Tras varios meses de citas, Meg y Jonah tenían una rutina semanal, que incluía llamarse a diario, y quedar en fines de semana, y festivos. Y a Meg le gustaba la tranquilidad, y la calma que le daba saber como iba a transcurrir su semana. Aunque no había sido capaz de conseguir un empleo como enfermera, pues sin referencias, ninguna clínica u hospital había devuelto sus llamadas, era más feliz ahora que antes.
Ese sábado se estaba preparando para ir a patinar con Jonah, mientras Emma horneaba un bizcocho en su cocina, ya que la de Emma se había estropeado repentinamente y los encargados de repararla no acudirían hasta tres días más tarde. A Meg le gustaba que Emma estuviera cerca, porque era divertida, y no tenía reparos en decir las cosas como las pensaba.
- Emma.- preguntó Meg a la
Al día siguiente, Meg se levantó repleta de energía, aunque sabía que sería difícil explicarle a Ben que ya no estaba saliendo con Jonah, su profesor, pero aún así, se sentía ilusionada ante la perspectiva de tomar las riendas de su vida.Estaba sentada en su silla de la cocina, desayunando un café rápido y unas tostadas, cuando escuchó que sonaba el teléfono. Hoy se dio suficiente prisa, y pudo llegar antes que su hijo hasta la mesita en la que el teléfono estaba colocado:- ¿Dígame?- Meg, Meg, menos mal que estás en casa.- ¿Mamá?- Si, cariño, soy yo.Meg notó el tono nervioso e intranquilo de la voz de su madre, y rápidamente se preocupó por saber que es lo que pasaba para que su madre llamaratan temprano y tan alarmada.- ¿Qué ocurre? Te noto alterada.
- Levy.- dijo Meg con una voz que le sonó extrañamente temblorosa, y carente de su habitual alegría.- ¿Cómo está mi padre?Levy la miró a los ojos durante unos segundos, sin responder, como si buscara algo en su rostro, aunque ella no supo muy bien de qué podía tratarse.- No os quiero mentir, el infarto ha sido grave, y sus órganos se han visto muy impactados, ahora mismo está sedado para evitarle más sufrimiento, y cuando acabemos con todas las pruebas necesarias, y tengamos una idea más clara de lo que está sucediendo podremos decidir si hay que operar.- ¿Operar?- gritó la madre de Levy asustada ante las palabras del médico.- pero si a él le dan pánico los hospitales, no pueden operarlo.- Señora, lamento mucho lo que le ha sucedido, pero un infarto tan grave como éste, … si se repite… bueno,
Levy se pasó horas sintiéndose un estúpido, sabía como habían herido sus palabras a Meg, de hecho las había dicho impulsado por la frialdad de su mirada, para hacerle daño; y eso era lo opuesto a lo que él buscaba. Meg estaba pasando un mal momento, y él, lejos de ayudarla a superarlo, le había hecho más daño.Cumplió con sus obligaciones del día como un autómata, y ni siquiera se acordó de comer, así que por la tarde se sentó en su despacho, y devoró varias barritas energéticas que dejaba allí siempre para los casos de emergencia. Volvió a pensar en como solventar la idiotez que había hecho, y llegó a la conclusión de que la única forma en que podría arreglar su mal comportamiento, sería disculpándose con Meg. Pensó en llamarla, pero sabía que ella había
Levy, con una extraña mezcla de sensaciones recorriendo su cuerpo, se quitó la bata de médico que habitualmente llevaba al trabajar, y se dirigió al parking del hospital. Seguramente lo que ese hombre había dicho fuera solo un delirio de enfermo, causado por la ingente cantidad de medicamentos que le habían inyectado en las últimas horas, pero necesitaba comprobarlo por si mismo.Antes de salir de allí había cogido la dirección de Meg de los ficheros de personal del hospital, en los que aún constaban sus datos personales, así que llegar a su casa no le costó demasiado, aunque si que le extrañó el barrio tan conflictivo en el que vivía Meg, hubiera esperado que viviera en un sitio más seguro, y sobre todo, más agradable. Aparcó enfrente del número que indicaba el gps, y se quedó sentado dentro de su coche durante al menos quince min
- ¿Acompañarte a tu casa a estas horas para pedir explicaciones a tu madre por algo que sucedió cinco años atrás? ¡Te has vuelto loco!- ¡Vaya, Meg! Parece que ya no te sientes tan confiada con tu historia como para acudir a mi casa y repetirla ante mi madre, ¿cómo has podido atreverte a lanzar unas acusaciones tan horribles sobre mi familia?En ese momento, Meg, dominada por la cólera ante la negativa de Levy a creer sus palabras decidió que era el momento de demostrarle que no era ninguna mentirosa, y que desde luego ella no acusaba a nadie sin ser cierto.- Está bien, déjame que avise a mi vecina para que cuide de Ben y vigile que mi madre sigue durmiendo, y te acompañaré adonde quieras.Meg no tardó más de veinte minutos en estar lista para acudir a su casa familiar. Estaba furiosa por la reacción que Levy había tenido ant
Levy miró a Meg como si fuera una desconocida, como si ya no supiera quien era, y porqué acababa de darle un bofetón.- Meg, lo siento, siento no haber creído en tu palabra, pero si me das unos minutos más, necesito que mi padre se explique.Meg guradó silencio, y aunque trataba de mantener la misma pose orgullosa, Levy detectó el pequeño cambio en su comportamiento, y notó que se sentía avergonzada por su arrebato de ira.- Padre, explica las palabras que acabas de decir, por favor.- Mira, Levy, cuando ocurrió el incidente tú estabas en la universidad, estudiando, y tu madre y yo teníamos claro que tenías un brillante futuro por delante. Lo único que yo no quería es que vieras tu vida estropeada por un incidente sin importancia.- El “incidente”.- intervino Meg.- se llama Ben, y es un niño adorable que hace reí
Ronda se despertó al día siguiente sola en su habitación de la casa de invitados, y pensó que eso era realmente extraño. Levy, aunque nunca se había mostrado interesado en ella, si que mantenía las apariencias, y siempre acudía a dormir a casa, a no ser que estuviera de guardia en el hospital, en cuyo caso le escribía un mensaje para avisarla sobre sus planes. Pero el hecho de que esa noche no hubiera acudido a casa, y tampoco le hubiera dejado ningún mensaje, era extraño, y sabía que algo debía de haber ocurrido para que los acontecimientos se desarrollaran de esa forma.Se visitió presurosa, con su ropa habitual de salir a correr, pero ese día no tenía ninguna intención de trotar por los jardines de la casa familiar, ese día acudió a la zona por la que se accedía a las dependencias de los criados, y muy segura de si misma, se coló
Dos semanas transcurrieron desde la fatídica tarde en que Levy se presentó en su casa reclamando conocer si era el padre de Ben, y nada más había sucedido. Meg vivía agobiada, con el corazón agarrotado, y el estómago perpetuamente incapaz de procesar nada sólido; tal era su nerviosismo, tanto por el estado de salud de su padre, como por la posibilidad de que Levy le quitara la custodia de su hijo, que ese día cuando llegó al hospital para cuidar de su padre, recibió una severa mirada de su madre, que no pudo reprimirse y le dijo:- Meg, si sigues perdiendo peso van a tener que hospitalizarte a ti también, tus mejillas han comenzado a hundirse, y tienes los ojos siempre rojos, ¿qué está pasando?- Mamá.- respondió ella, evitando preocupar a su ya agobiada madre.- no es nada grave, es que con la situaci&oa