaba varias semanas en aquel hotel, y las llamadas, la ayuda, y el dinero que esperaba, nunca llegaron. Volvió a marcar el número de su padre, y la monótona voz de la chica de lacompañía telefónica le dio el mensaje de que el móvil de su padre se encontraba apagado o fuera de cobertura. Llamó al teléfono de su madre, y el resultado fue el mismo, apagado o fuera de cobertura, y cuando ya sentía la tentación de lanzar el estúpido aparato contra la pared, y dejar de humillarse buscando la ayuda de su familia, el mismo comenzó a sonar.Lo miró esperanzada, creyendo que tal vez sus padres estuvieran de nuevo disponibles, y la llamaban para explicarle lo que quiera que les hubiera ocurrido. Pero un mirada rápida a la pantalla le dijo que se equivocaba, pues el número que intentaba comunic
Meg llegó a la ciudad sudorosa, agotada y dudando de si su decisión de enfrentarse a Levy era la adecuada; tal vez los abogados de la familia Gordon utilizaran esa información en su contra, y ella no podía permitirse que la situación fuera a peor.Se dirigió al apartamento de Levy, y cuando el conserje le advirtió que él no se encontraba en la casa, se sintió ligeramente aliviada, no se sentía con fuerzas para enfrentarse a él en ese momento. Le dejó una nota breve, explicándole que tenía que hablar con él sobre temas urgentes, y le pidió que la llamara en cuanto leyera el mensaje. Una vez cumplida su misión, se fue a casa, se duchó, y en cuanto sintió que las fuerzas la acompañaban de nuevo, llamó a la puerta de su vecina Emma.- ¡MEG! Ni te imaginas cuanto os he echado