Meg comenzó su primer día de nuevo trabajo con alegría. Se puso el uniforme, que le pareció demasiado ajustado sin protesta, preparó todas sus cosas para ir al trabajo, y cuando estaba acabando de beber un vaso de zumo en la cocina, su teléfono móvil comenzó a sonar. Ella lo cogió contrariada, pensando que la llamada la haría retrasarse y tendría que darse prisa para llegar puntual a su nuevo puesto de trabajo.
- Buenos días, soy Meg.- dijo al aparato al ver que el número que la llamaba era el de recursos humanos de la clínica.
- Buenos días, señora Gordon.- respondió la voz cansina que había al otro lado del teléfono.- la llamo en relación a su contratación.
- Si, justo estaba a punto de salir de casa para incorporarme a mi nuevo puesto esta mañana.
- Pues no hace falta que salga usted de casa, su contr
Levy la miró atónito, y durante unos segundos no reaccionó, pues nunca la había visto llorar de ese modo. De hecho, nunca la había visto llorar, o eso creía, Meg era fuerte, y se echaba el mundo a la espalda.Pero en cuanto fue consciente del dolor que trasmitían sus movimientos, y sobre todo esas lágrimas, rompió la distancia que los separaba con unas rápidas zancadas, y la tomó entre sus brazos. Su vulnerabilidad se le clavó en el alma como si de una afilada cuchilla se tratara, ¿cuánto tiempo llevaría ella sintiéndose de ese modo?Su frágil cuerpo se acurrucó sobre el suyo, y Levy sintió sus respiraciones entrecortadas sobre su ancho pecho. Ella ni siquiera parecía darse cuenta de que él la sostenía entre sus brazos. Acomodó la cabeza contra su hombro, y al hacerlo, su cabello rojo fuego, ese precioso cabell
Sally llevaba varios días sin pegar ojo. Sus ojeras delataban la situación de estrés que estaba viviendo, y las tazas de café vacías que se apilaban en la cocina cada mañana, indicaban que Sally no dormía desde hacía días.Esa mañana, tras haber deambulado por la casa durante horas, se sentó frente al espejo de su tocador, y se decidió a hacer algo para disimular las ojeras que comenzaban a adquirir un tono violaeo. Desafortunadamente, antes de que pudiera acabar de maquillarse, su madre irrumpió en su habitación, sin llamar a la puerta, una costumbre que ella odiaba profundamente.- Hija, tienes un aspecto horrible.- dijo su madre sin preámbulos.- Buenos días para ti también, mamá.- Sabes que otra persona, alguien que no tuviera tanta confianza como yo tengo contigo, no se atrevería a decirte ésto, pero es que te v
Ronda llevaba varios días ingresada en la clínica de la prisión, y a pesar de que su recuperación era completa, e incluso físicamente se apreciaba un cambio en ella, no estaba dispuesta a regresar a su celda común repleta de reclusas malolientes, que la maltrataban, y la obligaban a recluirse en su minúsculo habitáculo.Aunque era consciente de que el doctor de la cárcel había caído bajo su encanto, debía tener cuidado si no quería que el buen doctor sospechara que la cándida Ronda había orquestado todo lo que ahora estaba sucediendo con un meticuloso plan en el que no dejaba ningún detalle al azar.Así que, como parte de su plan, y tras escuchar ruidos en la consulta médica, tomó a cómoda almohada que el médico le había prestado (pero nunca había intentado recuperar), y se dispuso a que el buen h
En cuanto escuchó el sonido de la ropa golpeando el suelo, Andy Mc Abott supo que no había vuelta atrás. Deseaba a aquella mujer más que a nada en el mundo, y aunque era su paciente, y sabía que lo que estaba a punto de suceder entre ellos era del todo inapropiado, decidió que correría el riesgo que aquella acción pudiera entrañar.Observó a la chica estremecerse, y solo pudo pensar en el cuerpo absolutamente perfecto de que era dueña. Le gustaba su piel tersa, sus pezones inhiestos , y la suave curva de su abdomen, que desembocaba en un pubis cubierto de una capa de vello extremadamente fino, que lo hacía endurecerse con solo rozarlo.Acercó su boca a sus pechos, y tomó uno de los perfectos pezones dentro de su boca; succionó cuidadosamente, y se enorgulleció al escuchar el jadeo satisfecho de Ronda. Repitió la operación con el otro pecho, y el
El martes Meg se despertó con una agria sensación en su interior. Su hijo Ben había sido expulsado del colegio, y eso que solo llevaba seis meses asistiendo a aquella escuela.Cuando el día anterior el insistente teléfono interrumpió su breve intercambio amoroso con Levy, la persona que había al otro lado de la línea, era la directora, llamaba para informarlos de un comportamiento inadecuado de Ben; y cuando acudieron al colegio, les comunicaron su expulsión.Ella trató de discutir la situación; Levy, que conocía menos a Ben, se quedó callado. Al final no hubo nada que discutir, y los tres volvieron a casa en un tenso silencio.Meg esperaba hablar con su hijo esa mañana, pues la noche anterior, Levy lo había castigado sin cenar, y lo había enviado directo a su cuarto; y aunque ella no era partidaria de esa clase
Meg, incapaz de aguantar la curiosidad y las dudas que asediaban su mente, decidió hacer una parada en casa de su amiga Emma, y descubrir que es lo que ocurría de verdad. No podía creer que una mujer en la que confiaba tanto, y que se había rebelado como una buena amiga, le hubiera ocultado una información tan importante sobre su vida. ¿Realmente ocultaba Emma un oscuro pasado?Decidió descubrirlo presentándose de improviso en casa de su amiga, a la que encontró atendiendo a una clienta especialmente quejica, que le indicaba que el color que le había aplicado en el pelo no era el que ella solía llevar. Así que, Meg, llevó a Violet y a Ben a su bar preferido, pidió enormes batidos para ellos, y agua para ella, pues se veía incapaz de probar bocado.Emma bajó una hora más tarde, con la cara arrebolada por
Sally llevaba ya una semana acudiendo cada tarde al hospital, y habia sido testigo de la lenta, pero constante evolución de Marlon. Ahora ya estaba alojado en una habitación más amplia, y la fisioterapia formaba parte de su recuperación.Esa tarde, en concreto, estaba esperando a Sally para que lo ayudara a ponerse en pie, y pudieras caminar a lo largo de la habitación y del pasillo de la planta. Como cada tarde, Sally tenía las mejillas encendidas, el pelo recogido en una cola de caballo, y llevaba su ropa deportiva habitual, pues venía de dar clase en el gimnasio que la había contratado.- ¿Estás listo para caminar un poco más que ayer?- preguntó ella.- Por supuesto, es lo único en lo que pienso todo el día. En caminar a lo largo del pasillo, y en lo increíblemente bella que eres.Sally se sonrojó más, pues el piropo la había co
Andy se apresuró por el camino que llevaba a su consulta de la prisión, pues esa mañana llegaba tarde, y tenía ganas de ver a Ronda. Sabía que no podría mantenerla ingresada en la clínica durante mucho más tiempo sin levantar sospechas, pero por el momento, la necesitaba.Abrió la puerta, y vio a Ronda esperándolo en la silla de su escritorio; ella estaba completamente desnuda, y lo único que portaba era la corbata que él se dejó la tarde anterior en su despacho.- Buenos días, cariño.- lo saludó Ronda mientras giraba la silla, exponiendo su cuerpo ante él, y abriendo las piernas, para ofrecerle una visión espectacular de su cuerpo.- Ronda, me estás tentando terriblemente, pero tengo pacientes que atender, ¿lo sabes, verdad?- Seguro que pueden esperar.Andy intentó resistirse, intentó negarse,